jueves, 21 de mayo de 2015

"ME HE TENIDO QUE IR"

  


Últimamente ponen mucho en la tele un emotivo anuncio de Marcilla en el que una chica hace café para ella y para su madre mientras se preparan para una vídeoconferencia con su hermano, que ha emigrado a Reino Unido. El spot comienza con una frase que me llama mucho la atención: “Un año ya desde que mi hermano tuvo que irse a trabajar fuera”.

Esta manera tan intencionada de referirse a la decisión del muchacho de irse a trabajar a Inglaterra me parece muy ilustrativa por lo bien que simboliza la actitud de los emigrantes españoles y sus familias desde que comenzó la crisis. Seguro que en los últimos años todos hemos conocido a varios jóvenes que han buscado y encontrado trabajo allende nuestras fronteras, y nos hemos fijado en cómo casi ninguno de ellos admite haberse marchado por su propia voluntad; prácticamente todos justifican su salida de España con frases muy similares a la del anuncio de Marcilla: “me he tenido que buscar la vida fuera”, “he tenido que largarme”. En el caso de sus familias, podríamos quitar el “casi”, pues esta actitud se agudiza hasta el extremo. Jamás una mamá, un hermano pequeño o una novia admitirían, ni bajo tortura, que el chaval se ha ido a currar a Mánchester o a Berlín porque le ha dado la gana, incluso aunque así lo haya manifestado (que tampoco es frecuente) el propio interesado.

Cuidado, porque no estoy insinuando que todos los españoles que emigran lo hagan por gusto, nada más lejos de mi intención. Lo único que digo es que aquellos que toman esta determinación sin necesidad y simplemente porque les apetece o les interesa (que no son pocos) no suelen mostrarse sinceros al hablar del tema, y dejan caer casi siempre, de un modo u otro, que la recesión económica les ha forzado a hacer las maletas y a abandonar, sintiéndolo mucho, su amado país. Otras veces las explicaciones que nos dan los emigrantes denotan una fuerte agresividad contra las políticas económicas del gobierno o la idiosincrasia de nuestra nación. “En esta España de mierda no te puedes quedar”, “aquí nunca habrá trabajo con la clase política que tenemos” y la tan socorrida “este es un país de pandereta” son las consignas predilectas de algunos de los “aventureros” que agarran el petate y se van a trabajar para una economía extranjera.

La pregunta es por qué motivo un joven español que opta libremente por asentarse, por ejemplo, en otro estado de la Unión Europea para desarrollar mejor su carrera profesional, ganar un salario mucho más alto que en Madrid o perfeccionar un idioma, se suele sentir obligado a inventarse una versión melodramática de su decisión para su familia y amistades.

Y la respuesta es más que obvia. Por un lado, la sociedad en general acepta mucho mejor que una persona nacida y formada en España emigre a los extranjeros impelida por razones de grave necesidad a que lo haga solo para obtener una retribución más sustanciosa o un alto nivel de vida, y no digamos si es por una inclinación personal hacia otros países o culturas. En el fondo, aunque sea de una manera subconsciente, al pueblo español no dejan de darle grima, por traidores, muchos de los descastados que salen en Españoles por el mundo presumiendo de sueldazo y de casoplón desde Dubai mientras juran frívolamente echar de menos la tortilla de patatas. Por otra parte, los “exiliados” saben, porque así se lo dicta su conciencia, que alejarse miles de kilómetros, sin una buena razón, de su familia, de sus seres queridos y del entorno que les ha visto nacer y crecer, es propio de renegados y de desagradecidos. 

Por eso es tan habitual maquillar las verdaderas motivaciones de estos periplos, que a veces son de ida pero no de vuelta.

Es verdad que resulta muy difícil valorar la sinceridad real de los afectados, pero hay veces en que el cinismo asoma descaradamente. Yo conozco gente que ha emigrado muy a su pesar porque así se lo ha exigido su empresa o porque les habría costado un riñón encontrar en España una salida digna dentro de su sector profesional. Estas personas me han demostrado su valentía, su capacidad de sacrificio y su talante emprendedor a la hora de mejorar su vida y la de los suyos. Pero también conozco casos bien distintos, y me refiero a gente que teniendo ocupación en España, o al menos alternativas reales de encontrarla, ha preferido probar en Alemania engolosinada por una nómina de 3.000 euros o por una cultura o un modelo de sociedad que le gusta más que el nuestro. Y nos pongamos como nos pongamos, esta última actitud tiene numerosas implicaciones éticas, y no solo la carencia del más elemental patriotismo (por mucho que este valor esté de capa caída), sino otras relacionadas con la pasta que se han gastado nuestras Administraciones en la formación de estos desertores o con las repercusiones que en un futuro podría tener para España el retorno de todos ellos dispuestos a darnos leccioncitas.

Sea como sea, tampoco voy a enjuiciar (demasiado) las razones de cada cual. Lo único que me atrevo a pedir es que la gente sea franca de una puñetera vez y si se pira a trabajar fuera porque quiere no trate de vendernos que aquí poco menos se moría de hambre.

1 comentario:

Llorente dijo...

Muy interesante, además tocando distintos aspectos de la misma cuestión.

Si me permite añadir:

-¿Por qué estudiantes de Erasmus que no dicen que "tuvieran" que irse fuera a estudiar, pasados los años se quejan de tener que irse a Holanda a trabajar?

- Emigrar es duro, pero mucho más duro era antes, cuando tenías noticias de tu familia si te llegaba una carta una vez al mes. Ojalá generaciones anteriores hubiesen tenido las oportunidades de ahora.

- Será imposible construir una Unión Europea en serio mientras, por ejemplo, un italiano se queje de encontrar un buen trabajo en Francia. Tener la oportunidad de ampliar el mercado laboral a unos pocos cientos de kilómetros no es para quejarse, es para agradecerlo.

- Lo cual no quita que en España tengamos que preocuparnos por ser de los que ofrecen trabajo, no emigrantes.

- Siempre he pensado que en Madrileños por el mundo tienen que grabar dos tomas para la escena final. Cuando preguntan "¿volverás a Madrid?" la primera respuesta debe de ser siempre "ni de coña, ahí os pudráis". A lo que sigue un "vale, ahora vamos a grabar otra toma en la que dices que quizás, que echas mucho de menos tu ciudad..."

Saludos.