domingo, 2 de marzo de 2014

MANDANGAS VOCACIONALES

Leí hace poco que la escritora María Dueñas dejó su trabajo como profesora de Filología Inglesa en la Universidad de Murcia en cuanto su novela El tiempo entre costuras se convirtió en un súper bestseller y en serie de televisión. La noticia me gustó y me hizo pensar en lo estúpidamente idealizado que a veces tenemos nuestro trabajo, hasta llegar a creer que responde a nuestra vocación. Pero ahí está la Dueñas mandando al carajo una profesión teóricamente bonita, no mal retribuida y que se supone que le llenaba, para hacer lo que de verdad le apetece o le da pasta. Como que iba a seguir aguantando a los alumnos y las gilipolleces propias de una universidad por tres mil euros mensuales cuando sus novelas están en la estantería vip de todas las librerías de España, se las traduce a veinticinco idiomas e inspiran series de lujo con la mayor cuota de pantalla de la semana.

Ya digo que los que tras años de estudio y especialización al final ejercemos “de lo nuestro” tenemos una tendencia muy idiota a confundir nuestra relativa complacencia laboral con el romanticismo de la vocación. Mentimos a los demás y nos mentimos a nosotros mismos sobre el grado de satisfacción personal que nos brinda nuestro trabajo. Creemos que fingir -en mayor o menor medida- pasión vocacional nos hará más profesionales, interesantes o realizados a los ojos de los demás. Nada nos haría sentir más estúpidos, después de media vida preparándonos para acceder a un puesto, que reconocer, cuando al fin lo logramos, que no nos llenan nada nuestros cometidos profesionales y que incluso estamos hasta los huevos. Pero es que muchas veces es así; lo que pasa es que al haber pocas perspectivas de cambio, casi ninguna posibilidad de vivir de lo que de verdad nos ilusiona, ponemos al mal tiempo buena cara, y más con la que está cayendo.

La inmensa mayoría no hemos escogido los estudios guiados por nuestras inclinaciones, sino más bien por las circunstancias o por nuestra aptitud, incluso a veces por eliminación. En demasiados casos hemos estudiado en la universidad porque era lo que se esperaba de nosotros o, más claro aún, porque sabíamos muy bien que sin un título debajo del brazo (a veces daba igual cuál) nos íbamos a comer los mocos.  En cuanto a nuestros empleos, el margen de maniobra ha sido mucho menor aún y al final nos hemos lanzado a aquello que hemos comprendido que nos aseguraría mejor las lentejas, aunque a veces –por qué no– hayamos terminando cogiendo cariño a algunas facetas de nuestra actividad cotidiana, sobre todo a medida que dominábamos todos sus resortes.

Pero ese cariño no es pasión y, en el fondo, lo que nos gustaría es ganarnos la vida a nuestro aire, sin soportar chorradas, cumpliendo nuestros sueños aparcados y mohosos, o haciendo lo que ahora hacemos en nuestro tiempo libre como afición. Si nos dieran la oportunidad, menudo corte de mangas le íbamos a hacer a nuestro curro de ahora, incluso aquellos que trabajan en sectores presuntamente muy vocacionales como la medicina o la educación.

También sería muy divertido hacer el experimento sociológico de coger a un tío de estos que van de enamorados de su oficio y ofrecerle mil euros más al mes por encerrarse en una oficina a hacer un trabajo burocrático, rutinario y cansino. Nos íbamos a quedar alucinaditos de los resultados del ensayo; se nos iban a caer a los pies muchos mitos e íbamos a poner en cuarentena las mandangas vocacionales con las que nos gusta tanto llenarnos la boca.

Más sobre la vocación en La pluma: Vocaciones y trenes

12 comentarios:

Carlos T. dijo...

Muy interesante el post, y en especial el último párrafo. Muchas veces confundimos éxito con vocación, cuando no tienen porqué ir de la mano. A pesar de lo que comenta, quizás la vocación de esta señora sí es la docencia, pero vender miles de ejemplares y ver sus libros reeditados y traducidos tiene que dar mucho gustito, intelectual y materialmente.

En mi opinión, lo vocacional se entiende como aquellos que por su trabajo cobran una miseria, o que no les permite tener la estabilidad geográfica para formar una familia y, a pesar de eso, no lo cambiarían por nada.

Anónimo dijo...

Lúcidamente amargo su opúsculo, Neri.

Quizá debiéramos ir a las fuentes y tener presente lo que allí se dice del trabajo: el libro del Génesis se refiere a él como castigo de Dios ("ganarás el pan con el sudor de tu frente"), más que un derecho según solemos considerarlo hoy (derecho que a nadie debiera faltarle, por cierto).

De todos modos hay gente que logra hacer de ese castigo una verdadera vocación: véanse estos conmovedores cinco minutos en la voz de Luis Landriscina, el más famoso y popular de los que en Argentina se conocen como "cuentistas", humoristas que a veces se ponen serios y dejan relatos poéticos notables:

http://www.youtube.com/watch?v=oqoNoGkPduY

Tábano porteño

Brisa dijo...

¡Buen día!
Pienso que seguir la vocación que cada uno tiene en la vida es lo que más se acerca a la realización personal (hay quien lo llama "felicidad"). El problema es cuando hay "conflicto de vocaciones", y por ejemplo la vocación del artista que de vez en cuando vende un cuadro y apenas le alcanza para comer, se contrapone con su vocación a formar una familia. En ese caso pues habrá que elegir y normalmente uno opta por la familia, apechuga y trabaja de lo más rentable que se le presenta.

Un abrazo
(Me hizo pensar con su post anterior; me obligó a tomar postura, y ese ejercicio mental siempre es bueno. Gracias)

alco dijo...

¿Profesora funcionaria en la universidad de Murcia y deja el trabajo? Yo no me lo creo, habrá pedido excedencia de unos años para probar suerte como escritora a tiempo completo, pero no creo que haga un salto al vacío, tiene red por si se cae. Muy pocos escritores viven exclusivamente de su trabajo, y aquí se puede incluir incluso premios Planeta. Ildefonso Falcones, el autor de la Catedral del Mar, éxito totalmente comparable al de Dueñas, nunca ha dejado su bufete de abogado. Cercas, el de Soldados de Salamina, sigue dando clases en la Universidad de Gerona. De hecho, dar clases es bastante compatible con una actividad literaria o artística.
Veremos si Dueñas persevera como autora, hacer otro bingo es muy difícil. Leí su novela y no me enganchó nada, pero creo que mi opinión es minoritaria.
Muy poca gente consigue convertir sus sueños (o su "vocación") en realidad, pero sí es cierto que bastantes personas logran buenas aproximaciones.

C. S. dijo...

Yo estoy con Alco punto por punto (incluyendo lo malo que me parece el libro) A lo mejor a los que hay que dar la enhorabuena es a los alumnos de la Dueñas.

Luxindex dijo...

Alco, efectivamente, la mayoría de las mujeres son como las monas, no sueltan la liana sin tener otra a la mano. En cambio, la mayoría de los hombres son como los monos, no sueltan la liana sin tener otra a la mano.

La Dueñas misma dice estar en excedencia. Yo no la he leído. ¿Es tan buena como Javier Marías?

Por cierto, yo sí creo en la vocación, aunque según la persona y el trabajo, claro está.

Al Neri dijo...

Hombre, se habrán ustedes quedado calvos discurriendo que se ha cogido la excedencia. La Dueñas tendrá mucha vocación por la literatura pero gilipollas no es. No tengo ni idea de si la novela es buena; me la quiero leer. Por lo que he visto en la serie, el período histórico, la ambientación y el personaje del enigmático Ministro Beigbeder me resultan muy atrayentes. Puede ser una buena propuesta para el Club de Lectura, ¿no creen?

Muy interesante lo que dice Alco de los otros autores, en especial de Ildefonso Falcones, cuya Catedral del mar no he leído y de la que he oído críticas apasionadamente opuestas.

Brisa, ¿qué postura tomó con lo de Escocia? Es una verdadera lástima que no recogiera el guante de Brujo en el post del otro día...

Zorro de Segovia dijo...

Disfruté más con "La Catedral del Mar" que con "El tiempo entre costuras".
Beigbeder ..., enigmático sin duda. Probablemente un activo clave al inicio de la Guerra Civil, y poco útil al final de la misma.

Saturnino Martín Cerezo dijo...

No sé señor Neri. Tal vez yo sea un rara avis, pero creo que no cambiaría mi trabajo por esos cochinos mil euros.

No sé equivoque, no me gusta madrugar, ni hacer papeleos, ni aguantar ciertas cosas que tengo que aguantar en el trabajo, pero creo que lo mío sí es vocación.

Tal vez, porque desde que tengo tres años llevo diciendo que quería ser lo que estoy haciendo ahora. Tal vez, porque hay veces que pienso que lo que hago lo haría gratis. E insisto en que no me gustan todos los aspectos de mi trabajo, pero los que sí me gustan me compensan de sobra.

En realidad estudié algo que nada tiene que ver con la labor que ahora desarrollo, y sin embargo, creo que no sería un desdichado si hubiera tenido que desarrollar una carrera profesional de mis estudios universitarios.

Aun así, tenía claro a lo que me quería dedicar y a pesar el tiempo y del esfuerzo al final lo conseguí, y lo bueno es que cada día es un reto, algo nuevo y que me hace estar orgulloso de lo que hago.

Al Neri dijo...

Politícola, Beigbeder fue muy útil reclutando moros al principio de la guerra civil, muy incómodo como ministro putero y anglófilo al principio de la II Guerra Mundial (cuando ganaban los alemanes) y útil de nuevo cuando empezaron a ganar los aliados y Franco le encomendó tantear a Churchill.

Le felicito, Saturnino. Estoy seguro de que es así en su caso, aunque pienso que para la mayoría de la gente el trabajo es tal como lo ha descrito Tábano porteño. No sabe la suerte que tiene. En mi caso, reconozco trabajar con muy poquita vocación aunque muchas veces agradezco la oportunidad que tengo de ver y aprender cosas interesantes, y desarrollar una labor intensamente relacionada con la formación a la que tanto tiempo he dedicado. En estos tiempos no es poco.

Anónimo dijo...

Interesante enfoque. Sobre el asunto de los mil euros más, creo que se ha omitido un dato nada trivial: si esos mil euros son necesarios para comer o no. Porque si son superfluos, entonces es correcto su experimento, pero en caso contrario no, porque ni la vocación ni el orgullo alimentan por sí solos. Y, por comer, la gente hace cosas mucho peores que trabajar en una oficina por mil euros más al mes.
Sobre la vocación, se da por hecho que todo el mundo tiene una, pero no es así. Para tenerla hacen falta inquietudes, intereses inmateriales e inteligencia, y no todos tienen o tenemos de eso. Sólo hay que ver lo que hace la gente en su tiempo libre, incluso los que maldicen su trabajo, y especialmente en vacaciones prolongadas: el que se aburre y está deseando volver a la rutina es un triste que cumple a la perfección esa máxima, que no recuerdo de quién es, de que "el trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer".

Un saludo.

Llorente.

Aprendiz dijo...

No sé si estoy yo muy de acuerdo.

Yo estudié LADE por falta de vocación en otra cosa y porque mi padre tiene un despacho, pero también porque lo consideraba lo mejor para mi futuro. Llevo tres años trabajando, y aunque estoy muy a gusto, sé que no quiero estar toda la vida trabajando en esto porque tiene unos contras que superan a los pros.

Este verano se me planteó la posibilidad de estudiar magisterio, algo que nunca había ni pensado, me he lanzado a ello y lo voy compaginando con el despacho. Obviamente no voy a dejar de trabajar, porque esta nueva carrera es solo una posibilidad que espero al menos concluir, pero sí que he descubierto que me hace mil veces más feliz y disfruto mucho estudiándola, cosa que no me pasaba con LADE.

Sé que no llegaré a ganar tanto como lo que podría llegar a ganar en el despacho, que al fin de cuentas me lo acabaría quedando yo, pero los niños me hacen feliz y enseñar me hace feliz. Lo cual llevo comprobando después de varios años dando catequesis a niños.

Así que sí, yo estoy dispuesta a dejar la comodidad de mi mesa y mi ordenador, para bregar ocho horas con niños, al menos hoy eso me ilusiona y me empuja a dedicar todo mi tiempo libre a estudiar. Mañana no sé que pasará, pero no quiero pensar en el futuro que no lo intenté.

Como yo, están mis compañeros, que son ya adultos con sus trabajos muchas veces en otras ramas. Pero ¿por qué seguir en una rama laboral si has descubierto tu posible vocación en otra? Obviamente yo voy a lo seguro y no voy a dejar el trabajo que tengo por una posibilidad aunque se presente buena. Habrá que intentar compaginarlo, pero intentarlo.
Yo simplemente lo hago, porque he descubierto que hay gente que realmente disfruta con su trabajo, y yo quiero eso también.