domingo, 28 de abril de 2013

GARZAS Y CORMORANES


Cormoranes grandes

A su paso por mi ciudad, a escasos 20 kilómetros de su desembocadura, el ya caudaloso Pisuerga concentra en sus riberas una riqueza considerable de especies de la avifauna española. Este invierno he paseado mucho por sus orillas observando todo lo que se mueve y alguna sorpresa me he encontrado, como un martín pescador y un andarríos chico. Pero los grandes protagonistas del Pisuerga urbano invernal, además de patos domésticos, azulones,  cruces variopintos de unos y otros, ocas y gallinetas comunes (también llamadas, con perdón, pollas de agua), son las garzas reales (Ardea cinerea) y los cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), dos curiosas aves muy avezadas en el arte de la pesca.

El objetivo del post de hoy es publicar unas fotos tomadas por Veneficus durante el paseo que dimos juntos la mañana de víspera de Reyes de este año y, de paso, comentar algunas peculiaridades sobre el cormorán y la garza, cada vez más frecuentes en nuestro río. Veneficus es un gran aficionado a la fotografía, con una especial sensibilidad artística, que imprime su personalidad tanto en la instantánea de un paisaje como en la de una despampanante modelo, pero era la primera vez que se aventuraba a retratar pájaros. Llevó varios objetivos que talmente parecían armas secretas del 007 de los primeros sesenta y estuvo ojo avizor confiando en nuestra suerte, que no fue mala.


Garza real
La garza real o gris y el cormorán grande tienen en común que crían en España en número moderado pero en los meses fríos bajan miles de ejemplares del norte de Europa, aumentando llamativamente su población. Las garzas grises, que yo sepa, se han reproducido toda la vida en nuestras latitudes, pero los cormoranes grandes, también llamados cuervos marinos, han empezado a hacerlo recientemente. Además, este último también ha incrementado muchísimo su contingente invernal en las últimas dos décadas. Antes era raro verlo y en la ciudad mucho más; hoy puedo dar fe de su onmipresencia entre noviembre y marzo. De todos modos, tengo la impresión de que en mi localidad construyen sus nidos muy pocos individuos de una y otra especie, pues desde principios de este mes veo muchos menos cuervos marinos y ninguna garza gris.

Garza real al acecho
Tienen también en común que son piscívoros y les encantan las presas grandes, aunque sus técnicas de pesca son bien distintas. El cormorán va nadando como los patos pero se zambulle de continuo para bucear en busca de peces. Cuando trinca alguno tarda mucho en tragárselo y sus congéneres acuden bulliciosos e intentan arrebatarle la comida montando unas peleas impresionantes. La Ardea cinerea es más discreta. Siempre está posada, completamente inmóvil, en una rama de la orilla y, cuando pasa su escamosa víctima a ras de superficie, la atrapa con un picotazo inesperado.

Petirrojo europeo
Hay otro cormorán en España, el moñudo, que es estrictamente marino, y otra especie de garza, la imperial, que es dorada y con listas, mucho más escasa y solo se ve en primavera y verano. La semana pasada estuve en el embalse de Castronuño y vi decenas de Phalacrocorax y de garzas reales, pero ni una sola imperial.

Gallineta común o polla de agua
Como remate de esta entrada pajarera, ponemos también la foto de una polla de agua y de un simpático petirrojo que se negaba a mirarnos de frente. La polla es muy abundante en todos los meses y llama mucho la atención con su pico rojo con la punta amarilla y su costumbre de nadar moviendo la cabeza adelante y atrás como diciendo que sí todo el tiempo.

¡Pinchad en las fotos para verlas en todo su esplendor!


jueves, 25 de abril de 2013

AYER NO MÁS

José Pestaña, un solitario profesor de Historia en la Universidad de León, presencia cómo un desconocido increpa a su padre octogenario en plena calle acusándole de haber asesinado al suyo en los primeros meses de la Guerra Civil, siendo miembro de una Bandera de Falange en un pueblecito de la provincia. Desde ese momento, este hombre y su familia harán todo lo posible por que el padre de Pestaña confiese donde enterró el cuerpo tras la ejecución, a fin de recuperarlo y darle digna sepultura. No tardará en aparecer en escena la extrema izquierda, encarnada en la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, ansiosa por sacar el máximo provecho mediático y económico del suceso en beneficio de dos interesados profesores universitarios, y por demonizar al viejo ex-falangista, presentándole públicamente como un enemigo de la libertad y un asesino de demócratas.

José, por su parte, procura afrontar el asunto con discreción y a espaldas de los medios para evitar resucitar viejas querellas y fantasmas del pasado. Cree que la publicidad después de tantos años solo sirve para azuzar los odios; que el llamado bando republicano también cometió muchos crímenes en su zona, y que ya han pasado los tiempos del maniqueísmo, de la división entre fascistas enemigos del pueblo y románticos defensores de la democracia.

Ayer no más es una novela interesante y con chicha sobre la Guerra Civil, en la que Trapiello, muy en su línea, se esfuerza por adoptar una postura equidistante entre los dos bandos, al estilo de Manuel Chaves Nogales, al que cita varias veces. La cuestión es si lo consigue.

Lo más destacable de esta obra de 300 páginas, con un estilo impecable y una técnica narrativa bastante novedosa, son algunos arranques de ecuanimidad que sorprenden bastante a fecha de hoy, en especial el reconocimiento de que los izquierdistas perpetraron salvajadas innombrables entre el 36 y el 39, de que si provocaron menos víctimas que los nacionales (numéricamente hablando) es porque dominaron menos territorio y menos población, de que el Gobierno republicano fue responsable de estos hechos por acción o por omisión (suele decirse que todo fue obra de “incontrolados”), de que en las Brigadas Internacionales se alistó la peor escoria de Europa, de que los rojos no eran precisamente democráticos y de que si hubieran ganado la guerra se habrían producido episodios de represión equiparables a los que protagonizaron los franquistas.

Muy de agradecer también es la cera inmisericorde que el autor da a los abanderados de la Memoria Histórica, auténticos buitres carroñeros que tuvieron su momento de gloria entre 2008 y 2010 durante la famosa causa abierta por el juez Garzón contra los "crímenes del franquismo". Acusa a los promotores de estos circos de fanáticos y vengativos, de adoptar una postura tan intransigente como la de cualquiera de los protagonistas de la guerra, y de pretender ganar ahora un conflicto que perdieron hace casi ochenta años. No obstante, ante las críticas recibidas por la novela, Trapiello ha tenido que recular con toda clase de explicaciones edulcoradas sobre sus auténticas intenciones, que no son -dice- demonizar a las agrupaciones para la recuperación de la Memoria, sino solo denunciar a algunos individuos y algunos aspectos de las mismas.

Ya conocemos a Andrés Trapiello y sabemos lo que suda por parecer neutral con el tema de nuestra conflagración civil, hasta el punto de conmovernos en ocasiones, pero desgraciadamente sus esfuerzos nunca se ven coronados por el éxito y al final no engaña a nadie. En este libro y en otros suyos juega al intelectual profundo que sabe apreciar matices que los ultras y cafres no vemos, y hace alardes de honestidad como los ya expuestos para demostrar que es lo bastante independiente como para hallar defectos en los buenos y virtudes en los malos, pero al final el amigo Andrés no alcanza a desprenderse de sus escrúpulos filosóficos, de sus juicios moralistas y de sus clichés más sobados que la pipa de un comanche, ya que parte de una visión simplista y negativa del Alzamiento del 18 de julio y se empeña en que la actual derecha política y sociológica condene de forma expresa dicho “golpe de estado” contra la República,  pida perdón por haberse rebelado contra un régimen "legalmente constituido".

No, Trapiello, no. Si quieres escribir alguna vez en tu vida un libro ecuánime de verdad, lo primero que debes aprender es a no emitir juicios de valor sobre las ideologías en juego y sobre quiénes tenían razón y quiénes no, porque de lo contrario estás quedando casi a la altura de los garrulos de la Memoria Histórica. Yo jamás sería capaz de escribir sobre la Guerra con el nivel de imparcialidad que predicas, pero lo triste es que tú tampoco, aunque intentas colárnosla. Si pretendes que alguien pida perdón por algo a estas alturas, que me parece una chorrada, al menos díselo también a los de izquierdas. Sí, majo, diles que pidan perdón, por ejemplo, por haber convertido unas elecciones municipales en un referéndum sobre la forma de gobierno, por haber manipulado encima los resultados (salieron más concejales monárquicos que republicanos), por su escandaloso sectarismo que nos llevó a la hecatombe, por haber quemado iglesias en el 31 y en el 36, por haber dado un golpe de estado en el 34 contra un gobierno conservador legítimamente elegido en las urnas y por haber acosado hasta la extenuación a sus adversarios políticos. Porque la culpa de las guerras, señor autor de Ayer no más, la tienen los que las provocan, no los que las declaran.

Pero insisto: nadie tiene que pedir ya perdón de nada por la Guerra. Cada cual, con más o menos razón de su parte, cometiendo mayores o menores excesos, trató de defender los valores y el modelo político y de sociedad en los que creía, y Trapiello no es quién para decidir si unos modelos o unos valores son mejores que los otros. O mejor dicho: sí es quién, que lo haga si quiere, como lo hacemos todos, pero que al menos no tenga la caradura de vendernos su libro como un modelo de mesura, de objetividad y de honradez.

Por lo demás, es libro que hay que leer porque la historia humana llega hondo y contiene reflexiones valiosas. Está además extraordinariamente bien documentado y sirve como homenaje a la provincia y a la ciudad de León.

martes, 23 de abril de 2013

ENCUESTA DEL MARIDO QUE SE VA AL CARIBE


Pregunta: Mujer, ¿cómo reaccionarías si tu marido te anunciara su intención de irse solo con los amigotes una semana de vacaciones a la República Dominicana?

Participantes: 11

Duración: 16 días

Respuestas:

a) Estaría encantada y le animaría porque en la pareja cada uno debe tener su espacio: 3 votos (27%)

b) No me sentaría muy bien pero no me opondría si él desea ir: 1 voto (9%)

c) No me opondría pero a la vuelta le exigiría hacerse los análisis pertinentes y no tocarme en dos meses: 0 votos (0%)

d) Le diría “tú verás, haz lo que quieras”, pero él sabría muy bien cuáles iban a ser las consecuencias: 2 votos (18%)

e) Me echaría a reír a carcajadas ante una propuesta tan absurda: 3 votos (27%)

f) Me pondría de morros hasta que desistiera de la idea. 0 votos (0%)

g) No se lo permitiría jamás y tendríamos una bronca morrocotuda: 1 voto (9%)

h) Le daría a escoger entre irse al Caribe y seguir casado conmigo: 0 votos (0%)

i) Le gritaría que para eso mejor que se traiga las mulatas a casa y nos sale más barato 1 (9%)

j) Le diría que vale, pero esa semana sola yo sería la chica más traviesa del vecindario: 0 votos (0%)

k) Le cortaría los huevos con las tijeras del pescado: 0 votos (0%)

l) Otras reacciones diferentes: 1 voto (9%)


NOTA: En las encuestas en las que pueden votarse varias opciones, el % no representa el porcentaje de votos que ha obtenido cada respuesta sobre el total de los emitidos, sino el porcentaje de votantes que ha escogido esa opción.

Se ruega ampliación y motivación de las respuestas en los comentarios a esta entrada.

domingo, 21 de abril de 2013

JOAQUÍN DÍAZ

Uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia son las canciones de Joaquín Díaz que ponían mis padres los domingos por la mañana. Despertaba los días festivos con el arrullo de la bella voz del folclorista zamorano, que sonaba a antiguo y narraba, desde el enorme radiocasete de la cocina, viejas leyendas de lobos, pastores, deshonras, reyes, caballeros y princesas. También le recuerdo, siendo yo un crío, cantando con su guitarra en televisión, con ese aire de juglar descolocado, con serenidad y barbas de eremita.

Joaquín era y es un estudioso de la cultura popular española, sobre todo castellana. Músico, catedrático de Estudios de la Tradición en la Universidad de Valladolid, director de la revista Folklore y de la Fundación que lleva su nombre en la localidad de Urueña, recorría los pueblos más remotos a la caza de viejos romances y coplillas del año catapún. Hacía recitar a las abuelas centenarias, tomaba notas y musicalizaba esas joyas ancestrales de nuestra cultura para editar discos preciosos, como La picaresca tradicional, Romances tradicionales, Romances truculentos, Romances de ciego o Romanzas y cantigas sefardíes, todos de los años 70.

Es también uno de los mayores expertos en música sefardí. Ha recopilado cientos de canciones populares en judeoespañol que se interpretaban en la Península antes de 1492. Esta curiosísima lengua es en realidad el castellano antiguo que se hablaba en el siglo XV con muchos préstamos del hebreo y otros idiomas orientales.

Ayer me topé por casualidad con el inolvidable romance rescatado por él sobre el milagro de las aves de San Antonio de Padua en el siglo XIII. El texto tiene múltiples versiones pero la historia, que nos ha llegado de boca en boca desde la mismísima Edad Media, es entrañable, y cantada por él mucho más. Espero que guste a los que no la conozcan.


viernes, 19 de abril de 2013

NUESTRA MEZQUINA VARA DE MEDIR

Normalmente somos mezquinos al juzgar a los demás porque nos tomamos a nosotros mismos como unidad de medida. Somos nuestra propia vara de medir al prójimo. Empleamos la métrica de nuestro egocentrismo, de nuestros complejos, miedos y prejuicios, tratando de encajar a los que nos rodean en un molde subjetivo que se agota en nuestras estrechas miras.

Al que es más culto que nosotros le llamamos pedante y al que sabe menos de lo que nosotros sabemos, analfabeto.

Al que es más guapo que nosotros le consideramos presumido, pero al que es un poco más feo le llamamos costrollo y nos pitorreamos.

El que gasta más que nosotros es un caprichoso y el que menos, un rata.

Los hombres decimos que son frígidas las mujeres que quieren sexo con menos frecuencia que nosotros, y ninfómanas si son más fogosas de lo que nosotros somos.

Al que nos supera en inteligencia, le decimos sobrado pero al que es ligeramente más tonto que nosotros le tachamos de subnormal. Es curioso como el segundo niño más lerdo de la clase siempre se burla furiosamente del peor dotado de todos.

Al que tiene un sueldo cien euros superior al nuestro le consideramos rico, pero si gana algo menos le llamamos pobre.

Al que se acuesta con más chicas que nosotros, los hombres le llamamos salido o promiscuo, y al que tiene menos variedad, reprimido.

Al que trabaja más que nosotros le tratamos de esclavo y al que menos, de vago.

Cualquier estudiante considera empollón al que estudia más horas que él e irresponsable al que dedica menos tiempo.

Denominamos beatos o meapilas a los cristianos más practicantes que nosotros, pero no nos cortamos en decir que son fríos en lo religioso los que van menos veces a misa que nosotros mismos.

Al que tiene algún leve achaque más que nosotros, le decimos enfermizo.

Al que alcanza éxitos que nosotros no hemos logrado le adjetivamos como suertudo, y, sin embargo, tachamos de poco luchador al que tiene peor suerte que la nuestra.

A quien nos gana en generosidad lo titulamos bobo, y al que es menos altruista, insolidario.

Los hombres llamamos vigoréxicos a los que hacen más deporte que nosotros o están más cachas, y gordos, fofos o dejados a los que no.

Al que habla más que nosotros le consideramos bocazas, y al que menos, soso.

Las mujeres llaman pijas o presumidas a las que se arreglan más o visten un poquito más variado que ellas, y adefesios a las que tienen dos prendas menos que ellas o van a la peluquería cuatro veces menos al año.

Tildamos de fanático al que tiene ideas políticas más definidas que las nuestras, y de apolítico al que tiene menos interés que nosotros por las cuestiones ideológicas.

Los hombres llamamos calzonazos al que quiere pasar más tiempo con su mujer que nosotros con la nuestra, pero al que pasa menos tiempo que nosotros le criticamos, decimos que va a su bola y que para qué se ha casado.

Al que sale más de copas que nosotros le encasquetamos la etiqueta de juerguista o borracho, y al que menos, de amargado o antisocial.

El que tiene ideas algo más conservadoras que nosotros es un facha, y el que parece un poco más socialmente avanzado, un comunista.

Al que defiende sus derechos con más firmeza y valentía que nosotros le acusamos de exaltado, pero al que da menos la cara de lo que nosotros la damos, le llamamos cobarde.


Y podríamos seguir…


martes, 16 de abril de 2013

GAMIFICACIÓN

Mis conocidos gurús de la pedagogía e ideólogos de la Administración educativa, me cuentan que ahora lo que pita en la enseñanza es la gamificación y que va a ser la gran revolución de los próximos años.

El ridículo anglicismo “gamificar”, que viene de la palabra "game", y que aquí en España algunos traducen como "ludificar", consiste en aplicar técnicas de juego a tareas que normalmente se consideran pesadas o aburridas, a fin de incentivarlas o hacerlas más atractivas. La educación es uno de los ámbitos donde se ha empezado a implantar, pero no solo. En un país bárbaro de esos de arriba (Suecia, creo) construyeron una empinada escalera a base de teclas grandotas de piano que sonaban con sus notas cada vez que alguien las pisaba, y parece ser que la gente, que es gilipollas, dejó de usar la escalera mecánica que había al lado para subir dando saltitos interpretando un concierto de Chopin. Hasta los viejos de noventa años.

La gamificación también intenta instaurarse en otras actividades como la cumplimentación de encuestas o de formularios oficiales, o las actividades formativas, creando, por ejemplo, una mascota virtual que te guíe o convirtiendo un curso on line de toda la vida en un videojuego. Yo hace poco tuve una formación que en realidad era una aventura gráfica muy buena, pero al final me quedé más con la anecdotilla lúdica que con los contenidos del curso.


En las aulas el invento se traduciría –según explican sus defensores– en la conversión de los procesos de aprendizaje en juegos divertidos para que los niños y los adolescentes se lo pasen pipa y vayan empapándose de las asignaturas sin darse cuenta. Se pueden poner muchos ejemplos: desde un trívial de literatura para jugar en clase, hasta un videojuego de geografía que muestre a los chavales, haciendo pruebas, los diferentes países del mundo, pasando por toda suerte de dinámicas lúdicas que den a los alumnos una de cal y una de arena, o una de juego y otra de estudio.

Como firme defensor de las modalidades más tradicionales de la docencia, en principio estos experimentos me hacen rechinar los dientes. No tengo nada en contra de que cultivarse intelectualmente pueda convertirse en una actividad agradable y, de hecho, he defendido aquí muchas veces la importancia de una divulgación cercana y accesible del conocimiento, encaminada a hacer digeribles y atractivas las materias más áridas. Pero una cosa es aprender lo que nos apetece por nuestra cuenta y otra muy distinta la educación reglada, cuyo objetivo es que el alumno adquiera una cultura general o un determinado nivel de conocimientos concretos que se supone le habilitarán para la vida social y profesional. Y con esta educación reglada no se puede jugar porque de ella depende la adecuada formación de millones de niños.


No puede confundirse el aprendizaje informal con el estudio. Habrá que estar a cada tipo de materia o a cada asignatura. Es obvio que un niño pequeño puede aprender un idioma jugando o viendo dibujos animados, aunque merece la pena recordar que todos hemos aprendido así nuestra lengua materna pero eso no nos ha librado de estudiar de memoria, machacona y aburridamente, las reglas gramaticales, sintácticas y ortográficas para hablarla y escribirla con total corrección. Parece evidente que un crío puede adquirir nociones de anatomía jugando con un esqueleto gigante de plástico llamado Manolo, pero tarde o temprano tendrá que sentarse delante del libro y echar horas como todos hemos hecho para memorizar los nombres de todos los huesos y músculos. Quizá los escolares puedan pasárselo en grande haciendo problemas de física o de matemáticas con una aplicación informática con música, colorines y demás mandangas, pero digo yo que al final tendrán que chaparse las fórmulas y los pasos quemándose las cejas delante de un flexo. Y seguramente Érase una vez el hombre era una serie de animación estupenda para familiarizar a los tiernos infantes con las vicisitudes históricas de forma amena, pero las fechas, las batallas, los nombres y los tratados hay que aprendérselos de pe a pa para saber Historia.

Un aprendizaje de calidad requiere de un intenso esfuerzo personal que no puede suplirse por simples pasatiempos. El estudio individual, memorístico o no, es una actividad poco agradable de por sí con la que debe terminar enfrentándose cualquiera que desee dominar en serio una disciplina.

Uno de estos expertos pedagogos me razonaba socarrón que para qué aprender de memoria datos que ya están en Internet o en cualquier enciclopedia y se pueden consultar en unos segundos. “Para ser un hombre culto sin tener que mirar la chuleta”, le respondí.

Yo recuerdo de pequeño cuando tenía que memorizar las preposiciones, los pronombres, las conjugaciones de verbos en latín, los ríos de todas las cuencas, las capitales de todos los países, todos los elementos de la tabla periódica, los vocabularios de inglés, las provincias de todas las comunidades autónomas y todos los reyes de España. Gracias a ello hoy no soy un analfabeto funcional como tantísimas víctimas de los sistemas educativos posteriores, que no saben ni dónde tienen la mano derecha.

Un buen sistema educativo debe apostar por el esfuerzo y por el sacrificio, no solo porque es la única manera de aprender bien las distintas disciplinas, sino porque de paso se enseña a los jóvenes que la vida no es una juerga permanente en la que solo existe la diversión, sino que hay muchos trámites desagradables que cumplir y muchas actividades aburridas que aguantar, mal que nos pese, para alcanzar nuestros objetivos. ¡Qué mala escuela es pretender que todo puede lograrse jugando y disfrutando!

¿Qué va a hacer esta generación gamificada cuando se tenga que enfrentar con la Universidad o con un mercado de trabajo despiadado y competitivo? ¿Exigirán estos jóvenes un juego de ordenador con música rock para aprenderse el Código de Comercio? ¿Pedirán que las entrevistas laborales se las hagan a través de una chistosa dinámica de grupo con tarjetitas de colores? ¿Le dirán al director general de su empresa que las reuniones de los lunes se sustituyan por un karaoke participativo para desarrollar el orden del día con canciones? ¿Esperarán redactar los informes de trabajo más enjundiosos a través de un alegre aplicativo informático en el que un ratoncito rosa les vaya dictando los pasos?

Si fuera por mí, en vez de las gaitas estas de la gamificación, se volvería a implantar la Enciclopedia Álvarez y se obligaría a los niños a aprenderse de carrerilla la lista de los reyes godos para que captaran el valor del trabajo duro, del tesón, de la constancia y de la perfección en los detalles.

domingo, 14 de abril de 2013

MISÁNTROPO

Algunos creen que soy un misántropo y que este blog viene a ser un reflejo más o menos velado de mi misantropía, pero yo digo que se equivocan.

No es que tenga, ni mucho menos, aversión al género humano. Al contrario, la historia de la Humanidad me admira y pienso que el ser humano es capaz de gestas tan grandiosas y obras tan generosas que no podemos ni imaginar. Me resisto a creer que por naturaleza haya maldad en los corazones y me impresionan los sacrificios que algunas personas han sido y son capaces de hacer desde la Fe, desde la política o desde el simple impulso de sus sentimientos, para que otras puedan tener una vida un poquito mejor.

Pero considero que para que estas virtudes que alberga nuestro código genético se manifiesten, son necesarias unas condiciones y un ambiente que, por desgracia, hoy en día no se dan en absoluto. Y mientras no existan estos condicionantes, el hombre será un lobo para el hombre, como decía Hobbes.

En román paladino: Soy muy pesimista con respecto al hombre en el actual contexto social, político, económico, cultural y religioso. Habitamos un ecosistema atroz que nos ha hecho atroces. Hemos dado cada vez más cancha al egoísmo y al materialismo, y hemos acabado convertidos en burbujas solitarias e impenetrables incapaces de moverse si no es en pos de un beneficio propio.

No es que odie a la Humanidad, a la que pertenezco, sino que he llegado a tales niveles de escepticismo que en realidad espero muy poco de ella. Me gusta la gente, y conocerla y tratarla; disfruto en su compañía y aprendo de ella continuamente. Considero imprescindible y agradable el trato social. Pero no espero que nadie me sorprenda para bien, ni haga nada por mí ni por nadie, ni me dé nada, ni luche por cambiar el actual estado de cosas, ni denuncie las injusticias sin obtener nada a cambio, ni se esfuerce sin recompensa clara.

Muchas cosas tendrían que cambiar y llegar alguien que supiera encender la mecha humana para que estallaran gloriosamente nuestras bondades y nuestras potencialidades enterradas.

Entretanto, si lo miro bien, casi todas las personas que me rodean no hacen más que darme alegrías, puesto que como mis expectativas en ellos están bajo cero, a poco que hagan, me dejan maravillado.

viernes, 12 de abril de 2013

GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN

Ayer tuve una discusión amistosa con un compañero sobre la diferencia entre Gobierno (políticos) y Administración (funcionarios), que por su interés me apetece reproducir aquí.

Mi compañero defiende que todas las actuaciones de la Administración deben responder a decisiones puramente técnicas y adoptadas por personal funcionario especializado con criterios de estricta eficiencia económica. Por ejemplo, según él, solo podría crearse un determinado ministerio u otro órgano tras un sesudo estudio de fuerte perfil financiero que demostrase que no hay otra forma más rentable, eficaz, barata, ágil y operativa de satisfacer la necesidad pública de que se trate. La decisión final –opina– debería tomarse de acuerdo con los informes técnicos emitidos al efecto por los cuerpos de especialistas en la materia.

Sin embargo, para mí esta tesis parte de la confusión tan habitual entre Gobierno y Administración, entre política y función pública.

Los políticos deciden y marcan los objetivos

Para empezar, la separación entre Gobierno y Administración es solo de carácter funcional. Ni los políticos son funcionarios ni los funcionarios son políticos. Ni los funcionarios gobiernan ni los políticos tienen por qué saber cómo traducir sus decisiones de gobierno al lenguaje jurídico y administrativo, ni cómo encajarlas adecuadamente en los cauces formales y procedimentales establecidos por la Ley. En conclusión: la Administración es un instrumento del Gobierno y, por lo tanto, de los políticos, para dar forma legal, ejecutar las decisiones de estos con estricto cumplimiento de la legalidad y afrontar los trámites ordinarios a que estas decisiones dan lugar.

Un ejemplo muy claro sería el de la misión de cada tipo de funcionario durante el mandato de dos gobiernos de ideología opuesta.

Si mañana llegaran al poder los comunistas y decidieran despojar de todos sus bienes a la Iglesia Católica y a los grandes terratenientes del país, el asesor jurídico (funcionario) debería limitarse a explicar al Ministro correspondiente (político) si es posible llevar a cabo esta medida a la vista del artículo 33 de la Constitución y de la Ley de Expropiación Forzosa vigente, de qué manera en su caso y, si resultara imposible a la vista de estas normas, qué aspectos de las mismas deberían modificarse y a través de qué procedimientos. Si la decisión se adoptara finalmente, un técnico del Ministerio (funcionario) prepararía la lista de fincas a confiscar, explicaría al Director General (político) cómo crear un nuevo y flamante Servicio de Expropiaciones Sociales, y organizaría el personal y los medios de este Servicio para cumplir la tarea encomendada. Los auxiliares (funcionarios) prepararían las notificaciones a los obispados y a los latifundistas, y archivarían los distintos expedientes que se fueran generando. Y por último, el Presidente del Gobierno (político) saldría en la tele proclamando a voz en grito “el fin de los privilegios injustos de una casta oligárquica que ha sometido a los pobres a un esclavismo de siglos”.

Y si ganara las elecciones un partido ultraliberal que decidiera suprimir todos los derechos de los trabajadores (¡uy, que esto ha sucedido de verdad!) e implantar un impuesto especial por ir a mear, sucedería exactamente lo mismo. Los letrados o los asesores ilustrarían al político de turno sobre cómo lograr ese objetivo (si la ley aplicable lo permite), los técnicos redactarían el Decretazo y los funcionarios de la ventanilla de Hacienda liquidarían el tributo recién inventado. Ni más ni menos. Es bien fácil de entender aunque algunos se resistan.

Los funcionarios dan forma, ejecutan y tramitan las políticas adoptadas por el Gobierno
Siguiendo con mi argumentación contra la postura de mi compañero, yo entiendo que las decisiones de los gobernantes se basan y deben basarse en criterios de oportunidad política y no necesariamente en criterios técnicos, ni mucho menos objetivos. La oportunidad política es un gran pastel difícil de cocinar y con muchos ingredientes, pero, sobre todo, para que no se eche a perder la masa es importante mezclar de forma equilibrada las razones de servicio público con los criterios de imagen, marketing y publicidad, pues no en vano entre los principales objetivos de un político está mantenerse en el poder para poder seguir gestionado los asuntos de estado según sus principios y sus valores. Por eso en las decisiones de gobierno algunas veces jugará su papel la eficiencia presupuestaria, pero otras muchas pesarán más argumentos mediáticos o relacionados con la posible popularidad de la política a adoptar. Lo que no es eficiente en euros puede serlo en las urnas, y además hay servicios que son ruinosos de por sí y no por ello pueden dejar de prestarse tanto por los ciudadanos como por la propia estrategia del partido en el poder. Volviendo al ejemplo de crear un nuevo ministerio u órgano, es cierto que hacerlo quizá fuera insostenible desde el punto de vista de su utilidad real o del gasto que conlleva, pero podría reportar valiosos beneficios políticos que, obviamente, corresponde a los políticos (y no a los funcionarios) valorar.

En cuanto a la participación de los funcionarios en este tipo de decisiones, me remito a mis ejemplos sobre cuál debería ser la labor funcionarial. Los funcionarios no están para decidir, sino para implementar las decisiones de los políticos, cada uno según su nivel y su función. El problema es que hay una zona fronteriza entre los políticos y los funcionarios en la que no termina de quedar claro quién toma las determinaciones y quién las lleva a la práctica, quién asesora y quién zanja el asunto, quién dice qué y quién dice cómo. Me refiero a los puestos más elevados de las estructuras organizativas funcionariales, a los niveles en que el político y el funcionario trabajan juntos, este último normalmente designado al margen de los cauces comunes de promoción profesional. En estos ámbitos, aunque la teoría nos enseña que es el empleado público quien aconseja, el Ministro o Director General quien aprueba la medida, y de nuevo el funcionario quien la convierte en un instrumento jurídico (plan, ley, reglamento) y la ejecuta, la práctica nos demuestra que a veces el grado de confianza y delegación es tan alto, que estos asuntos pueden ir de abajo a arriba en vez de de arriba a abajo, es decir que el técnico piensa y decide y el político asiente y firma. Lo normal, sin embargo, es que no sea así, y que como mucho los objetivos los trace, aun a brocha muy gorda, el señor político y el alto funcionario diseñe luego las estrategias concretas, los instrumentos, los procedimientos e incluso el plan de marketing para alcanzarlos. Eso sí, hay un gran margen de maniobra porque un objetivo normalmente puede cubrirse de mil formas diferentes e igualmente válidas.

martes, 9 de abril de 2013

ENTRE PRIMOS

Hace poco me acordé de una vieja anécdota de mis tiempos de estudiante, y a raíz de esto, y ya que el otro día hablamos de los cambios que podría emprender la Iglesia, pensé en uno que no estaría nada mal.

La anécdota es que El Subdirector del Banco Arús y yo teníamos (y seguimos teniendo) un amigo común que cuando estaba en la Facultad se llevaba tan maravillosamente bien con su prima carnal (de edad parecida) que no hacían más que quedar solos para dar una vuelta, tomar algo, charlar o ir al cine. Jamás olvidaré, porque aún me parto, el día que el Subdire, con ese punto ladino que tiene, le soltó a bocajarro que anduviera con ojo, que los hijos de los primos nacen subnormales.

Las uniones maritales entre parientes consanguíneos en línea colateral (hermanos, tíos-sobrinos y primos) siempre han sido objeto de polémica.

Entonces la endogamia era común
Según los estudiosos, entre nuestros más remotos ancestros, en la Prehistoria, la reproducción entre parientes estaba al orden del día, debido a la fuerte dispersión y a la escasa movilidad de muchas de las comunidades humanas entonces existentes. Parece ser que una de las claves de la evolución de nuestra especie estuvo en el desarrollo cerebral y en la mejora de la inmunidad frente a diversas enfermedades, algo que solo se lograría a partir de las primeras migraciones masivas de nuestros antecesores homínidos y de la consiguiente depuración de la sangre al juntarse grupos muy diferentes genéticamente.

No obstante, los matrimonios entre familiares han sido práctica corriente hasta muchos siglos después, más o menos hasta la época de la Revolución Industrial, que es cuando comienza a abandonarse el modelo de sociedad rural caracterizado por núcleos de población aislados y escasa movilidad física y social de las gentes. Hace poco, un afamado científico especialista en temas genéticos declaró que más del 80% de los matrimonios celebrados en la historia de la Humanidad habían sido entre consanguíneos. Es más, según las últimas estadísticas, más del 10% de la población mundial está casada con un pariente o es fruto de una unión entre primos o entre tíos y sobrinos. 

En esta realidad han influido poderosamente factores sociales, económicos y culturales. Socio-económicos no solo por la incomunicación física de muchas poblaciones de la que ya he hablado, sino por el interés en que los grandes patrimonios se conservaran dentro de la misma familia, en preservar la pureza de una casta o dinastía aristocrática o, en el caso de los reyes, en favorecer lazos políticos o posiciones de poder. Con los factores culturales me refiero obviamente a la Iglesia Católica, cuyo Código Canónico recoge como impedimento para casarse el parentesco en línea recta (entre abuelos, padres, hijos y nietos) o colateral (entre hermanos, tíos y sobrinos, y primos), pero admite la dispensa por el obispo en el caso de tíos y sobrinos (tercer grado) y primos hermanos (cuarto grado). Por fortuna, hoy en día las legislaciones civiles de la mayoría de países civilizados prohíben el matrimonio entre colaterales por consanguinidad hasta el tercer grado incluido.

A mí me hace mucha gracia que actualmente en los países más pobres, estas bodas siguen siendo frecuentísimas, pero se concentran en los dos polos de la sociedad: solo se casan entre sí las familias muy ricas para no dividir la hacienda y las muy pobres para que les salga más barata la dote.

La pregunta que me hacía al principio del post es por qué la Iglesia no se decide a modificar su criterio acerca de las dispensas para colaterales en tercer y cuarto grado, ya que se trata de una cuestión completamente circunstancial que, por supuesto, no pertenece al ámbito del derecho divino, ni es ningún dogma, teniendo en cuenta que ha cambiado de forma radical el contexto social y económico en el que se admitieron dichas excepciones, y que los estudios científicos evidencian cada día más los riesgos que estas uniones comportan para la salud de la descendencia.

Carlos II, una víctima de la endogamia
Históricamente, la Iglesia ha prohibido el matrimonio entre familiares por dos motivos: Uno, para no confundir el tipo de amor que se da entre hermanos, tíos, sobrinos o primos, con el de naturaleza sexual, ya que la mezcla entre ambos afectos podría generar conflictos y destruir la familia como célula de la sociedad. Y el otro, por razones naturales biológicas, ante las evidencias de una mayor debilidad de las proles nacidas de progenitores con sangre en común. Sin embargo, Roma siempre ha dispensado de esta prohibición a los colaterales en tercer y en cuarto grado, por entender que los peligros genéticos están mucho más atenuados que en el caso de una relación entre hermanos (es cierto) y que a veces es preferible arriesgarse para permitir la propagación de la especie que ser estrictos con el Código y hacer que desaparezcan comunidades enteras en algunas zonas remotas, aisladas o incomunicadas.

A ello se suman otras razones de interés político y económico que no se escapan ni al clerical más fanático. La Iglesia Católica ha cedido en este punto a los intereses de la clase dominante, empeñada, como he dicho, en celebrar bodas consanguíneas con finalidades patrimoniales, sociales y dinásticas.

Pero en los tiempos que corren, cuando todos estas costumbres han caído en desuso (gracias a Dios), la población se mueve espontáneamente todos los días de un país a otro y se ha desintegrado en buena parte el medio rural, ¿qué sentido tiene seguir permitiendo que se case un tío con su sobrina o dos primos hermanos entre sí con el gran peligro que conlleva para la salud y, por lo tanto, para la calidad de vida, la dignidad y la felicidad de los vástagos?

José Manuel Prieto Prieto
La ciencia es concluyente. Se han escrito varias tesis sobre los perfiles genéticos en las familias reales europeas y en serio que es para que se le pongan a uno los pelos de punta, dada la tremenda incidencia de enfermedades recesivas mendelianas y otras taras diversas provocadas por la endogamia. También hay otros estudios más generales de los últimos años sobre las consecuencias de la reproducción endogámica, que, aunque subrayan que el riesgo en el tercer y, sobre todo, en el cuarto grado se reduce bruscamente con respecto al segundo (entre hermanos), existe también un porcentaje muy significativo (hasta un 30%) de enfermedades congénitas en la descendencia de primos carnales, incluso ya en primera generación. Las patologías que pueden presentarse con más probabilidad son bajo desarrollo intelectual, enfermedades infecciosas (tuberculosis, hepatitis), diabetes, cáncer, esquizofrenia, depresión unipolar, gota, epilepsia, trastornos digestivos, enfermedades coronarias y esterilidad.

En nuestra era, deberíamos replantearnos muy seriamente la legalidad de los matrimonios entre primos hermanos como modo de preservar y mejorar la salud de la población y sanear la sociedad, evitando así sufrimientos inútiles y poniendo coto a las actitudes elitistas y hasta racistas (monarquías) que en algunos casos sustentan este tipo de usos matrimoniales.

sábado, 6 de abril de 2013

OPERACIÓN B.S.O. (21): OFICIAL Y CABALLERO



                                                                                         
Con algo de miedo a ser tachado de empalagoso, hoy dedico un Operación B.S.O. al que es para mí uno de los mejores filmes románticos de todos los tiempos, Oficial y caballero (1982). Muy poco aficionado al género como ya supondréis, esta película me conmovió cuando la vi de adolescente (¡mucho después de su estreno!) porque me pareció que reflejaba, de un modo muy auténtico, la típica transformación de un rollete para pasar el rato en un cariño sincero cuando no en un amor apasionado. La cinta lleva muchos ingredientes sabrosos y está llena de valores. No solo tiene un inteligente planteamiento para enganchar tanto a las mujeres con el guaperas de Gere y la historia galante, como a los hombres con el reto de la escuela de oficiales y las tetas de Lynette (Lisa Blount), sino que aborda de forma muy emocionante grandes temas como el amor interesado, las vidas vacías, el compañerismo, la capacidad de sacrificio, la lealtad y la honestidad. Y por supuesto, ya que este es un post de bandas sonoras, la música es preciosa e inolvidable. A mí gusta ponérmela de vez en cuando porque me hace vibrar. No en vano, el tema principal, Up where we belong,  interpretado por Jennifer Warnes y Joe Cocker, ganó el Oscar y el Globo de Oro.      

jueves, 4 de abril de 2013

CUESTIÓN DE HUEVOS

Por favor, macho, no seas tan patético y deja de quejarte de una vez de tus problemas. No hay cosa más penosa que quejarse, lloriquear o poner excusas. A ver si te enteras de que la vida no es un edén, y si ahora te arreó con fuerza, la única actitud digna es aguantarse y seguir peleando sin torcer el gesto, sin una sola lágrima en los ojos. Levántate todos los días como un autómata y compórtate como si no te hubiera sucedido nada. Las heridas, te las lames escondido en un rincón, en un momento (breve) de descanso, sin que nadie te vea, y luego vuelves corriendo y con la cabeza bien alta a tu puesto en esa línea de montaje que es tu existencia.

Si los daños que ha causado el golpe son reparables, no sé qué haces ahí repantigado, balbuceando explicaciones y lamentándote como una nena; incorpórate de una vez y échale cojones para arreglar cuanto antes el desaguisado. Y si la cosa no tiene remedio, si algo se ha roto dentro de ti o a tu alrededor y sabes que es imposible recomponerlo, hazte a la idea ya y apresúrate a lavar la herida como sea, que te quedan todavía muchos martillazos que dar. Vigila tu cicatriz, pero cuando los nubarrones se posen en tu mente o en tu corazón, espántalos a manotazos, golpea tu pecho como un gorila y no permanezcas echado ni un segundo.

Para de pensar en chorradas, de darle vueltas a lo que no va a solucionarse. No seas pesimista, pero tampoco optimista. Date una ducha fría de realismo que te deje temblando y no te permitas el lujo ni de arroparte en tu albornoz. Sal empapado a la intemperie y te harás fuerte como una roca.

Procura pensar poco en tus desdichas y mucho menos hablar de ellas a los demás. Desengáñate: puedes contar con los dedos de una mano a quienes sufrirían contigo al conocerlas y, si no fueras una plañidera egocéntrica, tendrías claro que esos pocos que te quieren y a los que quieres no se merecen sumar a sus preocupaciones las tuyas. No vayas por ahí berreando con tus penas al hombro, mendigando consuelos y alimentándote de palmaditas en la espalda; son drogas que enganchan y luego la gente se cansa pronto de consolar. Los amigos y la suerte huyen de los quejicas.

Ponte en pie, tío. Sostente donde puedas y sube la guardia, que te van a volver a dar. Que no haya nada ni nadie capaz de tumbarte ni de alterar tu semblante. Camina sin pensar en el dolor, que se pasará solo cuando lleves horas activo y tu cuerpo y tu alma se calienten. Es cuestión de huevos.

lunes, 1 de abril de 2013

LA IGLESIA DEL SIGLO XXI


Justo después de la fumata blanca, un preboste político de mi comunidad autónoma osó declarar ante los medios de comunicación que la Iglesia necesitaba reformas inaplazables para adaptarse al siglo XXI, y que confiaba fueran abordadas por el Papa Francisco. Aunque huelga decir que la opinión de este señor sobre asuntos religiosos está de más, es innegable que coincide con la de una parte muy considerable de la sociedad española, hasta el punto de constituir ya una muletilla tópica que escuchamos tanto a un colega tomando un vino como a un familiar en la sobremesa o a los compañeros del trabajo, casi siempre con independencia de sus sentimientos religiosos. El personal suele defender que la Iglesia vive anclada en una época remota y que la crisis de vocaciones y su pérdida creciente de influencia en la sociedad se deben a este lamentable desfase. Si la Jerarquía –dicen– afrontara los cambios necesarios, otro gallo cantaría al Catolicismo.

Ante este profundo desvelo que tantos bautizados, creyentes más o menos practicantes, y anticlericales de todo pelaje demuestran por las posturas y la situación de la Iglesia, cabe una primera cavilación, y es lo curioso que resulta que el 95% de las reformas que la gente sugeriría se refieran a materias directa o indirectamente ligadas a la moral sexual o, en menor medida, al modelo de participación de los católicos en las instituciones eclesiales. Simplificando, lo que la peña parece echar más de menos es que la Iglesia Católica nos deje follar fuera del matrimonio, sea tolerante con los métodos utilizados para hacerlo con tranquilidad, acepte a los sodomitas y se vuelva en general más democrática, admitiendo, por ejemplo, el matrimonio de los curas y la ordenación de las mujeres, para superar los actuales prejuicios machistas y medievales

Luego hay otras críticas de fondo que se resumen en la manida frase de tertulia de que “los curas mucho predicar la pobreza y mira luego todas las riquezas del Vaticano, bla, bla, bla”, pero, vamos, que ninguno de los descontentos por la supuesta desactualización de la Iglesia parece tener nada que objetar a la esencia de la Doctrina Católica, es decir a su mensaje social; a su preocupación por los pobres; a los valores de solidaridad, generosidad y austeridad; a los sacramentos, y al amor incondicional al prójimo.

Una segunda reflexión me lleva a preguntarme cuántos de estos críticos tan profundamente angustiados por el talante retrógrado de la curia romana son mínimamente consecuentes con los principios básicos que acabo de esbozar y contra los que en teoría no tienen ningún reproche que hacer, pero sobre todo a plantear un gran interrogante: Suponiendo que la Iglesia Católica aceptara mañana mismo todas y cada una de sus reprobaciones, y se apresurara a reformar en profundidad esos aspectos que tanto les disgustan; suponiendo que el Papa aplaudiera de repente las relaciones prematrimoniales, los condones y los distintos tipos de pildoritas; bendijera las uniones homosexuales; ordenara a señoras y casara a presbíteros; y aceptara el asambleísmo patatero como procedimiento para decidir los dogmas; si admitiera, todo esto, digo, ¿qué cambiaría sinceramente en la relación de estos juzgadores con la Santa Madre Iglesia? ¿Empezarían a ir a Misa o irían más a menudo? ¿Empezarían a comulgar y a confesar con regularidad? ¿Se pondrían a dar limosnas y a hacer obras de caridad si nunca las han hecho? ¿Se meterían curas o monjas, o estarían encantados de que lo hicieran sus hijos? ¿Colaborarían activamente (y económicamente) con su parroquia? ¿Rezarían más de lo que rezan ahora?

La mayoría de las críticas a la Iglesia se centran en la moral sexual
¿Qué demonios cambiaría en su actitud con la Iglesia si la Iglesia decidiera cambiar?

Mucho me temo que nada, porque la crisis de la Fe católica y, consiguientemente, de sus representantes y sus instituciones, tiene ramificaciones mucho más complejas que la aceptación o no de cuatro modas o costumbres puntuales, de la mayor o menor laxitud ante ciertos usos sociales. Si el Cristianismo no está en boga no es porque sus posturas en tal o en cual tema estén anticuadas, sino porque sus valores fundamentales son abiertamente contradictorios con los de la sociedad actual, basada en el materialismo, en el consumismo, en la imagen, en el individualismo, en el egoísmo, en el hedonismo y en la competitividad salvaje en la que el semejante es un rival y no un hermano. Y por eso, aunque Roma abriera la manga con cinco o seis cuestiones concretas de tipo sexual u organizativo, no se solucionaría en absoluto la crisis de la institución, y los que la ponían verde por carca, y no la hacían ni caso ni en lo que estaban en contra ni a favor, a lo mejor dejarían de criticarla por los motivos de antes, pero seguirán haciendo caso omiso de cualquiera de sus mensajes.

Seguirían siendo igual de superficiales y de trepas; seguirían pasando de los pobres como de la mierda; no se rascarían el bolsillo con idénticas excusas que antes; seguirían siendo católicos “no practicantes” o cristianos “a su manera”; seguirían creyendo que confesarse es absurdo; seguirían haciendo demagogia con los tesoros vaticanos; seguirían sin colaborar en nada y sin participar en nada por muy democrática que fuera la nueva Iglesia, y seguirían yendo a lo suyo y viviendo lo más lujosamente que su sueldo les permitiera, pensando solo en el destino de vacaciones, en su ascenso, en su coche, en su ropa, en sus caprichos, en sus compras, en sus comidas de restaurante, como hacemos la mayoría de los “católicos” españoles de hoy en día. O sea que la Iglesia seguiría en crisis y ellos no harían nada por remediarlo a pesar de todo lo que habían protestado.

Por eso lo mejor es que estos criticones espontáneos cierren la boca, se abstengan de opinar, y, puesto que ellos van a seguir haciendo lo que les venga en gana diga lo que diga y haga lo que haga la Iglesia, la dejen defender en paz los dogmas, la Tradición y los principios morales que lleva defendiendo más de veinte siglos y que, gracias a Dios, siguen iluminando la vida de muchos creyentes dispuestos a arrimar el hombro, a hacer en vez de hablar y a sumar en vez de restar.  Mi aplauso y mi agradecimiento a todos ellos.