martes, 7 de junio de 2016

HISTORIA ACADÉMICA E HISTORIA MILITANTE

Esta semana he leído en mi revista de historia favorita una curiosa reseña de un libro que acaba de publicarse sobre el Frente Popular de 1936 con motivo de su 80º aniversario. No tengo la menor intención de hacer publicidad de este monográfico, que intuyo nefasto, pero no me resisto a comentar la reseña, en la que se dice que su autor “desde el principio deja claro honestamente cuál es su posición política” y que la obra es “un buen ejemplo de historia académica y, a la vez, de historia militante. Ante tales enormidades no sabe uno si sonreír o echarse a temblar. 

Coincidiremos todos en que resulta utópico pretender que los historiadores escriban con total objetividad, pero digo yo que la neutralidad debería ser una de sus mayores aspiraciones, pues, de lo contrario, las diferencias entre un libro de historia y un panfleto político podrían llegar a ser imperceptibles. Es cierto que, por sus propias características, la ciencia histórica jamás podrá tener el rigor y la exactitud de las matemáticas, pero entre una enumeración aséptica de fechas y datos y un libelo o panegírico sectario hay un amplio margen en el que todo cronista serio debería moverse. De no ser así, estaríamos hablando de cualquier cosa menos de historia.

Por eso me ha dejado de una pieza que una revista digna, en la que colaboran catedráticos de supuesto renombre, se descuelgue con esa idiotez de que la historia académica puede ser al mismo tiempo historia militante, y de que un marxista tan ideologizado como el autor del libro sea capaz de hacer una contribución mínimamente solvente a la historiografía sobre la Segunda República en general y sobre el Frente Popular en particular. 

Uno, que ha leído muchos libros fuertemente politizados sobre períodos convulsos de la historia de España, si algo ha aprendido es que no son textos de historia. No estoy afirmando que sean obras sin ningún interés, que no aporten datos e interpretaciones valiosos ni que sus autores sean unos indigentes intelectuales; simplemente que son la peor opción posible para hacerse una idea completa y equilibrada de los acontecimientos que se analizan. Y ya si se trata de un militante político metido a narrar la historia de su propio partido, apaga y vámonos: el resultado solo podrá ser satisfactorio para sus correligionarios, que se deleitarán al hallar en cada párrafo la confirmación de sus ideales.

Repito que una obra muy ideológica sobre un determinado período u organización histórica puede aportar mucha luz en forma de puntos de vista, nuevas vías de interpretación y detalles de la intrahistoria que a menudo pasan desapercibidos al investigador universitario. Lo malo es que estos libros también suelen esconder bastantes sombras, pues tienden a manipular la información, a resaltar u omitir datos según interese y a ofrecer versiones sesgadas de los hechos en función de las ideas, filias y fobias  Distinguir el trigo de la paja es imposible salvo para iniciados en la materia.

Un ejemplo del que podría hablar a fondo es el de los estudios sobre Falange Española y las hagiografías de José Antonio Primo de Rivera publicados por camisas azules entusiastas. Evidentemente estas lecturas pueden ser muy agradables para un joseantoniano, pero si este decide abrir su abanico y leer a otros investigadores pronto se dará cuenta, salvo que sea tonto, de que no hay nadie menos apropiado que un falangista para escribir sobre los avatares históricos del falangismo. 

Luego hay otro fenómeno curioso que ha de tenerse en cuenta: cuanto más específico y polémico sea un tema histórico más probabilidades hay de que los autores de los pocos títulos disponibles sobre el mismo estén marcadamente politizados.  Por ejemplo, una monografía sobre el reinado de Carlos III tendrá un riesgo bajo de ideologización debido a la amplitud de la etapa y a lo aséptica que resulta para el gran público. Sin embargo una tesis doctoral sobre el requeté, o un ensayo sobre la represión en Valladolid durante la guerra o sobre la trayectoria del Frente Popular, casi podemos jugarnos la mano derecha a que han sido escritos por personas muy sugestionadas por estas temáticas y con un posicionamiento bien definido (y generalmente indisimulable) al respecto.

1 comentario:

Tábano porteño dijo...

En Argentina, para los que conformamos el campo de lo que se conoce como "nacionalismo" en general (podría decirse que abarca desde nacionalcatólicos hasta algunos peronistas ortodoxos) sostenemos, con pequeñas diferencias grupales pero en general grandes coincidencias en lo principal, lo que se conoce como "revisionismo histórico": básicamente, la común defensa del origen greco-latino hispano-católico de la Patria contra la historia " "oficial" que se venía narrando desde hace décadas. Mas hete aquí que surge algún disidente con ganas de cuestionar y propone ideas como ésta, que nos demuestra que el adocenamiento ideológico fruto del voluntarismo militante también puede estar entre nosotros, tanto o más que entre los liberales:


"En países como el nuestro, donde no hay un origen común, un pasado mítico ni varias generaciones de antepasados en guerras comunes, se presenta más agudamente el problema de caracterizar la existencia colectiva de modo tal que los individuos se “identifiquen” con ella. “Identificación” significa aquí que los hombres y grupos puedan referirse a esa totalidad, ubicarla en la historia y decir: sus fines son los míos, sus amigos y enemigos mis amigos y mis enemigos. Esa referencia no tiene que hacerse por mecanismos complicados, que sólo unos pocos puedan seguir mentalmente. Entonces vienen en ayuda las palabras clave. Esa ayuda luego se la cobran, provocan la adicción a creer que razonar es jugar al dominó.

El nacionalismo tradicional en Argentina optó por hablar de la Edad Media, sumarle a ella la Hispanidad – que prolongaría esa Edad Media –- y luego referirse a los caudillos federales, al gaucho, prolongaciones de la hidalguía hispánica. El Nosotros o el “ser nacional” tenía a mano la fórmula, si nos permitimos la simplificación:

1 Edad Media + Hispanismo + J. M. de Rosas = Ser Nacional
Con la explicitación de esas palabras clave (mediante Cursos de Cultura Católica, incursiones en tradicionalismo español contra la Leyenda Negra, lectura del Martin Fierro y revisionismo histórico) se daba un sostén a ese nacionalismo. Al mismo tiempo se proponía una secuencia de palabras clave para ubicarnos en la historia universal. Frecuentemente sonaba así

2 Helenidad, Romanidad, Cristianismo, Modernidad
En esa Modernidad los mentores ideológicos colocaban la Reforma, el Liberalismo y el Comunismo, obviamente como enemigos. Colocaban en realidad miles de cosas, a empujones y puntapiés. Abracadabra, ya estaba listo el intelectual anticomunista, incondicional de las dictaduras militares."

http://www.juliusevola.it/risorse/template.asp?cod=625&cat=ART&page=2