lunes, 18 de enero de 2016

CONFESIÓN "A LA LUTERANA"


Hace poco, en una tertulia de amigos, a raíz de una discusión sobre el sacramento de la Penitencia, me reí tanto que pensé que se me desencajaban las costillas. Creo que merece la pena contar aquí lo sucedido porque es muy hilarante y porque también me interesa conocer la sincera opinión de los lectores del blog.

La cosa comenzó cuando uno de mis amigos comentó, no recuerdo a cuento de qué, la vergüenza que le daba en sus años de bachillerato y de universidad confesarse de cierto tipo de pecados que todos podéis imaginar. Venía a decir que la principal causa por la que terminó abandonando el sacramento de reconciliación fue el sofoco que pasaba contándole al cura sus prácticas onanistas o sus expansiones físicas con la novia o con sus ligues. Acabó considerando que era absurdo relatar una y otra vez estos pecados al confesor, pasar un mal rato semejante, cuando tampoco estaba nada seguro de querer abandonar esas “costumbres”. Según contaba, alguna vez se planteó seguir confesándose sin referir estos escabrosos deslices, pero al final concluyó que eso equivaldría a hacerse trampas al solitario y que la absolución en todo caso sería inválida; y por simple honestidad prefirió desistir.

En esto que otro amigo, compañero de colegio del anterior y católico bastante practicante, intervino para reprocharle su actitud:

– Pues me parece fatal que dejaras de confesarte por ese motivo. No tienes por qué avergonzarte ante un sacerdote, que está para ofrecerte su comprensión y su consejo. Además, tío, tampoco hace falta entrar en detalles con esos temas. Se menciona el asunto y ya está. No es para tanto.

– ¿Cómo que no es para tanto? –saltó el aludido– Son pecados que hay que contar y resulta muy embarazoso explicarlos. ¿A ti no te daba corte? A ver, ¿cómo haces tú, listillo, para confesar ese tipo de cosas sin entrar en materia y sin sonrojarte?

Todos celebramos la pulla con una carcajada estruendosa. Pero el aludido no se amilanó y explicó detalladamente su técnica penitencial:

– Pues muy sencillo. Yo cuando voy a confesarme me suelo acusar normalmente de seis u ocho pecados, y todos los enuncio de una manera general, incluidos los del sexto mandamiento cuando corresponde. Suelo decir toda la lista seguida y bastante rápido, pues casi siempre son las mismas cosas, y en mitad de toda la retahíla meto también esas caídas a las que tú te refieres, como quien no quiere la cosa, y jamás doy ni me preguntan detalles.

– ¿Eh? ¿Qué es eso de que los enuncias “de una manera general”? ¿Cómo que no das detalles? A ver, que no lo acabo de pillar: ponme un ejemplo práctico de cómo lo expresarías de esa "forma general" que tú dices…

– Joder, pues qué sé yo. Por ejemplo, la cosa podría ser más o menos así: “Ave María Purísima”, “sin pecado concebida” – y aquí se puso a recitar a una velocidad de vértigo, como en el viejo anuncio de los coches de juguete Micro Machines– , “padre , me acuso de egoísmo y de vanidad, de haber discutido con mi hermana, de irritarme fácilmente, de ser demasiado cómodo, de perder el tiempo, de faltas contra la pureza, de haber faltado a misa, de envidiar los éxitos de los demás, y de comer y beber en exceso".

Aquí las risas ya estallaron como una bomba atómica. Alguno de los presentes tuvo que bajarse del taburete para no caerse. Yo mismo aporreaba con el puño la barra del bar entre espasmo y espasmo. Teníamos lágrimas en los ojos. Imaginábamos la escena en el confesonario y no podíamos contenernos. Pero el otro no se calló, sino que cabreado como una mona, se puso a lanzar exabruptos contra esa clase de confesiones:

– ¿Faltas contra la pureza? ¡Pero tú eres un sinvergüenza! ¿Qué mierda de confesión es esa? ¡Encima de carrerilla! ¡Eres un puto defraudador penitencial! ¡Tus confesiones son como las declaraciones de la Infanta Cristina!

– Oye, oye, cuidado, que a mí en más de veinte años ni un solo cura me ha interrumpido ni me ha pedido pormenores… Bueno, miento: una vez un párroco joven, el muy morboso, me dijo: “para, para, chaval, vayamos por partes..."

– ¡Tú eres un fariseo y un jeta! O sea que yo me he pasado toda mi adolescencia sufriendo para explicarle al cura cuántas veces me la pelaba, y tú mientras te ibas de rositas con esa morcilla de las “faltas contra la pureza" ¡Eso es totalmente nulo! ¡Esas son confesiones “a la luterana”!

– ¡Nada de “a la luterana”!  Lo que pasa es que tú eras un guarro que te ponías a dar detalles que un confesor no necesita en absoluto para absolverte. ¡Basta con que te vea arrepentido y ya está! ¿También cuando te confesabas de contestar mal a tu padre le contabas la bronca completa o qué? ¡Degenerado!

Creo que hace años que no nos lo pasábamos tan bien tomando una copa.

5 comentarios:

Tábano porteño dijo...

Según tengo entendido, el principio en el tema de la entrada es el tomista de que tras el pecado original la natura humana ha quedado profundamente herida en estas cuestiones de la flaqueza de la carne, por lo cual el modo de combatir tales tentaciones no es enfrentarlas sino huir de ellas. Y recuerdo haber leído que, aplicando este principio, en los seminarios se enseña (¿o enseñaba?) a los futuros sacerdotes que no conviene que el confesor indague demasiado en tales pecados para no correr el riesgo de agitar nuevamente el ánimo del penitente. Así que si éste dice un escueto “he pecado contra la pureza” y el confesor considera suficiente tal acusación, la cosa concluyó.

Eso sí, Neri, lo de "reconciliación" suena a pasteleo conciliar; personalmente prefiero seguir diciendo "confesión".
Y hablando de conciliarismo, en este enlace una comedia que seguramente conoce:

http://castigatridendomoreselrustico.blogspot.com.ar/2016/01/la-revolucion-conciliar.html

Aprendiz de brujo dijo...

Yo creo que es necesario un equilibrio en todo.El llamado que hace Tábano a no agitar el ánimo del penitente, yo lo haría a no hacerlo con el ánimo del confesor. En casa del ahorcado no mentar la soga. Pues en casa del casto no hablar demasiado de expansiones libidinosas, ni aportar detalles demasiado explícitos que puedan causar quebranto en el propio Ministro.
Mi época penitencial coincidió con la de máximo esplendor onanista y me confesaba de una forma muy honesta. He de decir que salvo un cura que me puso en mi sitio, (quizás con razón),los demás fueron extremadamente comprensivos.
Somos leones o Webones?. Somos católicos o luteranos?. Si somos católicos no podemos hacer una confesión genérica como el estudiante que haciendo un examen oral pasa de puntillas por un tema que no se sabe bien.
Es acojonante que muchos que hacen estas confesiones procedimentales, después estén tan en contra de los actos penitenciales en los que se imparten absoluciones generales.
Buena mañana a todos y que Dios nos coja confesados.

alco dijo...

Yo no me confieso dese hace varias décadas, pero creo que el Confesor puede necesitar detalles para evaluar lo que realmente ha ocurrido. ¿Es igual un acto de onanismo, un escarceo sin llegar a follar, follar con una chica sin compromisos posteriores (hablo desde el punto de vista de un hombre), follar con una casada, un acto de sodomía? todo esto va contra la pureza, pecado de lo más común y al que tendemos todos en cuanto nos despistamos.
Y si uno se acusa de robar, ¿qué pasa? ¿robarle la pensión de un jubilado? ¿o robar un paquete de folios en la oficina?
Y así con todo, sin especificar los actos es imposible que el Confesor se haga cargo y pueda absolver así sin más.

Aprendiz de brujo dijo...

Estoy muy de acuerdo con Alco. Vamos a llegar si no, a hacer paquetes pecaminosos.
Si uno roba, va de putas y se pasa todos los compromisos éticos adquiridos con los demás se acusa uno de hacer un Gurtel y ya está.

Aprendiz dijo...

Muy interesante el tema de la entrada y los comentarios. Estoy completamente de acuerdo con Alco, los pecados tienen niveles de gravedad.

Nunca es agradable que un sacerdote profundice, pero en general, si uno se confiesa con frecuencia y con el mismo sacerdote, no suele hacerlo, pero si va alguien que le dice que no se confiesa en años o décadas, es probable que le pregunte más porque es seguro que ciertos pecados se hayan cometido.

A veces el hecho de dar ciertos detalles, o de concretar más el pecado es muy beneficioso para el que se confiesa, ya que te hace más consciente de la gravedad de tu pecado, y eso, para el que no quiera pecar gravemente, le ayuda a no hacerlo. Para mí al menos no es lo mismo que un pecado sea venial o mortal, ya que aunque no es que conviva mejor con los veniales, sí que asumo que no soy perfecta y que los seguiré cometiendo; pero con los pecados mortales soy radical y no me permito esos pecados. Por lo que muchas veces me parece necesario profundizar y contar detalles de un pecado para saber realmente la gravedad. Eso no significa, como digo, que si es venial uno se permita cometerlos, mi preocupación se debe sobre todo a la hora de saber si debo o no comulgar, porque confesar hay que confesarlos todos.


En cuanto a no confesarse de ciertas cosas porque podría afectar al confesor es una mala excusa. Primero porque un sacerdote cuenta con una Gracia especial de Dios para ser fiel a su estado, al igual que un casado o un soltero (siempre que luchen por hacer las cosas bien), y aunque no digo yo que no pueda pasar por determinadas pruebas, que por otra parte es algo positivo porque le lleva a reafirmarse en su elección y en su vocación, como le puede pasar a cualquier otra persona, es absurdo pensar que una persona que viva la castidad se va a desequilibrar porque se le hable de ciertas cosas. Y segundo, porque para eso están. Es como si voy al médico y no me quito la camisa porque vaya a comprometer al médico. Yo voy a que me cure, no a salvar su alma.