domingo, 30 de marzo de 2014

OCHO APELLIDOS VASCOS



Un sevillano haciéndose pasar por vasco es algo grotesco

Los topicazos más burdos tienen peligro de incurrir en injusticias, pero resultan la mar de divertidos. Es el caso de la reciente y exitosísima Ocho apellidos vascos, dirigida por Emilio Martínez-Lázaro (El otro lado de la cama) y escrita por los guipuzcoanos Diego San José y Borja Cobeaga (Vaya semanita, de la ETB).

Fui a ver anoche esta producción de Telecinco que ha logrado situarse el pasado fin de semana en el ranking de las 15 películas más vistas del mundo, recibiendo exaltados elogios de diversos personajes del cine y la cultura. Solo puedo decir que casi me descuajeringo de las carcajadas, si bien reconozco que su humor está basado en unos cuantos clichés de brocha gorda sobre el pueblo vasco que entiendo perfectamente que puedan ser ofensivos.

El argumento lo sabéis casi todos. Es una comedia de enredo sobre las peripecias de Rafa, un joven del sevillano barrio de Santa Cruz, que decide viajar a las Vascongadas para enamorar a Amaia, una abertzale que ha conocido fugazmente en su ciudad. A su llegada al pueblo de la muchacha (el municipio ficticio de Argoitia), una serie de malentendidos le obligan a hacerse pasar, durante una semana, por vasco de pura cepa para engañar al padre de ella, un nacionalista exacerbado. Tal situación da lugar a toda clase de mordaces sketchs sobre las costumbres, la vestimenta, la alimentación y el carácter de los oriundos de esta bella región española, sin olvidar el vascuence y el activismo abertzale, que también son objeto de burlas varias. 

El cuadro resulta de lo más hilarante (sobre todo para un vallisoletano), pero en mi opinión se ofrece un retrato demasiado amable de los andaluces en contraste con la caricatura inmisericorde que se hace de los vascos (y no solo de los nacionalistas), a los que se pinta como brutos, extremistas en todo, racistas, tragaldabas, horteras, borrachines y con nulo sentido del humor, entre otras lindezas.

Salí del cine sospechando que era difícil que Ocho apellidos vascos triunfara en Bilbao o en San Sebastián, pero mirando Internet acabo de enterarme de que ha tenido una acogida fantástica en las salas de estas ciudades. Miles de guipuzcoanos, vizcaínos y alaveses han coincidido en que es una peli genial, nada política, que rompe tabúes, ayuda a desdramatizar los conflictos y favorece una autocrítica muy necesaria para “reírse un poco de sí mismos”, lo que confirma la nobleza de los vascos, por los que yo siento un cariño especial. 

Sin embargo, como cabía esperar, a los separatistas la cinta les ha sentado como una noche en el cuartel de Intxaurrondo. El diario antiespañol y antivasco Gara la ha acusado de franquista, de estar infestada de “costumbrismo español” y de que "los personajes vascos no están interpretados por vascos".

También me he hecho una preguntilla capciosa sobre el humor de Ocho apellidos: ¿Qué habría sucedido si en vez de hacerse una peli con estos chistes sobre los vascos llega a estrenarse otra pitorreándose de los rasgos sociales, culturales y lingüísticos de los andaluces? ¿Le habría hecho tanta gracia a la gente o se habrían producido las manidas protestas acomplejadas de los políticos de turno por semejante agravio a la comunidad andaluza al poner en entredicho su laboriosidad y hacer escarnio de su "dialecto"? Y ya si el choteo fuera sobre los catalanes y sus bolsillos sellados a cal y canto, apaga y vámonos. Parece que muchos están dispuestos a celebrar cualquier estocada al pueblo vasco, al que identifican injustamente con la ETA y sus aledaños, pero son muy susceptibles con las generalizaciones sobre otras regiones.

7 comentarios:

El último de Filipinas dijo...

¿O qué hubiera pasado si los directores no fueran vascos?
Lo de la queja de que los vascos no estén interpretados por vascos me recuerda a los que piden que los reyes magos negros estén interpretados por negros auténticos.
A partir de ahora cada vez que muera un personaje en una película, que el actor muera de verdad.

Aprendiz dijo...

Anoche fui también a ver la peli con unos amigos, y nos partíamos de risa. Y llevas razón, a los andaluces casi ni nos tocan...

El Subdirector del Banco Arús dijo...

No he visto la película pero me gustaría saber qué pasaría si se rodase algo haciendo mofa de los judíos y sus pérfidas costumbres.

Anónimo dijo...

Un castellano en andalucía también es un contraste máximo. Daría para otra película.
Y un andaluz en Castilla no entendería la parquedad castellana. Pensaría que todo el mundo está "enfadao" con él.

Gustav Becker dijo...

Yo viví en Andalucía en algunas ocasiones algo que bien podría dar lugar a un sketch en esa película imaginaria en la que el pueblo que sirve de mofa es el andaluz.
Un día llamaba a un proveedor para cotejar unas facturas y llevábamos hablando diez minutos cuando me dijo que no me había entendido nada porque....¡hablaba fino!. Yo llevaba diez minutos haciendo intentos desesperados por entender el cerrado acento onubense de mi interlocutor (a veces francamente imposible) y cuando saltó con la ocurrencia de que mi acento era muy de Valladolid, muy fino, y por lo tanto incomprensible no supe ni que decir

El aspirante a crápula dijo...

La película hace reír y en estos tiempos que corren, me parece una terapia maravillosa y muy recomendable, y sí ya nos reímos de nosotros mismos es para llegar al paroxismo.

Una brazo a todos.

Anónimo dijo...

No hay pueblo del que se haga más escarnio que del andaluz. Incluso se permiten hacer escarnio de los andaluces políticos importantes de diversas regiones, especialmente Cataluña y Madrid. Así que yo creo que tu crítica de la película era en realidad una excusa para abundar en esa vía.