miércoles, 28 de noviembre de 2012

NO SOLO GORRIONES Y PALOMAS (2)



Las aves de este segundo post se pueden contemplar sin ningún problema en nuestras ciudades, pero no están tan a la vista como las de ayer. Es necesario adentrarse en los parques (incluso céntricos) o pasear por la ribera de los ríos, mirar a lo lejos o hacia el cielo.

He omitido unas cuantas especies también muy presentes por no enrollarme y por entender que son algo menos habituales, o que su avistamiento y/o identificación exige conocerlas bien o andar buscándolas expresamente (chochín, garza real, reyezuelo, grajilla, varias especies de currucas, camachuelo común, lechuza común, pico picapinos, etc...)

¡Pinchad en las fotos para verlas grandes!



12.- Carbonero común

Hiperactivo y muy manso, es un habitual de los parques bastante arbolados. Con un poco de paciencia, algunos te pueden llegar a comer de la mano (en el Campo Grande de Valladolid, por ejemplo). Su pecho amarillo, su cabeza negra, sus alas grises y su espalda verde le convierten en uno de los pájaros más vistosos de la ciudad.


13.- Herrerillo común

Muy bonito. Es uno de mis pájaros favoritos. Similar al carbonero, se les puede confundir de lejos o con poca luz, pero el herrerillo tiene las alas azules, una pequeña cresta y una línea ocular muy marcada, y carece de la corbata negra del carbonero.



14.- Mosquitero ibérico

De lejos todo el mundo lo confunde con el gorrión, igual que a cualquier otro pájaro pequeño y parduzco, pero hay que aprender a mirar. Hay tropecientos tipos de mosquiteros, pero todos tienen en común unos tonos verdáceo-amarillentos a veces muy apagados (casi pardos), una línea clara en el ojo y las plumas de las alas más oscuras que el resto del cuerpo.


15.- Papamoscas cerrojillo
Frecuentísimo en la segunda quincena de agosto. Tiene cara de bueno y entrañable, pero que les pregunten a las moscas. Imposible fallar en su identificación por la franja blanca en sus alas que no tiene otro pájaro en España, y la frecuente posición de las mismas, hacia abajo. El macho es mucho más oscuro que la hembra de la foto.




16.- Cernícalo

Hay que fijarse pero se ve (yo, por ejemplo, desde la ventana de mi despacho). Aficionado a los tejados de las viejas edificaciones, donde anida, este mini-halcón es un auténtico bucanero que se lanza sin piedad sobre las aves de talla pequeña y siembra especialmente el terror entre los canarios enjaulados en los balcones y galerías, a los que mata a través de los barrotes. Hay dos tipos de cernícalo: el vulgar y el primilla (del que nos hablaba Nago). Las hembras son casi idénticas en las dos especies pero los machos del primilla no tienen las manchas negras en la espalda del vulgar (ver foto). A la distancia que yo los suelo avistar, soy incapaz de distinguirlos. Su chillido, en cambio, es muy diferente.



17.- Pito real

También llamado pájaro carpintero verde o picorrelincho por su peculiar canto, que es la mejor pista para encontrarlo. No anida en las ciudades, pero sí acude a los parques muy a menudo para comer hormigas, su plato favorito. Tiene la cabeza roja y el obispillo color limón. Los machos tienen el bigote rojo y las hembras, negro. Es muy escondedizo. Para pillarlo hay que seguir su relincho y pronto lo veremos de lejos picoteando en el suelo o agarrado en vertical al tronco de un árbol, y ocultándose de nosotros tras él aunque estemos a sesenta metros. Paciencia.


18.- Milano real

Si vemos una rapaz planeando sobre la ciudad, casi al cien por cien que es un milano o un ratonero. Ambos son bien sencillos de distinguir en vuelo. El busardo ratonero tiene la parte interior de las alas clara con el borde superior oscuro, mientras que el milano real la tiene oscura con sendas franjas blancas en el exterior y además su cola es marcadamente ahorquillada a diferencia de cualquier otra ave de presa (salvo los milanos, todas tienen la cola en forma de abanico o de azadón). Son además las rapaces más torpes de España y solo tienen éxito en uno de cada diez ataques a sus presas, por lo que sobreviven a base de carroña en los vertederos.


19.- Pinzón vulgar

Dicen los entendidos que es el pájaro con mayor población en la Península, solo que no le mola el asfalto. Omnipresente en cualquier parque, baja mucho al suelo en bandadas que se mezclan con las de otras especies. El macho (foto) tiene los colores mucho más vivos que la hembra.



20.- Agateador común

Con este hay que estar muy atento a los troncos de los árboles, por donde trepa más como una ardilla que como un pájaro. Es diminuto y tiene pinta de ratón, pero su pico curvado le delata sin lugar a dudas.






21.- Verderón

Como un gorrión bien cebado con el pico muy grande, pero de color verde, excepto la parte inferior de las alas, que son de un tono gris. Nunca en zonas de asfalto, solo en parques y jardines. Se junta mucho con los pinzones para buscar comida. Es valorado por su canto y se captura para venderlo como ave de jaula. Está prohibido capturarlos y tenerlos sin autorización.



22.- Mito

Es cuquísimo. Parece una bolita de lana con la cola más larga que el cuerpo. Muy pequeño. No es tan fácil de ver, debido a su tamaño. Siempre va en grupos de unos diez individuos piando bajito todos a la vez, con silbidos muy suaves. Yo siempre que los he visto en ciudad ha sido tras seguir su canto, pero los he llegado a encontrar en árboles en medio de una plazuela. 




23.- Jilguero

Me encanta. Posee una belleza inconfundible. También le llaman colorín por razones obvias. Muy cazado por su “valor jaulístico”, pero no debe hacerse sin los oportunos permisos. Le gustan los jardines y es relativamente fácil de ver, siempre en bulliciosos grupillos, en solares donde crezca mucho cardo, que es su alimento predilecto. Aunque no es demasiado abundante en zonas urbanas, se le distingue a la legua.

martes, 27 de noviembre de 2012

NO SOLO GORRIONES Y PALOMAS (1)

Como la mayoría de la gente pasa de los pájaros y no se fija nada en ellos, está bastante extendida la idea de que en las ciudades solo hay gorriones y palomas, por ser dos aves tan urbanitas y poco asustadizas que es imposible no toparse con ellas a cada segundo hasta en las calles más comerciales y concurridas. Sin embargo, poniendo solo un poquito de atención se puede descubrir en pleno núcleo urbano una gran variedad de especies cuya existencia ni siquiera se conoce o nunca se sospecharía en mitad del asfalto o en un parque.

Con este post y el siguiente quiero rendir un simpático homenaje a los pajarillos más fáciles de ver en la ciudad y, a la vez, animar a los lectores de La Pluma a fijarse en ellos, admirar su belleza y cogerle el gusto al mundillo de las aves.

En esta primera entrada hablaré de las aves que podría ver en la city hasta el observador más despistado y en la siguiente entrega pondré otras especies también muy frecuentes pero que es necesario estar algo más atento para avistarlas. Si aún no las habéis visto todas, os apuesto lo que queráis a que si os proponéis fijaros y paseáis un poco por los parques lograréis identificarlas en los próximos 12 meses.

Hay otras muchas (podéis añadir a la lista), pero he preferido seleccionar las más visibles, al menos en una ciudad cualquiera de Castilla y León.



1.- Cigüeña blanca

No merece comentario por lo conocida que es. Cada vez es más frecuente que se quede con nosotros en invierno y se la ve de continuo volando desde su nido (normalmente en la torre de una iglesia) hacia las afueras o los vertederos en busca de comida. También se oye mucho el clac-clac-clac que hace con el pico.



2.- Paloma torcaz

Las palomas que siempre vemos en la calle son las bravías, más cruzadas que puras. Cuanto más grises más puras, y cuanto más blancas o marrones más híbridas con domésticas. Pero no es nada raro ver en las zonas verdes, y a veces hasta en las aceras, ejemplares de paloma torcaz, que es más grandota, con el pecho de color vino, los ojos amarillos en vez de rojos, y una mancha blanca inconfundible en el cuello.



3.- Tórtola turca

Se parece a una paloma, pero es de color marrón claro uniforme con un collarín negro. Vino hace pocas décadas de los países del este y se quedó, esperamos que por muchos años. Te la encuentras muy a menudo en cualquier parquecito.






4.- Golondrinas, vencejos y aviones

Sería largo de explicar a fondo las diferencias entre estas especies tan similares que vuelan a toda caña chillando y cuelgan sus nidos de barro en los alerones de los edificios, pero está claro que ninguna de ellas pasa desapercibida en los meses de verano. Por resumir, la golondrina tiene la papada roja y la cola muy larga en forma de horquilla; los vencejos tienen la cola ahorquillada a modo de tijera corta, y los aviones (en la foto) tienen las patas pobladas de plumón hasta los dedos.



5.- Urraca

La famosa urraca o marica abunda en las áreas urbanas con muchas zonas verdes. Es un pájaro malvado, un poco de mal agüero, pero muy inteligente, que se ve a cientos de metros de distancia. Putea sin cesar a los demás animales, no solo aves, sino también gatos; grazna todo el tiempo; expolia las puestas ajenas; construye nidos cónicos que se ven muy bien en otoño cuando los árboles se deshojan, y es uno de los pocos pájaros capaces de volar hacia arriba completamente en vertical.



6.- Ánade real

Es el ancestro de los patos domésticos. El macho es precioso y la hembra marrón y vulgar. Se los ve en abundancia en cualquier estanque o en el río que atraviese nuestra ciudad. A los niños les encanta echarles pan.




7.- Estornino

Feo, muy feo, y chillón, hasta resultar insoportable. Parece que está siempre despelujado. Se le puede observar en los tejados de los edificios, posado en cables, antenas y chimeneas, o volando en bandada. Duermen cientos de ellos juntos en el centro de las ciudades, y arman un buen barullo cuando se dirigen a los dormideros. Hay dos especies parecidísimas: el estornino negro (en la foto) y el pinto, que es más abundante, en especial en los meses fríos.


8.- Lavandera blanca

Muy fácil de ver esta preciosidad, sobre todo en invierno, en pleno centro urbano, cruzando la calzada a toda prisa con sus largas patas y sus andares peculiares. También tiene masivos dormideros en árboles de ciertas zonas de la ciudad, los más famosos de España (de miles de individuos) en el madrileño Paseo del Prado.




9.- Mirlo

En algunas zonas de España lo llaman tordo, aunque esta denominación es más típica para el zorzal común. El macho es negro con el pico naranja muy llamativo y la hembra marrón y de pico oscuro. Le gustan el césped y los setos más que a un tonto una tiza. El mirlo es el señor de los jardines y suele vérsele en ellos correteando o volando a ras de suelo. Tiene uno de los cantos más bellos de la avifauna española. A mí me alegran siempre el camino de casa al trabajo a las 8 de la mañana.



10.- Petirrojo

Muy bonito y chupado de ver porque es abundantísimo y su pecho parece un semáforo. Basta acercarse un poco si oímos su canto seco y metálico en un parque por muy pequeño que sea. Es un pajarillo fanáticamente territorial y a la vez muy manso y cotilla. Cuando te acercas a su territorio se suele asomar a ver quién llega. Es tan confiado que su media de edad sobrepasa apenas los doce meses. Muere prematuramente chocándose con ventanas o cazado por gatos o rapaces.



11.- Colirrojo tizón

Macho y hembra muy distintos, aquel negro y esta gris apagado. Le encantan los edificios viejos, los tejados y los patios de luces, donde se cuela a menudo (en el mío por lo menos). Sacude la cola continuamente como un condenado, y casi siempre se le ve solo, a menudo en plena calle siempre que haya zonas verdes cercanas.

domingo, 25 de noviembre de 2012

ADIÓS, MILIKI Y TONY

Nuestro querido payaso de la gorrilla a cuadros y el mandilón colorado

Esta semana se nos han ido dos genios de la pequeña y de la gran pantalla respectivamente, Miliki y Tony Leblanc, responsables de los ataques severos de risa de millones de españoles de varias generaciones. En estos tiempos de sequía artística, de barbecho de creatividad, de un cine y una tele cada día más mercantilizados y con menos chispa, la desaparición de estos mastodontes deja un espacio en blanco imposible de rellenar.

Siento admitir que a mí este payaso y este actor no me hacían demasiada gracia, pero ello no quita reconocerles una valía artística que sin duda yo no he sabido apreciar en su justa medida.

A mí Los payasos de la tele me pillaron muy chiquitín y nunca me acabaron de entusiasmar, seguramente por mi escasa afición a las variedades circenses. El saxofonista Gaby Aragón (mi favorito) hacía el papel de clown, es decir de payaso listo; el malogrado Fofó interpretaba al augusto, dedicándose a tocar las narices a Gaby, y Emilio, Miliki, era el contraugusto, el payaso tonto que las armaba como Amancio y cantaba canciones acompañadas por su acordeón. A pesar de que la incorporación al espectáculo de los hijos del trío había sido un fracaso en la televisión hispanoamericana, decidieron probar en TVE con un resultado muy distinto. Miliki siempre demostró un talento sorprendente que sin duda heredó su hijo, el polifacético showman y empresario Emilio Aragón junior. Repasando la carrera artística de esta saga familiar, es imposible no darse cuenta del estridente contraste entre las auténticas lumbreras que cosecharon un gran éxito por méritos propios y los dos enchufados que se han pasado la vida chupando rueda de sus familiares sin valer para nada y cuyos nombres no cito por estar en mente de todos.

El chuleta y liante por excelencia
A pesar de considerarle un buen actor, Tony Leblanc nunca me llegó a gustar demasiado debido a su encasillamiento como chulo madrileño y liante prototípico de la mano de los incombustibles directores de comedia de los años 50 y 60 del pasado siglo (Saénz de Heredia, Lazaga y compañía). Me he sonreído, como todo el mundo, con las emblemáticas El tigre de Chamberí (1957), Los tramposos (1959), Las chicas de la Cruz Roja (1960) o El astronauta (1970), pero a mí ese tipo de cine tardofranquista y facilón, de chascarrillo castizo y moralina dulzona me provoca más sarpullido que otra cosa, y más todavía si sale mi paisana Conchita Velasco, con la que Tony acostumbraba a formar pareja artística. Me gustan mucho más las últimas interpretaciones de Leblanc, en un tono muy distinto, en Torrente (1998) y en la kilométrica Cuéntame, en su papel de Cervan. Creo que con los años este tío ha ganado lo suyo, pero en cualquier caso desde aquí mi aplauso póstumo a este pedazo de deportista (en su juventud ganó premios de boxeo y de fútbol) y de comediante al que siempre recordaremos haciendo el timo de la estampita (ver vídeo). 

Gracias, Miliki y Tony, por haber hecho de España en vuestra época un país más divertido de lo que las circunstancias imponían. Nos despedimos de vosotros con pena en el corazón pero con una gran carcajada de homenaje a vuestra inolvidable trayectoria.


jueves, 22 de noviembre de 2012

LA GENTE FEA DE LAS MANIFAS

No puedo reprimir mi simpatía por aquellas personas que por razón de su personalidad, edad o prestigio, llega un momento en que están por encima del bien y del mal, les importa un bledo quedar como Cagancho, y dicen sin rodeos lo que piensan y lo que les apetece. Por eso en su día aplaudí a rabiar, mientras me retorcía de risa, la bulla de Fernando Fernán Gómez al plasta que le perseguía para pedirle un autógrafo y el glorioso rapapolvo de Paco Umbral a la petarda de la Milá, que le llevó engañado a su programa so pretexto de promocionar su último libro. Dos de los momentos más hilarantes de la historia de la televisión en España.

La última genialidad de este tipo la ha protagonizado ayer mismo el magnífico y entrañable actor Arturo Fernández, soltando en una tertulia sin desperdicio en El gato al agua de Intereconomía que “en las manifestaciones yo en mi vida he visto gente más fea” y, refiriéndose a las concentraciones de la huelga de la semana pasada, que “hay que poner gente guapa, la gente guapa siempre funciona. No hay gente fea excepto estos, que yo no sé dónde fueron a por ellos”.

El galán por excelencia, el actorazo irreprochable, el figurín deseado por las damas de dos generaciones, ha escogido el momento histórico más inapropiado para decir una verdad como un templo y se ha quedado tan ancho. Y es que el chatín, el indiscutible arbiter elegantiarum de España, más que cuadrados, los tiene rectangulares.

El gran Arturo no ha expresado ni mucho menos una frivolidad; se ha limitado a recordarnos una realidad empíricamente contrastable sobre las protestas ciudadanas. No hay cosa más cutre y con menos glamour que las marchas reivindicativas, siempre atestadas de mangarrianes en manada voceando como cabreros consignas toscamente rimadas, y exhibiendo pancartas grotescas. ¿Cómo no va a ser fea la gente de las manifas? La gente enfadada se pone muy feota y al gritar como energúmenos se les deforman las facciones, y luego salen como salen en las fotos. Y después la pinta… Tengamos en cuenta que al menos el ochenta por ciento de las concentraciones están orquestadas por la izquierda más casposa, de modo que no cabe esperar en los rebaños de manifestantes otra cosa que melenudos infectos, puretas con barba y jersey gordo, perroflautas sin duchar, feministas pelicortas pero de sobaquera y felpudo bien poblados, subnormales con aros en la nariz o en las cejas, inmigrantes astrosos y desarrapados de toda especie, que no solo a Arturo Fernández, sino a cualquiera con un mínimo sentido estético, nos ponen los pelos como escarpias.

Pensando en manifestaciones con gente guapa (aunque hortera) solo se me ocurre el Desfile de Madrid del Orgullo Gay, donde bujarras, camioneras, bisexuales y demás viciosos se aseguran, por lo general, de exhibir unos cuerpos esculturales y unos atuendos primorosamente diseñados para la ocasión.

Cada vez estoy más convencido de que la única protesta popular digna, en la que estaríamos bien guapos, es una que hiciéramos entrando a caballo en el Congreso y repartiendo sablazos entre los políticos; o bien erguidos sobre la torreta de un carro de combate atravesando las Ramblas de Barcelona y ametrallando separatistas, o avanzando en formación y fusil al hombro, en vez de en tropel y con silbato como las piaras sindicaleras, hacia el Palacio de la Zarzuela.

Arturo Fernández, una vez más, ha estado apoteósico.

martes, 20 de noviembre de 2012

ESPAÑA NECESITA UN LÍDER

No se trata de predicar el mesianismo, pero tengo la completa seguridad de que gran parte de los problemas que padece España podrían solucionarse si las riendas políticas las manejase una persona con carisma, capaz de ejercer un fuerte liderazgo, de aglutinar a su alrededor todos los intereses y sectores, y de encauzar en una misma dirección todas las energías patrias.

No estoy restando importancia a los equipos, a la colaboración ni al consenso. No estoy despreciando las ideas, las estrategias y los proyectos bien construidos, ni los conocimientos técnicos. Pero yo tengo una gran fe en los buenos líderes y pienso que todo lo anterior puede ser inútil sin una cabeza visible y hábil que sume esfuerzos y dirija las operaciones con mano firme.

Un dirigente con personalidad, que sepa llegar a los oídos y a los corazones de sus compatriotas, que tenga la habilidad de tocar la fibra sensible de los españoles, motivarlos y sacar lo mejor de ellos. Un líder conciliador con el don de superar las divisiones y aunar todos los bríos al servicio de una causa común y del interés general, empezando por el apoyo generoso a los más humildes. Un adalid enérgico al que no le tiemble el pulso para aplicar el bisturí si las circunstancias lo exigen. Un auténtico conductor de masas con fe en su Patria y en su pueblo que logre encender nuestras más nobles pasiones y nos ayude a arrancarnos las sanguijuelas de la actual clase política, de la banca egoísta y del separatismo disgregador.

Alguien capaz de ponernos en marcha para llegar a tiempo a nuestra cita con la Historia y con la Justicia.

Es poco realista suponer que los dirigentes de los actuales partidos puedan encarnar esta delicada misión, que exige arrojo, gancho mediático, contundencia y amor a la Verdad antes que un abultado currículum, una formación exhaustiva o una alta cualificación técnica. Un sencillo trabajador con la suficiente clarividencia de los problemas que nos asolan, que transmitiera honradez, que dominara la palabra y que en un momento dado pudiera acceder a los medios de comunicación podría hacer mucho más por nuestro país que toda la estofa de cobardes y sinsustancias que hoy lo administran.

Una prueba de que España necesita como el comer líderes atrayentes y con ángel, que se atrevan a cambiar el discurso oficial para ofrecer soluciones diferentes y nuevas esperanzas, es el imparable avance electoral de UPyD, que cuenta en efecto con una portavoz carismática que dice bien alto y claro lo que tantos piensan pero todos callan por distintos motivos. Se la podrá acusar de radical, de oportunista o de populista, pero el caso es que Rosa Díez es la única política con relevancia mediática que se atreve a ofrecer soluciones innovadoras, valientes y realistas a los graves dramas que sufrimos.

Soluciones que podremos compartir en mayor o menor medida en función de nuestras ideas, pero a donde quiero llegar es a que los logros de Rosa Díez tienen mucho mérito, pues ha apostado fuerte con un programa muy definido, sin titubeos centristas; ha sabido captar muy bien una parte de las preocupaciones de la sociedad española, y ha tenido la valentía de escapar del binomio izquierdas-derechas con una alternativa fresca y transversal que ha unido bajo las mismas siglas a personas de sensibilidades diametralmente opuestas, como socialistas y ultraderechistas, por ejemplo.

Y eso es a lo que me refiero cuando hablo de liderazgo. Buen líder es quien logra que todos aparquemos nuestras propias concepciones e intereses, y nos volquemos juntos en un mismo proyecto, en el que ha sabido involucrarnos.

domingo, 18 de noviembre de 2012

UN PASEO POR OTROS BLOGS (10): SIN ACTUALIZAR

Algo que llevo observando un tiempo en la blogosfera es que, salvo excepciones, aquellas bitácoras que me parecen más interesantes y creo que sus autores tienen más potencial, ideas y cosas que decir, son precisamente de las que menos se actualizan, dejándome casi siempre la miel en los labios, ansiando más información, más reflexiones suyas, no bastándome con las escuetas pinceladas que ofrecen de ciento en viento.

Es posible que la gente más interesante sea la que más ocupada está en mil cosas al margen de Internet.

viernes, 16 de noviembre de 2012

ENCAJANDO CRÍTICAS


Ya demasiado tarde aprendí que la mayoría de los cerebros humanos no están programados para encajar críticas de ninguna clase.

Lo llamemos consejo de amigo, crítica constructiva, corrección fraterna, sutil indicación, necesaria censura o como queramos, desengañémonos, porque a la gente no le gusta nada que le reprueben, ni en lo gordo ni en lo pequeño, y si tenemos por costumbre quejarnos abiertamente de lo que no nos gusta de las personas que nos rodean, tarde o temprano pagaremos la factura en forma de caso omiso, desprecio o alejamiento personal, cuando no de venganza traicionera, de torpedo a nuestra línea de flotación en cuanto nos descuidemos.

Casi nadie aguanta bien las críticas, ni con razón ni sin razón. A veces no queda otra que soportarlas y los ejemplos más claros son las que vienen del jefe en el trabajo y las que lanzan los padres a sus hijos ya creciditos que aún no han dejado el nido. Estas críticas se toleran por propio interés o porque no hay escapatoria, o sea por no perder el puesto o porque aún no podemos largarnos de casa de papá, pero a la larga quienes son muy criticados en el mundo laboral o en el familiar desarrollan unos resentimientos insanos que pueden explotar de la peor manera, aunque sea muchos años después. El rencor queda ahí grabado y seguro que condicionará la futura relación con los padres o con otros jefes.

Piénsatelo bien cuando vayas a criticar a un amigo a la cara, porque lo más probable es que, reaccione como reaccione en ese instante, jamás se olvide de esa crítica y la conserve incluso años clavada como un aguijón, y antes o después te devuelva el “golpe”, justa o injustamente, venga o no venga a cuento. Es mejor que te calles la boca o que te busques amigos sin esos defectos que te parecen reprochables a que eches una regañina a un colega, ni con las mayores sutilezas.

Las críticas más justas, más sinceras, más honradas, las hechas con la mejor intención, se terminan volviendo contra a uno como el boomerang de un bosquimano.

Yo soy un fanático de la puntualidad. Los impuntuales habituales me parecen unos irrespetuosos y cuando era más joven emprendí una cruzada para corregir a algunos de los que tenía más cerca, amigos sobre todo. La cruzada simplemente consistía en quejarme y en decirles que a ver si estaban más al loro de la hora la próxima vez. Pues bien, no solo no conseguí jamás que nadie cambiara sus hábitos, sino que encima yo pasaba mal rato gruñendo y se generaba mal rollo. Si un día de mil yo llegaba diez minutos tarde, había buitres que se cebaban conmigo hasta saciarse, aunque pidiera mil perdones. Los impuntuales de entonces son los muy impuntuales de ahora y si quiero quedar con ellos, ya sé lo que hay. Tengo que agachar la cabeza.

Ladra, chucho, que no te escucho

En los momentos bajos, cuando la peña está derrotada y con la guardia por los suelos, aparentemente acepta mejor los reproches. “Has sido un irresponsable, Fulano, joder, admítelo”, “sí, tío, tienes toda la razón, la he cagado, soy un desastre”. ¡Ja! Esos son los peores. Cuando vivas una situación así, apunta bien el día y el año, y verás como en poco tiempo, caput, la amistad a tomar por saco. Primero se mostrará frío, luego dejará de llamarte y al final es como si nunca te hubiera conocido. Eso sí, el día que tú patines, porque patinarás, será el primer hijoputa que te diga a bocajarro que eres un irresponsable.

Es como lo de decirle a un colega, para animarle, que la tía que acaba de plantarle es una zorra. Como terminen volviendo, te puedes agarrar. Los dos te mirarán fatal para siempre.

Con esto de las críticas también juega un papel muy importante la legitimidad. Una corrección puntual puede ser digerida de cierto buen grado si creemos que el que nos la formula tiene derecho a hacerlo. Lo malo es cuando nos saca los colores un sujeto al que no conocemos, al que tenemos una manía considerable o del que sabemos a ciencia cierta que eso mismo que nos reprocha lo hace él a todas horas. Entonces, por mucha razón que tenga, por mucho que debiéramos hacer caso del comentario por nuestro bien, se nos enciende el amor propio y mandamos al criticón a tomar por donde amargan los pepinos.

El problema es que la mayoría de la gente no considera a nadie legitimado para que les critiquen.

A mí tampoco me gusta nada que me critiquen, lo que pasa es que haciendo balance de mi vida hasta ahora me percato un poco avergonzado de que muchas de mis virtudes, de mis escasos logros, de las iniciativas de las que más orgulloso me siento, se los debo a críticas que me han hecho mi familia, mi gente, mis jefes o mis compañeros. He tenido la gran suerte de recibir críticas algunas veces dolorosas pero casi siempre oportunas y útiles, que me han servido como trampolín, como acicate para mejorar en bastantes cosas. A mí también me ha costado olvidar alguna censura que me han hecho, pero otras, la mayoría, las he terminado agradeciendo aunque fuera a regañadientes. Observo que la mía no es una actitud demasiado habitual.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

ME HAS JODIDO LA CERVEZA

Según te veo llegar a la mesa con las cañas te noto cara de acelga y cometo el error fatal de preguntarte si te pasa algo. Te sientas alicaído, meneando la cabeza, y me empiezas a contar lo mal que te va en tu matrimonio. Me dices que tu vida con tu mujer es una mierda desde hace más de un año, que a veces os pasáis semanas sin hablaros o comunicándoos solo con gruñidos y malos tonos, y que solo fingís normalidad delante de tus padres o de los suyos, o cuando salís a algún compromiso con los amigos. La niña empieza a ser mayorcita y se da cuenta.

Antes de eso hubo un tiempo de broncas incendiarias. Ella se cabreaba cada vez que salías a correr, si tenías una comida de trabajo o te querías tomar una copa con nosotros. Un día te dijo que te fueras a hacer puñetas y empezó a prepararse la comida para ella sola y a hacer la colada solo con su ropa. Se quejaba por todo: de lo poco que colaborabas en casa, de la hora a la que llegabas cuando salías, de lo que duraba tu siesta, de las visitas de tus hermanos, del poco caso que hacías a la cría, de lo que gastabas en chorradas…

Me explicas, con voz lastimera y ojos muy brillantes, que antes de casaros no era así pero que se ha ido amargando poco a poco, no sabes muy bien si por la monotonía, porque no te aguanta o por qué. Me confiesas que es un infierno disimular y que no sabes qué hacer. Ella al principio habló de divorcio un par de veces pero hace tiempo que no dice nada; seguramente fuera un farol o bien ahora se lo piensa por la niña o por ese orgullo endiablado que tiene, que le impide reconocer ante su familia que algo ha fallado en su vida perfecta. Tú también has pensado en separarte pero no estás dispuesto a quedarte sin casa y con menos de mil euros, ni a tener que volver donde tus padres, pues no te quedaría otra.

Miras fijamente el platito de cacahuetes y murmuras que hace ya un año que no folláis.

Yo me revuelvo incómodo en mi silla e intento poner una cara medio de funeral, medio de tío comprensivo, y me pregunto qué te he hecho yo para que me cuentes estas historias. No es justo, pienso, no es justo que me vengas con estos rollos, porque cuando a mí me dejó Clara o cuando me echaron de la planta y tardé dos años en encontrar algo, no le di el coñazo a nadie y menos a ti. Además tú no me cuentas tus miserias conyugales por confianza o por amistad, sino que necesitas desahogarte de tu desgracia igual que un borracho tiene que echar la pota, y me ha tocado a mí la china, al primero que has pillado.

Me has jodido la cerveza, campeón. Yo había quedado contigo para lo de siempre, para tomarnos tranquilos unas birritas después del curro, hablar del próximo partido del Pucela, contar algún chiste, insultar a Artur Mas y a esos separatistas, o comentar el escote de la camarera, y tú me vienes con estos dramas indigeribles obligándome a escucharte atento y con cara de consternación en vez de mirar la Fórmula 1 de la tele, cuando a mí en realidad tu matrimonio, tu mujer, tu hija y tus problemas me importan tres cojones.

Parece que ya se te ha acabado la cuerda y ahora miras los coches del televisor como desinflado, y le pegas un buen meneo a la cerveza, que ya se ha quedado sin espuma y yo diría que calentorra.

domingo, 11 de noviembre de 2012

ENCUESTA SOBRE EL PROBLEMA DE CATALUÑA


Pregunta: ¿Cuál es la mejor solución al actual problema de Cataluña?

Votantes: 46

Duración: 25 días

Respuestas:

a) Suprimir la comunidad autónoma y someter a Cataluña a un control centralizado del Estado: 16 votos (34%)

b) Reintroducir en el Código Penal el delito de referéndum ilegal, con severas penas de cárcel: 9 votos (19%)

c) Que los catalanes que aman a España acudan a la manifestación del día 12-O en la Plaza de Cataluña: 12 votos (26%)

d) Derogar la oficialidad de la lengua catalana, pero respetando su conservación y fomentando su uso: 5 votos (10%)

e) Prohibición y persecución de cualquier partido separatista: 10 votos (21%)

f) Educar a los niños catalanes en el amor a la Unidad de España: 14 votos (30%)

g) Recuperación por el Estado de las competencias educativas: 18 (39%)

h) Ocupación preventiva por el Ejército de las calles de Barcelona: 5 votos (10%)

i) Declaración del estado de sitio en Cataluña, suspendiendo las libertades previstas en la Constitución y sometiendo a los separatistas a la jurisdicción militar: 6 votos (13 %)

j) Intervención plena del Ejército disolviendo a tiros las manifestaciones y ocupando los edificios autonómicos: 5 votos (10 %)

k) Detención y encarcelamiento de los líderes nacionalistas: 7 votos (15%)

l) Fusilamiento de los líderes nacionalistas: 7 votos (15%)

m) Poner a alguien con cojones en la Moncloa 25 votos (54%)

n) No habrá tanto problema pues los separatistas no se atreverán a llevar adelante su farol 10 votos (21%)



NOTA(1): En las encuestas en las que pueden votarse varias opciones, el % no representa el porcentaje de votos que ha obtenido cada respuesta sobre el total de los emitidos, sino el porcentaje de votantes que ha escogido esa opción.

NOTA (2): Merece destacarse la importancia que han dado los votantes a la educación (opciones f y g) y cómo a medida que pasaban los días han ido aumentando los votos a la opción n.

jueves, 8 de noviembre de 2012

VINO DE ZANAHORIA

La Administración de la comunidad autónoma en la que vivo organiza cada año el certamen Campus Emprende, bajo el bonito lema “Educar para Emprender”, en el que premian proyectos creativos e innovadores a fin de fomentar “la actividad emprendedora y la creación de empresas de base tecnológica en el seno de las universidades de la región”.

Uno ya era bastante escéptico sobre los proyectos investigadores de las universidades españolas en general y de la Universidad de Valladolid en particular. Eso de investigar en nuevas tecnologías suena muy bien, pero cuando esta actividad investigadora no se enmarca en programas coherentes, sus resultados no se fiscalizan como es debido y nadie sabe qué repercusión tienen en la vida social y económica del país, te acabas maliciando que todo es un montaje para recibir pasta de la Unión Europea y de las Administraciones, y vivir del cuento.

Uno ya era bastante escéptico sobre la seriedad y la capacidad de los profesores universitarios, pero el premio Campus Emprende de este año ha terminado por confirmar todas mis aprensiones, pues ha recaído nada menos que en una docente por el estúpido proyecto denominado “Elaboración de bebida espumosa (vino) a partir de la fermentación alcohólica de la zanahoria”.

La rocambolesca idea premiada, según han explicado muy ilusionados sus promotores, consiste en “una bebida de entrada dulce, con un toque fresco y vivo, gracias a su carácter espumoso, acompañado de toques terrosos y herbales que recuerdan su origen vegetal”. Con este vino de zanahoria, al que han bautizado como Artezana, pretenden “dinamizar los recursos de Castilla y León, aprovechando un cultivo de relevancia regional".

El común de los mortales y hasta un tipo como yo, con la visión comercial rotundamente bloqueada, pensamos que el licor de zanahoria no tiene ninguna pinta de irrumpir con fuerza en el mercado vitivinícola de nuestra Región en los próximos cien años. Tenemos el pálpito de que casi con toda seguridad no será creada de forma inminente la Denominación de Origen Daucus Carota de las Tierras de Valladolid, y, es más, albergamos la sospechilla de que nadie va a ser tan tonto del culo de pedirse en un bar un rosado de zanahoria.

Aun así, la Junta de Castilla y León ha premiado el proyecto por considerarlo un ejemplo de visión emprendedora con posible incidencia en la economía regional. Deben de suponer que dando la suficiente publicidad a la nueva bebida, en poco tiempo desbancará al verdejo de Rueda y al espumoso de Peñascal.

Yo sugiero a los creadores de este mejunje que sigan desarrollando sus rompedoras ideas con el nabo. Entiéndanme, por favor: me refiero a la hortaliza conocida por los científicos como Brassica rapa, o incluso a otros tubérculos, como la patata o el boniato, con los que seguramente podrían fermentarse finos caldos de mesa. Y ya metidos en harina, imbuidos del entusiasmo emprendedor financiado por la Junta y por la Universidad, sería bueno elaborar una cerveza de cardo borriquero, un orujo de col lombarda o un delicioso blanco a partir del puerro. Ya saben que los consumidores estamos a la espera, bien dispuestos a apoyar los productos de nuestra tierra.

martes, 6 de noviembre de 2012

SE PONEN TONTORRONAS


Aurelio es un tipo de mi edad, bien parecido. Llega cada mañana a la oficina con su repeinado de molde, hecho un pincel y, antes de quitarse su trenca beige impecable, se asoma al despacho de Marieta, una administrativa que rondará los 60, y le alegra la mañana:

- ¡Muy buenos días, Marieta! –la contempla unos segundos con pose teatral- ¡Pero qué elegante y qué guapísima has venido hoy! ¡Dichosos los ojos!

Igual que en una película de los años 50, la compañera le reprende entre risitas, pero más contenta que un ocho, “halagador, que eres un halagador”.

Luego les toca el turno a dos compañeras de su departamento, casadas como él, aunque bastante mayores, una a punto de jubilarse.

- Chicas, es que da gusto trabajar aquí. ¡Habéis venido preciosas! –y si estoy yo delante me mira con sonrisilla cómplice y me involucra- : ¿Verdad, Neri, que están bien guapetonas?

Yo suelo poner cara de circunstancias y me libro del compromiso musitando “sí, sí, sí”, mientras hago como que guardo algún papel para disimular mi vergüenza ajena.

También lanza requiebros similares a la ordenanza de la planta baja, a la jefa del negociado de Catastral e incluso alguna vez que viene emocionado a su propia jefa directa, que pone los ojos en blanco y ligeramente colorada le dice “ay, ay, ay, qué hombre, qué hombre”.

Un día a solas le comenté riendo que cómo se pasaba, que menudo tenorín estaba hecho y que no había duda de que era el gallo del corral. Cerró de golpe la Moleskine con cara de pillo y me explicó:

- Neri, qué poco entiendes de mujeres. ¿Tú no sabes que a las tías hay que decirles estas cosas porque se ponen muy tontorronas y luego no te niegan ningún favor en el trabajo?

Me confesó también que solo tenía dos límites en su audacia: piropear siempre con testigos y jamás a tres tipos de compañeras: a las que de verdad están muy buenas, a las muy jóvenes o solteras, y a la gran jefa, por supuesto, por obvias razones de decoro y, en el último caso, de seguridad personal y laboral.

Bromas aparte, y aunque reconozco que lo de las galanterías en el trabajo depende mucho del tono, del estilo y del tacto, y que Aurelio es un maestro y le sobra delicadeza, a mí no me van mucho tales comportamientos. Mis reticencias no solo se deben –lo admito- a mi innegable falta de habilidad en la materia (si lo hago yo fijo que se piensan que me ponen de verdad), sino a que considero el espacio de trabajo un lugar incompatible con ciertas expansiones y con ciertas bromitas.

Parto de que mi compañero, como él mismo admite, no se dedica a arrullar a todas a diestro y siniestro, y mide mucho y bien cuándo y con quién lo hace, pero a mí de alguna manera me aterraría incurrir en algún equívoco o, mucho peor, ofender a la destinataria del cumplido, y más en estos tiempos en que los acosos y mobbings laborales, sexuales y demás se han convertido en muletillas recurrentes en el mundo profesional. Vete tú a saber, igual le dices a una compañera que está muy guapa y se piensa cualquier cosa (por ejemplo, que eres un guarro) o se siente invadida en su intimidad, y a mí la intimidad y las distancias de seguridad de la gente que no conozco demasiado me parecen sagradas.

Pero en definitiva cada uno se comporta como le gustaría que se comportasen con él. A mí desde luego, aunque es técnicamente imposible, me sentaría mal, muy mal, que una compañera me llamara guapo. Hasta cierto punto considero aceptables los comentarios sobre la ropa y los peinados recién estrenados, o sea el típico “¿peinado nuevo, María? Te queda muy bien”, o un neutro “anda, qué vestido más chulo”, asegurándonos antes de decirlo de que no sea demasiado ajustado y escotado, y no vaya enseñando las tetas, como el otro día la nueva del departamento del fondo, que ni Aurelio tuvo huevos para a ir a soltarle sus tonterías. Pero nada de pasar de ahí: pura cortesía sin adornos y con moderación. La semana pasada, por ejemplo, a mí me dijo una chica de mi centro directivo que mis gafas eran muy bonitas. No sé si es que se había pasado semanas buscando afanosamente algo bonito en mi persona, si es muy educada o le molan mis lupas sin más.

En mi aversión hacia cualquier exceso interpersonal en el trabajo influye también bastante mi carácter, pues en el fondo yo soy un poco como el vasco del chiste del Rólex y las setas (minuto 1:36) y al trabajo voy a trabajar y punto, sin que se me pase siquiera por la cabeza la posibilidad de hacer amiguetes, de contar mi vida o dejarme contar la de los demás, ni mucho menos de coquetear con las profesionales que trabajan conmigo. Eso no quita que con el tiempo se pueda tomar afecto a un determinado compañero o te puedas echar unas risas, pero sinceramente no me prodigo demasiado y en general resulto distante. Una prueba de mi rigidez, si quiere llamarse así  (y que por cierto era aún mayor hace años), es la anécdota de una compañera que, según me contaron tiempo después, me estuvo tirando los tejos un verano en uno de mis destinos. Yo la notaba una simpatía especial hacia mí y me parecía un poco insistente en lo de tomar cañitas a la salida del trabajo, pero entre lo cuadriculado que soy para estos temas del ambiente laboral, que tenía la cabeza en otras cosas y en otra persona, y que la tía era sindicalista de Comisiones, se ve que di poco juego y me dejó tranquilo. Luego me lo cotillearon otras compañeras en el desayuno y quedé como un gilipollas.