jueves, 26 de febrero de 2015

CANDY CRUSH


Los españoles no tenemos remedio. Nunca acertamos a cribar el trigo, a distinguir las cuestiones fundamentales de las bobadas. Nuestra tendencia, especialmente en asuntos de actualidad política, a apalancarnos en el chascarrillo, a quedarnos siempre en la anécdota y a obviar el fondo y los hechos trascendentales nos convierte en un pueblo demasiado fácil de manipular. La polémica protagonizada anteayer por la diputada Celia Villalobos es un ejemplo muy ilustrativo.

No se trata solo de que llevemos décadas viendo fotos de los parlamentarios sesteando en sus escaños como gorrinos y nunca nadie haya puesto el grito en el cielo. A mí lo que más me irrita es que siendo la trayectoria y el historial políticos de Celia Villalobos tan deplorables, la gente solo se cabree por su gesto de jugar con la tablet en mitad del Debate sobre el Estado de la Nación.

La actual Vicepresidenta del Congreso de los Diputados, ex Ministra de Sanidad y ex alcaldesa de Málaga es la típica trepa inmoral de la cochiquera política española. Exaltada comunista en los años 70, no tuvo ningún inconveniente en pasarse a las filas de Fraga Iribarne en 1985 para desembarcar en el ayuntamiento de la capital malagueña. A pesar de ello siempre ha mantenido con firmeza sus depravadas posiciones desde la llamada ala izquierdista del PP. Así, es famosa por su apoyo incondicional a la carnicería abortista y al reconocimiento pleno de derechos a las uniones homosexuales. Durante el mandato de Aznar se ausentó de un pleno para no votar en contra de la ampliación del aborto y el año pasado rechazó, por considerarla retrógrada, la reforma de Gallardón. Hace pocos días declaraba públicamente que "lo que no caben en mi partido es personas que dicen no al aborto".

Por otra parte, Celia Villalobos es la responsable directa de uno de los hitos más penosos de la vereda desbordada de boñigas que es la democracia española; ella lideró la transferencia de las competencias sanitarias a las comunidades autónomas entre 2000 y 2001, convirtiendo nuestro sistema de salud pública en un batiburrillo de despilfarros y desigualdades.

La feminista benalmadense es además una embustera, una frívola y una inmoral en su vida pública, como lo demostró el día en que, recién elegida eurodiputada, se quitó años y se inventó una licenciatura en su ficha biográfica. Su falta de sensibilidad se ha plasmado en numerosas declaraciones y controversias, destacando aquella ocasión en que durante una mesa del Congreso se refirió a los trabajadores con discapacidad intelectual como “los tontitos”.

Por si su currículum no fuera suficientemente abochornante, hace ocho años la Villalobos participó como monologuista estrella en el programa de la Sexta El club de Flo, anticipándonos ya su condición de payasa consagrada.

Visto lo visto, el que trastee con el Candy Crush, jugando al tres en raya con caramelitos de colores, durante una sesión fundamental de la cámara baja me parece el más leve de sus deslices. Quizá no es más que la constatación de que los políticos se aburren hasta de sí mismos y de que el debate anual de política general es una opereta tan trufada de tópicos, perifollos dialécticos y embustes que no merece ni la atención de la vicepresidenta del chiringuito.

Al menos podría haber recordado el célebre refrán sobre la virtud de la mujer del César y haberse dado cuenta de que hace feo que una señora elegida en las urnas para defender y representar al pueblo se dedique a rascarse el chumino mientras se discuten en las Cortes Generales los más graves problemas de la nación. También se podía haber percatado la muy imbécil de que el hemiciclo está lleno de fotógrafos con unos teleobjetivos de aúpa. 

martes, 24 de febrero de 2015

MUSEOS

Museo del Pan en Mayorga (Valladolid)

Acabo de leer que el alcalde de mi ciudad se plantea cerrar el museo municipal taurino, puesto que “no cuadran los números” con una media de un visitante al día. Yo no sé si avergonzarme de admitir que, aunque me gustan los toros, en mi vida he visitado este museo.

La noticia me lleva a pensar instintivamente en otros museos locales y provinciales que conozco. Por ejemplo, hace poco he visitado el Museo del Pan en Mayorga y el Museo del Vino en Peñafiel y, para qué engañarnos, ambos me han parecido bastante lamentables. Por supuesto que ofrecen una información de interés (no sé si general), pero es obvio que estos centros y otros muchos están descaradamente sobredimensionados en cuanto a gastos, personal y promoción, y que no pasan de ser un puro escaparate de las políticas culturales y turísticas de la administración correspondiente. Cuando fui a verlos era festivo y temporada alta y casi había más guías y personal atendiendo la taquilla o la tienda que visitantes.

¿A qué se debe esta situación? Existen varias explicaciones al fracaso rotundo de buena parte de los museos y recursos turísticos gestionados por nuestras administraciones y al hecho de que, a pesar de su artificialidad y de su escaso atractivo para el público, sigan manteniéndose abiertos. La principal razón es el empeño de los políticos en desarrollar acciones turísticas y divulgativas a cualquier precio, haya o no contenidos que las sostengan e independientemente de los gustos de los ciudadanos. Otro problema es el enfoque erróneo que suele darse a los museos.

Puede parecer exagerado, pero es que en este país hasta el alcalde de un poblacho aislado en un secarral y sin la menor trayectoria histórica se siente obligado a ofertar, al precio que sea, un catálogo de rutas medioambientales, centros museísticos y recorridos culturales o gastronómicos con la pretensión de atraer turistas. Otras veces los recursos ofertados sí son valiosos; por ejemplo la cultura vitivinícola es fundamental en Valladolid y merece la pena divulgarla. La cuestión es si al vallisoletano o al español medio le apetece pasarse una mañana aprendiendo los tipos de uva, rememorando las fases de la vendimia o leyendo paneles sobre la diferencia entre un crianza, un reserva y un gran reserva. Es muy habitual que los museos, aun teniendo un fin plenamente justificado, respondan a un perfil más "expositivo" que museístico, es decir que no exhiban objetos, obras ni elementos curiosos, sino que se limiten a mostrar textos, fotos y materiales interactivos que no aportan ningún valor añadido al visitante, pues seguramente toda esa información tan poco original podría encontrarla navegando en Internet. Otro de los errores más funestos es enfocar los contenidos casi exclusivamente a la comunidad escolar, lo que desincentiva a muchos potenciales interesados en la materia.

Interior del Museo del Vino en el Castillo de Peñafiel (Valladolid)

Lo que parece evidente es que en plena era tecnológica, en la que vemos de todo a diario y nuestra capacidad de sorpresa es ya muy limitada, un museo solo podrá ser sostenible si de verdad consigue impactar a los visitantes ofreciéndoles algo nuevo, material con muchísimo valor o interés, e informaciones inéditas o al menos organizadas o mostradas de forma especialmente original. Tampoco debe olvidarse que la gente no es idiota y que el nivel cultural de la población se ha disparado en las últimas décadas, por lo que diseñar museos excesivamente didácticos y simplones (que es la práctica habitual) siempre conllevará el riesgo de que no lo visite nadie. Y por último, por muchas pantallitas, nuevas tecnologías y espectáculos de luz, sonido y color que tenga un museo y, sobre todo, por muy impresionante que sea el edificio que lo alberga, lo que más atrae al personal es saber que los contenidos expuestos no los va a encontrar en ningún otro sitio. A admirar los cuadros del Louvre iría medio mundo aunque los colgaran en una nave industrial,  pero al Museo del Queso de Villalón de Campos seguiría sin ir absolutamente nadie aunque lo montaran en el más suntuoso palacio. Bueno, sí, acudirían a ver el palacio, pero no el museo, igual que pasa con lo del vino en Peñafiel, que la gente va solo por el castillo aunque luego, para matar la tarde, se saque una entrada para la exposición.

Aunque, claro, yo aquí solo estoy hablando de las razones por las que algunos museos son económicamente insostenibles, porque otra cosa bien distinta, y que daría para un rico debate, es delimitar hasta qué punto algunos de estos centros cumplen una misión de servicio público y, por lo tanto, deben financiarse y mantenerse abiertos, con pocas o muchas visitas, para garantizar el derecho de todos los ciudadanos a acceder a ciertos bienes culturales, sean o no de interés para el gran público. En cualquier caso me temo que los ejemplos que he puesto en esta entrada no cumplirían los requisitos.

Cuestión curiosa también es la forma que tienen los poderes públicos de mantener activos ciertos museos que no tienen el menor poder de atracción pero que interesa salvar como sea por distintas razones políticas, de imagen o de compromiso con determinados sectores o colectivos. El truco habitual para “dinamizarlos” es el viejo método “Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como”, que consiste en organizar continuas visitas de alumnos de centros educativos públicos de toda la comunidad autónoma e incluir la actividad en todos los programas de viajes para mayores organizados por la Administración. De esta manera tan peculiar se sostienen de manera ficticia instalaciones y puestos de trabajo que nos cuestan a todos una pasta, además del prurito de contar en la localidad con una Casa del Cangrejo, una flamante Exposición Permanente de Piedras de Mechero, un Centro de Interpretación de la Babosa Ibérica, un Aula de los Derechos de la Mujer o un faraónico Museo de la Ciencia.

domingo, 22 de febrero de 2015

FOTÓGRAFOS DE PRENSA




Está claro que la fotografía profesional ya no es y cada vez será menos un negocio. La irrupción del formato digital, el abaratamiento de los equipos y el efecto Internet han disparado el número de aficionados y además han supuesto que tomar una instantánea de alta calidad deje de ser privilegio de unos pocos iniciados con amplios conocimientos técnicos para estar al alcance de cualquiera con una camarita decente y un mínimo de interés. A los que tienen abierto un estudio fotográfico y viven de cubrir bodas y otras celebraciones familiares yo les auguro un futuro tristísimo, y a los fotógrafos de prensa en cierto modo también.

En efecto, el periodismo gráfico está sufriendo las consecuencias de esta democratización de la fotografía y de la difusión de millones de imágenes anónimas (y muy buenas) en las redes sociales. Una de las pruebas más irrefutables es esa práctica tan extendida últimamente entre los medios de comunicación, tanto escritos como televisivos, de pedir al público que envíe por email sus mejores fotos de eventos culturales, monumentos o paisajes. Así el periódico o la cadena de televisión de turno reciben a diario y sin ningún coste un ingente número de magníficas instantáneas de sus lectores o telespectadores que utilizan para ilustrar sus noticias y reportajes sobre el tiempo, deportes, conciertos, fiestas o celebraciones públicas. Todos sabemos que en los canales españoles de televisión hay programas meteorológicos o de sucesos de máxima audiencia basados prácticamente en el material gráfico remitido gratis et amore por pobres aficionados anónimos que, salta a la vista, valoran muy poco su habilidad con la cámara, pues se conforman con el dudoso honor de ver su obra en pantalla o en papel de imprenta para gloria y beneficio de los grandes holdings de la comunicación. 

Pero no se trata de lo mezquina que pueda parecerme esta estafa con todas las letras, en la que los entusiasmados paisanos regalan al periódico local sus más bellas imágenes de la Semana Santa de Zamora, y la cabecera no solo no tiene el más mínimo detalle material con ellos, sino que encima se hincha a vender ejemplares gracias al súper reportaje de cien fotos artísticas escogidas entre las dos mil recibidas. Lo verdaderamente alarmante es que andado un tiempo los medios prescindirán de fotógrafos profesionales en sus plantillas y se nutrirán de una amplia y difusa cantera de colaboradores a los que quizá ni conozcan, con los que contactarán a través de Internet y suscribirán (en el mejor de los casos) contratos mercantiles con escasas garantías, si es que toda esta actividad no acaba desenvolviéndose en las negruras de la economía sumergida.

jueves, 19 de febrero de 2015

LIMPIEZA DE SANGRE


En una reciente charla con unos conocidos, uno de ellos clamaba que España es una nación racista de toda la vida, ya que durante siglos hemos prohibido a los descendientes de musulmanes y de judíos acceder a numerosos cargos y profesiones. Como es natural, tuve que darle una teórica a este profano y poner los puntos sobre las íes.

Es una realidad indiscutible que desde mediados del siglo XV y hasta finales del XVII se exigía formalmente en nuestro país la acreditación de la “limpieza de sangre” para ingresar en determinadas instituciones. En síntesis, la limpieza de sangre se traducía en dos realidades diferentes:

Por una parte,  algunos gremios, colegios mayores, universidades, sedes episcopales, órdenes religiosas y otras entidades adoptaban unos estatutos o reglamentaciones internas destinados a restringir la admisión de cristianos nuevos en ciertos oficios o dignidades (acceder a la educación superior, ser novicio o seminarista, o formar parte de un sector profesional). Los aspirantes a ingresar en dichas instituciones debían demostrar que ni sus padres ni sus cuatro abuelos eran marranos (judaizantes) ni mahometanos.

Por otro lado, la Corona dictaba una serie de normas jurídicas sobre el acceso a puestos y cargos públicos (alcaldes, notarios, consejeros, alguaciles, tesoreros) en las que se discriminaba a todo aquel que hubiera sido penitenciado por la Inquisición por judeoconverso o morisco, o fuera hijo o nieto de un condenado por dicho motivo. También se les prohibía emigrar a América para evitar que hicieran fortuna y ocuparan los escalafones más altos de la sociedad. Como puede apreciarse, estas normas eran mucho menos estrictas que los estatutos de limpieza de las corporaciones y organizaciones privadas.

¿Tenían un objetivo racista todas estas disposiciones? Rotundamente no. A España podrá acusársela, si se quiere, de intransigencia religiosa pero jamás de discriminación étnica, ya que la única razón de ser de las medidas de limpieza de sangre era garantizar que los hilos más importantes de la sociedad española fueran movidos por católicos intachables. El único motivo de la comprobación de los orígenes familiares de los aspirantes a determinadas dignidades públicas o profesionales era la sospecha de que un individuo que contara con conversos entre sus ascendientes más inmediatos podía estar practicando el judaísmo o el Islam en secreto o estar influenciado por estas religiones.

No olvidemos que en la España de los siglos XV y XVI la confesión religiosa no tenía ni de lejos la significación actual. La fe católica no era concebida como una simple creencia íntima, sino que constituía el principal factor de amalgama social, el elemento más importante de cohesión y de conciencia nacional, lo que explica y justifica todas las actuaciones de aquella época tendentes a proteger, por una parte, la ortodoxia doctrinal (Inquisición) y, por otra, a asegurar el predominio social y cultural de los valores cristianos y de las personas que los representaban o transmitían (limpieza de sangre). Nada que ver con la raza ni con el color de la piel, pero sí con la cultura. Les guste o no a algunos, la superación del multiculturalismo en la península ibérica gracias a iniciativas como estas fue la clave de la consolidación de nuestra identidad como pueblo y nos permitió alcanzar metas territoriales, sociales, humanitarias, culturales, artísticas y espirituales inimaginables en naciones divididas por la brecha religiosa. 

En cualquier caso, la "pureza de sangre" nunca tuvo la relevancia que pretenden algunos historiadores ni llegó a convertirse en una paranoia social. Desde el primer momento de su existencia (1449), las investigaciones genealógicas fueron puestas en entredicho por diversos sectores de la sociedad e incluso por el propio Papa, que las consideraba contrarias al dogma de que el bautismo lavaba los pecados de los infieles. Incluso en los años de mayor auge de estas prácticas, eran minoría las instituciones que contaban con estatuto y fueron muy pocos los decretos reales que se dictaron en la materia, entre ellos los de 1501 de los Reyes Católicos. Prácticamente solo existieron disposiciones de esta naturaleza en el territorio de la Corona de Castilla y ya en el siglo XVII eran incumplidas de forma sistemática, derivando a veces en un puro formalismo que solía salvarse mediante sobornos. Antes de 1700 eran solo papel mojado, si bien es cierto que hasta 1835 no se abolieron oficialmente los últimos estatutos de limpieza que aún quedaban sin derogar. 

martes, 17 de febrero de 2015

IDEAS SIMULADAS

Nuestras ideas políticas son mucho más que unas frías opiniones sobre cómo debería organizarse la sociedad o el gobierno. En realidad nuestro ideario da multitud de pistas sobre aspectos relevantes de nuestro carácter, personalidad, origen social, nivel de generosidad y educación recibida. Tan evidentes son las conclusiones que sobre una persona pueden sacarse de su posicionamiento ideológico, tan obvios son los datos psico-biográficos que se reflejan en el espejo de unas convicciones políticas que no es nada raro que haya individuos que simulen pensar de una manera concreta para ofrecer una determinada imagen de sí mismos, unas veces con el fin de aparentar ciertos valores y otras para ocultar ciertos tics o condicionantes personales, casi siempre por razones adaptativas.

Aunque parezca absurdo, no lo es, y yo he conocido decenas de ejemplos que así lo atestiguan y que me han enseñado que en materia política a veces no tiene nada que ver lo que se dice con lo que íntimamente se piensa. También es curioso que muchos de los que manifiestan unas convicciones distintas o contrarias a las suyas reales lo hacen de buena fe, es decir que de verdad creen pensar lo que predican. Esto sucede porque las opiniones no dejan de ser abstractas y de moverse en el terreno teórico y especulativo. Sin embargo bastaría pedir al sujeto en cuestión que las pusiera en práctica, que actuara en coherencia con ellas o, simplemente, aplicárselas a él mismo para dejar claro como el agua que no piensa así ni por asomo y que su discurso no era más que un puro ejercicio dialéctico.

Pero, en definitiva, ¿cuáles son los motivos que llevan a algunas personas a defender públicamente ideales con los que en realidad no comulgan, lo sepan o no?

Probablemente el caso más clásico es el de los que fingen sensibilidad social adoptando una postura avanzada en materia económica. Es una actitud frecuente en gentes de familia acomodada que han llegado a la conclusión de que su egoísmo de clase hace muy feo y es prudente suavizarlo o camuflarlo lo máximo posible. A menudo la pose es tan recurrente que se la acaban creyendo a pies juntillas, aunque por supuesto jamás moverían un dedo para alterar las vigentes estructuras económicas, sobre todo si a ellos les tocara perder un solo euro.


Muchos jóvenes adoptan ideas y estéticas estridentes solo para llamar la atención


Otro supuesto típico es el de ciertas personas que han recibido una educación muy conservadora pero que, por distintos motivos, viven obsesionadas por no parecer carcas o meapilas, y, en consecuencia, despliegan una auténtica apología del progresismo en materia de costumbres. Por lo general hay buena intención en estas actitudes, pues se trata de hombres o mujeres insatisfechos con los valores en que han sido formados que se esfuerzan por cambiar sus parámetros mentales empezando por un discurso progre. Lo triste es que casi siempre se quedan en el discurso; no es nada fácil desinstalar ciertos programas alojados en el cerebro desde la más tierna infancia.

Otro ejemplo muy divertido es el de los pobres de derechas. Todos hemos conocido a algún humilde obrero, a un agricultor de familia empobrecida por varias generaciones o a menesterosos más o menos reconocidos que se adscriben políticamente al derechismo más rancio y clasista, defendiendo un modelo capitalista y estamentario. Este llamativo fenómeno no responde a otra cosa que al complejo social. Muchos creen en serio que proclamándose de derechas aparentan menos necesidad de la que sufren  o mayor fortuna de la que en realidad poseen.

Por último yo también he observado, sobre todo en gente joven, que la defensa de ciertos ideales, aunque no tengan nada que ver con la mentalidad real, es un mecanismo muy útil para reforzar personalidades débiles, para dotar de una identidad “original” a individuos inseguros que solo pretenden acaparar la atención de su entorno expresando opiniones políticas estridentes o discordantes con lo que de ellos se espera. Se da mucho en los adolescentes la adopción de ideas “radicales” como forma de rebeldía o de racionalización de su aislamiento o de sus dificultades de adaptación. Con los años estas posturas prestadas se abandonan aunque en ocasiones dejan una huella profunda en la formación, en el pensamiento o en la actitud del joven, unas veces negativa y en forma de obsesión y otras positiva, pues al final el acercamiento a cualquier doctrina política obliga a reflexionar, a desarrollar el espíritu crítico y a concienciarse de los problemas de los demás.

domingo, 15 de febrero de 2015

DE LA HOMINIDAD A LA HUMANIDAD




Cumpliendo un viejo deseo mil veces aplazado, el viernes visité el Museo de la Evolución Humana de Burgos. Se trata de un referente museístico a nivel internacional sobre antropología y arqueología prehistórica cuya misión básicamente es divulgar los hallazgos de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca, donde desde el siglo XIX se han encontrado restos humanos y arqueológicos pertenecientes a cinco especies distintas de homínidos, desde el Homo Antecessor de hace casi un millón de años al Homo Sapiens, pasando por el Homo Heidelbergensis y el todavía enigmático Hombre de Neandertal.

A pesar de que me parece un crimen contra natura construir un edificio como el que alberga el Museo junto al mismísimo casco histórico de Burgos, he disfrutado de verdad con esta visita, tras la cual es imposible no hacerse mil preguntas sobre nuestros orígenes y nuestro futuro como especie. Lo único que lamento es no haber podido conocer los yacimientos, que no estaban abiertos al público ese día.

La exposición es magnífica y nos lleva de la mano por los grandes hitos que han marcado la evolución del hombre hasta convertirse en lo que es hoy: los cambios climáticos, que forzaron migraciones fundamentales para mejorar nuestra capacidad de adaptación; el control del fuego, que alargó los días de nuestros antepasados, favoreció su sociabilidad y revolucionó su dieta, permitiendo un crecimiento del cerebro; el nacimiento de la agricultura, que acabó con el nomadismo y fraguó nuestras actuales estructuras sociales, económicas y familiares; y la formación del lenguaje articulado como respuesta a la necesidad de cohesionar grupos amplios y complejos.




A lo largo de cuatro plantas, con espléndidos paneles explicativos, exposiciones tanto de material original como de reproducciones de los hallazgos del yacimiento, áreas temáticas, recreaciones históricas, extraordinarias maquetas y actividades de todo tipo, el Museo permite hacerse una idea fidedigna de la vida cotidiana de nuestros ancestros de hace decenas de miles de años. Personalmente me ha encantado el espacio dedicado a la vuelta al mundo de Darwin en el Beagle (1831-1836) y el increíble realismo de las figuras a tamaño natural de cada una de las especies de homo estudiadas por el equipo que coordinan en Atapuerca los arqueólogos Eudald Carbonell, Juan Luis Arsuaga y José María Bermúdez de Castro.

Un plan muy recomendable para todos los interesados en la Prehistoria y en el paso, en la noche de los tiempos, de la hominidad a la Humanidad.

sábado, 14 de febrero de 2015

PUEDES BESAR A LA NOVIA



Yo me atrevería a decir que todas las bodas anglosajonas son nulas de pleno derecho

Por culpa del cine americano –y esto no es nuevo– hemos asimilado inconscientemente multitud de costumbres anglosajonas no solo ajenas a nuestra cultura, sino además rematadamente estúpidas. Hace muy poco escuchaba a una pareja de novios, ya talludita, preguntarse si podrían convencer al párroco para que al final de su ceremonia de boda se prestara a decir esa parida de “puedes besar a la novia”. Para empezar esta antigua usanza de origen pagano no tiene cabida en el rito católico, pero es que encima no puede ser más improcedente, vulgar y hortera, o sea más americana. A pesar de ello estoy seguro de que no faltarán curas españoles dispuestos a introducir esta patochada y convertir así el sagrado rito matrimonial en una comedia romántica con sello de Hollywood. Tampoco descarto que el propio Papa Francisco, en sintonía con su orden habitual de prioridades, dedique en breve un concilio al tema. 

Sobre la procedencia exacta de esta tradición tan cutre de esperar el permiso del juez, del pastor evangelista o del capitán de barco para retirar el velo de la recién casada y darle un muerdo con lengua delante de todos los invitados, mejor me callo porque no estoy demasiado seguro. Hay quien dice que es un símbolo originario de la Antigua Roma, aunque a mí me suena más a resquicio de ese puritanismo protestante que vetaba el menor contacto físico entre los prometidos antes de pasar por el altar. 

Pero lo que más me desagrada de este ritual es su incoherencia y su olor a rancio. Incongruencia porque la autorización para “besar a la novia” se formula después del “yo os declaro marido y mujer” y por lo tanto no es a la novia a quien debería referirse, sino a la esposa; debería decirse en todo caso “puedes besar a tu mujer”. Y en cuanto al olor a naftalina, me refiero ni más ni menos al machismo que encierra esta formalidad en la que parece darse por sentado que el beso es un acto unilateral del marido hacia su señora en vez de un gesto de cariño mutuo. Lo que procedería como mucho es un “podéis besaros”.

martes, 10 de febrero de 2015

LA HUELVA LEONESA

La mayoría de los españoles sabe muy poco sobre el viejo Reino leonés. Si hiciéramos una encuesta a nivel nacional para medir los conocimientos de la gente sobre León, seguramente comprobaríamos que estos se limitan a ubicar la provincia así denominada en el cuadrante noroccidental de la Península y a citar la catedral de la ciudad y el cocido maragato como elementos más pintorescos de la zona. Curiosamente casi todo el mundo identifica la cultura leonesa con el norte cuando León en la historia logró llevar su frontera y su lengua hasta los territorios más meridionales de España.

No admite ningún género de discusión que buena parte de la actual comunidad autónoma de Extremadura perteneció al Reino de León, merced a las campañas contra los almohades llevadas a cabo por Fernando II y por Alfonso IX, últimos dos soberanos del Reino independiente. Incluso la ciudad de Badajoz fue reconquistada en dos ocasiones sucesivamente por ambos reyes.

En lo que sin embargo no hay tanto consenso es sobre la presencia del Reino como tal en la zona fronteriza entre las provincias de Badajoz y de Huelva, es decir en el área que comprende la comarca de Tentudía (Badajoz) y la Sierra de Aracena (Huelva). En esta zona hay numerosos pueblos con el topónimo León en sus nombres (Arroyomolinos de León, Cañaveral de León, Fuentes de León, Segura de León), que hasta 1873 pertenecieron al Priorato de San Marcos de León, del que también dependían otras muchas localidades de las actuales provincias de León, Zamora, Salamanca, Orense, Cáceres, Sevilla y Córdoba. 

Los habitantes de estas comarcas onubenses y pacenses aún conservan el acento leonés y muchos de los vocablos y expresiones locales siguen teniendo el sabor genuino del habla tradicional llionesa.


En la Sierra de Aracena muchos pueblos lucen el topónimo "León"


Por resumir mucho (demasiado quizá), hay dos grandes teorías al respecto. Cierto sector del leonesismo defiende que la zona comprendida entre Aracena y Tentudía fue ocupada por el último rey de León, Alfonso IX, en vísperas de la unificación con el Reino de Castilla (hacia 1230). Sin embargo, la mayor parte de los entendidos sostiene que la conquista de este territorio debe atribuirse ya a Fernando III el Santo, primer monarca de la Corona de Castilla, entre los años cuarenta del siglo XIII y 1276, fecha en que tuvo lugar la mítica batalla de Tentudía, también llamada de Calera de León.

El debate no es tan sencillo, pues por lo visto no existe documentación exhaustiva sobre las campañas militares desarrolladas en esta región, donde además se solapaban continuamente las acciones de los reinos de León, Castilla y Portugal. En todo caso se trata de una controversia que hoy en día carece de toda relevancia práctica y además resulta un tanto absurda, ya que, con independencia de si estas tierras fronterizas fueron dominadas oficialmente por el Reino de León o por la Corona ya unificada, lo cierto es que fueron entregadas por el rey correspondiente a la leonesísima Orden militar de Santiago para que organizara su repoblación con contingentes astures, leoneses y portugueses.

No conviene olvidar que a pesar de la unión institucional definitiva de León y de Castilla en 1230, existió una fuerte resistencia a la misma por parte de la nobleza y el pueblo leonés, y que las Cortes, instituciones, fueros, modelo organizativo y cultura del Reinu perduraron aún muchos años. En realidad, en las décadas que siguieron a la unificación, ambas entidades políticas siguieron operando de forma autónoma en no pocos aspectos, como lo demuestra el nombre que ya hemos visto dieron los repobladores a las villas que fundaron. Nadie puede negar que corresponde al pueblo leonés el honor de haber colonizado las primeras tierras andaluzas recobradas de la morisma para la Fe cristiana. 


Más sobre el Reino de León en La pluma viperina

domingo, 8 de febrero de 2015

OPERACIÓN B.S.O.(37): LA BELLA DURMIENTE




Este fin de semana he visto Maléfica (2014), una película que me apetecía mucho ver porque La bella durmiente de Walt Disney (1959) es uno de los recuerdos cinematográficos más entrañables de mi infancia. Sin embargo no me atrevería a llamar remake a esta cinta de Robert Stromberg, que solo se inspira de refilón en el cuento de Perrault, desarrollando (y redimiendo) al personaje del hada mala (bautizada como Maléfica por Disney), y que encaja más en el género fantástico que en el de los cuentos de hadas. A pesar de las sorpresas que encierra, no me ha disgustado y me ha hecho ilusión oír al final la preciosa canción Once upon a dream, aunque en inglés y con la voz siniestra de Lana del Rey se parezca al tema principal de la peli de dibujos como un huevo a una castaña. Esta famosa melodía, cuyo verso “eres tú el prícipe azul que yo soñé” jamás olvidaremos, la plagió Walt con todo el morro de un vals del ballet de Tchaikovsky La bella durmiente.




sábado, 7 de febrero de 2015

20 CONSEJOS PARA SER ODIADO


Si quieres granjearte antipatías irreversibles, lograr que el personal te mire con rencor y te ponga a caldo, y encender una aureola de mal rollo sobre tu cabeza, sigue estos sencillos consejos. Si quieres rodearte de inquina, que te cojan tirria todas las personas de tu entorno, que se aparten incluso a tu paso y que te pongan las más oscuras etiquetas, cumple al pie de la letra con estos veinte puntos:


1.- No te cortes en echar la bronca a quienes tengan una conducta inapropiada que te moleste o perjudique, o a quienes metan la pata en el trabajo cuando tú seas el responsable.

2.- Mantente serio cuando alguien haga un chiste imbécil, o un comentario soez o inapropiado para hacer reír a la concurrencia.

3.- Si una conducta te parece inmoral, da tu opinión en público.

4.- Sé selectivo en tus relaciones y no confraternices jamás con personas que te desagraden, a las que desprecies o que no te inspiren simpatía. Evita relacionarte con gente que no pueda aportarte nada.

5.- Sé prudente en tu vida social. Muéstrate reservado con las personas que aún no conoces lo suficiente y nunca les des confianzas.

6.- Si sabes que eres bueno en algo, no te importe reconocerlo abiertamente. Muéstrate siempre orgulloso de tus logros, virtudes y habilidades.

7.- No permitas que nadie presuma de lo que no es ni de lo que no tiene. A quien lo intente, llévale la contraria sin disimulo.

8.- No digas mentiras (ni las más piadosas) para consolar a alguien ni le des falsas esperanzas.

9.- Cuando alguien a quien quieres va por mal camino y crees que puedes abrirle los ojos, dale consejos sobre su vida o hazle los reproches necesarios.

10.- Expresa tus ideas políticas sin recato ni filtro de interlocutores.

11.- Cuando rechaces una invitación a un evento social o a un plan de ocio, di claramente que no te apetece o, mejor aún, no pongas ninguna excusa. 

12.- Resístete a entablar debates con personas que carecen de tu nivel de preparación o de conocimientos sobre el tema tratado. Limítate a callar y a sonreír.

13.- No permitas que te vendan como solidaridad o como compañerismo el defender un igualitarismo por abajo o el conceder derechos a quien no se los merece.

14.- Si crees que no debes hacer algo, no lo hagas te lo pida quien te lo pida, te insistan lo que te insistan y te lloren lo que te lloren. 

15.- Recuérdales sus obligaciones a los demás cuando su incumplimiento te afecte a ti.

16.- Tortura a los envidiosos hablándoles a menudo de tus éxitos y cualidades.

17.- Demuestra siempre que tu afecto y tu amistad son vínculos individuales, dirigidos a personas concretas y no a grupos. Trata con abierta desigualdad, según tu grado de apego, de trato o de cariño, a los diferentes miembros de tu familia o de tu grupo de amistades.

18.- Jamás seas servil ni lisonjero con quienes ocupan los escalafones más altos de la cúspide social o de la empresa donde trabajas.

19.- Cuando te pidan algo a lo que sabes desde el principio que no vas a acceder, no te muestres dubitativo ni des largas. Di que no directamente.

20.- Defiende la premisa jesuítica de que los mejores equipos de trabajo son aquellos integrados por un número impar de miembros inferior a tres.

martes, 3 de febrero de 2015

PUNTO Y COMA


A la hora de escribir, la corrección ortográfica es muy importante y además evidencia de forma taxativa el nivel cultural del autor del texto, pero no debemos perder de vista la relevancia de los signos de puntuación. Es habitual que incluso los que escriben con absoluta corrección formal puntúen incorrectamente las oraciones, olvidando que el uso adecuado del punto, la coma y el punto y coma permite redactar escritos mucho más armoniosos, cómodos de leer y fáciles de entender. En cualquier caso el signo que menos y peor se utiliza es el punto y coma, ya que tiene un carácter muy subjetivo (casi siempre puede sustituirse por la coma o por el punto) e incluso voluntario en varios supuestos. Pero la principal razón por la que casi nunca nos servimos de este trazo tan expresivo y que tanto ayuda a matizar las frases es que nunca nos explicaron bien en qué casos procede usarlo. 

Hoy toca hacer un rápido y sencillo repaso de los cuatro supuestos en que se puede o debe poner punto y coma, a ver si así todos empezamos a familiarizarnos con este signo de puntuación que nos será muy útil para dar más precisión a nuestros párrafos.

Sus usos son los siguientes:

1.- Separar los elementos de una enumeración cuando cada uno de ellos incluya comas.

Ejemplo: Formaban parte de la comitiva el alcalde; Ramón, el concejal de deportes; los representantes de los equipos; varios niños de la escuela, entre ellos Luisito; Angelines, la bedel; y dos mozos del pueblo que tocaban la dulzaina.

(Cuando la enumeración se cierra con una conjunción (en este caso, “y”), esta puede precederse indistintamente por una coma o por un punto y coma).

2.- Separar frases diferentes pero que vienen a expresar lo mismo, o bien la segunda explica la primera. 

Ejemplos: 

Julio esperó diez minutos más y se largó enfadado; Tere le había dado plantón.

Pablo Iglesias tiene una actitud manipuladora y demagoga; es comunista.

(Si el vínculo semántico entre ambas oraciones es muy fuerte, podrían ponerse dos puntos, y si es más débil puede emplearse simplemente el punto y seguido).

3.- Separar una frase de otra que comienza por “pero”, “mas”, “aunque”, “sin embargo”, “por tanto”, “por consiguiente”.

Ejemplos: 

Has suspendido todas las asignaturas; por tanto te quedarás en la ciudad estudiando.

Tenía aspecto serio y envarado; sin embargo quienes lo conocían sabían que era un pedazo de pan.

(Si la segunda frase es muy corta, es mejor poner coma, y si es bastante extensa, punto seguido).

4.- Separar los elementos de una lista escritos en líneas independientes e iniciados con minúscula.

Ejemplo:

Lista de la compra:

- jamón de york;

- pan de molde;

- mayonesa;

- una barra de pan.

domingo, 1 de febrero de 2015

REALES Y EUROS



Real de plata acuñado por los Reyes Católicos


En una de las primeras entradas de La pluma viperina explicaba mis dificultades de adaptación al euro siete años después de su implantación. A pesar de que han pasado casi otros siete años y de que poco a poco me he terminado haciendo al manejo cotidiano de esta antipática moneda, lo cierto es que sigo pensando en pesetas, sobre todo si se trata de grandes cantidades, y echando muchísimo de menos a nuestra rubia.

De todas formas, bien mirado, la peseta no tenía en España tanta solera como suponemos, pues no fue introducida oficialmente hasta 1868, durante el reinado de Isabel II. El verdadero eje del sistema monetario de nuestro país ha sido desde siempre el real: primero el real español, una pieza de plata de 3,35 gramos que comenzó a acuñarse en el Reino de Castilla en el siglo XIV, y después el popular real de vellón (cobre y plata), ideado por Pepe Botella, que convivió con su antecesor unos pocos años. Cada real tradicional equivalía a dos reales y medio de vellón.

Cuando se aprobó la peseta su valor se determinó en cuatro reales de vellón, y la gente, que llevaba siglos manejando reales, se lió bastante más que nosotros en 2002 con los euros. Si creemos que nos ha sido difícil adaptarnos a la unidad monetaria de la Unión Europea, si nos da cosa, después de catorce años, seguir calculando en millones de pelas, deberíamos pensar que tras la institucionalización de la peseta nuestros bisabuelos tardaron casi un siglo en dejar de contar en reales. 

Aunque “peseta” había sido un término coloquial desde finales del XVIII para referirse primero a las monedas de dos reales y luego a las de cuatro (algo así como la futura expresión “duro” para identificar a la pieza de cinco pesetas), el pueblo español se resistió, como gato panza arriba, a manejarse y a expresarse en la nueva unidad decretada por Isabel II. Durante lo que quedaba del siglo XIX, la mayoría de los españoles siguió multiplicando por cuatro, de manera instintiva, las cantidades nombradas en moneda oficial, y llamando moneda de un real o de dos reales a la de veinticinco y cincuenta céntimos respectivamente, igual que a la de cinco céntimos la llamaba “perra chica” y “perra gorda” a la de diez (en alusión al león deforme del reverso). Con el nuevo siglo se empezó a aceptar la peseta en ambientes cultos y urbanos, pero no fue hasta acabada la guerra civil cuando la palabra peseta comenzó a emplearse con naturalidad en los pueblos. Incluso décadas después se seguía hablando cariñosamente de reales para identificar algunas piezas. Yo tenía unos nueve años cuando quitaron de la circulación la emblemática moneda de dos reales.