viernes, 3 de junio de 2016

NO HAY HUMOR SIN ERROR



He hablado ya sobre el humor y sus códigos. Me inquieta el tema, pues considero que es muy relevante en las relaciones sociales, tiene mucho que ver con la cultura y con el carácter, y afecta directamente a la autoestima y a la felicidad.

Se ha  escrito muchísimo acerca del humor y la risa. Ya Platón y Aristóteles abordaron el asunto y desde entonces se han sacado innumerables conclusiones, a menudo contradictorias. Una de las grandes preocupaciones de los estudiosos a lo largo de los siglos ha sido determinar por qué nos reímos, qué cosas nos hacen reír.

Ya digo que hay cientos de teorías. Sin embargo, todas ellas tienen un punto en común: la risa es una conducta social, asociada al grupo, pues, salvo los locos, nadie se descojona en soledad.

Algunos antropólogos opinan que es una reminiscencia atávica del grito de victoria que nuestros antepasados homínidos lanzaban al derrotar a un clan rival. Según esta tesis, este extraño balbuceo compulsivo no es más que una reacción física ante situaciones de satisfacción, alegría o alivio, generalmente tras conseguir algo que se desea o eludir un peligro. En definitiva, la risa estaría relacionada con estados emocionales de bienestar o alegríaEsto explicaría, por ejemplo, que los bebés se rían cuando consiguen agua, comida o un juguete. 

Pero para mí la hipótesis más interesante es la que considera que la risa es un instrumento de socialización cuya utilidad es controlar la conducta de los miembros de un grupo y marcar las diferencias con los extraños. En otras palabras (y aunque no seamos conscientes de ello) los humanos no nos reímos porque algo sea divertido, sino para demostrar públicamente aceptación o rechazo hacia determinados comportamientos o individuos según encajen o no en nuestra cultura o en nuestro grupo, para elogiar o repudiar actitudes o defectos que nuestra sociedad considera aceptables o peligrosos.  Se trata de un mecanismo para modular la conducta de los miembros de una comunidad.

Esto hay que explicarlo porque tiene su miga. Según los autores que defienden esta visión, no existe el humor “neutro”; todos los estímulos cómicos responden, directa o indirectamente, a un fin de control social. Explican que, aunque a veces sea difícil de apreciar, hasta la risotada más inocua tiene un componente de halago o de crítica, tiene la función de estimular o de reprimir comportamientos. Por eso los códigos de humor, aunque presenten múltiples variaciones en función de la cultura, siempre se basan en los mismos elementos. Lo que nos hace reír es aquello que, en nuestro subconsciente, nos merece un aplauso o un reproche.

Las cosquillas, el estímulo más primitivo para provocar la risa humana, son una forma de comunicación entre la madre y el bebé con la que se demuestran mutua aceptación en una fase en la que el niño aún no conoce otras formas de lenguaje. El hombre siempre inicia el cortejo de una mujer intentando hacerla reír, pues sabe que la risa en ese contexto es un indicio inequívoco de aprobación, de consentimiento. Y en cuanto a los chistes y al humor, es fácil observar que casi siempre se centran en las anomalías humanas o en la falta de habilidades (feos, torpes, cheposos, gangosos, tartamudos, homosexuales) y en las conductas o costumbres más íntimas (sexualidad, escatología), ya que son nuestra manera inconsciente de estigmatizar a las personas “defectuosas” para proteger al grupo (de ahí la conocida frase “no hay humor sin error”) y de transmitir que ciertas necesidades fisiológicas solo deben satisfacerse en privado. La risa, en este sentido, también funcionaría como resorte de autodefensa, como un intento de trivializar los tabués culturales o aquellas situaciones en que nos sentimos desamparados o en las que perdemos el autocontrol. Esto podría explicar nuestra tendencia a reírnos sin motivo cuando estamos ebrios. 

Por todo lo dicho, el humor y las bromas, como ya expliqué en su momento, pueden convertirse en una herramienta encubierta de dominación con la que los poderosos imponen a los débiles sus valores y pautas de conducta. Y es que una de nuestras mayores aspiraciones es que los demás se rían con nosotros, pero nunca de nosotros.


Otros posts sobre el humor y la risa en La pluma viperina:


3 comentarios:

Tábano porteño dijo...

Quien también tiene una concepción ética del humor es Baudelaire, pero, poeta maldito al fin, la extrema hasta llevarla a otra dimensión inefable y terrible. El ensayista Juan Carlos Foix la tesis baudeleriana así:

"Fragmentaria pero rica en atisbos, su tesis comienza por afirmar que lo cómico denuncia filiación satánica. Primera sorpresa: la risa es hija del diablo.
(...)
En la risa hay superioridad; ella se produce siempre a expensas de una humillación, sea por visión directa de la misma realidad de la humillación como por visión de su fantasma. Es lo mismo -dicho en otras palabras- reir de que alguien tropiece y caiga inesperadamente en la vía pública como que ello se produzca ante un chiste. Porque todos los chistes descansan sobre el mismo mecanismo, que es éste: hacer aparecer de pronto algo frente a lo cual lo anterior queda desprestigiado o desmentido.
Ahora bien, el que eso haga reír indica que la risa es signo de la soberbia y que por lo tanto está más cerca de la pena que del puro gozo o del júbilo. Satánica es pues la filiación de esa condición humana.
La risa tiene lugar cuando los principios del orden ideal (angélico) quedan mellados y zaheridos por la presentación inopinada y escandalosa de lo contradictorio (humano).
(...)
¨La risa humana -dice Baudelaire- guarda relación íntima con el accidente de una antigua caída.¨"
(J. C. Foix, "Qué es lo cómico").

Anónimo dijo...

El Barullo ha vuelto a publicarse,desde aquí no enlaza.

Al Neri dijo...

Esto me recuerda a El nombre de la rosa.