sábado, 1 de mayo de 2010

RECORDANDO EL CINE QUINQUI (2): ELOY DE LA IGLESIA


Recordando el cine quinqui (1): José Antonio de la Loma

De la Loma despertó mucho interés y tuvo bastantes imitadores en la primera mitad de la década de los 80, pero justo por entonces emergía con fuerza un director que, compartiendo con él la preocupación por la marginalidad juvenil, dio a esta temática un giro de 180 grados incorporando muchos elementos nuevos: hiperrealismo, profundidad psicológica de los personajes, mensaje ideológico abierto (críticas a la corrupción policial y política), obsesión por el ambiente homosexual y sobre todo un tratamiento especializado de la adicción a la heroína y de los efectos del "mono". Me refiero por supuesto al guipuzcoano Eloy de la Iglesia (†2006), que para mí ha sido probablemente el mejor narrador del cine español, el que mejor conocía y empleaba el lenguaje cinematográfico, y uno de los cineastas más independientes del panorama nacional.

Con De la Iglesia a veces me cuesta separar la opinión que tengo sobre él como persona de una postura serena y justa sobre su forma de hacer cine, pues a este hombre la verdad no le faltaba de nada: comunista, heroinómano (consiguió rehabilitarse) y, por si fuera poco, homosexual manifiesto y viciosísimo. Pero lo cortés no quita lo valiente. Y digo valiente en sentido bastante estricto, ya que Eloy trató unos temas y de una forma que jamás ningún titiritero progre se atrevió. Al margen de sus paranoias y de sus depravaciones, no puede negarse que el tío le echó cojones arremetiendo contra estamentos sociales corrompidos y desenmascarando por hipócrita a la izquierda parlamentaria de la Transición.

Antes de adentrarse en el género propiamente quinqui, ya había rodado dos sorprendentes películas sobre el mundo sórdido de la homosexualidad: Los placeres ocultos (1977) y El Diputado (1978). En la primera, todavía con cierta inexperiencia, ya aborda la marginación social en un barrio obrero de Madrid, donde un adolescente es acosado por un banquero invertido. El Diputado (con José Sacristán) es ya una película muy notable con gran trasfondo político y rebeldía descarada que nos muestra a un parlamentario de izquierdas que se ha casado a modo de tapadera pero recurre a los servicios de menores homosexuales, por lo que es chantajeado por Fuerza Nueva (aunque no cita el nombre, es evidente).

Igual que el fundador del género quillo llevó al celuloide las peripecias de El Vaquilla, el delincuente barcelonés más famoso de la época, De la Iglesia hizo lo propio con el homólogo madrileño de Juan José Moreno, que era Joaquín Sánchez Frutos( †1979), alias El Jaro. Con menos de 16 años, El Jaro lideraba una peligrosísima banda de criminales, casi todos del barrio de Vallecas, hasta que un particular lo fulminó de un tiro durante un atraco. Su gran fama se convirtió en leyenda justo después de su muerte, cuando se escribieron reportajes, libros y hasta canciones sobre él. El mismísimo Sabina compuso Qué demasiao en su honor.


Imitando a De la Loma, Eloy pensó que emplear auténticos delincuentes y marginales como actores daría a su peli mucha más naturalidad, así que una mañana de 1978 se fue a Vallecas a la caza de jóvenes promesas. Es así como conoció a las que han sido las máximas estrellas del cine quinqui: los chorizos y drogatas José Luis Manzano (†1992) y su amigo José Luis Fernández, El Pirri ( †1988). La historia de estos muchachos, que llegaron a ser millonarios (sobre todo Manzano), es insólita, triste y truculenta.

Nada más conocerles e iniciar los preparativos de su película, Manzano fue internado en un reformatorio. Al carecer de parientes, Eloy de la Iglesia consiguió su tutela y se lo llevó a vivir a casa, convirtiéndolo en una mezcla de hijo y amante y facilitándole toda la heroína que necesitaba, ya que el director también estaba enganchado.

En 1980 estrena su ansiada Navajeros, con el ricitos José Luis Manzano en el papel de El Jaro y con la participación de El Pirri, además de José Sacristán, José Manuel Cervino (el eterno policía), Enrique San Francisco y otros intérpretes que se convertirían en piedra angular de su filmografía posterior. Navajeros es una cinta muy original y bastante bien interpretada que caló hondo en la sociedad de la época, no solo por la historia impactante que cuenta, sino por su desgarro, violencia y hasta ternura. Su banda sonora, integrada por música clásica, rumba y rock también suponía una mezcla novedosa en esos años. Pero lo más curioso de la película fueron los incidentes acaecidos durante el rodaje, ya que el quinceañero Manzano fue agredido dos veces por transeúntes cuando interpretaba con total realismo un tirón de bolso y un asalto a una tienda, resultando herido de cierta gravedad en el segundo caso.
Dos años después se estrenaba la también muy conocida Colegas, en la que José Luis Manzano y Rosario Flores interpretan a una pareja de barrio bajo que busca a toda costa veinticinco mil pesetas de entonces para abortar, sin descartar robos, prostitución homosexual en una sauna y hasta la venta del bebé a una red clandestina de traficantes de niños. También salían el pobre Antonio Flores, amigo íntimo de Eloy (como no podía ser menos) y el ya emblemático Pirri, que desdentado, esmirriado, con su camisetilla de tirantes y su característica voz de colgado, tenía todo el aire de estar a punto de palmar por sobredosis.

Pero el mayor éxito de Eloy de la Iglesia fue su grandiosa El Pico (1983), sobre el drama de un guardia civil destinado en Bilbao (Cervino) al que su hijo mayor (Manzano) se le vuelve heroinómano. En esta producción, que ya empieza a alejarse de los cánones quinquis (salvo en el perfil de sus personajes), se aprecian las grandes dotes interpretativas del joven José Luis y la indiscutible capacidad del director para recrear ambientes angustiosos y para lanzar denuncias tan polemicas como contundentes, en este caso contra los picoletos, a los que acusa de pagar con droga a sus confidentes. A pesar de las críticas recibidas por tratar un tema tan delicado de forma tan cruda, esta cinta fue un gran éxito que se presentó a numerosos festivales internacionales y obtuvo una recaudación insospechada que Eloy, también productor, repartió con su pupilo convirtiéndole, como ya dije, en millonario.

Semejante éxito propició una segunda parte, El Pico 2 (1984), que toca principalmente el mundo de las drogas en la cárcel y vuelve a la carga contra la Guardia Civil y, esta vez, contra la prensa, por lo que levantó más ampollas que nunca y fue objeto de ataques desde todos los campos. En este filme se nota que De la Iglesia, que por entonces se encontraba muy mal por su adicción, había dejado de ser un director residual para convertirse en un cineasta consagrado que ya contaba con actores de primera fila (Agustín González, Rafaela Aparicio y Fernando Guillén, que sustituye a Cervino en el papel de padre) además de su equipo de siempre. 

En el 87 se estrenaba su mejor película y, a la vez, la más comercial: La estanquera de Vallecas. Se trata de una parodia genial y despiadada (no deja títere con cabeza) sobre el atraco perpetrado en un estanco vallecano por un albañil parado (José Luis Gómez) y un macarrilla de poca monta (Manzano), que no esperaban la resistencia heroica de la dueña del establecimiento (Emma Penella) y de su sobrina (Maribel Verdú). Tras quedar encerrados en la tienda rodeados de un impresionante despliegue policial, va surgiendo una curiosa relación de simpatía entre los asaltantes y sus rehenes. La cinta fue nominada a varios Goyas, si bien solo Maribel se llevó la estatuilla por su fantástica interpretación. Entre los aciertos de La Estanquera se encuentra su banda sonora, la interpretación de José Luis, la renuncia a la truculencia de películas anteriores y, al menos para mí, las picantes y divertidas escenas protagonizadas por la Verdú. El director supo además combinar su tradicional sentido crítico (esta vez se lleva los palos el PSOE) con un formato mucho más abierto y atractivo para cualquier público. Son memorables las apariciones puntuales de un acabado Pirri, voceando a una vecina desde un balcón, y del maricón más gracioso del cine español, encarnado por Tony Valento en el papel de bombonero (ya había salido en Colegas).
Ese mismo año, El Pirri, que había sido actor en numerosas películas de otros directores y colaboraba como peculiar crítico de cine en el programa televisivo Querido pirulí, era detenido por asaltar a punta de navaja a un transeúnte en el metro y pocos meses después aparecía muerto por sobredosis en un descampado en el distrito madrileño de Vicálvaro. Su amigo Manzano no corrió mejor suerte. Tras protagonizar un atraco en Plaza de Castilla, acabó en la cárcel de Yeserías y en el 92 fue encontrado sin vida, con la jeringa colgando, en el apartamento de Eloy de la Iglesia. Poco aprovecharon la oportunidad única que les dio el cine y la vida.

9 comentarios:

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Aunque sigo sin compartir sus gustos, esta entrada me ha parecido enormemente interesante.

No he visto ninguna de esas películas ni creo que lo haga. Sencillamente, hay cosas más bellas y alegres que ver en el mundo. Sobre todo tras la explosión de la primavera ;-)

Lo que si me plantea su entrada es una cuestión complicada. Dice usted que estos quinquis elegidos como protagonistas de las películas hicieron enormes cantidades de dinero. He revisado sus biografías gracias a los enlaces del post y, efectivamente, ambos terminaron volviendo a delinquir y a cometer atracos. ¿Robaron porque las enormes sumas de dinero que debieron costarles sus adicciones les dejaron en la ruina? Si no es así, ¿se trata de sociópatas independientemente del ambiente marginal en el que se criaron? La biografía de sus padres también era preocupante: delincuentes, alcohólicos... ¿Sería algo ambiental o algo más profundo, genético?

Al Neri dijo...

Hay una peli quinqui muy interesante de la que hablaré en la próxima entrega ("De tripas corazón", 1984, con el Pirri y Juan Diego) en la que se plantean las preguntas que usted se hace, Subdire. Se llega a decir que mientras estos chicos se drogan para huir de la realidad o roban a la gente, el 90% de sus vecinos se desloman a trabajar desde las 5 de la mañana.

El problema de la delincuencia juvenil en aquellos años no puede explicarse desde un solo punto de vista. Aunque hay muchos factores contribuyentes(crisis del 73, paro extremo, brusco cambio político y ansias de libertad mal entendida, irrupción de la heroína, etc), yo creo mucho en la libertad personal y considero que quienes comienzan a chutarse o roban a los demás porque sacan más pasta que currrelando lo hacen porque quieren, por su culpa.

Otro tema es si ya están enganchados a las drogas, pues entonces no son dueños de sus actos y delinquen para pagarse las dosis. Aunque esta situación reclama soluciones distintas, estas deberían ser en todo caso compatibles con la máxima seguridad ciudadana y con el derecho de las personas honradas y trabajadoras a vivir en paz. Ello se traduce en la necesidad de un internamiento seguro, llámese cárcel, casa de templanza u hospital penitenciario.

No pienso que se trate de una cuestión genética, ya que estos muchachos no tenían una agresividad congénita. Casi todos hacían lo que habían visto y mamado desde niños.

¿Que por qué en pocos años pasaron de ser muy ricos a ponerse de pide-pelas en la Gran Vía (J.L. Manzano)? Pues porque estaban enganchadísimos y un gramo de jaco en esa época costaba nada menos que 25.000 pesetas. Además estos chicos no estaban acostumbrados a tener tanto dinero, eran muy incultos y primarios (casi no sabían ni leer) y eran incapaces de organizarse o ahorrar. Seguro que se gastaron la mitad del dinero el primer fin de semana en drogas, motos, putas o vete a saber.

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Yo también creo en la Libertad Personal por encima de todo. Somos nosotros los que nos forjamos nuestro futuro, nuestras victorias y nuestros fracasos; eso sí, sin dejar de lado que existe una voluntad superior que enfrentada contra la cual nosotros no somos casi nada.

Además, a esto habría que sumar nuestras propias potencias y limitaciones. Da igual el esfuerzo que yo ponga en correr una maratón; por mucho que entrenara no lograría más que estrellarme...

Es aquí donde quería entrar en el condicionamiento genético que, sin ser determinante, podría explicar muchas situaciones por encima de tanta teoría ambiental propia de marxistas y materialistas dialécticos. Existen investigaciones acerca de genes que pudieran condicionar un comportamiento violento o criminal de ciertos individuos. No hablo de alteraciones cromosómicas ya comprobadas como el doble Y o cosas parecidas, sino de individuos que para controlarse deberían recibir terapias químicas desde edades tempranas. Personas que podrían transmitir estos genes a sus descendientes que, a su vez, repetirían estos comportamientos sin haber recibido influencia ambiental alguna.

Creo es el algo hipotético pero digno de ser discutido y estudiado.

Al Neri dijo...

Frase interesante de De la Loma en una entrevista: "No supieron asimilar el éxito. En lugar de aprovecharlo para encauzar sus vidas y salir de la marginación, se dejaron llevar. Yo hice lo que pude, pero se me morían de tres en tres. Siempre me quedó cierto resquemor por lo que quizá puse en sus manos y no supieron aprovechar"

sefo dijo...

Buenooo, seguimos con las cutradas.
Reconozco que es un tema interesante el de estos delincuentes juveniles. Fueron unos años difíciles que me recuerdan a la crisis de ahora, lo que pasa es que la juventud tenía menos formas de divertirse y había más pobreza y por eso se volvieron delincuentes. La droga tambien hizo lo suyo.
Fue una pena que no aprovecharan todo el dinero y la fama que tuvieron.

ignatus dijo...

Increíble: me ha gustado incluso más que la primera parte.

Enhorabuena, Neri.

Virginia dijo...

¿Para cuando esa entrada sobre la película De tripas Corazón? ;)

Si gente con mucha más formación y más mundo se pierde en las drogas y el faranduleo al entrar en el mundillo de los artistas, ¿qué podía, honestamente, esperarse de estos muchachos, que se habían criado en chabolas?

La incultura y la pobreza es una fuente inagotable de delincuencia. No hablemos ya de las drogas, que convierten a los seres humanos en poco más que espectros.

A mí personalmente estos chicos me despiertan compasión. Eran grandes artistas, y se quedaron en nada. Se fueron poniendo a sí mismos la zancadilla con ahínco, hasta que finalmente no pudieron levantarse más. Tampoco creo que todo fuera culpa suya; me explico: está claro que la incultura hace mucho, pero estoy segura de que otras muchas personas se aprovecharon de ella, de ellos y de su éxito, hundiéndolos todavía más. Gente como Enrique San Francisco, que contaba con apoyo familiar y monetario, salió del infierno. Si no hubiera muerto su madre, puede que todavía tuviéramos con nosotros al magnífico Antonio Flores. Estos muchachos sin embargo contaban con pocos apoyos.

A quien no puedo perdonar es a los jóvenes que empiezan con las drogas duras hoy en día, cuando todavía podemos ver, aunque cada vez menos, los zombies humanos que quedan en nuestras calles, despojos de aquella época.

No dudo que la genética tenga que ver en determinados casos de violencia, pero no creo que estos actores-delincuentes sean el ejemplo en absoluto. De hecho que yo sepa ninguno tuvo antecedentes penales hasta que el mono los llevó a la desesperación. Por tanto, no fue la genética, si no la adicción.

Muy interesante la reflexión, en cualquier caso.

Un saludo

Al Neri dijo...

Virginia, muchas gracias por su comentario. Me gustan mucho sus blogs sobre cine quinqui, un género que me interesa como a usted.

Tenía prevista una tercera parte de "Recordando el cine quinqui", dedicada a los imitadores de José Antonio de la Loma, a algún filme curioso como "Maravillas", "De tripas corazón" (con un Pirri magnífico), a los problemas de Saura en "Deprisa, deprisa" y a la evolución del género hacia el cine social en sentido estricto.

Su reflexión es lógica a más no poder.

Seguimos en contacto.

Virginia dijo...

Dejando a un lado la reflexión y limitándome a la pantalla, diré que hasta que vi De Tripas Corazón pensaba que Pirri se apañaba para conseguir siempre las mejores frases del guión. Luego me di cuenta de que no, que era él, su personalidad, quien las convertía en las mejores. Igual de grande en Maravillas que en De Tripas Corazón. Pirri no se va a ofender por su tardanza, pero yo estaré al acecho esperando su Pluma ;)

Un saludo