lunes, 22 de junio de 2015

NO HABRÁ MÁS PENAS NI OLVIDO

Últimamente me estoy documentando acerca del peronismo argentino y acabo de ver una de las películas más ilustrativas sobre el tema. Se trata de No habrá más penas ni olvido (1983), de Héctor Olivera, exitosa adaptación del bestseller de Osvaldo Soriano que no acertaría a encajar en un género concreto. En esta cinta los límites entre la comedia y el drama sangriento son tan difusos que me he quedado desorientado.

La historia está ambientada en un municipio figurado (Colonia Vela) durante la tercera presidencia de Juan Domingo Perón (1974). El argumento me interesó mucho desde el principio: Varios militantes de la facción originaria del Partido Justicialista local deciden desalojar de la “municipalidad” a los integrantes de la llamada “tendencia” (la rama marxista o “bolches”), liderada por el delegado municipal y su colaborador más cercano, y apoyada por los muchachos de la Juventud Peronista. Los izquierdistas logran atrincherarse en la Delegación Municipal y contener a tiros durante varias horas los intentos de asalto de sus enemigos, quienes finalmente requieren los servicios de un grupo de enérgicos patriotas supuestamente vinculados a la Triple A.

Cuando los españoles nos ponemos a ver una película argentina tan destinada al consumo interno siempre nos pasa igual. Los primeros veinte minutos no entendemos nada de los diálogos, casi como si estuvieran en chino. Luego, una vez acostumbrados al deje y cuando empezamos a intuir el significado de los giros y del vocabulario, tenemos la sensación de que se trata de una peli de risa, sobre todo por los insultos ultilizados. Es imposible contener las carcajadas cuando los personajes, con su característico acento cantarín, comienzan a increparse con expresiones como “pelotudo”, “boludo”, “negro”, y a mentar la “concha” de sus madres, entre otras deliciosas barbaridades. Al final, cuando los protagonistas se ponen a torturarse, a molerse a golpes y a matarse a tiros, ya nos vamos percatando de que el guión no tiene ninguna intención humorística.

El caso de No habrá más penas ni olvido me parece muy particular porque objetivamente está llena de toques de humor y, sin embargo, tiene un final trágico que se presta a pocos chistes. Hay momentos de pura comedia, como cuando ambos bandos intentan captar a un obeso policía municipal ascendiéndole a cabo, e incluso a sargento cuando se propone desertar. También tiene mucha gracia el actor Miguel Ángel Solá haciendo de borracho (me recuerda a Cantinflas), el cinismo con el que los “Tripe A” tratan al periodista que acude a cubrir la noticia y la escena de la avioneta fumigadora soltando estiércol sobre la localidad. Menos cómicas deberían resultar las secuencias posteriores a la captura de los “bolches”, en las que se muestra el trato poco atento que les dispensan sus compañeros de partido, que no de ideas. Sin embargo, los efectos especiales y el maquillaje son tan patéticos que es inevitable sonreír.

Miguel Ángel Solá, en su papel de montonero borracho

Pero el filme interesa más que nada como reflejo de una situación política concreta y de las luchas internas que en esos años protagonizaron las dos facciones más radicalizadas del justicialismo argentino. El peronismo siempre tuvo una vocación transversal, superadora de la lucha de clases y de los conceptos de izquierda y derecha, pretendiendo identificarse con todos los sectores de la sociedad. Sin embargo, como muy bien expresó Tábano Porteño en su post de marzo, ese afán de unanimidad impuesto al país bloqueó el desarrollo de un escenario político dual, con partidos izquierdistas y derechistas confrontados, de modo que al final estas tendencias acabarían expresándose dentro del propio peronismo.

El caso del justicialismo no es único. En todos los movimientos políticos de sesgo interclasista y autoritario surgidos en Europa durante la primera mitad del siglo XX también se han producido, en mayor o menor medida, divisiones internas que demuestran las dificultades prácticas para contener la conflictividad natural derivada de la diferencia de sensibilidades e intereses socioeconómicos y religiosos. Como esquemáticos ejemplos podríamos citar las fricciones entre los exaltados sindicalistas del Partido Nacional Fascista de la primera hora y los derechistas provenientes de la Asociación Nacionalista Italiana; la purga de elementos "izquierdistas" del partido nazi (las S.A.) en la Noche de los Cuchillos Largos, o los proverbiales desencuentros entre “hedillistas”, “independientes”, “francofalangistas” y “ramiristas”, que acabaron convirtiendo la Falange española en una charca de ranas.

Situaciones así también pueden verse en los regímenes “de partido único”, en los que la organización oficial es tan gigantesca y burocrática que termina institucionalizándose como plataforma para hacer política por personas y grupos de muy diverso pelaje pero que, al menos nominalmente, se dicen seguidores de la doctrina estatal. En No habrá más penas ni olvido, el empleado más rojo de toda la Delegación exclama sorprendido por el asalto de los ortodoxos: “¿Bolches nosotros? Che, yo siempre fui peronista, nunca me metí en política”. En muchos momentos de la película ambos bandos reivindican con ardor la figura de Perón y dicen estar dando su vida por él, aunque parezca imposible que dos posturas tan radicalmente contrarias puedan hallar cobijo bajo un mismo líder o un mismo partido.

Otro ejemplo en el que me ha hecho pensar esta cinta es el de la Iglesia Católica, integrada por millones de fieles, cientos de miles de sacerdotes y miles de obispos que, a pesar de compartir formalmente los mismos valores, pueden tener ideas, actitudes, estilos de vida y morales diametralmente opuestos entre sí.

Por último, como profesional de la Administración pública, me ha llamado la atención la organización municipal argentina, al menos en los años setenta del pasado siglo, así como la denominación de los diferentes órganos de gobierno. Alguien tendrá que explicarme la diferencia entre un intendente y un delegado municipal, si hay o no alcaldes y qué grado de autonomía local existe (o existía en aquella época) en Argentina.

3 comentarios:

Tábano porteño dijo...

Muy buen análisis, Neri. Creo ha comprendido bien las cuestiones esenciales sobre el justicialismo, que a veces cuesta comprender a incluso a muchos argentinos, sobre todo de las generaciones más jóvenes.

Y ese pasado reciente se niega a ser superado. Vea este duro artículo del enlace, aparecido la semana pasada en el Clarín. Allí los autores de un libro de próxima aparición prácticamente acusan a Perón de fascista y le endilgan la autoría intelectual de los grupos de la Triple A. Ciertamente, ellos dejan claro de qué lado del espectro político "estaba el corazón" del General:
http://www.clarin.com/opinion/Peron-1973-Triple_A-Montoneros-Lopez_Rega_0_1378062224.html


Sobre el régimen municipal argentino actual puede serle útil esta monografía:
http://www.monografias.com/trabajos34/municipio-argentino/municipio-argentino.shtml

Trataré de enviarle algún material más sobre peronismo por el correo privado en los próximos días. De momento le recomiendo vea esta entrevista que le hicieron a dos amigos míos, ambos peronistas ortodoxos ("peronistas de Perón", quizá de los pocos que van quedando) acerca de los orígenes del movimiento. Ellos no tienen los reparos que tengo yo respecto de ciertas actitudes del General (lo cual me suele acarrear, medio en broma medio en serio, la acusación de "gorilismo"); antes bien, lo consideran uno de los mayores líderes políticos del siglo XX:

http://canaltlv1.com/8910-n26

nago dijo...

Interesante, así como el último enlace aportado por Tábano. Me ha gustado mucho.

Si el ejército español pudiera intervenir en la política del país, otro gallo nos cantaría.

Bss

Al Neri dijo...

Muy agracedido por todo, Tábano. Por sus elogios, que viniendo de un porteño valoro especialmente, y por sus enlaces, explicaciones y el material que me promete. Solo he tenido tiempo de mirar el modelo municipal argentino y me ha parecido muy interesante. Me confunde mucho la terminología, sobre todo el concepto argentino de provincia, que nada tiene que ver con el español. Por lo que me ha parecido entender cada provincia (= estado federado)regula el régimen de sus municipios (por cierto con más margen que aquí las comunidades autónomas) y que puede haber muchos tipos de entidades locales, algunas con una autonomía equivalente a la de los municipios españoles y otras que ejercen sus funciones por delegación de las provincias. Y veo curiosamente que la provincia de Buenos Aires no se divide en municipios sino en departamentos.

¡Buenísimo, Nago! Eso de que el Ejército Español "pueda intervenir en la política del país" me ha parecido un eufemismo sutil y delicioso. ¿O no pretendía serlo? Sea como sea, yo lo utilizaré a partir de ahora para decir, por ejemplo, que sería muy conveniente la intervención del Ejército en la política de Cataluña, Vascongadas, Cádiz capital, etc.