lunes, 31 de diciembre de 2012

HISTORIAS DE ESPAÑA VIEJA (XXIV): EL REINO DE NAVARRA

No podíamos dejar pasar 2012 sin rendir un pequeño tributo al histórico Reino de Navarra cuando se cumple el quinto centenario de su anexión a Castilla y Aragón, y, por lo tanto, de su incorporación al proyecto político unitario de los Reyes Católicos.

Uno de los aspectos más curiosos de la historia de este Reino fue su origen. Esta entidad política surge en los territorios en torno a la vieja Iruña (Pamplona) y de la mano de los Arista, una de las familias de la nobleza vascona del siglo IX. Como el resto de los reinos medievales hispánicos, su nacimiento está directamente vinculado a la invasión de la Península por los moros, pero hay un dato esencial que diferencia a Navarra de los otros reinos cristianos primitivos, y es que mientras que el Reino de Asturias, fundado por Don Pelayo, pretendía la reunificación y restauración de la Monarquía Hispanovisigoda, y los condados aragonés y catalanes respondían al interés de los francos carolingios en defender su frontera con el mundo musulmán (Marca Hispánica), los navarros deseaban crear una entidad de nuevo cuño y completamente independiente tanto de los carolingios, como de los visigodos (que nunca habían logrado doblegar a los vascones) como de los árabes.

Y así lo hicieron. Íñigo de Arista (Íñigo Íñiguez) fundó el entonces denominado Reino de Pamplona (824) tras una compleja sucesión de alianzas y enfrentamientos con los francos (de los que dependió fugazmente) y con los sarracenos personalizados en el conde Casio de Tudela, un hispanovisigodo convertido al Islam que ejercía de gerifalte en todo el Valle del Ebro y ansiaba la autonomía del poder central del Califato cordobés.

Sancho VII, el Fuerte, en Las Navas de Tolosa
Desde entonces, tanto la dinastía Íñiguez como su sucesora, la Jimena, convirtieron el Reino en un referente en la Europa medieval, llegando a ser Pamplona la más poblada y rica ciudad de toda la cristiandad ibérica. Las razones de este auge fueron fundamentalmente el valor estratégico del enclave, zona de paso obligada para acceder desde los Pirineos a la Península y peregrinar a Santiago de Compostela; la riqueza natural de la ribera del Ebro; las buenas relaciones iniciales con los vecinos reinos cristianos, que favorecieron un clima de prosperidad económica, y un exitoso expansionismo frente al moro, que, en su época más dorada, llevó al Reino a hasta el Cantábrico y a dominar territorios situados en las actuales comunidades autónomas de Navarra, País Vasco (fundando Vitoria y San Sebastán), Aragón, Cantabria, Castilla y León y la Rioja, y en las regiones francesas de Aquitania y Mediodía-Pirineos (las antiguas Gascuña y Occitania).

También merece la pena recordar que los Reinos de Castilla y de Aragón (y también el de Navarra propiamente dicho) nacen precisamente como consecuencia de las políticas dinásticas y territoriales del viejo Reino de Pamplona, ya que a la muerte de Sancho III, en 1035, quedan repartidos entre sus herederos el Condado de Castilla y Álava, el de Aragón (ambos heredados en su día por este soberano) y el territorio propiamente navarro.
Carlos III, El Noble

Entre los hitos históricos fundamentales del Reino de Navarra, cabe destacar su contribución al engrandecimiento del Camino de Santiago; su compromiso con la cultura y con la Fe; su firmeza frente a las injerencias francesas, y sus gloriosas campañas contra los árabes en colaboración con otros reinos cristianos, en especial la legendaria Batalla de Clavijo (844) y la decisiva de Las Navas de Tolosa (1212) contra el imperio Almohade, protagonizada por las huestes de Sancho VII el Fuerte. Inolvidable además el reinado de Carlos III, el Noble (1387-1425), que unificó políticamente el Reino y la ciudad de Pamplona, modernizó la Administración creando las Cortes y el Principado de Viana, e impulsó la economía fomentando el comercio, la industria, la minería y las infraestructuras de comunicaciones.

Al terminar su labor de Reconquista, Navarra pierde su razón de ser y queda además encajonada entre los ya poderosos Reinos de Francia, Aragón y Castilla, recibiendo una creciente influencia de este último. Su privilegiada posición estratégica y su cada vez más manifiesta debilidad interna la convierten en un bocado apetecible para todas las potencias circundantes, que poco a poco irán creciendo a costa de su territorio.

Esta situación de crisis se agrava por momentos y estalla a finales del siglo XV y a principios del XVI por una guerra civil sucesoria que divide caóticamente el Reino entre los beaumonteses, partidarios de Carlos, hijo de la Reina Blanca y príncipe de Viana (apoyados por Castilla y después por Aragón), y los agramonteses, defensores del usurpador Juan II, padre de Carlos (aliados de Francia). El choque, que brindó a la Castilla de Isabel la Católica la oportunidad definitiva para intervenir en la política navarra, sobrevivió incluso a los dos pretendientes y se agravó con las aspiraciones francesas en los territorios de Fernando de Aragón en Italia y con el cisma religioso protagonizado por el rey gabacho Luis XII, al que el Papa excomulgó.

Finalmente Fernando el Católico declaró la guerra a Francia en 1512 y denunció a los últimos reyes navarros (Juan de Albret y Catalina de Foix) por apoyar el cisma contra el Papa. Dos días antes de que el Pontífice firmara la bula autorizando la ocupación de Navarra, el Duque de Alba ya había penetrado en el Reino con 7.000 soldados de infantería, 2.500 de caballería y 20 cañones. Pamplona se rendía el día 24 de julio y en las capitulaciones el Gran Duque juró respetar los fueros en nombre del Rey Fernando. El último bastión que resistió el empuje de las tropas castellano-aragonesas fue el castillo de Maya. Además, los monarcas navarros, que habían huido a Francia, contraatacaron nuevamente ese año y en 1516 intentando recuperar el Reino, y otra intentona franco-navarra se repitió en 1521 durante el Reinado del Emperador Carlos V, aprovechando la coyuntura de la Guerra de las Comunidades.




En las Cortes de Burgos de 1515 el Reino de Navarra se incorporaba formalmente al de Castilla.

Pocos años después, el Emperador Carlos V renunciaba a la Navarra continental (allende los Pirineos), que quedó en manos francesas, respetándose sus instituciones hasta 1789. Por su parte, La Monarquía Hispánica y los Borbones españoles mantendrían un virrey en la parte peninsular del viejo reino y respetarían los fueros hasta el final de la Primera Guerra Carlista en 1841. A diferencia de Cataluña, Navarra salvó sus fueros del centralismo borbónico tras la Guerra de Sucesión (1701-1713) gracias a su apoyo oportunista al futuro Felipe V.

Gracias, noble Navarra, por tu aportación única a la historia y a la grandeza de nuestra Patria.

sábado, 29 de diciembre de 2012

JOAQUÍN AROZAMENA


Seguramente muchos se acordarán del gran periodista y comunicador Joaquín Arozamena, que presentó varios informativos de TVE a finales de los años 70. Joaquín tenía un estilo propio e inconfundible (no diré inimitable) caracterizado por un tono didáctico, un verbo sencillo y un claro espíritu divulgativo que le llevaba a explicar las noticias concienzudamente. En esos años era un lugar común, especialmente entre los más ignorantes, es curioso, que Arozamena hacía un telediario “para tontos”.

Ahora yo me pregunto qué dirían esos mismos de los informativos televisivos de hoy, al lado de los cuales las disquisiciones del veterano periodista parecían dirigidas a los más granados círculos de intelectuales.

¿Qué dirían de que los telediarios tengan formato de publirreportaje y nos inserten, disfrazados de noticias, descarados reclamos para ir a ver la última película producida por la cadena, viajar a no sé dónde o comprar no sé qué artículo?

¿Qué dirían de que los propios presentadores hagan telepromoción o publicidad en los descansos?

¿Qué dirían de que entre las noticias normales de repente nos cuelen anécdotas estúpidas, muchas veces extranjeras, como por ejemplo que un bebé oso panda se ha subido a un ciruelo y lo han rescatado unos niños chinos con la ayuda de los bomberos, o que en un pueblo del Medio Oeste americano la policía del condado ha perseguido a unos atracadores a 200 kilómetros por hora logrando al fin detenerlos?

¿Qué dirían del plasta que, haciendo honor a su apellido, presenta el tiempo en cierta cadena como si fuera un puto show, poniendo fotos enviadas por los telespectadores, explicando qué es una tormenta de verano como un maestro de Educación Infantil, y, a renglón seguido, recomendándonos una alarma para el hogar.

¿Qué dirían de Matías Prats junior, que presenta su informativo haciendo chistes como si se estuviera tomando unas cañas con los colegas?

¿Qué dirían de que la mitad del telediario de a mediodía esté dedicado a los deportes, desgranando los detalles más nimios sobre los últimos fichajes del Real Madrid después de haber despachado con dos frases las noticias de mayor interés político y repercusión social?

¡Hoy sí que son para subnormales los telediarios!

miércoles, 26 de diciembre de 2012

POLÍTICAMENTE INCORRECTO



Hay que reconocer que la expresión de origen izquierdista “políticamente incorrecto”, que aparece incluso en la cabecera de La pluma viperina, se usa continuamente en muchos medios y en el lenguaje coloquial, y yo diría que está de moda. Con ella pretenden definirse a grosso modo las ideas, actitudes o términos del lenguaje que son contrarios o ponen en duda los principios éticos y culturales, las pautas de conducta y los modelos político-organizativos vigentes en las sociedades occidentales actuales.

Sin embargo, para entender en qué consiste ser políticamente incorrecto sería importante describir con precisión las características de la corrección política, y como no he visto que nadie lo haya hecho hasta hoy, voy a aventurarme yo a lanzar unas notas que puedan aclarar el concepto.

Sin más rodeos: ¿Qué necesita hoy en día una opinión, frase o idea para ser catalogada como políticamente correcta?

 

1.- Dar por sentado que todas las culturas y etnias de la Tierra han hecho contribuciones positivas a la Historia de la Humanidad y que son igualmente valiosas y respetables.

2.- Sostener que si bien pueden existir diferencias de capacidad física entre las distintas razas humanas, no existe ninguna diferencia intelectual.

3.- Evitar generalizaciones (pero solo las negativas) sobre las características o el papel histórico de determinadas etnias o pueblos, por ejemplo los judíos, de los que solo vale decir que son (como colectivo) laboriosos, cultos y perseverantes, pero no usureros e inadaptados; o los gitanos, de los que se puede afirmar que aman la libertad pero no que son ladrones.

4.- Evitar términos coloquialmente aceptados para referirse a las minorías étnicas, por entender que son despectivos.

5.- No reconocer ni explícita ni implícitamente cualquier posible relación entre la inmigración masiva y el incremento de la delincuencia.

6.- Aplaudir toda iniciativa para la protección y conservación de la identidad de los diferentes pueblos, etnias, razas y culturas de la Tierra, excepto de los europeos, ya que salvaguardar la raza blanca o la cultura occidental es propio de nazis.

7.- No admitir que los drogodependientes puedan tener alguna responsabilidad en su problema, atribuyendo siempre las culpas a la sociedad, a la marginación, a la economía o a las instituciones.

8.- Considerar droga el alcohol y el tabaco, e incluirlos en los Planes Antidroga junto con la heroína, la cocaína o las pastillas de diseño.

9.- Considerar enfermedades todos los vicios o la falta de fuerza de voluntad (ludopatía, cleptomanía, adicciones…)

10.- Partir de que la homosexualidad no es una anomalía o enfermedad, como ha sostenido la comunidad científica hasta fechas recientes, sino una simple tendencia sexual (por nacimiento u opción) que merece todo el amparo social y jurídico.

11.- Rechazar que la adopción y educación de un menor por una pareja de homosexuales pueda tener en él repercusiones educativas o psicológicas distintas a las que se darían con un padre y una madre heterosexuales.

12.- Negar cualquier fundamento biológico de las diferencias entre hombres y mujeres, y atribuir siempre las mismas a los condicionantes culturales y educacionales.

13.- Negar que las características propias de la mujer, entre ellas las de naturaleza física, de carácter o las derivadas de la maternidad, puedan ni deban condicionar en lo más mínimo su vida social o laboral.

14.- Rechazar cualquier rol de género, negando que pueda haber funciones o tareas asociadas exclusivamente a los hombres o a las mujeres, ni en el ámbito laboral, ni en el doméstico ni especialmente en el cuidado de los bebés y niños pequeños.

15.- Desterrar por machistas los comentarios sobre el atuendo, los atributos o la belleza de las mujeres cuando están trabajando de cara al público o en el ámbito de las relaciones laborales o profesionales.

16.- Negar o camuflar en lo posible que la violencia doméstica está íntimamente asociada a los más bajos escalafones sociales y culturales, omitiendo o manipulando las correspondientes estadísticas.

17.- Afirmar que el aspecto físico o la posible discapacidad de una persona no tiene por qué condicionar de forma determinante su vida social o laboral.

18.- Obviar o disimular las abismales diferencias intelectuales entre unas personas y otras, no hablando nunca de ellas y tratando a todo el mundo como si no existieran, especialmente en el ámbito educativo.

19.- Desterrar el concepto de vagancia y presuponer que nadie es vago, sino que está desmotivado, poco incentivado, marginado, o que es una víctima de la sociedad.

20.- Ver bien cualquier medida que favorezca la integración o la accesibilidad de los discapacitados con independencia de su grado de justicia, o del perjuicio, molestia o gasto que pueda acarrear al conjunto de los ciudadanos.

21.- Evitar cualquier palabra, frase o expresión que haga referencia explícita a una discapacidad sin suavizarla debidamente con un eufemismo o tecnicismo lo más oscuro posible.

22.- Evitar escrupulosamente cualquier mención, por indirecta que sea, a las desigualdades socioeconómicas entre las personas, eludiendo hablar de las clases sociales o de las diferencias de cultura y oportunidades que puede haber en función de la pertenencia a una u otra.

23.- No aceptar con naturalidad que cada cual ha de vivir estrictamente según su nivel de ingresos.

24.- Considerar formalmente que todo puesto de trabajo es igual de digno y de importante al margen de su nivel de responsabilidad, de la relevancia social de sus funciones, de su retribución, y de la honradez en su planteamiento o desempeño.

25.- Defender la vida en el medio rural pretendiendo que no existen diferencias sociales, culturales, intelectuales o de oportunidades entre los habitantes de las ciudades y de los pueblos pequeños y alejados.

26.- Condenar toda guerra en cualquier circunstancia sin entrar a valorar los motivos ni las razones de cada parte beligerante.

27.- Considerar abominable que un estado invada el territorio de otro, sin valorar los motivos o la posible legitimidad histórica de la invasión.

28.- Entender que todo el mundo tiene una opinión válida que puede expresar y defender legítimamente en cualquier foro.

29.- Fingir una actitud neutral, acrítica y equidistante en los debates como si todas las opiniones tuvieran el mismo peso y fundamento.

30.- Evitar expresiones, opiniones, estéticas o símbolos con connotación ideológica, en especial si la ideología que connotan es minoritaria o está "desfasada".

31.- Criticar cualquier limitación a la libertad de expresión por mínima y lógica que parezca.

32.- Considerar falaz y poco democrática cualquier fórmula de participación política alternativa al parlamentarismo liberal de representación indirecta de un hombre un voto.

33.- Tener muy mal concepto de las posturas abstencionistas en las elecciones, considerándolas poco democráticas o irrespetuosas con los deberes ciudadanos.

34.- Relativizar el principio de autoridad en la familia y en la enseñanza, exaltando el diálogo y el consenso como únicas formas civilizadas de educar frente a la imposición y el castigo.


PD: Empiezo con 30. Añadiré más si se me ocurren. ¡Os animo a hacer nuevas sugerencias!

Y no os perdáis los enlaces a las entradas más políticamente incorrectas de la historia de La pluma.

lunes, 24 de diciembre de 2012

ANUNCIOS DE NAVIDAD

Como a los de mi quinta nos pilló una época en la que solo había un canal y medio de televisión y nos pasábamos tantas horas pegados a la pantalla, la publicidad de aquellos ochenta forma parte de nuestros más vívidos recuerdos. La cosa se acentuaba en Navidad, cuando estábamos de vacaciones con la tele todo el día puesta, y se repetían machaconamente durante un mes los mismos spots.

Por eso yo soy incapaz de disociar las Navidades de aquellos anuncios que alegraron el hogar de mi infancia más de diez años seguidos y se han quedado para siempre en mi disco duro. Para mí la Navidad comenzaba justamente cuando se oían aquellas canciones pegadizas y entrañables de Freixenet, de las muñecas de Famosa, de Antiu Xixona, El Lobo, El Almendro, La Bruja, 1880, Picó (el del martillo, que no he encontrado) y, naturalmente, del turrón de Suchard.

Vamos a refrescar un poco nuestros recuerdos y a avivar la nostalgia con estos viejos anuncios que a mí me saben a Navidad de la buena.

¡Pasad todos una buena noche, amigos!





















sábado, 22 de diciembre de 2012

OPERACIÓN B.S.O. (19): EL SEÑOR DE LOS ANILLOS



Hoy exactamente hace 11 años vi con mi familia en un cine de la Gran Vía la primera película de la saga de El Señor de los Anillos. No sé cómo lograron que aceptara tragármela, pero probablemente se aprovecharon de mi estado de conmoción por haber recibido el día antes una de las más importantes y felices noticias de mi vida. El caso es que la soporté con estoicismo aunque estuve a punto de salirme de la sala. Me da alergia la sola mención de los tochazos de Tolkien, que ni me he leído ni tengo proyectado hacerlo en las próximas décadas. Como hombre pragmático y enemigo de cualquier manifestación de la fantasía o del surrealismo, todo ese rollo de la Tierra Media, los orcos, los hobbits, los elfos, los frodos, los gollums y los gandalfs de Dios me pone un dolor de cabeza que no veas. La historia me parece absurda y pesadísima, y creo que un tipo capaz de inventarse un mundo paralelo y no sé cuántos idiomas distintos para escribir unas novelas, tiene que estar zumbado a la fuerza.

Sin embargo, de toda la retahíla de disparates, árboles que hablan, personajillos feos con avaricia y batallas interminables, yo rescataría los deliciosos temas de Enya para la banda sonora, cuyas reminiscencias celtas me relajaron lo suficiente para quedarme pegado a la butaca a pesar de todo.



jueves, 20 de diciembre de 2012

VENDERÍAN A SU MADRE

No te fíes ni un pelo de lo que te cuente alguien sobre un producto o servicio cuando el montante de sus ingresos dependa solo del volumen de sus ventas.

No hagas ni caso a quien intenta convencerte de algo cuando su nivel de vida está directamente relacionado con su habilidad para convencer a la gente de ese tema.

Ponte las orejeras cuando el comercial a comisión te hable de su artículo, el viajante de su género, el director de una sucursal bancaria de sus depósitos, el dueño de una academia de oposiciones de su método de preparación, el teleoperador de telefonía de su oferta de ADSL, el tipo de la gestoría de lo complicado que es un trámite…

Ni puto caso.

Antes de tomar una decisión, búscate la información por tu cuenta. Escucha solo a quien nada tenga que ganar ni perder por contarte las cosas de una forma o de otra.

Los que llenan su plato en función de sus mañas seductoras, malo. Venderían a su madre.

martes, 18 de diciembre de 2012

AMISTAD E IDEAS


Cuando saco a relucir mi lado más ideológico y ello afecta de algún modo a mi relación con los demás (algo que antes me sucedía por sistema y ahora rara vez), siempre hay alguien que me recuerda que las personas están por encima de las ideas y que se puede ser amigos con convicciones políticas muy distintas. Si bien estoy de acuerdo con la primera afirmación, la segunda me plantea serias dudas. ¿De verdad puede unir una auténtica amistad a dos individuos que se encuentren, políticamente, en aceras opuestas?

Más que responder que depende, que sería lo cómodo, me parece importante aclarar primero con la mayor precisión qué es una amistad y, después, qué entendemos por tener ideas políticas.

Porque si al hablar de amistad nos estamos refiriendo a coincidir alguna vez a tomar unos cacharros, ver juntos un partido y echarse unas risas algún sábado noche, pues evidentemente no hay problema. Yo me tomo una caña con cualquiera y conozco a mucha gente simpatiquísima y que me cae bastante bien sabiendo que tiene una mentalidad sociopolítica en las antípodas de la mía. Lo que pasa es que, dado el tipo de relación superficial que tenemos, sus ideas no me afectan para nada; me da igual cómo piensen aquellos que apenas me importan. En las relaciones de esta naturaleza considero que debería haber una regla no escrita de discreción en materia ideológica y un pacto implícito pero sagrado de no agresión. 

Otra cosa es una amistad con mayúsculas, en la que se da no solo un verdadero cariño, sino un vínculo de gran confianza y una convivencia más o menos frecuente. En estos casos, existe por una parte una implicación afectiva, que se traduce en preocupación sincera por la postura política o actitud de cualquier clase que pueda adoptar la persona querida, comparable a la inquietud que sentiríamos si un hermano se nos hiciera, por ejemplo, jipi, ocupa o batasuno. Es natural sufrir si alguien que apreciamos escoge un camino que nosotros consideramos muy equivocado o peligroso. En segundo lugar, al regirse este tipo de amistades por una total confianza, es impensable el pacto no escrito al que antes me refería. Yo no concibo la amistad si no existe una libertad ilimitada de expresar cómodamente delante de los amigos los propios sentimientos y convicciones, entre ellos los políticos. No entiendo la amistad con una persona si tanto ella como yo tenemos que andar continuamente refrenándonos y mordiéndonos la lengua para conservar la relación. Aparte de que esas situaciones suelen terminar estallando de mala manera, me parecen la antítesis del ambiente de familiaridad y franqueza que debería existir cuando están juntos dos amigos.

En resumen, me parece inviable que dos amigos íntimos tengan ideas políticas opuestas. Por otra parte debe tenerse en cuenta que los ideales no son algo tan abstracto como los apolíticos suponen, sino que guardan relación directa con las más profundas concepciones sobre la vida, la pareja, la familia, la educación, la religión, la autoridad, el ocio, la sexualidad, el dinero, el trabajo, la sociedad y otros mil aspectos que impregnan todas las conversaciones y comportamientos, haciendo tarde o temprano ineludible la confrontación en cualquier relación estrecha.

Prefiero no responder a la pregunta de si puede funcionar un noviazgo o un matrimonio cuando los miembros de la pareja piensan cada uno a años luz del otro.
Aprendiz de Brujo y Capitán Trueno expresándose su cariño

Luego decía que hay que preguntarse qué entendemos por tener ideas políticas.

Lo digo porque es comprensible que dos votantes poco entusiastas del PP y del PSOE respectivamente puedan ser amigos del alma, más que nada porque ninguno de ellos tiene una ideología definida y la política no les parece realmente importante. Yo diría incluso que podrían ser inseparables dos fanáticos de estos dos partidos puesto que la filosofía de fondo de ambos viene a ser idéntica. Lo que quiero resaltar es que dos personas de distintas ideas podrán tener mayor o menos nivel de amistad de la buena en función de lo motivados que estén con dichas ideas, de su grado de congruencia personal con ellas. Es imposible que dos tipos de diferente sesgo que estén fuertemente ideologizados, que estén convencidos de verdad de sus respectivas posturas o tengan un mínimo de coherencia con su manera de pensar, tengan un trato sereno, pues ambos tenderán a forzar el proselitismo, a provocar el debate día sí y día también, a defender con ímpetu arrollador sus posturas, a mostrar beligerancia y a emponzoñar la relación poco a poco. Si dos señores son muy amigos y alguien te dice que uno es marxista-leninista y otro de Ynestrillas cuando era Ynestrillas, no te lo creas; lo más seguro es que ninguno de los dos se tome muy en serio sus creencias. No pienses que es gente que simplemente sabe respetar. Eso en política solo existe de boquilla.

domingo, 16 de diciembre de 2012

JANDICAPADOS


A veces tengo la impresión de que en el mundillo de los servicios sociales le dan más importancia a la denominación formal de los colectivos que atienden que a garantizarles unos recursos y unas prestaciones de calidad, y a tratarles con la humanidad y el respeto que merecen.

En los primeros meses de mi carrera profesional tuve una serie de reuniones con un grupo de trabajadores sociales y alguna vez, sin mala intención, se me escaparon las expresiones “asilo”, “reformatorio” y “manicomio”, y creí que me linchaban allí mismo. Se les hinchó la vena del cuello y me llamaron de todo menos bonito, pero luego yo no veía que ese celo por dignificar el nombre empleado para referirse a los grupos desfavorecidos lo acompañaran de una preocupación real por entender sus realidades o satisfacer sus necesidades más allá de la fría burocracia. Bueno, había de todo, pero hablo en general.

Es curiosa la evolución de la nomenclatura utilizada en relación con las personas que tienen limitadas sus funciones intelectuales o físicas. De antiguo y hasta los años setenta del siglo pasado, se les designaba técnicamente (incluso en las leyes) con calificativos como “impedidos”, "inválidos", “disminuidos”, “caballeros mutilados”, “paralíticos”, “tullidos”, “idiotas” (que padecen idiocia), “dementes”, “subnormales”, “mongólicos” o “retrasados mentales”. Estas palabras jamás tuvieron intención despectiva y si se analizan etimológicamente sin perjuicios puede entreverse su origen neutro e incluso científico, puesto que en ocasiones se acuñaron por los propios descubridores de la enfermedad.

Pero todo cambió no solo en España sino en Europa cuando se pusieron en boga los estados sociales y democráticos de derecho, es decir el modelo asistencial de servicio público. Aunque estos términos, ya digo, no resultaban ofensivos en sí mismos, es cierto que habían sufrido un fuerte desgaste sociológico a lo largo de los años, siendo incluso usados como insultos en el lenguaje coloquial. Los colectivos afectados, amparados por la Administración, reaccionaron escrupulosamente y se inventaron el concepto “minusvalía”, que durante varias décadas ha sido unánimemente admitido como comodín para nombrar cualquier impedimento de movilidad o de otra naturaleza. La palabra “minusválido” ha venido pronunciándose con respeto y con normalidad durante mucho tiempo.

Fue hace más o menos quince años cuando comenzó una verdadera locura terminológica promovida por los adalides de la más ñoña corrección política. Un día a algún imbécil se le ocurrió que lo de “minusválidos” era insultante, pues equivalía, en su literalidad, a decir que esas personas “valían menos” que las demás, y las mentes privilegiadas de los servicios sociales se apresuraron a acuñar un palabro nuevo, “discapacitados”, que pareció gustar a la mayoría durante un tiempo. Si en el año 2003 llamabas minusválido a un tío en silla de ruedas, te podías dar por jodido: te caía una buena bulla de esa especie de sacerdotisas de la sensibilidad que son las asistentas sociales (lo de presidentas sí, pero lo de asistentas no les mola).

Claro que como las consultoras, los gurús del marketing, las expertas en igualdad de género y demás cretinos estratosféricos tenían que seguir forrándose, no tardaron en darnos la barrila una vez más anunciándonos muy serios que eso de “discapacitado” era como insinuar, así en abstracto, que el señor o la señora en cuestión no tenía capacidades, y que lo equitativo era concretar que sus limitaciones lo eran solo en un aspecto, y que además con ese vocablo se hacía de menos a las señoras discapacitadas. Así que nos impusieron por ley un nuevo sustantivo o, mejor dicho, una nueva frase más larga que un día sin pan: “personas con discapacidad”, que engloba a hombres y mujeres, y es menos genérica.

La cosa, señores, no acabó ahí, porque la moda de los últimos tiempos nos ha traído el anglicismo “handicapped”, que viene de “handicap” (desventaja), y que los iluminados habituales han adaptado a nuestra lengua como “handicapados”, que ya se empieza a oír mucho a los técnicos de servicios sociales, pronunciando, eso sí, la “h” como una rasposa “j”, en plan castizo. El resultado es cuando menos hilarante y, a mi modo de entender, incompatible con la dignidad de los minusválidos, discapacitados, personas con discapacidad o como se los quiera llamar. A mí “jandicapados” me suena a que han sido capados a mano, como los gorrinos.

Para mí sería deseable una menor obsesión con las palabritas, una menor instrumentalización política de estas personas con limitaciones, y, respetando su sensibilidad y sus deseos sobre cómo quieren ser designados (el lenguaje también es importante), una apuesta justa y honesta por su integración social y -en la medida de sus posibilidades- laboral, y, cuando sea preciso, por su sostenimiento económico integral, sin falsos sentimentalismos y sin dar a nadie, por una caridad mal entendida, más de lo que merece en perjuicio de los demás.

viernes, 14 de diciembre de 2012

MERCENARIOS

¿Debe un ginecólogo provida practicar interrupciones del embarazo si le asignan esta tarea en el hospital público donde trabaja? ¿Debe un católico riguroso, gerente de una empresa, suministrar material a una fábrica de preservativos? ¿Debe un sargento participar en una guerra que considera injusta si le destinan a ese conflicto? ¿Debe un policía nacional disolver a porrazos o a pelotazos de goma una manifestación con la que está totalmente a favor? ¿Debe un patriota español trabajar en la Administración de un gobierno autonómico nacionalista? ¿Debe una persona ejercer como funcionario público, y aplicar leyes y ejecutar políticas con las que está en profundo desacuerdo? ¿Debe un activista en contra de la explotación laboral aceptar un empleo en una compañía que haga currar doce horas diarias a niños del Tercer Mundo? ¿Debe un periodista escribir en un medio de comunicación que difunda contenidos o publicidad contrarios a sus más íntimos valores? ¿Debe un vegetariano trabajar de contable en una empresa de productos cárnicos? ¿Debe una persona honrada ser comercial de un producto o servicio del que conoce su baja calidad o sabe que es una estafa? ¿Debe un empleado público aceptar un cargo de asesor de un equipo de gobierno con cuya ideología no comulga? ¿Debe un profesor al que repugna el vigente sistema educativo dar clase en un instituto?

¿Es necesario creer firmemente en el trabajo que desempeñamos para no ser unas vulgares putillas?

¿Cuál es el límite entre los lógicos desacuerdos que uno pueda tener con la empresa donde trabaja y ser un auténtico mercenario sin dignidad, vendido por un plato de lentejas (o por un sueldazo), haciendo lo contrario a lo que se piensa?

¿Dónde está la frontera? ¿Hasta dónde se puede tragar realizando funciones o prestando servicios que nos parecen engañosos, inmorales o, de cualquier modo, incompatibles con nuestros principios?

¿Es ético firmar un contrato de trabajo que nos repatea por todo lo expuesto si necesitamos el dinero para mantener a nuestra familia o, por el contrario, debemos preferir pasar apuros antes que claudicar y vendernos?

¿Os sentís todos coherentes trabajando en lo que trabajáis? ¿Creéis en lo que hacéis?

martes, 11 de diciembre de 2012

BRAZO EN ALTO


Resulta que Izquierda Unida ha montado un pollo al descubrirse un vídeo en el que se ve a un grupo de alumnos adolescentes de un colegio concertado de Orihuela (Alicante) escuchando brazo en alto el himno nacional previo a un partido de fútbol.

La diputada autonómica de esta formación política ha berreado que “estos comportamientos peligrosísimos vulneran los valores democráticos”, que “no pueden quedar impunes y sin ser investigados” y que merecen la retirada del concierto al centro educativo. De hecho, parece que la Consejería competente ha terminado abriendo una investigación.

Todos estamos conformes en que un encuentro deportivo colegial no es el contexto más apropiado para hacer gestos o reivindicaciones políticos, y la inmensa mayoría (salvo el rojerío más sectario) pensamos que los chavales causantes del escándalo probablemente no sepan siquiera qué significa el saludo a la romana o lo hagan solo para provocar, para hacer el tonto; y que no merece la pena dar la menor importancia al asunto.

Pero la roja estomagante de Esquerra Unida del País Valencià pide cabezas porque considera antidemocrático el saludo con el brazo extendido, cuando los comunistas de su partido siguen a fecha de hoy cantando orgullosamente la Internacional con el puño levantado en todos sus congresos y celebraciones. También lo hacen sin rubor los del PSOE y los afiliados a los grandes sindicatos, sin que nadie les recuerde a ninguno de ellos que el saludo marxista fue, junto con los millones de crímenes cometidos, el rito cotidiano de todas las tiranías estalinistas del siglo pasado.

¡Hay que tener valor para venirnos con estas! Si los chicos llegan a saludar a lo Lenin antes del partido, aquí paz y después gloria.



Pues qué quieren que les diga, pero a mí me gusta más y me parece más noble saludar extendiendo el brazo con la palma abierta en señal de paz y de bienvenida que con ese ademán crispado y amenazante que es cerrar un puño, que parece que te van a arrear un puñetazo. El brazo en alto fue adoptado por la mayoría de los movimientos de inspiración fascista en el período de entreguerras como homenaje a la civilización romana, cuna de Occidente, donde se utilizaba como digo para simbolizar la paz, ya que la palma hacia abajo daba a entender que no se llevaba empuñada la espada. Se discute el origen de este gesto, pues hay quien dice que Roma lo tomó de los etruscos y quien sostiene (por ejemplo, los falangistas) que se lo copió a los íberos.

Además, qué coño, siempre será mejor que los muchachos canten ilusionados el himno de España brazo en alto emulando a los mejores patriotas que ha dado este país e interiorizando los sentimientos más loables de orgullo nacional y de fobia al liberalismo, a que sean unos rojos envenenados de odio clasista o unos progretas de tres al cuarto abducidos por el pensamiento único políticamente correcto.

Más sobre el brazo en alto en La pluma viperina

domingo, 9 de diciembre de 2012

TONTO QUE CALLA...


Hay varios dichos que me encantan por lo certeros: “Tonto que calla, por sabio pasa”, “quien mucho habla mucho yerra” y “es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar todas las dudas”.

Compruebo a diario como ciertas personas con llamativa incontinencia verbal no hacen sino certificar, cada vez que abren la boca, que son más tontos que el que baila la música del telediario. Conozco gente muy lerda de verdad, con el cociente intelectual de un mosquito; son buenas personas, correctos, arreglados, con buena presencia y algunos sorprendentemente (o no tanto) con puestos de trabajo cualificados con los que podrían dar el pego y parecer hasta espabiladillos. Pero no falla, a todos les delata su verborrea disparada, su incapacidad para guardar silencio. Hablan y hablan sin parar, exteriorizando todo lo que se les ocurre y dejando así patentes sus más oscuras ignorancias, las burdas simplezas que habitan su cerebro, sus incapacidades más bochornosas, su infantilismo, sus complejos más arraigados, su torpeza social, su cortedad y su lentitud para asimilar los conceptos.

¿Por qué se empeñan en demostrar tan a las claras lo que solo sería una intuición si mantuvieran cerrado el pico? En serio que algunos de los tontos de pata negra que conozco pasarían por tipos interesantes y enigmáticos si se cosieran una cremallera en los labios. De vez en cuando a lo mejor alguien podría decir “¿y este fulano que solo sabe sonreír y decir que sí con la cabeza?, parece un poco cortito, ¿no?”, pero digo yo que será mejor parecerle a alguno “un poco cortito” que dar pruebas fehacientes a toda la humanidad de que eres un imbécil esférico.

Sin duda uno de los ingredientes clave de la inteligencia es saber dosificar las palabras y los silencios en cada situación o circunstancia, pero algunas veces pienso que saber cuando hablar y cuando callar es también una técnica, una habilidad que tiene mucho que ver con el autocontrol y que, como dicen los refranes, ayuda a parecer mucho más avispado de lo que se es en realidad.

Me pregunto si es tan difícil que esta gente aprenda a controlarse un poco y a hablar aunque sea una tercera parte menos de lo que hablan, cuando es tan evidente que haciéndolo camuflarían en gran medida su déficit de sagacidad. Normalmente se trata de personas que han cogido la mala costumbre de no callar ni debajo del agua porque, por algún extraño motivo, asocian no intervenir en las conversaciones con parecer bobos y faltos de iniciativa. En el fondo intuyen que no les sobra la agudeza y un orgullo mal entendido les lleva a pensar “aquí yo participo y opino como el que más, solo faltaba”. Me parece que si estuvieran bien asesorados por alguien que les quisiera, por una madre, un hermano o un amigo, sacarían mucho más jugo de sí mismos, pero supongo que es un tema espinoso. A ver quién es el guapo que le insinúa a un colega que intente hablar menos en público porque se haría un gran favor. ¿Cómo dar un consejo así sin ofender? ¿Cómo decirle a alguien que cansa, que aburre, que resulta superfluo y simplón, y que ganaría mucho dosificando sus intervenciones? Conozco un solo caso de alguien que lo intentó con un familiar cercano para evitarle burlas y cuchufletas, y la cosa acabó fatal, con el tonto cabreado con su bienintencionado pariente y más picado aún para no dejar de opinar a cada minuto.

Otras veces soy más pesimista y veo que la frontera entre el tonto y el listo está precisamente en la capacidad de cribar lo que se dice de lo que se piensa, y que pretender que un señor de inteligencia poco desplegada aprenda a usar el colador es pedir peras al olmo, considerarle un cerebrito. Sospecho que piar necedades a discreción, sin freno ni medida, sin atender a situaciones, ambientes ni auditorios, puede ser la característica más consustancial a la idiotez humana sin que nadie pueda remediarlo.

jueves, 6 de diciembre de 2012

HOY, REFERÉNDUM



Hace 34 años, un día como hoy, fue ratificada en referéndum la Constitución Española. Solo participó en el plebiscito un 59% del censo electoral y el proyecto fue aprobado por el 88% de los votantes. Casi mejor no echar cuentas.

Durante la campaña la televisión del Gobierno glosó machaconamente en los telediarios los artículos más floridos y los derechos más rimbombantes (hoy casi todos incumplidos) del Título I. La mayoría de los grandes partidos pidieron el sí. Las únicas formaciones mínimamente representativas que hicieron campaña por el voto negativo fueron Fuerza Nueva, Falange, los batasunos, los embriones del BNG, ERC y la extrema izquierda (PSUC).

Me pregunto qué pasaría si se celebrara hoy mismo otro referéndum para mantener la vigencia de la Carta Magna.

¿Votaríamos hoy los españoles a favor de la monarquía (Título II) después de los despilfarros y de los espectáculos bochornosos con los que esta institución nos ha obsequiado, los últimos la urdangarinada y la cacería de elefantes?

¿Bendiciríamos con nuestro voto el modelo parlamentario constitucional (Título III), es decir un Congreso de entre 300 y 400 diputados sanguijuelescos y un Senado absurdo e inoperante?

¿Apoyaríamos el Titulo VI sobre el Poder Judicial sabiendo a ciencia cierta que la justicia en España está totalmente politizada y en manos del Gobierno como consecuencia de la configuración del Consejo General del Poder Judicial que consagra el artículo 122?

¿Daríamos el visto bueno al modelo de hacienda del Título VII sabiendo como sabemos que la disposición adicional primera ha derivado en los insolidarios y nada igualitarios conciertos económicos vascos y convenio foral navarro?
El "escudo constitucional"

¿Ratificaríamos la organización territorial del Título VIII, es decir el modelo autonómico causante directo de la actual crisis, que ha sangrado a España hasta la extenuación, ha espoleado el separatismo y se ha convertido en la mayor fuente de desigualdades, duplicidades y despropósitos? ¿Diríamos sí a las caras y superfluas Diputaciones Provinciales?

¿Refrendaríamos el Título IX teniendo claro que el Tribunal Constitucional es un títere, un chiringuito politizado, vendido como las putas, que ha permitido, entre otras perlas, la libre entrada de ETA en las instituciones?

Y por último, ¿nos parecería hoy aceptable votar por un sistema de reforma constitucional (Título X) que bloquea a cal y canto cualquier intento de retoque o mejora de los artículos de la Norma Suprema que más pueden afectarnos a los ciudadanos?

Quién sabe. A lo mejor volvía a salir el sí porque los españoles tenemos más peligro que un chimpancé con dos pistolas. Yo estoy convencido de que el 90% de los votantes de 1978 ni siquiera había hojeado la Constitución y hoy me temo que andamos igual y que la gente votaría lo que dijera la tele o los dos grandes partidos.

martes, 4 de diciembre de 2012

HUELGA Y SERVICIOS PÚBLICOS


La huelga es legítima cuando el Estado no garantiza unas relaciones laborales justas

En mi ciudad hay una movida muy gorda a cuenta de los autobuses urbanos. Los empleados de la empresa municipal de transportes llevan ya un mes haciendo paros “parciales” entre las 7 y las 9 de la mañana como medida de protesta por la retirada de su paga extra de este mes entre otras reivindicaciones económicas y relativas a sus condiciones de trabajo. Esta huelga ha ido acompañada de numerosos incidentes, entre ellos rotura de lunas de los vehículos, enfrentamientos graves con los usuarios y con la policía (el peor hoy, con varios trabajadores heridos) y sabotaje de algunos conductores a la empresa, incitando a los pasajeros a subir sin billete. El conflicto entre los autobuseros y el Ayuntamiento está al rojo vivo y la consecuencia más evidente es el trastorno grave a miles de ciudadanos que no pueden llegar a tiempo al trabajo o han de recurrir al servicio de taxi o al caballo de San Fernando, un rato (a veces una hora) a pie y el otro andando.

En el actual contexto de injusticia laboral permanente y explotación más o menos descarada de los trabajadores al amparo del capitalismo salvaje, el derecho a la huelga es uno de los pocos instrumentos de autodefensa con el que cuentan los asalariados, y en principio no cabe objeción alguna a su legítimo ejercicio en los casos más sangrantes, siempre que los paros no se instrumentalicen políticamente como viene siendo habitual. Tampoco hay que olvidar que toda huelga supone una fractura social y un perjuicio grave a la economía, por lo que un Estado con una verdadera vocación social debería arbitrar todos los medios a su alcance para que el ejercicio de este derecho no fuera necesario o se esgrimiera solo como última ratio, limitándolo o incluso suprimiéndolo sin contemplaciones cuando el interés general se viera amenazado.

Es el caso de los trabajadores que prestan directamente a la ciudadanía servicios esenciales o sensibles que están en mente de todos: sanidad, educación, seguridad  o transporte, por ejemplo. Cuando de determinados servicios públicos dependen los derechos más básicos de los ciudadanos, como la salud, el sustento, el trabajo o la movilidad, resulta un verdadero disparate otorgar a la huelga carta de naturaleza y permitir que el bien común quede en manos de una banda de chantajistas sinvergüenzas e insolidarios. No hablo de limitar en estos casos el derecho de huelga mediante el establecimiento de los habituales servicios mínimos, sino de negarlo taxativamente si se considera que pueden salir perjudicados los ciudadanos y quedar limitados sus derechos que, por cierto, el Estado está obligado a garantizar en toda su amplitud.

Aquí no estamos hablando de los operarios de una fábrica, que, si hacen un parón, al que joden sobre todo es al dueño de la burra, sino de empleados públicos cuya actividad condiciona el bienestar, los intereses sociales y económicos, los derechos, las expectativas y la vida cotidiana de miles o de millones de españolitos. Si estos empleados públicos tuvieran un mínimo de decencia, conciencia, responsabilidad y profesionalidad, sabrían postergar sus reivindicaciones (que pueden ser muy legítimas) o encauzarlas por otros medios, entre ellos los tribunales, antes que hacer la santísima a media ciudad y servirse del descontento de la gente como herramienta de coacción.

Desconozco el nivel de consternación de los usuarios de los autobuses de mi ciudad por la pérdida de la extra por los empleados públicos, pero me temo que sea bajo. Los pasajeros no tienen ni culpa ni pena en el asunto y no tienen por qué pagar el pato llegando tarde a trabajar o sufriendo descalabros en sus horarios por la sencilla razón de que a unos desaprensivos no les duelan prendas en abusar de lo estratégico de su profesión para echar pulsos al Ayuntamiento en su exclusivo beneficio.

Cientos de miles de funcionarios y empleados públicos españoles han perdido la paga extraordinaria y han visto masacradas sus condiciones de trabajo, por lo que muchos de ellos han celebrado concentraciones y manifestaciones, han creado plataformas y han hecho toda clase de protestas sin alterar en lo más mínimo su actividad profesional. Pero solo aquellos que prestan servicios sensibles están interrumpiéndolos o boicoteándolos para chantajear al Gobierno aprovechándose maliciosamente de la naturaleza de sus puestos.

Los derechos de los ciudadanos siempre deben estar por encima de los intereses laborales de los empleados públicos sin ninguna excepción.

Si los autobuseros quieren protestar para que les paguen lo que les deben, que vayan al juzgado de lo social, al Defensor del Pueblo o al Tribunal Constitucional, o acudan fuera de su horario de trabajo a la sede del Ayuntamiento y allí se entiendan con el señor alcalde por medios pacíficos o por los que prefieran, pero que dejen de fastidiar a la pobre gente que coge el autobús.

sábado, 1 de diciembre de 2012

¿LA PELI O LA NOVELA?

Es muy habitual, cuando se comenta una película cuyo guión se inspira en una novela conocida, empezar a comparar con entusiasmo una con otra intentando dictaminar a toda costa cuál es mejor, cuando dicha comparación no puede ser más absurda ya que el lenguaje cinematográfico y el literario no tienen nada que ver. ¿Mejor en qué? Una peli nunca podrá estar mejor escrita que un libro, más que nada porque es una obra audiovisual, y una novela malamente podrá tener mejor fotografía o banda sonora que la película que la adapta. En teoría no existen elementos de comparación.

Pero es instintivo. Todos decimos “está mucho mejor la novela que la peli” o “donde esté la serie de televisión que se quite la novela”.

Estas opiniones tan subjetivas se basan simplemente en las sensaciones que hemos experimentando leyendo la historia o viendo el filme, decantándonos por la obra con la que hemos disfrutado más en conjunto, nos ha parecido más interesante, tiene más detalles, o creemos que profundiza mejor en los personajes o en las situaciones.

Aunque no es una regla absoluta, es frecuente que las personas excesivamente apegadas a la cultura audiovisual valoren más la película, mientras que los aficionados a la lectura se decantan normalmente por la novela, que suele tener más contenido. Por lo general si alguien está muy interesado en el tema que abordan ambas, suele preferir el libro por su mayor amplitud.

Pero en el fondo se trata más bien de que unos disfrutan más leyendo que yendo al cine y otros al revés.

También pasa que hay adaptaciones cinematográficas muy malas que decepcionan a casi todo el mundo que conoce el libro, o incluso a veces el argumento de una se parece al del otro como un huevo a una castaña y cualquier cotejo resulta estúpido más allá de reconocer la abismal diferencia de contenido. Es lo que me sucedió a mí, por ejemplo, con la magnífica serie Crematorio y con la novela de Rafael Chirbes, que no comparten argumento ni casi personajes.

Con El Padrino, Aprendiz de brujo y yo sostenemos un debate interminable.

En fin, que como seres humanos guiados para todo por nuestras íntimas impresiones, seguiremos comparando peras con manzanas y quedándonos tan contentos.