jueves, 30 de julio de 2009

RESPETO

El Diccionario de la RAE define respeto como “veneración, acatamiento que se hace a alguien”; como “miramiento, consideración, deferencia” y, en una tercera acepción –entre otras- como “manifestaciones de acatamiento que se hacen por cortesía”.

Yo quiero lanzar un par de preguntas: ¿Todas las ideas deben ser respetadas?. Y más importante aún: ¿todas las personas merecen respeto?


Para mí responder a la primera es sencillo. Por supuesto que no todas las ideas son dignas de respeto. Hay opiniones que yo ni venero, ni acato, y con las que no tengo la más mínima consideración ni deferencia. Algunas porque me parecen gilipolleces mayúsculas y otras –sobre todo políticas- porque me parecen egoístas o perversas.

Cuando era un chaval lleno de entusiasmo pensaba incluso que a quienes difundían o proclamaban públicamente ciertas doctrinas o planteamientos, y mucho más a quienes se dedicaban a atacar los míos, era mejor pegarles un garrotazo en el sentido más literal del término. Así, muerto el perro, se acabó la rabia. Pero ahora que me he convertido en un hombre cómodo, civilizado y rebosante de sensibilidad democrática, casi siempre me callo la boca y me conformo con gruñir para mis adentros, sobre todo en ambientes que no son de confianza. Quizá este sea el respeto de la acepción tercera del Diccionario: "tolero" las mamarrachadas que me dicen por pura cortesía, o casi mejor por no montar un pollo, no cometer un crimen o no desarrollar una úlcera de estómago.

En cuanto al respeto hacia las personas, hay que diferenciar.

Todos los seres humanos
somos iguales en dignidad, y esta dignidad sagrada hay que respetarla a cualquier precio. Por muy subnormal o impresentable que sea un tipo, por muchas tonterías que diga, por muy incoherente que sea su comportamiento, por mucho que nos provoque la carcajada, siempre debemos evitarle insultos, humillaciones o cualquier actitud que le dañe o le haga sentir incómodo. Este respeto debería llegar incluso a defenderle de una vejación pública infligida por terceros, independientemente de la causa o –insisto- de lo deplorable que nos parezca el sujeto.

Aunque, claro, todo esto no significa que tengamos que hacer caso o tomarnos en serio a quien es imposible tomar en serio. Siempre he dicho que el respeto entendido como el derecho a que te escuchen, a que te valoren y a que no te tomen por el pito de un sereno no es algo con lo que se nace automáticamente, sino que debe ganarse a lo largo de la vida, a base de demostrar que eres una persona seria de la que uno puede fiarse; que si prometes algo, lo cumples; que si dices de estar a una hora, estás; que si predicas una cosa no haces luego la contraria; que no dices lo primero que se te ocurre, ni opinas a destiempo o al buen tun tún, teniendo siempre que rectificar a toro pasado; que sabes defenderte y no toleras que te falten, etc…

Quien no se ha preocupado por demostrar todo esto, o mejor dicho ha demostrado todo lo contrario, que luego no se queje de que nadie le hace caso, de que nadie se fía de él o de que le hacen más chirigotas que al común de los mortales. Que no proteste por que en el trabajo no tienen en cuenta sus criterios, ni por que en casa es el último mono. Que no se sorprenda por que cuando opina de cualquier tema la gente ni le escucha, ni se cabree cuando, tras aguantar sin decir ni pío la misma broma pesada durante años, comprueba que cada vez es más pesada.

El respeto, el honor en definitiva, hay que currárselo. Si ni siquiera nosotros nos respetamos, no pretendamos que lo hagan los demás.

martes, 28 de julio de 2009

EL COMENTARIO DE LA SEMANA (37): LOS TIEMPOS DE LA HARINA Y EL KILO DE PAN

El mejor comentario de las últimas semanas ha sido:


" (...) Leo con estupor una entrada previa en la que se enumeran 100... comportamientos inasumibles para uno de los autores de este blog, la gran mayoría de ellos sólo inasumibles para un carcamal ¿y pretenden hacer una gracieta con esas supuestas respuestas a un piropo? Esta entrada, como la gran mayoría de las que aparecen en este blog, entre las que encontramos desde la más rancia homofobia hasta una defensa más o menos encubierta del fascismo, pasando por todo tipo de alusiones machistas, no es sino producto de individuos cuyo íntimo deseo es la resurrección de tiempos y conductas pasadas que lamentablemente no son tan pasadas como nos quieren hacer ver. Un blog en el que sólo intervienen hombres en sus respuestas, hombres nostálgicos de los tiempos de la harina y el kilo de pan. Hombres relativamente jóvenes con un trato con mujeres tan limitado que son capaces de escribir esas inverosímiles y ofensivas respuestas a un carpetovetónico piropo (palabrita), hombres que al parecer no se han dado cuenta de que Aprendiz, la única supuesta mujer que responde a este foro con inusitada frecuencia, es un tío. Joder".

Autor: Anónimo (JD
M)

sábado, 25 de julio de 2009

"EL LECTOR"

Rara vez me convencen las películas sentimentales, pero esta me ha emocionado de verdad. Rara vez recomiendo una película, pero hoy voy a hacerlo con todo mi entusiasmo. Anoche vi The reader (el lector) y todavía estoy disfrutándola recordando sus detalles, su ternura, sus paisajes y su gran humanidad velada tras un contenido altamente erótico que no desmerece para nada la calidad del conjunto, ya que incluso las escenas más tórridas se apartan del mal gusto al que nos tienen acostumbrados.

No sé cómo hablar del argumento de esta peli sin destriparla. En una ciudad alemana de finales de los años cincuenta, una bella revisora de tranvía de treinta y tantos seduce a un adolescente llegando a obsesionarle de tal manera que se aparta de sus estudios, de sus amigos del instituto y hasta de su familia. Hanna es una mujer muy sensual, pero a la vez introvertida, silenciosa y con un carácter recio y hasta autoritario. Lo que más le gusta es que su jovencísimo amante le lea libros antes de hacer el amor. Desde Goethe hasta Tintín, pasando por La Odisea, los clásicos y hasta Mark Twain (Huckelberry Finn), Michael lee fascinado para ella todas las novelas, cuentos y cómics que caen en sus manos. La aventura dura un largo verano y las cosas vuelven a su cauce cuando el muchacho ingresa en la Facultad de Derecho. Pero pocos años después el terrible secreto de Hanna sale a la luz durante uno de los macroprocesos contra los implicados en las matanzas de Auschwitz.
Me ha parecido un pedazo de película en todos los sentidos, incluido el tratamiento de los crímenes nazis, alejado del típico maniqueísmo. Por otra parte, la interpretación apoteósica de Kate Winslet (Oscar a la mejor actriz), la banda sonora y el guión basado en la novela de Bernhard Schlink ponen un gran broche de oro a los grandes dilemas morales que aborda la cinta: ¿El amor tiene edad?, ¿es tan esencial el sexo en el amor?, ¿puede una buena persona cometer una atrocidad en determinadas circunstancias?, ¿nuestro comportamiento se rige por la ley o por la moral?

El único gran defecto para mí es el actor que hace de Michael maduro, Ralph Fiennes (El paciente inglés, El jardinero fiel...), que no hay quien se lo trague.

miércoles, 22 de julio de 2009

¿QUÉ CONTESTAN CUANDO LAS PIROPEAMOS?

Haz una prueba bien sencilla: Piropea a una chica cualquiera. Dile algo bonito a tu vecina, a una amiga que te parezca mona, a tu novia, a tu mujer, a la maciza que te acaban de presentar o a una compañera de clase. Ya verás como, si te responden algo, usarán con toda seguridad una de las 20 frases de la lista que adjunto.

Luego querrán que no digamos que son todas iguales…

1- ¡Qué cosas tienes!
2- ¡Qué cosas me dices!
3- ¡Cómo eres!
4- Ji, ji, ji.
5- ¡Qué tío!
6- No soy guapa para nada.
7- No lo dices en serio
8- Eso se lo dirás a todas
9- ¡Qué tonto!
10- ¡Cómo te pasas!
11- ¡Qué boniiiiito!
12- Vete a decírselo a la rubia de antes.
13- ¡Qué pelota!
14- Bueno, bueno…
15- ¡Qué galante!
16- Es que me miras con buenos ojos.
17- Pues muchas gracias, hombre.
18- No empecemos...
19- Uy, uy, uy…
20- Ya, claro.

domingo, 19 de julio de 2009

UN DESPISTE PUNIBLE

Hace tres días nos enteramos del suceso dramático de un niño de tres años de un pueblo de Vizcaya que ha muerto de asfixia dentro de un coche porque su madre se olvidó de él y se fue a trabajar sin darse cuenta. El caso ha generado una cierta polémica en los medios entre quienes entienden que se trata de un error humano muy grave pero no merecedor de pena de cárcel, ya que bastante desgracia y sufrimiento tendrá ya la madre, y quienes piensan que una negligencia semejante con un bebé indefenso merece un castigo riguroso por parte de la sociedad.

Uno, que es bastante despistadillo, tiende a mostrarse tolerante con los errores ajenos, pero no sé si aquí podemos hablar de despiste o más bien de imprudencia temeraria, de pasotismo total, de falta del cuidado más básico y exigible y de peligrosidad manifiesta de una señora que no sabe ni por donde se anda.

Se pueden tener fallos, torpezas y meteduras de pata de las más diversas envergaduras sin que nos tengamos que llevar demasiado las manos a la cabeza. Otras se pueden arreglar con dinero o con lo que sea. Pero lo de esta mujer clama al Cielo, ya que los padres de un niño de tan tierna edad asumen un deber de cuidado de especial cualificación que no puede ser objeto de disculpas ni de despistes pasajeros que pongan en peligro a la criatura. No hay excusa posible, ni atenuante aplicable. Estamos ante un desastre de madre, ante una incompetente de cuidado a la que hay que vigilar con mil ojos como mínimo.

Hay quien dice que no es una asesina y que no lo ha hecho adrede. Estamos de acuerdo y precisamente por ello nadie habla de imputarle un asesinato ni aplicarle las penas que conlleva este delito. Ni siquiera un homicidio común. Yo me conformo con que cumpla la pena correspondiente a un homicidio imprudente, que en España es tan sólo de prisión de uno a cuatro años. Estoy totalmente a favor de su ingreso inmediato en prisión como forma de dar ejemplo y de reprimir semejante irresponsabilidad, tan monstruosa inversión de prioridades y tan alarmante incapacidad para conciliar el trabajo con las obligaciones elementales de una madre (algo que por otra parte les pasa a muchísimas madres trabajadoras, que bastantes pocas desgracias pasan…). También debería ser retirada la patria potestad de la delincuente sobre otros hijos pequeños que pueda tener (desconozco si los tiene), pues no cabe duda que esta persona tiene más peligro que el Lute en un Carrefour.

Otros argumentan, como ya he señalado, que bastante castigo lleva encima la madre como para enchironarla encima. Bueno, ¿y qué?. ¿Acaso otros homicidas imprudentes como los que conducían hablando por el móvil o embriagados no quedan traumatizados también de por vida por su error y no por ello nos planteamos que deban eludir el ingreso en prisión? Seamos un poco justos.

Por último, les hay que se oponen a castigar a esta celosa trabajadora porque el error o delito se ha cometido en el ámbito familiar. Esto ya es de traca. Precisamente esta circunstancia debería constituir un agravante por la especial obligación de amparo y protección que deben asumir los padres con los hijos. Sin embargo, la clave del asunto es que muchos en el fondo piensan que esta obligación de proteger a los propios hijos es un asunto privado y familiar y que el Estado debe interferir lo menos posible, incluso cuando se produzcan desajustes o hasta desgracias como consecuencia de su incumplimiento. Esta mentalidad me parece perversa. El Estado siempre debe proteger celosamente a todos los individuos incluso frente a sus propias familias.

Pienso
que en casos como este deberíamos dejarnos de ñoñerías y buscar soluciones de justicia y de protección, especialmente de los más débiles, frente a conductas tan dañinas y peligrosas.

jueves, 16 de julio de 2009

CHOCHONAS SOBRE RUEDAS

En otras entradas he comentado que, desde que empecé a trabajar, hace ya ocho años, me he visto obligado a conducir cerca de 30.000 kilómetros por año. Así, me ha tocado lidiar con la lluvia y la niebla; en una ocasión me quedé atrapado en un nevero; incluso una vez, tras patinar en el hielo a 30 kilómetros por hora, golpeé contra un quitamiedos costándome, y a Dios gracias, 600 euros en chapa.

En trece años de carné he sido multado en tres ocasiones por un importe total de poco más de 290 euros. Siempre por exceso de velocidad en tramos donde el mayor peligro era el celo recaudatorio de la DGT. Sin embargo, sólo me han efectuado pruebas de alcoholemia en dos oportunidades, resultando siempre un 0,0.

Comprendo y comparto la obsesión de Tráfico por el alcohol al volante y su peligrosidad pero, sin embargo, creo que, si bien el exceso de velocidad puede también ser el responsable de muchos accidentes, no es menos cierto que una mal entendida prudencia también puede ser causa de siniestros y, además, denota falta de habilidad al volante del conductor y una ausencia total de confianza en sí mismo.


Probablemente por la insistencia del Gobierno, cada vez más nos cruzamos y padecemos a esos conductores -generalmente mujeres o ancianos- que no sólo obedecen a pies juntillas y de forma casi irracional los límites de velocidad impuestos ridículamente en ciertas carreteras –idénticos a los de hace 40 años a pesar de los avances tecnológicos- sino que, además, van notablemente por debajo del límite máximo. Personas que circulan a 100 o menos por autovías en hora punta; a 20 por la ciudad o a 70 por carreteras secundarias en perfecto estado, reduciendo hasta 50 en las curvas. Individuos e individuas –no se vaya a enfadar la srta. Aído- que, en muchos momentos, ni siquiera son capaces de mantener su vehículo en una trayectoria mínimamente rectilínea o de usar los intermitentes o de sostener una velocidad constante al ser adelantados. Conductores que no comprenden la función de los retrovisores -no sirven para retocarse el peinado ni el maquillaje- y que, muy probablemente, no hubieran superado un test psicotécnico que fuera medianamente serio y no el trámite ficticio y sacacuartos que es ahora: mientras las pruebas de aptitud las sigan realizando gabinetes médicos privados, no pasarán de ser un sello que se compra por 30 euros.


En fin, que creo que también se debería multar y perseguir a los que fuerzan a los camiones a realizar adelantamientos apurados; a los que crean embotellamientos y caravanas peligrosísimas y que, paradójicamente, quizás nunca sean cazados por el radar ni sufran un accidente en toda su vida. Simplemente, se conforman con provocarlos. Y para más INRI, presumirán de prudentes y de lo barato que es su seguro.

martes, 14 de julio de 2009

COMERCIANTES AVARICIOSOS

Muchas veces culpamos a las grandes superficies por su falta de ética a la hora de machacar al pequeño comerciante. Aprovechando su influencia y poder, extienden sus tentáculos monopolísticos para lograr que se modifiquen todas las reglas, hasta el punto que se hace imposible competir con ellos: fuerzan a las negociaciones con los proveedores; alteran los horarios de apertura; logran ventajas fiscales y económicas de la Administración; explotan a sus empleados vilmente...

Sin embargo, hoy voy a romper una lanza a favor de la seriedad y el buen trato que se recibe en muchos de estos grandes comercios en contraposición con ciertas prácticas, también muy poco éticas, que practican algunos pequeños comerciantes y que, seguramente, todos nosotros habremos padecido alguna vez. Por cierto, animo a que se compartan en los comentarios.

Podría extenderme y hablar del pésimo trato que el cliente recibe en muchas ocasiones; de los manejos que se traen con los precios en las rebajas; de la falta de palabra en los plazos; de la ausencia de conocimientos sobre los objetos propios de su comercio; de la antigua costumbre de forzar las pesas y aparatos de medida; de engañar a las viejecitas con el cambio; de colar, en cada kilo de naranjas, una o dos en mal estado... Pero prefiero centrarme en el tema de los cartelitos en que anuncian que no se devuelve el dinero.


Entiendo que un comerciante pequeño no esté dispuesto a devolver el importe de un artículo cuando el cliente, una vez adquirido, se arrepienta de su elección. Es más, me parece un detalle que el minorista esté dispuesto a hacerte el típico vale para que efectúes otras compras en su establecimiento por el mismo valor. Pero negarse a devolver el efectivo cuando el producto adquirido es defectuoso o no cumple con las especificaciones garantizadas por el vendedor es de tener una cara impresionante, de ser un auténtico estafador criado en la cultura del pelotazo y, sobre todo, un imbécil redomado, que prefiere pringarse en unos pocos euros antes que conservar buenos clientes y ganarse fama de serio y honrado. Eso sin contar lo mal que debería pasarlo cualquier persona decente si un cliente le «montara un pollo» delante de otros o le interpusiera la correspondiente hoja de reclamaciones o una denuncia.

Bien es cierto que muchos de estos impresentables se aprovechan de la cada vez más extendida timidez y vergüenza de muchos, que prefieren ignorar que les están estafando con tal de no discutir y buscarse problemas; actitud que no logro distinguir claramente de la estupidez: ¿les cuesta tan poco esfuerzo ganar el dinero? ¿De verdad necesitan tanto otros productos del mismo comercio como para aceptar un vale? ¿Tienen miedo de un vendedor con pinta de ogro? ¿Qué les va a hacer, pegarles? ¿No saben rellenar una hoja de reclamaciones?

En fin, que por mi parte, salvo comerciantes ya conocidos, serios y de confianza, que los hay, soy partidario de comprar en grandes superficies o a los gitanos del mercadillo que suelen demostrar más honradez que muchos tenderos encorbatados de tres al cuarto.


sábado, 11 de julio de 2009

LOS GIMNASIEROS


El establecimiento deportivo era, y sigue siendo, uno de los más grandes y selectos de la ciudad. Está ubicado en un conocido centro comercial y ofrece numerosas clases y actividades, incluyendo aerobic, body-pump, spinning, rayos UVA, pádel, sauna y piscina climatizada. Está lleno de pijos hasta la bandera y te encuentras la tira de médicos, abogados, concejalas y hasta consejeros de la Junta.

Ellos eran de un pueblo cercano y todas las tardes sin falta, en 2007, venían al gimnasio en un citroen dos caballos verde lleno de mierda.

Enseguida llamaron la atención. Recorrían las instalaciones hablando en voz muy alta entre ellos. Eran divorciado y soltero y rondaban los 40. Creo que eran parientes.

El separado era un poco gordinflas y peludo como un mono; el otro en cambio estaba esmirriado como el palo de una escoba. El gordito llevaba todos los días el mismo pantalón corto rojo chillón, de los llamados marcapaquetes, que sólo le tapaba la huevera. Luego lucía unas camisetas inconfundibles. Recuerdo por ejemplo una amarilla de propaganda de FERTILIZANTES MARTÍN, S.A. y varias del sindicato ASAJA. El otro paisano, el delgado y soltero, no se quitaba el pantalón largo del chándal ni en verano y en la parte de arriba se ponía camisetillas de tirantes de la marca Puma.


La primera incidencia se produjo nada más llegar, cuando el soltero se dirigió a voces al monitor de la sala de musculación:

- ¡Chavalote! ¿Qué aparato va bien para echar culo?

Ya digo que rápido se hicieron famosos. Hablaban con todo el mundo y a la menor ocasión proclamaban ser empresarios agrícolas y se quejaban de lo mal que está el campo. Pero lo que les gustaba de verdad eran las churris.

Se ponían al fondo de la sala de bicis estáticas y entre pedaleo y pedaleo no dejaban de mirar a las tías más buenas y de hacer comentarios entre ellos, no en tono de susurro precisamente. Sus andanzas podía verlas todo el mundo por el espejo frontal. Era de vergüenza ajena.

- La de rosa, la de rosa. Fíjate en la de rosa, macho, menudo muslamen.

- Sí, sí, ¡se le ve la braga!

No paraban de estirar el cuello y de abrir los ojos y la boca como los peces de un acuario. A veces se ponían justo al lado de una jovencita con buenas curvas y estaban diez minutos mirándola de reojo y sonriéndola, pese a su total indiferencia. Al final uno de ellos se lanzaba:

- ¿Cómo te llamas, rubia?

La rubia solía estar oyendo música con su mp3 y ni se coscaba, y el donjuan venga a preguntarle el nombre a berridos, hasta que la muchacha terminaba quitándose los cascos y se ponía colorada por haberse convertido, sin quererlo, en la atracción de toda la sala. Solía cambiarse de bicicleta o desaparecer despavorida.

Algunas chicas simpáticas les siguieron la conversación al principio. No midieron el alcance de sus actos, pues a diario y durante meses los dos depredadores las seguían por todo el gimnasio contándoles su vida y preguntándoles impertinencias que podían escuchar nítidamente todos los clientes.

- Marijose, preciosa, ¡pero qué guapetona has venido hoy! –toda la peña volvía la cabeza.

- Hola, buenas tardes –sonrisa forzadilla de la pobre, mientras huía hacia la piscina.

- ¿Qué?, ¿a nadar como los patos un ratico? –era el gordo y la miraba el culo con todo el descaro- Oye, a ver si nos tomamos unos cacharros un día a la salida.

El día que los dos se prestaron a enseñar a unas erasmus italianas cómo se hacía un ejercicio de tríceps, agarrándolas por la cintura, cogiéndoles los brazos y babeando como caracoles, fue cuando alguien les apodó Pajares y Esteso. Todo el mundo les llamaba así y a veces también “los gimnasieros”, en honor a la película Los bingueros, del famoso dúo cómico.

- ¿Pa qué necesitas tú aerobic de ése con tu cuerpo serrano? –le dijo el flaco una vez a una médico pelirroja, que no sabía dónde meterse.

A veces, Pajares, que se supone que era el fondón, agarraba a Esteso por los hombros y le voceaba entusiasmado:

- ¡Cómo te estás poniendo!, ¡cómo un toro! –Luego le pellizcaba una pierna:- ¡pero vaya “cuatríces” que estás echando, bribón!, ¡las vas a dejar baldadas!

Acostumbraban a mirarse juntos al espejo y a comentar sus avances, sacando bola e hinchándose como gallos, entre la hilaridad general. A veces se rascaban la entrepierna, creyendo hacerlo disimuladamente.

Situaciones también muy cómicas se producían cuando buscaban la complicidad de alguien en sus comentarios chabacanos. Era clásico que Esteso se acercara a un grupo de chavales estudiantes después de la clase de abdominales.

- ¡Vaya tableta que nos va a salir, campeones!. – Los chicos se descojonaban.- ¡Nos van a querer comer!

Luego les guiñaba el ojo y en voz muy poco más baja seguía:

- ¿Habéis visto a la monitora, qué canalillo? ¡A esa la iba a dar yo tableta de chocolate hasta que se hartara, oye!

La monitora, que estaba a tres pasos, siempre le oía y ponía un gesto de naúseas indescriptible.

También vivimos con esta parejita momentos de cierta tensión. Un día Pajares se tiró una potente pedorreta en la sauna y se quedó sentado tan tranquilo en el banquillo de madera, retorciéndose de risa. Al minuto, con el vapor y los calores, el olor era repugnante y dos tipos muy fornidos se salieron con cara de mala ostia y al pasar le llamaron mamarracho.

Pero peor fue una vez en el vestuario. Se metían en duchas contiguas y seguían charlando y diciendo salvajadas sexuales, mucho más a gritos de lo normal para oírse con el ruido del agua. Aquella tarde su conversación pública versó sobre los encantos de una veinteañera que habían visto en la sesión de body-pump:

- ¡Menuda está la Elisa, la de la malla azul!, ¡menuda jamelga!

- Pues miraba para atrás la muy lobona; la he pillao dos o tres veces. ¡Esa quiere marchuqui!

“La Elisa, la de la malla azul” salía con un jugador de baloncesto, bastante conocido en la ciudad, que iba al gimnasio a menudo y que en ese momento se encontraba casualmente cambiándose justo al lado de las duchas. Cuando Esteso acabó de asearse y volvió al vestuario con los huevos al aire, el vigoroso baloncestista le empujó contra las perchas y le informó de muy malos modos que era novio de “La Elisa”. Dos o tres chavales consiguieron contenerlo y calmarlo, diciéndole que no hiciera caso y que pasara, mientras nuestro amigo, blanco como la cal, insistía tartamudeando:

- ¡Que era otra Elisa, joder, que era otra Elisa!

Los gimnasieros llevan mucho tiempo sin aparecer por el local, no sabemos por qué. Dicen que se han cambiado de gimnasio porque la dirección les dio un toque a raíz de una queja que pusieron varias tías. El caso es que nunca he vuelto a ver unos clientes tan singulares. Y ya lo siento, porque yo me partía la caja.

martes, 7 de julio de 2009

100 CUTRERÍAS IMPERDONABLES


Hace mucho que teníamos ganas de publicar una lista rigurosamente científica de los comportamientos, actitudes y costumbres más inequívocamente horteras, además de imperdonables para la gente de orden y con un sentido estético mínimo.

Si te ves reconocido en buena parte de los comportamientos de esta lista, elaborada por el Cuatriunvirato en pleno con la inestimable colaboración de Aprendiz, eres sin duda una persona zafia, salchichera, con inclinaciones chabacanas y serias dificultades para identificar la elegancia y el estilo.

Si admites que la mayoría de puntos de la lista son disculpables o incluso te identificas plenamente con ellos, más te valdría, so cutre, dejar de convivir con las personas y mudarte a un poblado gitano.

Sin más preámbulos, aquí está la relación de zafiedades más terribles de nuestra sociedad:

1. Llevar en la muñeca un reloj digital.
2. Sacar comida del bufet de desayuno de un hotel.
3. Vestir de forma que se vea la ropa interior.
4. Darse el filete en público con la pareja.
5. Pagar a escote en los bares.
6. Vestir camisa de manga corta.
7. Presumir de haberse "tirado" a alguien.
8. Llevar gorra en espacios cerrados y en ciudades.
9. Escupir en el suelo.
10. Comer por la calle.
11. Silbar cualquier melodía
12. Gritar o levantar la voz en las discusiones o para llamar a alguien.
13. Enseñar a los amigos y familiares todas las fotos y vídeos de las vacaciones.
14. Tirarse pedos en público.
15. Hablar del sueldo que se gana.
16. Que las mujeres lleven “pinquis” en el calzado.
17. Arrejuntarse con la pareja.
18. Emborracharse y dar la murga a los demás.
19. Hablar de política con desconocidos.
20. Decir “footing” en vez de “salir a correr”.
21. Ir en bicicleta por la calle (si es una bici gratuita del Ayuntamiento, ni te cuento)
22. Asistir a una boda sin traje y corbata.
23. Preguntar a alguien lo que ha pagado por su piso.
24. Llevar mucho escote o minifalda muy corta.
25. Poner dibujos de los hijos pequeños en el despacho.
26. Tener la foto de los hijos o del cónyuge como fondo de escritorio.
27. Que se te vea la “hucha” al agacharte.
28. Piropear a alguien por la calle.
29. Decir que trabajas “en hostelería” (significa ser camarero) o, peor aún, que eres “empresario de hostelería” (significa haber abierto un disco-bar donde seguramente se trafica con pastillas)
30. Que los conductores se hurguen en la nariz en los semáforos.
31. Llevar en el coche adhesivos con textos como “chica sexy al volante”, “no corras, papá”, “bebé a bordo” o –lo peor de todo- el conejo de Playboy.
32. Tunear el coche y especialmente ponerle alerones o tintar las ventanillas.
33. Llamar o mandar sms a los teléfonos 900 que anuncian en la tele para participar en sorteos o concursos, para votar en programas tipo “OT” y “Gran hermano” o para descargarse melodías para el móvil.
34. Tener una tele de plasma de más de 40 pulgadas en un salón pequeño.
35. Declarar tu amor a quien claramente no te corresponde.
36. Combinar zapatos marrones con traje oscuro.
37. Calzar calcetines blancos con calzado oscuro.
38. Vestir un chándal o calzar deportivas si no se va a hacer deporte (incluso para estar en casa)
39. Dejarse barbas estrafalarias (muy larga, perilla, patillones de hacha…)
40. Lucir en el cuello ostentosas cadenas doradas, sobre todo dejando ver un pecho peludo.
41. Escuchar o bailar regetton.
42. Quitarse en público –y mucho menos en el trabajo- la americana del traje.
43. Pedir copa en la ronda que no pagas y Coca-Cola en la tuya.
44. Que un hombre use sandalias en cualquier circunstancia que no sea ducharse en el gimnasio. Si es con calcetines, mejor ni hablar.
45. Que un hombre se tiña, use peluquín o se peine con tupé o crestecilla.
46. Que un semi-calvo se deje crecer el pelo (lo que procede es un riguroso rapado al uno)
47. Que un hombre use pantalón corto para salir a la calle.
48. Que una mujer no se depile las axilas, las piernas o tenga pelusa sobre el labio superior.
49. Recitar en Misa, en voz alta, el Padre Nuestro antiguo o responder “Te alabamos, Señor” donde deba decirse “Gloria a ti, Señor Jesús”
50. Copiar el corte de los trajes del Presidente del Gobierno.
51. Rascarse los cojones en público.
52. Utilizar un mondadientes en cualquier contexto o situación.
53. Que una mujer diga tacos o haga bromas sexuales.
54. Poner figuras de sevillanas sobre el televisor.
55. Que una mujer lleve el pelo a lo chico o, peor aún, rapado.
56. Ir a putas.
57. Llevar tatuajes.
58. Llevar la música del coche a todo trapo.
59. Ir conduciendo un descapotable con una gorra puesta.
60. Que un hombre vista un traje sin corbata.
61. Señalar con el dedo.
62. Comer en la cocina.
63. Ir oyendo la radio en un transistor por la calle.
64. Ponerle a un hijo un nombre de telenovela o de un famoso.
65. Que un hombre vaya sin camiseta por la casa si hay alguien más, o se siente a comer así.
66. Que una mujer se ponga anillos en los dedos de los pies.
67. Lucir en el coche, ropa, complementos o donde sea la imagen de Güinidepú o de Jelouquiti.
68. Bautizar tu chalet con un nombre del estilo a “Villa Carmela”.
69. Calzar zapatos de charol.
70. Besarse el pulgar al santiguarse.
71. Usar lentillas de colores.
72. Mentir sobre las calificaciones académicas o sobre la naturaleza de tu puesto de trabajo.
73. Operarse las tetas.
74. Decir “Jesús” cuando alguien estornuda.
75. Llevar los pantalones caídos.
76. Utilizar facebook con asiduidad.
77. Emplear la palabra “sinergias” en un informe del trabajo.
78. Presumir de móvil de última generación o intercambiarse o mostrarse melodías o fotos con los amigos cuando se está charlando en una cafetería.
79. Poner en el currículo que trabajaste en Telepizza si aspiras a un puesto que nada tiene que ver.
80. Exhibir penes de peluche, tetas postizas y otros artículos de sex-shop en las despedidas de soltero.
81. Llevar el reloj en la muñeca derecha.
82. Ir a las fiestas de un pueblo de menos de 5.000 habitantes.
83. Que un hombre vista camiseta de tirantes.
84. Darse rayos uva.
85. Llevar gafas de sol de noche o dentro de un local
86. Quitar el silenciador del tubo de escape de la vespino.
87. Ligar por Internet.
88. Ir al gimnasio porque van todos los del trabajo.
89. Llevar una camiseta de Obama.
90. Usar ropa que enseñe el ombligo habiendo cumplido los 6 años de edad.
91. Que las mujeres vistan pantalón corto con botas altas.
92. Escuchar a "Los Chunguitos" o similares.
93. Que los hombres lleven pendientes.
94. Que las mujeres lleven más de un pendiente en cada oreja.
95. Preguntar “¿vienes mucho por aquí?” a una chica que acabas de conocer en un bar o discoteca.
96. Hacer de “celestino” entre dos amigos.
97. Quitarse la dentadura postiza en público.
98. Dar de mamar a un bebé en presencia de personas ajenas a la familia más íntima.
99. Pertenecer o compartir la estética de una tribu urbana o peña ultra de fútbol.
100. Veranear en Benidorm o en Torrevieja.

domingo, 5 de julio de 2009

EL CHOTEO DEL REAL VALLADOLID

Una imagen vale más que mil palabras, así que no voy a comentar demasiado los patéticos spots que ha sacado el Real Valladolid para publicitar los abonos de la próxima temporada. A mí la verdad el fútbol en general y el Pucela en particular siempre me han parecido una cosa poco seria, pero es que ahora...

No sé qué pensarán los forofos de
que en el monólogo pretendidamente humorístico se haga mofa y befa de la modestia del equipo y del sufrimiento de los aficionados hasta el último partido con el Betis, que les libró de bajar a segunda de pura chiripa. Y eso por no hablar de la comparación del precio del abono con lo que uno se gasta en una "mariscada con cuatro golfas que no conoces de nada".

Yo no tengo ni idea de fútbol, pero
quizá para animar a los seguidores podría recurrirse a otros mensajes más deportivos y edificantes, y sobre todo menos burlescos con los sentimientos de la afición, bastante machacados en la última liga por culpa de lo inútiles que deben de ser todos los jugadores, a decir de mis amigos abonados y entendidos.




viernes, 3 de julio de 2009

LA DENTADURA DEL ABUELO

Me lo contó hace dos años un cirujano maxilofacial que conozco bien. Él y otro compañero estuvieron varias horas operando a un anciano en Salamanca. No recuerdo qué le pasaba en la mandíbula. El caso es que al terminar, ya agotados, la exitosa intervención, se dieron cuenta de que en una mesita auxiliar del quirófano habían dejado la dentadura postiza, pero cuando intentaron colocársela al vejete vieron que no le encajaba bien, que le quedaba grande.

Dieron por sentado que se debía a la nueva forma de la mandíbula del paciente tras la operación y decidieron adaptar el tamaño de la prótesis con una pequeña lijadora eléctrica, limando aquí, cortando allá. Una chapuza de las que tanto le joden al Subdirector del Banco Arús, pero todo fuera por ahorrarle al caballero el dinerillo de una nueva dentadura.

Con arreglos incluidos, los dientes le quedaban al fulano como un tiro. No sabían qué pasaba, pero milagrosamente la boca parecía haberle encogido, pues los piños sobresalían descarados, levantándole un poco el labio superior. Parecía una hiena riéndose, la calavera de una bandera pirata. Le dieron otros retoques con unos alicates, pero la cosa no mejoró mucho, así que salieron del quirófano con el ancianito en la camilla que parecía una fiera a punto de darle un mordisco a alguien.

En la puerta estaba toda la parentela, que se acercó preocupada a ver qué tal había ido la operación. Entonces una niña de 6 años se quedó atónita mirando a su abuelo y exclamó:

- ¡Mamá, papá, al abuelito le han salido dientes!

La dentadura era del paciente que habían operado justo antes y que dejaron olvidada en quirófano.