miércoles, 19 de marzo de 2014

LOS PEROS DE UNAMUNO

Unamuno fue abucheado e insultado a la salida del Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre del 36

Miguel de Unamuno ha sido, nadie lo duda, uno de los intelectuales españoles más brillantes. Lo que no está tan claro es que su capacidad y su clarividencia hayan sido útiles a nuestra Patria, pues su soberbia intelectual le impidió comprometerse a fondo y, por lo tanto, tirar del carro en las encrucijadas más decisivas. Un verdadero desperdicio.

A los treinta años, Don Miguel se afilió al PSOE de Bilbao, del que sale bufando al poco tiempo. Después se convierte al liberalismo y se pasa la dictablanda de Primo de Rivera dando por saco hasta que se exilia a Francia. En 1931 regresa a Salamanca y es elegido concejal y diputado por la conjunción republicano-socialista, pero a los dos años ya está echando pestes contra la República y sus principales políticas. En 1935 habla maravillas de José Antonio y acude ilusionado a un mitin suyo en la ciudad. En 1936 se suma al Alzamiento e invita a los intelectuales europeos a apoyar a Franco en defensa de la civilización occidental, pero cuando los nacionales comienzan a fusilar a sus amiguetes, se enfurruña y monta el famoso pollo del Paraninfo de la Universidad salmantina, del que salió vivo solo por su edad y su prestigio, y que le costó un humillante arresto domiciliario hasta el final de sus días.

El del Paraninfo fue un episodio más que memorable que tuvo lugar el 12 de octubre del 36 durante el acto de apertura del curso académico. A los exaltados discursos patrióticos de los asistentes, Don Miguel, que era el Rector, respondió tocando los cojones como era habitual en él, solo que en esta ocasión se le fue la mano y no lo fusilaron de chiripa. “Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España (…) Llevo toda mi vida enseñando la lengua española, que no sabéis (…) Aquí está [el Obispo] para enseñar la doctrina cristiana que no queréis conocer.”

La foto de su salida del Paraninfo lo dice todo. Se le ve inquietillo, como un crío que acaba de cometer una travesura gorda. 

Hay quien dice que estaba como una auténtica regadera, pero lo cierto es que al filósofo vizcaíno, que tenía un cerebro privilegiado, le perdió la vanidad, el prurito de ser diferente a todos y el no callarse ni debajo del agua. Ya lo dijo su bisnieto en una entrevista en 2009: su problema fue hablar en exceso. 

No puede negársele la razón en muchas de las cosas que afirmaba. En efecto, la llegada de la República abrió una etapa llena de ilusiones y buenas perspectivas que muy pronto se frustraron debido al sectarismo de las izquierdas, de modo que parece legítimo estar a favor primero y en contra después. El Alzamiento representó asimismo la única salida a una situación insostenible de caos y de deriva, por lo que defenderlo no fue ningún disparate; otra cosa es que un señor tan inteligente como Don Miguel viera en Franco a un regeneracionista o que se le pasara siquiera por la cabeza que los insurgentes iban a derrochar misericordia cristiana con los rojos durante la guerra.

Tenía razón, ya digo, pero hay veces en la vida que hay que quedarse a una carta y olvidarse de las apreciaciones personales si de verdad se desea contribuir a un proyecto común. Los más cultos, trabajadores, hábiles, lúcidos o capaces jamás aportarán nada a la sociedad si en determinadas situaciones no tienen la humildad de aparcar, aunque sea de momento, sus peros y sus matices, y de arremangarse y remar como los demás en pos del interés común.

Hay ocasiones en que por muchas pegas que uno tenga que poner a las únicas alternativas existentes, no queda otra que tomar partido por una de ellas y dejar de dar la murga con los detalles si de verdad se quiere alcanzar el objetivo propuesto. A veces no hay tiempo de analizar ni de meditar, y, ante la premura, se impone elegir deprisa, incluso improvisadamente.

Los que no se decantan porque se creen demasiado listos como para simplificar, porque se niegan a dar un paso sin que todo encaje al milímetro en sus ideas y en su conciencia, al final se quedan en el medio, incomprendidos, cuando no despreciados, por unos y por otros, y –lo más grave– en la práctica acaban por ser inoperantes, por no servir para nada. Entiendo muy bien al general Millán-Astray cuando le grita a Unamuno en Salamanca: “¡Muera la intelectualidad traidora!”

Y yo también me tendría que aplicar el cuento.

19 comentarios:

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo.

Somos muchos los que pensamos como Ud. aunque no estemos todos aquí.

¿Acaso no vocean otros que parecen muchos y no por eso tienen razón?

Peligroso es el silencio, que quien mucho ladra, poco muerde.

Bss

Luxindex dijo...

Sr. Neri, es el mejor artículo que le he leído.

Al poco de empezar a hacerlo ya estaba yo adelantando la mandíbula, cerrando los puños, mordiéndome la lengua, arqueando las cejas y diciéndome alterado: «Pero si en lo esencial (casi todo de lo que pone en negrita) está hablando de sí mismo, ¡¿es que no se da cuenta?!».

Pero sí, claro que sí se daba cuenta: «Y yo también me tendría que aplicar el cuento», concluye usted concisa y ¿contritamente? (Y yo, yo también debería aplicármelo, he pensado y pienso).

Me ha sorprendido agradablemente (ya era hora, porque ¡vaya los diítas de cascarrabias florit que llevaba usted, impropios de su inteligencia y corazón, que lo sepa).

Aunque mi andaluza opinión quizá ya no le valga e incluso le fastidie (ojo, que como vuelva a las andadas le enlazo una chirigota para su desesperación), me ha hecho ponerme en pie para gritarle muy gustosamente: ¡ole!

Ahora bien, que todo hay que decirlo, no me fío de usted ni un pelo...

(¿AdB, arte, nos tomamos la última? Que eres un monstruo, ¡so monstruo, artista!).

Aprendiz de brujo dijo...

Siempre, la penúltima Lux...Invita Neri. Os mando un enlace, -por si os interesa-,( la serie es muy didáctica) que complementa el excelente artículo de Neri, sobre Unamuno, y que viene a corroborar en buena parte la imagen que de Unamuno transmite nuestro Neri.
Un abrazo a todos.
P.S.EL ARTÍCULO BRILLANTÍSIMO Y LA FOTO, CUYA EXISTENCIA DESCONOCÍA, INSUPERABLE.

Aprendiz de brujo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=pE0Yi3U9xic

Anónimo dijo...

Los falangistas de la foto no le están abucheando, le estan saludando, Unanumo era un referente para los falangistas.

Anónimo dijo...

No coincido con usted en su valoración sobre Unamuno, aunque estoy seguro de que sabría hacerle cambiar de opinión si hubiera ocasión para ello.

Unamuno es la voz que siempre dice lo que piensa y que por tanto resulta molesta e inconformista. Por eso precisamente resultaba útil, y si no se supo aprovechar fue más por quienes no quisieron escuchar que por quien no calló. Lo han acusado de chaquetero, cuando su falta de adhesión fue siempre por fidelidad a su pensamiento y le acarreó más problemas que beneficios. ¿Cuántos españoles, y podemos contar desde 1900 hasta 2014, hubiesen tenido el valor de enfrentarse, sin apoyo, ante Millán-Astray, en un auditorio exaltado y repleto de legionarios?

Podría estar horas escribiendo sobre don Miguel en general y sobre el suceso del Paraninfo de Salamanca en particular, pero para no extenderme sólo añadiré una cita del propio Unamuno que lo define, en declaraciones a la agencia americana "International News" en agosto del 36 (antes de lo de Salamanca)justificando su apoyo al Alzamiento: "Yo no estoy a la derecha ni a la izquierda. Yo no he cambiado. Es el régimen de Madrid el que ha cambiado. Cuando todo pase, estoy seguro de que yo, como siempre, me enfrentaré con los vencedores."

En cualquier caso, agradable lectura la de su entrada de hoy.

Un saludo.

Llorente.

Anónimo dijo...

No es novedad que históricamente fue compleja la relación de los intelectuales con el poder, la conocida relación de Platón con el tirano de Siracusa da temprano testimonio. En siglo XX fueron célebres y polémicos los casos de Heidegger y Jünger.

En Argentina hubo un escritor magistral, quizá el más grande, que puede parangonarse en algunas cuestiones con Unamuno: Leopoldo Lugones, cuyo devenir ideológico fue del anarquismo al nacionalismo militarista protofascista, al punto de haber sido el inspirador de la que aquí se conoce como revolución de 1930; el gobierno surgido de ella lo decepcionó sobremanera, lo que le habría llevado al suicidio (¡después de su conversión o vuelta al catolicismo!).

De todos modos los vaivenes político-ideológicos no deben
interponerse en nuestra admiración para con la obra de estos talentos. Y decía que había puntos en común entre Lugones y Unamuno porque, además de las polémicas relaciones con el poder, mientras el primero tuvo el mérito de "instaurar" el "mito gaucho" llevando a la clase ilustrada el gran poema épico fundacional Martín Fierro, Unamuno supo comprender tempranamente esta obra y lo plasmó en un breve pero sustancioso ensayo, "El gaucho MartínFierro"(http://books.google.com.ar/books?q=editions:LCCN67098420&id=L4MwAQAAIAAJ), en el que advierte con lucidez la condición de fijosdalgo del criollo, heredada de sus ancestros ibéricos.

Anónimo dijo...

Y, por si pudiera interesar a alguien, añado enlace al discurso de Lugones en 1924 para el centenario de la batalla de Ayacucho que consolidó las independencias sudamericanas.
Es breve y magnífica pieza oratoria en que se conjugan literatura, historia y política, y se la conoce (por una de las frases pronunciadas) con el sugestivo título de "La hora de la espada"; no hace falta decir cuál era la situación política del occidente hacia esa fecha como para justificar el nombre (avance arrollador de las izquierdas en algunos países y las diversas reacciones nacionales que preanunciaban vientos de guerra). Respecto a las preferencias políticas de Lugones, los párrafos finales hablan por sí solos:

http://www.google.com.ar/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&frm=1&source=web&cd=1&ved=0CCIQFjAA&url=http%3A%2F%2Frelpe.net%2Fsystem%2Ffiles%2Fv_23.pdf%3Fdownload%3D1&ei=CVwqU_fSItC0kQfZvIDgAQ&usg=AFQjCNEV3lF9PGhsUfY2DjKMsvuxUpFOZw

Tábano porteño

Anónimo dijo...

Me ha encantado el comentario de LLorente. Valentía y fidelidad a uno mismo. Eso es...

.. y que digan.


Pd también decían de Unamuno que era misógino. Yo siempre le he pensado un romántico. Ya ve...

Al Neri dijo...

Hoy hay comentarios muy buenos.

No he querido hacer una valoración negativa sobre Don Miguel y no interpongo sus evidentes vaivenes político-ideológicos a mi admiración por su faceta intelectual y literaria. Solo he puesto el ejemplo de Unamuno para destacar que una actitud recurrentemente crítica con todo, hasta en los menores matices, puede evidenciar soberbia intelectual o servir como excusa para no comprometerse ni mojarse nunca en los problemas concretos. Hay que tener cuidado (y lo digo por experiencia) con la excesiva "fidelidad a uno mismo", que en algunas situaciones puede no ser más que una forma de individualismo y una tapadera para no dar la cara.

Seguramente me pueda convencer de su postura, Llorente, pues la encuentro fundamentada y apuesto a que conoce usted la figura de Unamuno mejor que yo, pero al menos convendrá conmigo en que el genial bilbaíno sí que cambió políticamente (y mucho) a lo largo de su vida. Además algunas de esas mudas resultaron la mar de oportunas, pues le beneficiaron personal y económicamente. Baste recordar los cargos generosamente retribuidos que aceptó de la Monarquía, de la República y de Franco (en este último caso se le nombró concejal de Salamanca). En justicia debo reconocer que sufrió las consecuencias de sus críticas a la Dictadura de Primo de Rivera y que se exilió (voluntariamente) a Francia, pero incluso en este caso gozó de evidentes privilegios: solo le cesaron como Rector (pero no como profesor) y aunque le condenaron a 15 años de cárcel por ataques a la Corona, la sentencia jamás se ejecutó. Esto se debe al evidente prestigio académico, literario e intelectual que todos le reconocían.

¿Tuvo arrestos para enfrentarse con Astray en el Paraninfo? Pues mire, Llorente, claro que le echó valor teniendo en cuenta el panorama, pero no hay que olvidar que Don Miguel estaba de alguna manera blindado, no solo por su edad avanzada, por el reconocimiento del que he hablado y por el hecho de que a los nacionales les interesaba especialmente reivindicar su obra y su figura, sino por el aval de los muchos contactos con los que contaba dentro de la Falange. No era fácil que lo fusilaran, vamos. Dicen además que se libró de ser golpeado a la salida del Paraninfo porque Carmen Polo le agarró del brazo.

Para terminar, admitamos que teniendo en cuenta el momento histórico de absoluta exaltación totalitaria y patriótica, en mitad de una guerra y en la situación concreta de un acto de fuerte connotación política con presencia de altos cargos castrenses, hace falta ser muy gilipollas para ponerse a hacer jueguecitos de palabras (“venceréis pero no convenceréis”), a dar lecciones de moral católica y de lengua española, y a desglosar el lema fascista “¡Viva la muerte!” (que Unamuno no entiende), eso sí: al mismo tiempo que cobraba de los franquistas sus sustanciosos emolumentos como Rector vitalicio y como concejal de Salamanca.

Por cierto, Tábano, le sugiero que en vez de poner su nick al final de sus comentarios, firme con él. Basta marcar la pestaña "Nombre/URL" y poner el apodo en el apartado "nombre". Un saludo.

Llorente dijo...

Sin ánimo de alargar la conversación más de lo necesario, sólo matizaré respecto a lo que ha comentado que los cargos a los que accedió Unamuno en la Universidad fueron consecuencia de su talento, no de su afiliación política, mientras que la pérdida de los mismos sí la pudo evitar cerrando la boca, y nunca lo hizo. No creo que él cambiara tanto de opinión, sino que fue la realidad política española la que cambió mucho en los años que le tocó vivir, como él mismo dice en la cita que mencioné.
Lo de que Carmen Polo le ofreció el brazo para salir lo cuentan testigos del susceso. Es más, también cuentan que Millán -Astray le gritó "dele el brazo a la señora", probablemente buscando una salida aceptable para los dos. En mi opinión, lo que ocurrió fue un choque de trenes entre dos caracteres muy fuertes, cada uno en su postura, pero mientras que el legionario tenía todas las de ganar y el apoyo de su tropa, Unamuno estaba solo. Y aun blindado o sintiéndose seguro de su salvaguardia, creo que nos sobrarían dedos en una mano para contar cuántos hubiesen sido capaces de enfrentarse al torbellino de Millán-Astray. No ya por las consecuencias de un juicio posterior, sino por el temor por su integridad en el mismo momento.

Y haré lo que recomienda sobre la firma.

Un saludo.

sefo dijo...

Yo puedo entender que un tío conserve un puesto de trabajo en la Administración con gobiernos de signo muy opuesto cuando es alguien con mucha valía y el puesto es de tipo técnico, sin connotaciones políticas, pero lo de Unamuno es para hacérselo mirar, un tío que está todo el día hablando de política y no se sabe como se las arregla para estar siempre en puestos de alta responsabilidad en la política y en la administración, cobrando buena pasta, que cuando le quitan unos le ponen los otros a los 3 días. Pues la clave para mí es que sabía cambiar de chaqueta con mucha habilidad.

Aprendiz de brujo dijo...

Yo creo que vista su trayectoria, perdió mucho más que ganó, con sus cambios de postura, que intuyo respondían mucho más a su carácter ególatra y necesidad de autoreivindicarse único e intransferible, que a su afán por medrar.
Sin saber demasiado de él, intuyo que detrás de este personaje hay un loco, genial, íntegro y soberbio intelectual, (en el mal y en el buen sentido de la palabra).
Yo creo que negar su gallardía, (en especial en ese acto concreto y en ese contexto) es tanto como discutir su talento.
Cada vez que pagó por su disidencia no tenía la certeza, de cuando iba a poder recuperar los privilegios que perdía con su apuesta.

nago dijo...

Quizás tenga razón. Será por eso que decía Cicerón que de sabios es aprender a callar... o algo asín.

Niebla dijo...

Que calle el hombre, que ladre el perro.

¿morder?

...su propia lengua.La que traba en palabras.

Julia dijo...

Una lectura muy agradable, puedo estar desacuerdo o no. Interesante Unamuno.Espero que nos volvamos a ver y si no eres seguidora me encantaría que lo fueras, te espero en mi bloc elracodeldetall.blogspot.com

EL FRANCOTIRADOR dijo...

Disculpe pero no me creo el último párrafo. Lo que es más si quiere ver "intelectualidad traidora", hay que fijarse tanto en poetas falangistas, que traicionaron los principios de la Falange, apoyando al franquismo por un plato de lentejas, como los poetas sociales que apoyaron al bando rojo, para instaurar una dictadura comunista en nuestra patria. Don Miguel, siendo un tocahuevos, no fue ni de unos ni de otros.

El aspirante a crápula dijo...

Lo peor de Unamuno fue darse cuenta tarde que apoyar a militares levantiscos y cuarteleros no iba a traer buenas consecuencias. Eso sí se puede considerar lamentable en su trayectoria. Que alzara la voz contra la intransigencia en aquel acto, por el contrario, me parece admirable.

Un saludo.

Gustav Becker dijo...

Hoy se diría que "evolucionó políticamente". Leí en una ocasión el testimonio de una persona que vivió el acontecimiento y que aseguraba que, estando Franco con el cuartel general instalado en Salamanca, le visitaba Unamuno con el objeto de señalarle en un mapa de Bilbao dónde se encontraban unas viviendas de su propiedad, con objeto de que cuando se produjesen los bombardeos, las bombas no las dañasen. Genio, figura y....caradura.