domingo, 17 de enero de 2016

EL DESPERTAR DE LA FUERZA





Las de Star Wars son las únicas películas de ciencia ficción que me gustan. Las descubrí de pequeño, cuando ya se había estrenado El retorno del Jedi (1983), y rápidamente me contagié –sin llegar a sus extremos– del entusiasmo de un compañero de clase que estaba fanatizado con la saga y que hoy curiosamente es vecino mío. Por aquel entonces, veía estos filmes en vídeo una y otra vez y coleccionaba figuritas, naves espaciales y otros juguetes (jamás libros) relacionados con el universo inventado por George Lucas. 

Hoy se podría decir que soy fan de Star Wars, pero sin friquismos. La historia de fondo me parece sugestiva, pues está inspirada, de forma muy original, en la república y en el imperio romanos, y en la Segunda Guerra Muncial. Los distintos planetas, ambientes, vehículos, personajes y criaturas son fascinantes y un auténtico derroche de creatividad. Sin embargo hay algunos aspectos que me desagradan bastante, empezando por los patéticos guiños de George Lucas al público infantil (los ewoks, Jar Jar Binks…), que empobrecen y trivializan las películas, y siguiendo por la avaricia del cineasta californiano, que lleva cuarenta años exprimiendo un limón al que argumentalmente ya no le queda ni una gota. De hecho, la trilogía de precuelas iniciada en 1999 no me gusta nada, pues los guiones están forzadísmos para encajar en la cronología interna de la serie, que, por cierto, también es artificial. Cuando se estrenó La guerra de las galaxias en 1977, Lucas ni siquiera pensaba en una segunda cinta, ni, por supuesto, había pergeñado el macroargumento épico que hoy enfervoriza, casi como una religión, a los frikis de todo el planeta. Es más: ni siquiera había decidido algo tan esencial en el relato como la filiación de Luke Skywalker y la princesa Leia. Vamos, que la primera peli se contextualizó como la continuación de una historia ya empezada solo para resultar más sugerente, y no porque se supiera todavía una palabra de la Federación de Comercio, la batalla de Naboo, los Sith o las Guerras Clon, aspectos desarrollados posteriormente para hacer negocio.

La semana pasada fui a ver El despertar de la fuerza (séptimo episodio) y me lo pasé muy bien. Los hechos transcurren treinta años después de El retorno del Jedi, cuando el reverso tenebroso de la Fuerza resurge de las cenizas del Imperio con la creación de la Primera Orden. La película es emocionante y divertidísima a diferencia de La amenaza fantasma, El ataque de los clones y La venganza de los Sith. Tiene un ritmo trepidante, al más puro estilo del cine clásico de aventuras, y algunos detalles son geniales, como, por ejemplo, el diseño del androide BB-8. Su defectos, no menores precisamente, son sus guiños continuos al Episodio IV, del que el argumento es una copia encubierta; que el villano
Kylo Ren se pase media película con la máscara quitada, y la penosa –y menos mal que testimonial– reaparición de Harrison Ford (Han Solo), Carrie Fisher (Leia Organa) y Mark Hamill (Luke Skywalker), que ya están los tres para echarlos a los pollos. Lamentable la escena en la que Solo y Leia deberían haberse dado un morreo como mandan los cánones y la cosa se queda en un abrazo ñoño y fraternal. Y no porque no hubiera pasión entre la generala de la resistencia y el capitán del Halcón Milenario, sino porque un beso con lengua de estos carcamales habría atentado contra los más sagrados principios de la estética cinematográfica.

En resumen: muy entretenida pero con un persistente ruido de fondo de caja registradora.

3 comentarios:

Roque dijo...

Lo único que les hecho en falta a estas peliculas, es cierta carencia de garra, cierta falta de ímpetu en sus escenas de combate.

A veces los actores se mueven como si tuvieran miedo de romper el decorado.Una extraña "contención". Apenas se ve sangre en las escenas de acción (si se compara con cualquier otra película de acción). Es como si se hubieran propuesta hacer una buena película de acción, pero al mismo tiempo perfectamente apta para todas los públicos...

El último de Filipinas dijo...

Lo que no sé es cómo el concepto genial de ese robot BB-8 se le ha podido escapar a los diseñadores de mascotas de los mundiales durante todo este tiempo.

Al Neri dijo...

Muy buenos comentarios.

Roque, bienvenido. Es muy cierto lo que dice usted. Las escenas de acción son espectaculares pero también muy "asépticas" y teatrales. Yo entiendo que es una forma de distanciarse del cine de acción realista, pensando también en el público infantil. Otra explicación es que los personajes llevan unos disfraces y armaduras que a veces les restan agilidad y espontaneidad en los movimientos. Los soldados de asalto se mueven como rígidos y no digamos Lord Darth Vader en sus combates con sable láser, que parece que tiene ciática. Como curiosidad decir que en esta última entrega sale claramente sangre en un combate. También recuerdo algo de sangre en el enfrentamiento entre Luke y Vader en El imperio contrataca, aunque bastante poca para haber perdido Luke una mano.

Último de Filipinas, el BB-8 mola muchísimo, aunque a una mujer le parecería poco práctico´, "poco sufrido", como dicen ellas, ya que, debido a su peculiar sistema de locomoción, siempre estaría sucio y lleno de polvo por todas partes, incluyendo la cabeza.