domingo, 3 de mayo de 2015

EL VOTO DE LOS ANALFABETOS


El vendedor de folletines al peso, aficionado a la historia de España y demagogo liberaloide Arturo Pérez-Reverte proclamó en la presentación de su último libro que “de nada sirven las urnas si el que mete la papeleta es un analfabeto”.

Con Don Arturo me ha pasado como con tantos embaucadores, que al principio, cuando empecé a seguirlo hace años, su discurso me pareció sincero, directo y sólido, pero luego, a los mil artículos más o menos, le cogí el tranquillo y me percaté de que no es más que un charlatán populista y un columnista para tontos. Su última frase sobre la validez de los sufragios es una prueba más de su trivialidad enmascarada con esas poses de sabio independiente con las que lleva veinte años haciendo creer a sus lectores que están empapándose de filosofía.

Lo que tiene que hacer Pérez-Reverte es centrarse en sus novelillas pretendidamente históricas y pretendidamente patrióticas sobre el Capitán Pichatriste, y ahorrarnos sus opiniones políticas, especialmente la última. No hace falta ser Einstein para hacernos una idea de que un catedrático de economía probablemente acuda a las urnas con mayor información y con el criterio más formado que un pastor de cabras de un poblacho de la Almería profunda (y dispensen la alusión regional). Pero ello no significa, amigo académico de la lengua, que el voto del primero sea más cualificado que el del segundo, ni que las urnas fueran a servir para algo si todos los votantes fueran doctores universitarios. El ejercicio del derecho al sufragio por los analfabetos más montaraces equivale en calidad y en utilidad al de los ciudadanos cultos y leídos, pues la postura política de unos y de otros se ha formado con base, exclusivamente, en las declaraciones de los partidos y en la información suministrada por el cuarto poder, es decir en falacias interesadas.

El catedrático y el cabrero votan en el fondo con idéntica inconsciencia. De los candidatos solo conocen un producto de marketing diseñado por las formaciones. De las ideas, si es que existen, solo habrán oído o leído dos o tres proclamas emitidas en el telediario o impresas en titulares. El más enterado, como mucho, se habrá chapado el programa íntegro de cada partido, es decir un compendio de mentiras milimétricamente estudiadas por un asesor de imagen, las más interesantes de las cuales se incumplirán sin sonrojo si sus autores llegan al poder. En cuanto a la situación real del país, las cifras del paro, y el resto de datos macroeconómicos o de cualquier tipo con los que podríamos valorar la gestión del actual gobierno, sobra decir que los filtros y la manipulación son de tal intensidad, tanto a favor como en contra, que, como suele decirse al principio de las películas, cualquier parecido con la realidad es por pura chorra.


Así que ni caso al padre del Capitán Colatriste cuando se empeña en que la educación es la única base de una democracia auténtica. En España nos salen los títulos universitarios por las orejas pero seguimos eligiendo a gentuza y a mangantes para que nos gobiernen, así que el quid de la cuestión debe de ser otro. Sin duda los ciudadanos con mayores recursos educativos y culturales resultarán más inmunes a ciertas formas de manipulación, pero la pregunta es: ¿lo suficientemente inmunes como para que sus votos no sean igual de nulos que los de los ignorantes supremos?

Quizá la clave de una verdadera democracia participativa y transparente esté en el control de la información por parte del pueblo, de la sociedad en su conjunto. Mientras siga secuestrada por media docena de clanes y por cuatro lobbies al servicio del poder financiero y de la banca, las elecciones y las urnas seguirán siendo una pantomima por muy cultivados que seamos los españoles.

5 comentarios:

Zorro de Segovia dijo...

ovación cerrada!!

pd. y ... una reflexión adicional sobre el sufragio "censitario". Sus defensores creen que ellos serán elegidos para votar, pero ... ¿y si formaran parte de los excluidos?

El último de Filipinas dijo...

Da igual la cultura del votante si cada elector sigue pensando en su propio interés cuando vota que en el de la comunidad a la que pertenece.

Teutates dijo...

Muy reflexiva su alocución de hoy señor Neri y no puedo más que darle la razón en parte. Yo sí pienso que la educación es importante a la hora de dar más o menos valor a un voto, pero no entendida como conocimiento de datos o como capacidad para realizar operaciones. No está más capacitado para decidir el futuro de una nación alguien que se sabe la lista de reyes godos o es capaz de enumerar todos los Dioses del Olimpo, ni lo es aquel que por su formación universitaria es capaz de diseñar estructuras basadas en fórmulas matemáticas complejas. Pero sí alguien que tiene una educación en valores y es capaz de discernir entre el interés individual y el general y optar por la segunda opción, y también aquel que posee una educación que le ayude a ser crítico y le de las herramientas adecuadas para poder al menos intuir si el partido de turno le toma el pelo o no. Y esto no creo que tenga mucho que ver con ser un pastor de cabras o un licenciado universitario, ni con la educación académica recibida, aunque algo pueda ayudar.
Sabe usted que también he seguido a Reverte bastante tiempo y ciertamente en ocasiones reconozco que se vuelve un tanto pedante y que la mayor parte de las veces regala a nuestros ojos discursos que son populares, lo que no se es si es una impostura o una creencia verdadera.

Al Neri dijo...

Lo que dicen Teutates y Último de Filipinas de votar pensando en el interés general es incompatible con el actual modelo, en el que los partidos representan, de forma más o menos encubierta, intereses muy concretos de diferetes sectores sociales.

La educación en valores es fundamental para todo, pero alguien con este tipo de educación quizá debería preguntarse si los grandes partidos políticos representan algún valor moral.

Lola Domínguez dijo...
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