domingo, 30 de septiembre de 2012

OPERACIÓN B.S.O. (17): STAR WARS



¿Por qué será que en la saga de Star Wars me fascina el Imperio en vez de las fuerzas rebeldes? ¡Dónde va a parar! Donde estén los uniformes de las tropas imperiales, su estética, sus desfiles, sus naves, sus armas, su disciplina de hierro, su antiparlamentarismo y, por supuesto, la música que acompaña las apariciones del Emperador, que se quiten los horteras rebeldes, que son como un cruce entre una cuadrilla de Boy Scouts, una asamblea del 15-M y el ejército americano en la Segunda Guerra Mundial.

¡Qué banda sonora la de John Williams!

jueves, 27 de septiembre de 2012

OLER MAL

Posiblemente será uno de los peores defectos, si se puede llamar así a tal dejadez, con los que uno se puede encontrar. Y si a esto le sumas que estás comiendo, la situación pasa a ser totalmente nauseabunda. ¿Cómo es posible que a estas alturas de la historia, cuando prácticamente todo el mundo posee los medios para solucionarlo y la presión cultural y social es tan fuerte sobre este tipo de individuos, todavía existan personas que puedan despedir tufos similares? Seres que, además de cochinos, sean tan desconsiderados como para entrar en un bar de tapas y poner a punto del vómito a todos los presentes. 

Porque no era el pestillo propio de personas con problemas de sudoración o halitosis que, a pesar de poner todos los medios a su alcance, siguen emanando ligeros hedores. Ni el de aquellos maduritos que, tras reventarse a correr durante el partido del domingo, tienen la genial idea de asaltar el bar con la camiseta chorreando un sudor espeso y blanquecino con mayor proporción de sebo y colesterol que de agua y sal.

Ni siquiera era el olorcillo propio de personas ancianas que no son capaces de controlar totalmente sus esfínteres. Ni el tufo agrio y pastoso del que parece problemas digestivos o sufre de estreñimiento o intolerancia a la lactosa o al ajo. 

No. Era un olor a juego con la pelambrera que asomaba por las orejas patateras de este individuo. Una peste que combinaba a la perfección con su pelo grasiento y mal cortado; con su obesidad mórbida y sus inexistentes modales y avasalladores modos a la hora de acercarse a la barra, objetivo que alcanzaba fácilmente gracias a sus repugnantes efluvios. Se trataba de la hediondez propia de aquellos que no se acercan al jabón en meses. En este caso me atrevería a decir que en años. 

Era digno de contemplar como el resto de clientes, al instante, dejó de paladear las tapas antes deliciosas y ahora putrefactas; introduciendo la nariz, aquel que tenía la suerte de disponer de uno de ellos, en su vaso de tubo. Otros, se giraban hacia la puerta con la esperanza de que alguna pequeña brisa les salvara de la asfixia. Gracias a Dios, estuvimos lo suficientemente espabilados para tomar al asalto la única mesa del bar que quedó libre en la esquina más distante de este espécimen, único rincón relativamente a salvo de sus miasmas. 

Ya más alejado, pude observar, sin embargo, que no vestía ropa andrajosa ni excesivamente sucia. Incluso llevaba una camisa bastante planchada. Además, el pestoso en cuestión, se tomó su tapa, su coñac y su buen vaso de café con leche, depositando sin problema un billete de veinte euros sobre la barra. De ahí, se concluye que no fuera un indigente o una persona que viviera sola. Probablemente, existía una mujer que cuidaba de él y le lavaba la ropa mientras sufría, resignada, a un guarro cuyas costumbres higiénicas serían paupérrimas en comparación con las de un animal de bellota. Quizás por eso se sintiera tan a gusto en un bar llamado La Pocilga.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

MARRANO DE BELLOTA

Me comentan la noticia aparecida en 20 minutos: Rajoy se gasta 1000 euros en la cena del vuelo a la Eurocopa. Como la noticia habla por sí misma, no aburro con su transcripción a nuestros lectores, ni con otras obviedades, sino con unas simples conclusiones que les animo  a completar:

PREMISAS
  1. En el vuelo a Polonia, de unas dos horas, consumieron, además de la cena a base de jamón de bellota a 190 euros el kilo, solomillo y rodaballo (!Toma austeridad, Soraya!), siete botellas de vino y diez cervezas entre seis personas. Por lo tanto, de media, cada uno se pimpló más de una botella de vino y dos cervezas en un lapso de aproximadamente 120 minutos.
  2. Si tenemos en cuenta que, en el viaje a México, entre treinta y dos personas se metieron al cinto 24 botellas de vino, dos de güisqui Cardhú y otras dos de Johny Walker, tres de ron Brugal y dos de Beefeater, cada uno bebió casi una botella de vino y unos dos cubatas muy bien cargados.
CONCLUSIONES

  1. Rajoy es lo que, en el pueblo de mi abuela, llaman un tío tragón capaz de hincharse a cenar y a beber en dos horas. Vamos, ni en mis noches amorosas con la señorita Bacardí era capaz de tanto.
  2. Rajoy y sus acompañantes tienen un serio problema de alcoholismo.
  3. Rajoy y sus acompañantes, además, tienen mal gusto con el ron y la ginebra. Deberían probar el Varón Dandy a granel pues nos saldría mucho más económico y con Coca-Cola les sabría mejor que el Brugal.
  4. Rajoy y sus acompañantes, en lugar de aprovechar los viajes para preparar las reuniones y trabajar, se dedican a celebrar botellones, de tal forma que llegan torzas perdidos. ¡Vaya usted a saber qué les manda hacer la Merkel y qué entienden ellos!
  5. Rajoy comparte con el Rey aficiones que explican la atrofia testicular de ambos.
  6. Ni a Mariano ni al Rey les gusta el vino del Penedés.
  7. El defecto del habla de Rajoy no lo podría solucionar un logopeda sino un terapeuta de alcohólicos anónimos.
  8. Rajoy, al igual que JuanCar, se deja barba para disimular las arañas vasculares de la cara, propia de los mejores clientes de Asunción.

(...)






        lunes, 24 de septiembre de 2012

        LA TORMENTA SEPARATISTA EN CATALUÑA


        Llevo unas semanas con mucho disgusto a cuenta del delirio separatista que ha detonado en Cataluña. Los nubarrones secesionistas son cada vez más oscuros y ya se escuchan los truenos de las manifestaciones multitudinarias y se atisban relámpagos en forma de amenazas mafiosas del presidente de la Generalidad, que envida con las cartas del soberanismo y de la independencia, según él muy distintas pero que yo no acierto a diferenciar. Todo apunta a que esta misma semana caerá ya el chaparrón de una proclama “soberanista” a la portorriqueña o a la escocesa, en el mejor de los casos, que nos traerá tarde o temprano la riada violenta de la escisión con el nombre que le quieran dar.

        Si los nacionalistas catalanes acabaran lanzando una declaración unilateral de independencia, o simplemente Cataluña incumpliera sus obligaciones fiscales, convocara un referéndum ilegal o maniobrara de cualquier modo contra los intereses generales de la nación española, procedería una reacción inmediata del Gobierno. Con la Constitución en la mano debería suprimirse la autonomía en base al artículo 155, como ya ha sugerido UPyD, y si ello diera lugar a algaradas o desórdenes, tendría que intervenir el Ejército, que para eso está, en cumplimiento de los artículos 2 y 8. Y el Ejército, ya se sabe, no dispara con pelotas de goma. Claro que si apartamos la vista de la Carta Magna y del Código Penal vigente, se abre todo un abanico de eficaces soluciones, pero prefiero no dejar volar mi imaginación…

        Mucho me temo, sin embargo, que el Gobierno español no haría nada más que, a lo sumo, lanzar pusilánimes advertencias. Poco puede esperarse del frailón pasmado de Rajoy, y eso los separatistas, que no son tontos aunque sí unos cobardes miserables, lo saben mejor que nadie, pues no en vano han esperado a tener sentado en Moncloa al presidente más tibio de toda la democracia para desencadenar su tormenta.

        Su único sentimiento es la pela

        Pero no solo han aguardado a tener en frente al enemigo más blandengue posible, sino que se aprovechan de la fragilidad de España a causa de la crisis económica, y, lo que es peor, instrumentalizan los padecimientos que la crisis ha traído a Cataluña para avivar el fuego de la traición a España. Llama demasiado la atención como en los últimos años los argumentos segregacionistas que esgrime buena parte de la sociedad catalana se centran exclusivamente en la balanza de pagos, en cuestiones fiscales y monetarias, y en el agravio y la asfixia económica a los que, según ellos, les está sometiendo el estado español. Ya no se les oye, como hace no tanto tiempo, defender su soberanía con esa amalgama exaltada y sentimental de argumentos patrióticos pseudohistóricos, con esa verborrea romántica en la que se mezclan el “Reino” de Cataluña, la Guerra de Sucesión, los Decretos de Nueva Planta, la Renaixença, Macià, Companys y toda la retahíla que compone su historia lunática y manipulada de los putos Països Catalans. Ahora a los nacionalistas catalanes y a los miles de ciudadanos que salen a la calles de Barcelona a pedir la independencia solo se les escucha la cantinela machacona de que la pela es la pela, de que marchándose vivirían mejor, habría más trabajo, ganarían más y pagarían menos impuestos.

        Sería imposible hacerle justicia
        con el Código Penal vigente
        Solo hay un motivo por el que el separaratismo está ganándose a las masas: el chantaje materialista, la mentira de que Cataluña saldrá antes de la crisis si rompe sus lazos con España. Las muchedumbres de la Diada que chillan "Catalunya lliure" no albergan el más mínimo sentimiento nacional y les importa un bledo su historia. Solo quieren que les suban el sueldo y pagar la hipoteca.

        Lo que más pena me da es que en el resto de España y en mi región especialmente, cada vez es más habitual escuchar opiniones del estilo a “¿se quieren ir? ¡pues que se larguen de una vez y se mueran de asco”, o defendiendo la conveniencia de un referéndum “para solucionar el problema”. A la simpatía, afinidad o al menos tolerancia de cada vez más españoles no catalanes con la causa soberanista ha contribuido de forma decisiva la “colonización cultural” ejercida por el Fútbol Club Barcelona a través de los medios de comunicación. ¡Qué amargo es constatar que lo que no han conseguido los políticos ni el sentimiento catalanista del pueblo lo estén logrando la crisis financiera y el pan y circo del fútbol!

        viernes, 21 de septiembre de 2012

        LA GENTE NO CAMBIA JAMÁS

        Si algo he aprendido en la vida es que la gente no cambia. Nunca.

        Podemos limar aristas; mejorar mucho o poco; matizarnos o autocontrolarnos por vergüenza, por cariño, por respeto o por simples razones de oportunidad social, y, más que otra cosa, disimular. Pero lo que se dice cambiar nuestra esencia, eso jamás de los jamases.

        El que es un cretino en tercero de Primaria, lo seguirá siendo a los cuarenta tacos, aunque la vida le haya hecho aprender, posiblemente a palos, que a veces es mejor tener la boca cerrada por eso de que tonto callado, por listo pasa.

        El niño vanidoso será un adulto egocéntrico, aunque, si tiene un mínimo de habilidad social, sabrá fingir que se interesa por la peña para no parecer un gilipollas.

        El joven libidinoso terminará siendo un viejo verde, y lo parecerá más o menos en función de su sentido del decoro y de su amor propio. El infiel siempre sentirá deseos de ser infiel, y los aplacará mejor o peor según el respeto que tenga por su pareja, su concepto del deber o las circunstancias.

        El típico chistoso seguirá haciendo gracietas en su lecho de muerte.

        De igual manera, las personas bondadosas, generosas, nobles y bienintencionadas permanecerán así durante toda su vida aunque tengan momentos de debilidad o etapas de centrarse en sí mismas. Los buenos sentimientos no se corrompen aunque se manchen.



        No tenemos la culpa de no cambiar. Si permanecemos inmutables sobre todo es por dos motivos: porque nuestra naturaleza (nuestra genética) y lo aprendido a cierta edad es más difícil de rayar que un diamante, y porque la sociedad misma no permite que cambiemos. Esto último es fundamental. A partir de cierto momento, más temprano que tarde, la comunidad en la que nos desenvolvemos nos asigna un rol, un papel en la obra, un mote, y ya no hay vuelta atrás. El tomado por tonto será siempre tratado como tal. Con el pesado siempre resoplaremos aunque alguna vez resulte ameno. Del graciosete sus amigos solo esperarán chistes y no lo querrán para nada más. Al “malo” lo harán más malo a fuerza de evitarlo y marginarlo, y al bueno le exigirán siempre bondad, pero si un día, por lo que sea, empezara a volverse un cabronazo, todos dirían que no es culpa suya y que en el fondo es un santo.

        Somos víctimas insalvables de lo que el grupo espera de nosotros.

        Esta visión rígida (yo diría que realista) de la naturaleza humana no es incompatible en absoluto con creer en nuestra libertad, con la idea cristiana de que el hombre puede redimirse, de que la salvación está en sus manos. Para mí la redención no se produce cuando triunfamos en nuestros intentos por borrar nuestros defectos naturales, pues estos defectos por desgracia casi siempre son imborrables. Nos salvamos gracias a nuestro sufrimiento por padecerlos, a nuestro deseo honesto por superarlos, a nuestro tesón sincero por camuflarlos en beneficio de los demás o incluso de nuestra propia dignidad. El ser humano es grande por eso, por su capacidad de echar pulsos fieros e interminables a su forma genuina de ser, de sacrificar su instinto en aras de una convivencia armoniosa, de autorregularse por amor.

        miércoles, 19 de septiembre de 2012

        EL NUEVO PARTIDO DE ESPERANZA AGUIRRE


        Acaba de llegarme desde Madrid un rumor interesante sobre Esperanza Aguirre que me gustaría compartir.

        Tras años de desencuentros (acentuados en los últimos meses) con la cúpula del Partido Popular, la gota que ha colmado el vaso ha sido la excarcelación del etarra Bolinaga. A ello se une la cada vez más preocupante indefinición ideológica del PP, su oportunismo y su improvisación, frente a las ideas firmes, marcadamente ultraliberales, de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid.

        Por todo ello, Doña Esperanza ha decidido abandonar el barco del PP y fundar un nuevo partido basado en sus ideales, es decir situado a la derecha del espectro político, en lo que en puridad deberíamos llamar extrema derecha liberal, apostando por una flexibilización radical de la economía española, por la privatización de los principales servicios públicos y por la reducción drástica del volumen de las Administraciones, externalizando buena parte de su actividad. En lo que a modelo territorial se refiere, los aguirristas plantarían cara al chantaje nacionalista y defenderían los derechos de la lengua española en las regiones levantiscas.

        Entre los nombres que se barajan para constituir la nueva formación política destacarían Mayor Oreja, Álvarez Cascos, María San Gil y la marioneta José Antonio Ortega Lara.

        ¿Se trata de un bulo estúpido o es exactamente lo que va a suceder? ¿En qué medida el nuevo partido perjudicaría al PP y beneficiaría al PSOE? ¿Quitaría votos a UPyD? ¿Es deseable un partido firme contra el secesionismo pero que deje los intereses de España en manos de las empresas privadas?

        martes, 18 de septiembre de 2012

        MÁS DIFÍCIL TODAVÍA

        Ayer, dando uno de mis largos paseos por el campo, contemplé a lo lejos, desde una alta loma, cómo desmontaban la carpa del circo que cada año llega a la ciudad en fiestas. El circo se marcha, pero, como todos los años, se han quedado de recuerdo, ya medio arrancados por el viento de otoño, sus coloridos pasquines en paredes y farolas anunciando fieras, payasos, malabaristas y bailarines exóticos.

        Como en los últimos años, el circo no ha sacado ni para gastos. Mientras contemplo esos carteles de letras rojas y sabor añejo, me pregunto con algo de tristeza a qué se debe ese fracaso, esa agonía lenta de un espectáculo tan tradicional, de todo un mundo de trashumantes pintorescos, de artistas libres sin más hogar que la carretera y su caravana, que no hace tanto hacían soñar a la chiquillería de toda Europa.

        El circo como tal nace en el siglo XVIII en Inglaterra, aunque tiene como antecedente inmediato los espectáculos itinerantes de juglares y saltimbanquis de la Edad Media, y estos a su vez hunden sus raíces en las demostraciones que acróbatas y luchadores hacían en las ciudades de la Antigüedad, algunas de cuyas variedades acabaron en el circus y en el anfiteatro romanos.

        Las atracciones circenses tuvieron una importancia decisiva en una época en que la gente viajaba muy poco y casi no había entretemientos. La llegada al pueblo y el consiguiente desfile de los trapecistas, domadores y clowns suponía un auténtico acontecimiento para la comunidad, que veía en ellos la ocasión de romper su monotonía y de tomar contacto con realidades, culturas y habilidades diferentes a las suyas. El “nunca visto” y el “más difícil todavía” fascinaba a niños y mayores, todos testigos boquiabiertos de las hazañas físicas de que era capaz el hombre.



        La crisis del circo empezó a cocerse al inventarse el cine y, sobre todo, la televisión. Al principio, incluso, la pequeña pantalla favoreció a los circenses, ya que había espectáculos que eran parcialmente retransmitidos, animándose luego el público a visitar la carpa en vivo. De igual manera, algunos exitosos programas televisivos se inspiraban directamente en las funciones de la lona, por ejemplo los protagonizados por payasos. La cultura circense vivió por entonces unos breves momentos de gloria, pero en pocos años, más bien a partir de los ochenta, empezó a estar todo demasiado visto. El universo audiovisual ya ofrecía, de forma mucho más cómoda, el ocio, la diversión, las diferentes culturas, el exotismo y la magia que antes solo podían encontrarse en las gradas bajo el trapecio.

        Cuando los empresarios circenses atisbaron su negro futuro, ante la triste evidencia de que los números tradicionales ya no vendían, incurrieron en penosas estratagemas, la más típica comprar todos los años los derechos de autor de los personajes de la tele de mayor éxito infantil y ofrecer shows con los muñecos de turno (Teletubbies, Lunnis, etc) para atraer a los pequeños.

        También contribuyó a dar la puntilla al circo el seguimiento masivo, a través de la televisión, de los grandes acontecimientos deportivos en los que los niños podían ver a auténticos colosos batir marcas y superar récords imposibles. Ayudaron mucho también las restricciones impuestas por unos Estados más sensibles hacia ciertas realidades. Así, por ejemplo,  fue prohibida la exhibición de personas deformes (mujeres barbudas, enanos, etc) y de ciertos animales en determinadas circunstancias.

        En definitiva, la aparición de las nuevas tecnologías, el cambio de cultura, de valores y de aficiones, y el refinamiento de los gustos frente a ese halo bohemio (hoy diríamos cutre) que siempre tuvo el circo, supuso la muerte del mayor espectáculo del mundo, que dio sus últimos coletazos no gracias a los niños de esta generación, sino a sus padres y abuelos que les llevaban por nostalgia.

        ¿Para qué quieren acróbatas los críos teniendo a Spiderman? ¿Para qué quieren leones y elefantes teniendo los dinosaurios del Dino Tren? ¿Para qué quieren payasos teniendo a Bob Esponja?

        domingo, 16 de septiembre de 2012

        OPERACIÓN B.S.O. (16): EL EXPRESO DE MEDIANOCHE



        Obtuvo cuatro nominaciones y dos Oscar, uno de ellos para el guión de Oliver Stone y el otro para la banda sonora de Giorgio Moroder, cuyo tema principal acabó siendo uno de los grandes éxitos setenteros, aunque había sido concebido para transmitir al espectador la angustia y la locura del joven norteamericano Billy Hayes (Brad Davis) durante sus cinco años de encierro (le cayeron treinta pero escapó) en una prisión turca por intentar llevarse hachís en un viaje turístico con su novia. Un caso real llevado magistralmente a la gran pantalla a partir de la novela del propio protagonista de la tragedia, del que uno piensa que tuvo bien merecida la condena, aunque no por supuesto el trato inhumano que recibió.

        El expreso de medianoche (1978), de Alan Parker, es una cinta tremenda que jamás se olvida, y, que, como era de esperar, provocó las iras de las autoridades turcas, lo que obligó a sus realizadores a dar toda clase de explicaciones políticamente correctas. Hace una crítica demoledora a la burocracia y a la corrupción en la vieja capital otomana, pero se echa en falta la misma contundencia contra el tráfico de drogas que en definitiva motiva el encarcelamiento de Hayes. También reflexiona sobre la afectividad y la homosexualidad en ambientes de máxima desesperación.

        Os animo a ver la película a los que no lo hayáis hecho (en especial si os gusta, como a mí, el subgénero carcelario) y, de momento, a pasar un buen rato con la música del vídeo.

        jueves, 13 de septiembre de 2012

        ¡A CURRAR A LA VENDIMIA!


        Casi 5 millones y medio de parados en España y 250.000 en Castilla y León, muchos de ellos de larga duración (ya sin prestación); ERES a tutiplén; calles de mi ciudad en las que no queda vivo ni un solo comercio y dramático descenso del consumo en las recién acabadas fiestas patronales. Eso sí, los sindicatos agrarios nos cuentan hoy en la prensa que los viticultores de la provincia son incapaces de encontrar españoles que quieran trabajar, por salarios de entre 6,5 y 8 euros la hora, en la campaña de vendimia de este año de las denominaciones de Rueda, Ribera y Cigales.

        Esta masiva vendimia supondrá la recogida este año de 150 millones de kilos de uva y ocupará durante varias semanas a cientos de trabajadores, prácticamente todos extranjeros, porque a casi ningún españolito en paro le apetece eslomarse ni empuñar la tijera. No solo se niegan a aceptar este trabajo los desempleados que cobran el subsidio, lo cual es tan comprensible como dudosamente ético, sino que tampoco están por la labor los miles de castellanos y leoneses que en teoría ya no perciben ni un euro y que se supone, por los titulares de prensa de cada día, que atraviesan situaciones económicas desesperadas, con la hipoteca apretándoles el gaznate y sus niños sin libros escolares.  

        Según nos cuentan nuestros agricultores, ya no acuden a la vendimia ni las cuadrillas de estudiantes que tradicionalmente se ocupaban de recolectar la uva, a pesar de la escandalosa subida de las llamadas tasas universitarias que, según lloriquean día sí y día también, les ha dejado a dos velas.

        Por lo visto, los parados a los que se ofrece ir a la uva se resisten porque “es poco dinero” o bien aceptan con la fraudulenta condición de que no se les dé de alta. Vaya, ¿pero no eran los empresarios los explotadores y los piratas incumplidores de la ley? Aunque hay que reconocer que es un descojone que los agricultores y sindicatos del sector aparenten escandalizarse ahora de esta pretensión de trabajar de forma irregular, cuando ha sido su modus operandi toda la vida en la temporada de vendimia. Que no se hagan los santos, que no cuela.

        ¿Entonces qué? ¿Estamos al borde del colapso de las economías familiares o es que preferimos tocarnos los huevos y esperar a que nos llamen a currar directamente de directores? ¿De verdad nos quitan el trabajo los inmigrantes o es que somos unos señoritingos que no aceptamos ningún trabajo manual que suponga pasar frío, no estar sentado en una oficina y no cobrar un sueldazo?


        (Sobre este mismo tema en La pluma.)

        martes, 11 de septiembre de 2012

        PROFESORES DE RELIGIÓN

        Hay muchas cosas que me desagradan de la asignatura de Religión impartida en los centros educativos públicos. La mayor parte de ellas difícilmente podría arreglarse en el actual marco constitucional aconfesional, pero hoy quiero hablar de una que para la que sí habría una solución, y me refiero al sistema de selección de los profesores de esta asignatura.

        Como todo el mundo sabe, y no vamos a entrar en detalles, a los profesores de Religión de los colegios e institutos públicos los propone cada año discrecionalmente el Obispado, pero les paga la Administración pública, según establece un Acuerdo entre el Estado y la Santa Sede de hace más de treinta años. Mientras que cualquier otro docente de cualquier especialidad necesita superar un concurso-oposición notablemente competitivo, o bien obtener la puntuación suficiente para acceder a la enseñanza en calidad de interino, los que imparten las materias religiosas son elegidos a dedo por la Iglesia, pero cobran el sueldo de un profe funcionario, que, aun siendo muy bajo, no deja de estar pagado con los impuestos de la ciudadanía.

        Por supuesto que no me indigna, sino al contrario, que exista esta asignatura, ni que estos señores cobren un sueldo público, sino que lo hagan sin haber sido escogidos conforme a los principios de igualdad, mérito y capacidad que deben regir escrupulosamente la selección de personal al servicio de las Administraciones.

        Sobra decir que me parece irreprochable nombrar a dedo a los profesores de colegios privados (no tanto concertados), pues no dejan de ser empresas particulares. De hecho, es así como funcionan. Es bien sabido que la plantilla de un privado religioso se nutre esencialmente de amigos de miembros de la AMPA, de sobrinos parados de las monjas, de hermanas de la portera y de chavales que dejaron el noviciado de la orden ya mocitos y no hay quién los coloque. Así hemos tenido algunos los profesores de saldo que hemos tenido. Mis compañeros de clase y yo, desde luego, si no llega a ser por algunos jesuitas y porque en nuestras familias se preocupaban de que estudiáramos, habríamos acabado subnormales por culpa de ciertos marrajos cuya aptitud para la enseñanza era como la mía para tocar el violín.
        Leonardo Boff no haría más daño dando clase
        de Religión que algunos profesores
        
        Pero en lo público, jamás debería funcionar así.

        Probablemente todos conocemos a alguno de estos profesores de reli (yo sí). Decir que son los más tontos del claustro se me antoja quizá excesivo, pero parece fuera de toda duda que, en la mayoría de los casos, estamos hablando de muchachos (y no tan muchachos) con perfiles profesionales mínimos, escasa capacidad, bajo nivel de aceptación en el mercado de trabajo regular y, como único punto fuerte, un pariente o conocido en la obispalía o en la parroquia.

        A menudo el enchufe en cuestión lo han obtenido por su presencia en ambientes oenegeros o parroquias de barrio, o por su militancia en grupos cristianos de orientación dudosa, desde los que han seducido a algún cura incauto. Como encima no se los controla, la consecuencia natural es que gran parte de estos profesores imparte su asignatura basándose en ideas, contenidos y materiales escandalosamente contrarios a la Doctrina, al Magisterio y a la Jerarquía de la Iglesia Católica. Gracias a Dios, no siempre es así.

        Pero, como decía al principio, sí hay solución. Bastaría con que, en primer lugar, se creara la especialidad docente de Religión y solo pudiera accederse a la misma con el mismo sistema que para el resto de asignaturas: opositando (al menos para la parte común o no estrictamente religiosa del temario: Constitución, leyes educativas, sistemas pedagógicos). En segundo lugar, me parecería razonable que solo pudieran presentarse a las pruebas aquellos aspirantes con un certificado de aptitud para impartir esa asignatura, expedido por la Iglesia Y finalmente, en los tribunales de selección para dicha especialidad deberían tener presencia uno o más representantes del obispado (salvo que solo se evalúe la parte común). De forma adicional, la Iglesia ha de tener la prerrogativa de apartar en cualquier momento de la enseñanza de esta asignatura a cualquier persona cuya vida privada contradiga de modo manifiesto y comprobable los valores evangélicos y la moral católica, y no digamos a quienes la imparten sin atenerse a la Doctrina.

        Solo así la Religión se convertiría en una asignatura seria, cubriría las expectativas de los padres católicos y los profesores dejarían de ser el hazmerreír del instituto.

        Y al que se arrejunte o se case por lo civil, a la puta calle

        lunes, 10 de septiembre de 2012

        ENCUESTA SOBRE RUIZ MATEOS


        Pregunta: ¿Qué debería hacerse con Ruiz Mateos? (pueden elegirse varias respuestas)

        Participantes: 21

        Duración: 9 días

        Respuestas:

        a) Dejarlo tranquilo, que es muy anciano, una buena persona y un castizo: 2 votos (9%)

        b) Encerrarlo de por vida en un frenopático dado su estado de demencia crónica: 1 voto (4%)

        c) Cárcel y más cárcel (ya la conoce) por ladrón, estafador y explotador. 7 votos (33%)

        d) Se nota que en el Opus le enseñaron muy bien a mangar. 6 votos (28%)

        e) Invitarle a una cena romántica con la juez del caso. 0 votos (0%)

        f) Hacerle un monumento. 0 votos (0%)

        g) Hacerle tragar flanes Dhul hasta que reviente. 8 votos (38%)

        h) Reírnos de él por payaso y de los inversores en Nueva Rumasa por cretinos. 6 votos (28%)

        i) Otras respuestas. 4 votos (19%)



        NOTA: En las encuestas en las que pueden votarse varias opciones, el % no representa el porcentaje de votos que ha obtenido cada respuesta sobre el total de los emitidos, sino el porcentaje de votantes que ha escogido esa opción.

        Sobre Ruiz Mateos y Nueva Rumasa en La pluma.

        sábado, 8 de septiembre de 2012

        CICLISTAS NEGROS


        Salta a la vista hasta de los menos aficionados como yo, que el ciclismo es un deporte que sufre cada día un mayor desprestigio.

        Lejos ya los tiempos gloriosos de Bahamontes, Perico, Escartín e Indurain, olvidada esa época en que España entera vibraba con la Vuelta y vitoreaba al hoy controvertido corredor navarro durante el Tour francés, nos hemos resignado a que el duro deporte de las dos ruedas sea condenado al ostracismo por obra y gracia de los continuos escándalos de dopaje, sobre todo sus últimos episodios protagonizados por Contador y Armstrong.

        Pero hay, para mí, otro motivo grave de descrédito para el ciclismo profesional, que es la total ausencia de deportistas de color (negro) en las competiciones. No sé si os habréis dado cuenta, pero yo, aunque no sigo mucho las carreras, siempre me fijo bien, en la tele, en el abigarrado pelotón en busca de algún negrito, y nada, ni uno. No cabe atribuir la inexistencia de morenos al carácter netamente europeo de los tours, giros y vueltas, ya que en primer lugar participan abundantes extranjeros de diversas naciones (algunas de ellas con nutridas poblaciones de piel oscura, como Estados Unidos) y, además, qué duda cabe que los países del viejo continente ya albergan en su seno, gracias a la inmigración descontrolada y al multiculturalismo en boga, un número de africanos muy por encima de lo deseable.

        (De hecho, debo confesar que he tenido que navegar tres cuartos de hora para encontrar la foto del post de hoy, y encima creo que es de un carnaval).

        ¿Por qué motivo, entonces, no hay ciclistas negros, cuando en el resto de deportes, y muy en especial en aquellos que exigen una fuerza física bestial o esfuerzos casi animales (y el ciclismo es así), los conguitos tienen una participación muy activa y continuamente ganan títulos y medallas? ¿Es un hecho que se produce por pura casualidad o, al contrario, responde a una planificación racista premeditada de los organizadores y patrocinadores, o de algún poder oculto? ¿Quizá la razón es que sus características físicas (suelen ser enormes) no se ajustan a los requerimientos específicos de esta disciplina deportiva (los corredores profesionales a menudo están esmirriados)?

        En cualquier caso, es más que evidente, y cualquier amante del deporte así lo puede corroborar, que la recia musculatura, el extraordinario poderío corporal y el aguante inhumano que, a falta de otros dones, ha concedido Dios a los negritos, aportarían una mayor espectacularidad a las pruebas ciclistas, y es muy probable que batieran todas las marcas (si no destrozan antes la bicicleta), no se quitaran ni una etapa el maillot rojo, amarillo o rosa (que combinarían a las mil maravillas con su color café) y monopolizaran los podios.

        Para el ciclismo supone una gran deshonra la ausencia de negros, y todavía no me explico cómo las organizaciones para la defensa de los derechos humanos o el Movimiento contra la Intolerancia no han clamado contra semejante discriminación, equiparable al Apartheid, a la segregación de afroamericanos y a las acciones del Ku-Klux-Klan.

        Otros posts sobre racismo en La pluma:
        - Los negros en el cine
        - Hablando sobre razas sin complejos
        -¿Será dorado el amanecer? (sobre el partido neonazi griego)

        miércoles, 5 de septiembre de 2012

        ¿EL MEJOR LIBRO SOBRE LA GUERRA CIVIL?

        Relacionados con la guerra civil, se han escrito decenas de monografías, ensayos, novelas históricas, biografías y testimonios muy interesantes y aconsejables, pero hay una obra que es imprescindible conocer, por encima de todas, para hacerse una idea certera y global sobre lo que el triste conflicto que arrancó en verano de 1936 significó para la vida cotidiana de los españoles, sobre las motivaciones de los dos bandos en lid y sobre el modus operandi y el alcance de los abusos cometidos por ambos sobre todo en la retaguardia. Se trata de un libro durísimo y bellísimo que bucea en la intrahistoria de los acontecimientos, mostrándonos de forma desnuda, casi como en un reportaje periodístico, la galería de sádicos criminales, hombres honrados, malvados vengadores, idealistas, fanáticos insensibilizados, héroes anónimos y gente asustada pero digna que habitaron a ambos lados de las líneas.

        Como algunos ya habréis adivinado se trata de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, escrito en 1937 por el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, que había obtenido en los años veinte el prestigioso premio Mariano de Cavia y es el autor asimismo de una biografía de Belmonte que será posiblemente uno de los mejores libros de toros que se han escrito.

        A sangre y fuego es un libro muy curioso cuya mayor virtud e interés es haber sido publicado dos años antes de acabar la guerra sin saberse lo que iba a suceder, es decir sin los condicionantes que el curso posterior de los acontecimientos (sobre todo la victoria franquista y el desenlace de la Segunda Guerra Mundial) ha impuesto siempre, aun de forma subconsciente, a los escritores e historiadores que han abordado nuestra conflagración civil.

        El otro aspecto muy destacable es la postura del autor, considerablemente equidistante para lo que nos tienen acostumbrados las obras de esta naturaleza. Chaves Nogales nos cuenta en el prólogo que él era un liberal de izquierdas que trabajaba en varios importantes periódicos republicanos justo antes de iniciarse la contienda, y que poco a poco fue viendo aterrado como los demócratas, los parlamentaristas como él, se extinguían, es decir como la política española se iba polarizando de forma radical hacia el leninismo soviético o hacia el totalitarismo fascista, doctrinas que detestaba por igual. Tras huir el Gobierno a Valencia, y viéndose incapaz de hacer nada por España, decide exiliarse a París.

        No voy a entrar a valorar la actitud de Nogales, pues esta entrada nada más pretende que ser la crítica de un libro. Lo único indiscutible es que, no sé si como consecuencia de su filosofía, le salió una obra magistral, muy poco sectaria (y más en esa época), en la que nos recuerda, con nueve inolvidables relatos cortos basados en hechos y personajes reales, que gente noble y ruin, valiente y cobarde, sensible y cruel, la podemos hallar en cualquier circunstancia y detrás de cualquier bandera. En las nueve historias arremete sin pelos en la lengua contra ambas facciones, no dejando títere con cabeza en lo que a política se refiere y apostando tan solo por los valores humanos que, como la generosidad y la capacidad de sacrificio, dignifican al hombre incluso en el peor de los infiernos, y que conviven por desgracia con el instinto depredador y la codicia que también nos definen.


        Como he dicho, A sangre y fuego es un libro más bien equidistante, pero tampoco plenamente objetivo, ya que eso es imposible y sería pedir peras al olmo. Chaves es republicano y, por mucho que diga, odia los fascismos europeos mucho más que el marxismo, de modo que en sus relatos a veces le traiciona la terminología que usa para referirse a los nacionales (“fascistas”, “facciosos”, “invasores”), mucho más ideologizada que la que emplea con el bando de izquierdas (“pueblo”, “revolucionarios”, “leales”); hace constantes interpretaciones sesgadas sobre las ideas de los seguidores del Alzamiento, insinuando a groso modo que se trataba de caciques que soñaban con una dictadura elitista y "con un paraíso de desfiles marciales, jornales bajos, rentas altas, procesiones y fiestas de la raza"; y, por último, nos da su "ingenua" visión, tan abrazada después por cierta historiografía, de que las barbaridades cometidas en zona roja eran obra de descontrolados a los que el Gobierno no pudo o no supo doblegar a pesar de sus esfuerzos, mientras que los crímenes de los “fascistas” se cometían desde arriba y desde abajo con la complacencia de las autoridades.

        Pese a todo ello, y obsérvese que lo digo yo precisamente, no puede dejarse de leer este librito. Insisto además en que estamos ante una obra de extrema crudeza, escrita sin aspavientos ni polvos de talco. Mis sensaciones al leerla fueron muy intensas. Especialmente algunos de los relatos (Y a lo lejos, una lucecita; ¡Viva la muerte! y Consejo obrero) llegaron a sobrecogerme o a emocionarme hasta el punto de apurar sus últimas páginas casi sin aliento, con una fuerte sensación de tristeza o una sonrisa de oreja a oreja según los casos. En ocasiones se convierte en una novela angustiosa, casi de terror, que le contagia a uno, como si la estuviera sufriendo, la desazón de un padre al que su propio hijo ordena fusilar, la de los presos en una cárcel cuando los sacan de noche para “pasearlos”, la de un obrero afiliado a la Falange madrileña acosado por el comité sindical de su fábrica, la de las mujeres ensartadas por las bayonetas de los marroquíes, o la de un comisario político comunista intentando salvar las obras de arte de los pueblos.

        Las nueve historias abordan aspectos, escenarios y acontecimientos muy distintos de la guerra civil, siempre buscando el equilibrio entre las dos zonas. Merecen destacarse los episodios dedicados a las escuadrillas de la venganza de Madrid; a la tristemente célebre Columna de Hierro de Levante (integrada por criminales y bandidos supuestamente anarquistas); al viejo carlismo, al que se homenajea en un par de párrafos; a los lacayos de un latifundista andaluz que salen a caballo a cazar rojos exaltados por las arengas radiofónicas de Queipo de Llano; a un herrero gigantón y valiente conduciendo carros rusos en la campaña de Extremadura; al asalto del Cuartel de la Montaña; a los falangistas de Valladolid en las primeras semanas de guerra, o a los sangrientos manejos de los sindicatos en las empresas colectivizadas en zona republicana.

        lunes, 3 de septiembre de 2012

        TIRARSE A LA EX NOVIA

        Joder con algunas ex novias
        Las rupturas amorosas y la subsiguiente relación (si la hubiere) entre los miembros de la pareja destruida son asuntos delicados, a veces escabrosos y en todo caso muy personales, por lo que no me voy a dedicar aquí a desgranar mis opiniones sentando cátedra. Respeto al máximo e intento comprender casi todas las actitudes y posturas posibles en estos temas, desde la de los novios que cortan y no vuelven a tener trato alguno en su vida (incluso aunque no acabaran a la gresca) a la de los que conservan a lo largo de los años una buena amistad, pasando por la quizá más frecuente relación cordial pero superficial, de saludarse cuando se cruzan por la calle y preguntarse qué tal, pero poco más porque con la pérdida del contacto se evaporan también la complicidad, los intereses comunes y los temas de conversación.

        Todas las modalidades, digo, merecen una mirada comprensiva al entrar en juego los sentimientos y la complejidad de las relaciones humanas. Quizá cuesta más comprender algunos casos extremos, como el de quien se esfuerza en borrar radicalmente de su vida y de su memoria cualquier reminiscencia de un antiguo noviazgo a pesar de que la separación no resultara convulsa, aunque sí dramática porque todas las rupturas deberían ser dramáticas para los dos si alguna vez hubo amor verdadero. O también se hace raro que unos novios corten o un matrimonio se separe pero sigan siendo colegas y quedando a menudo junto con otros amigos a tomar copas y tal. Entre novios yo lo he visto bastante en mis tiempos juveniles y la cosa siempre acababa en reconciliación amorosa o en odio incendiario en el momento en que uno de los dos iniciaba una nueva relación.

        Mantener un contacto estrecho después de dar por terminado el romance tiene su aquél. Yo siempre he pensado que en realidad estas parejitas no han cortado en serio, sino que están enfurruñadas y han dicho “lo dejamos” en una especie de lucha de poder en ese período de domesticación mutua, para tantearse y ver quién aguanta más sin el otro. Recuerdo que este tipo de pipiolos siempre estaban igual, que si lo cojo, que si lo dejo, y al final sus amigos no sabían en cada momento si eran novios, ex, amigos o qué.

        Sin embargo, una de las pocas situaciones que definitivamente no entiendo nada es la de los enamorados que deciden dejarlo, quedan como muy amigos, y, además, como plus especial, se siguen acostando juntos.

        Teniendo la leche gratis...
        Uno puede llegar a comprender (sin compartir) la filosofía de los llamados follamigos, o sea quienes, por mil motivos, no desean una relación comprometida de pareja pero sí disfrutar del sexo con alguien con quien mantengan una excelente amistad. Para mí mezclar sexo y amistad resulta arriesgadísimo, pero dicen que hay gente capaz. Por lo visto, ambos amigos están de acuerdo en que nunca van a estar juntos, se caen muy bien, se gustan físicamente y deciden disfrutar de la vida.

        También se entiende bastante bien la motivación de los que se cepillan a gente que han conocido por ahí y con quienes no aspiran ni siquiera a la amistad. Ya se sabe, puro instinto animal, el impulso de la naturaleza, que toda la vida ha traído loco al ser humano y que afortunadamente la sociedad y las religiones han mantenido a raya hasta hace poco.

        Pero acostarte con tu ex novia es el rizo imposible de rizar más. Yo lo veo algo así como pensar de quién has estado enamorado unos años: “Ya no te amo, ya no te quiero para compartir la vida contigo, pero para follar me sirves”, y por mucho que intente ponerme en la piel de quienes tienen este comportamiento (que no son uno ni dos) no alcanzo a ver el porqué. Hay quien dice que los ex tienen mucho morbo y que allá donde hubo fuego, siempre quedan rescoldos. En realidad yo considero que tras el drama de la ruptura, y por mucho que sigas considerando muy atractiva a tu antigua novia, no debería quedar espacio para esa clase de morbo que te lleve a tirártela sin compromisos ni implicación sentimental alguna.

        Desde luego, si se puso fin al idilio de común acuerdo (por incompatibilidad reconocida por ambos) y también de común acuerdo se sigue compartiendo cama, entiendo que estamos ante una mutua instrumentalización que me atrevería a calificar como mínimo de frívola. Sobre todo me parece una frivolización del idilio que se ha compartido, porque si de verdad has estado enamorado de una persona y la respetas dudo mucho que sea normal seguir compartiendo la intimidad hasta ese punto. No creo que la intimidad sexual que hubo entre dos enamorados pueda transformarse de la noche a la mañana en la intimidad de dos follamigos, salvo en casos de una frialdad extrema, de una banalización total de la historia que se ha vivido juntos, o que en realidad nunca haya habido amor y desde el principio hayan sido simples amantes aunque por error le dieran otro nombre a su rollo.

        Lo más chungo es cuando uno de los miembros de la pareja (normalmente la mujer) no deseaba poner fin al romance, y, en su afán por recuperar a la persona amada, se empeña en mantener con ella vínculos afectivos de toda clase, que pueden llegar a incluir el sexo. En este caso, que yo creo que es el más habitual, solo puede hablarse de una inmensa caradura y falta de voluntad, de respeto o de ideas claras por parte de quien ha decidido romper la relación. Si dejas a tu mujer o a tu novia, ella está destrozada y deseando verte para ver si se puede arreglar, y tú vas y sigues metiéndote con ella en la cama mientras buscas otra cosa, puede decirse sin mucho miedo a equivocarnos que eres un cerdo.

        De todos modos, vuelvo a insistir (para que nadie despotrique) en que estos asuntos son complejísimos y antes de emitir cualquier juicio definitivo habría que estar a cada caso particular, pues probablemente no haya dos historias iguales. A menudo las apariencias engañan y si no entendemos algo puede ser por culpa nuestra y de nadie más.

        sábado, 1 de septiembre de 2012

        ULTRACRÍTICOS


        Las personas con una actitud extremadamente crítica hacia los demás y hacia nosotros mismos tenemos algunas ventajas pero estas son lastradas a menudo por graves inconvenientes.

        Soy muy perfeccionista y muy exigente conmigo y con los otros. Ello no significa, ni mucho menos, que haga las cosas perfectas; lo que tengo es una voluntad de perfección rayana en el fanatismo. Me gusta cuidar los detalles, ser muy puntual, repetir las cosas hasta que salgan bien, no cometer errores en el trabajo, informarme exhaustivamente de los temas hasta que los domino y rodearme de gente de la que pueda aprender cosas, actitud esta última que por desgracia no soy lo bastante generoso para corresponder hacia abajo, es decir que me revienta tratar con gente que no me aporta nada pero a los que quizá yo podría enriquecer.

        El punto fuerte de
        los hipercríticos es que, a pesar de que muy rara vez logramos la perfección, la excelencia que dirían los expertos en calidad, los proyectos que emprendemos suelen salirnos muchísimo más redondos que si no fuéramos hipercríticos. Nuestra forma de ser resulta a la larga una especie de potenciador de nuestras capacidades, no siempre óptimas.

        Otra ventaja interesante es que, al ser tan criticones, solemos percatarnos con bastante rapidez de los fallos, defectos y problemas que se plantean a nuestro alrededor, y, si tenemos la habilidad de afrontarlos y corregirlos a tiempo (no siempre la tenemos), terminamos haciendo las cosas antes y mejor, adelantándonos incluso a los desajustes por esa costumbre nuestra de ver errores hasta donde no los hay.

        Por el contrario, nuestros hándicaps son básicamente dos.


        Uno es que solemos pretender que los demás funcionen con nuestro mismo nivel de exigencia en todos los aspectos y no me refiero únicamente al trabajo, ni mucho menos. Sobre todo tendemos a exigir a la gente que ordene sus prioridades de manera similar a nosotros, que sea igual de puntillosa, que se fije en lo mismo, que se entusiasme igual con determinadas tareas y que se avergüence tanto de sus fallos como nosotros de los nuestros. Esto es un inconveniente muy grave del talante ultracrítico, pues supone obviar que cada cual rula a sus propias revoluciones y, sobre todo, tiene sus propias tablas de prioridades que no tienen por qué ser mejores a las nuestras. Cada uno es exhaustivo y perfeccionista solo con las cosas que de verdad le interesan, incluidos los ultracríticos, aunque estos se creen que lo que a ellos les entusiasma es lo objetivamente importante. El resultado de esta actitud suele ser, por este orden, una constante sensación de decepción con las personas de nuestro entorno más cercano, un violento choque de trenes antes o después, y un fracaso social inevitable, a no ser que corrijamos la ruta de conejito Duracell, cambiemos en serio el chip y empecemos a ver con más naturalidad, más relajadamente, la diversidad de ritmos y de importancias.


        El segundo papelón que tenemos los muy críticos es con nosotros mismos, ya que debido a nuestro perfeccionismo exacerbado, a nuestras altas expectativas, nos pasamos la vida en un estado permanente de frustración al enfrentarnos a nuestras verdaderas posibilidades o capacidades. El cuerpo siempre nos pide colocar el listón muy arriba, demasiado arriba, y luego nos damos mamporro tras mamporro. Consideramos indecoroso marcarnos metas a nuestra medida porque pensamos que ello es señal de pereza, de autocomplacencia, de conformismo, y terminamos diseñando objetivos titánicos que nos dejan sin aliento y con el sabor amargo del fracaso. No somos capaces de ver que gracias a nuestra ambición nos hemos esforzado más, somos un poco mejores y hemos llegado más lejos que si hubiéramos puesto el baremo bajo; lo único que percibimos obsesivamente es que no hemos cumplido nuestro propósito al milímetro. Esto nos lleva a una total distorsión de los conceptos de logro y fracaso, y un ejemplo muy típico es el de los exámenes cuando somos estudiantes: podemos salir de la prueba consternados por no haber escrito lo que debíamos y después obtener sobresaliente.

        La conclusión es que los ultracríticos atesoramos algunas virtudes que
        encima no somos capaces de valorar, pero estamos condenados a no ser jamás felices del todo ni hacia dentro ni hacia fuera.