domingo, 25 de noviembre de 2012

ADIÓS, MILIKI Y TONY

Nuestro querido payaso de la gorrilla a cuadros y el mandilón colorado

Esta semana se nos han ido dos genios de la pequeña y de la gran pantalla respectivamente, Miliki y Tony Leblanc, responsables de los ataques severos de risa de millones de españoles de varias generaciones. En estos tiempos de sequía artística, de barbecho de creatividad, de un cine y una tele cada día más mercantilizados y con menos chispa, la desaparición de estos mastodontes deja un espacio en blanco imposible de rellenar.

Siento admitir que a mí este payaso y este actor no me hacían demasiada gracia, pero ello no quita reconocerles una valía artística que sin duda yo no he sabido apreciar en su justa medida.

A mí Los payasos de la tele me pillaron muy chiquitín y nunca me acabaron de entusiasmar, seguramente por mi escasa afición a las variedades circenses. El saxofonista Gaby Aragón (mi favorito) hacía el papel de clown, es decir de payaso listo; el malogrado Fofó interpretaba al augusto, dedicándose a tocar las narices a Gaby, y Emilio, Miliki, era el contraugusto, el payaso tonto que las armaba como Amancio y cantaba canciones acompañadas por su acordeón. A pesar de que la incorporación al espectáculo de los hijos del trío había sido un fracaso en la televisión hispanoamericana, decidieron probar en TVE con un resultado muy distinto. Miliki siempre demostró un talento sorprendente que sin duda heredó su hijo, el polifacético showman y empresario Emilio Aragón junior. Repasando la carrera artística de esta saga familiar, es imposible no darse cuenta del estridente contraste entre las auténticas lumbreras que cosecharon un gran éxito por méritos propios y los dos enchufados que se han pasado la vida chupando rueda de sus familiares sin valer para nada y cuyos nombres no cito por estar en mente de todos.

El chuleta y liante por excelencia
A pesar de considerarle un buen actor, Tony Leblanc nunca me llegó a gustar demasiado debido a su encasillamiento como chulo madrileño y liante prototípico de la mano de los incombustibles directores de comedia de los años 50 y 60 del pasado siglo (Saénz de Heredia, Lazaga y compañía). Me he sonreído, como todo el mundo, con las emblemáticas El tigre de Chamberí (1957), Los tramposos (1959), Las chicas de la Cruz Roja (1960) o El astronauta (1970), pero a mí ese tipo de cine tardofranquista y facilón, de chascarrillo castizo y moralina dulzona me provoca más sarpullido que otra cosa, y más todavía si sale mi paisana Conchita Velasco, con la que Tony acostumbraba a formar pareja artística. Me gustan mucho más las últimas interpretaciones de Leblanc, en un tono muy distinto, en Torrente (1998) y en la kilométrica Cuéntame, en su papel de Cervan. Creo que con los años este tío ha ganado lo suyo, pero en cualquier caso desde aquí mi aplauso póstumo a este pedazo de deportista (en su juventud ganó premios de boxeo y de fútbol) y de comediante al que siempre recordaremos haciendo el timo de la estampita (ver vídeo). 

Gracias, Miliki y Tony, por haber hecho de España en vuestra época un país más divertido de lo que las circunstancias imponían. Nos despedimos de vosotros con pena en el corazón pero con una gran carcajada de homenaje a vuestra inolvidable trayectoria.


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