miércoles, 24 de octubre de 2012

ESTAMPAR EL DESPERTADOR


En el marco de un programa formativo que se está desarrollando en la unidad donde presto mis humildes servicios, la semana pasada tuve que asistir a un curso sobre “consecución de objetivos en el trabajo”. Como era de esperar a la vista de experiencias anteriores, el perfil profesional del profesor elegido por el Departamento de Formación era lo más opuesto que pueda imaginarse al de los alumnos que íbamos a asistir. El pollo en cuestión no solo proviene de una espeluznante consultora especializada en fabricar y vender humo, filial, para más inri, de una multinacional europea, sino que además desconoce hasta en sus aspectos más elementales las características, el funcionamiento, la naturaleza y los objetivos de nuestra organización, por la que se nota a mil leguas que siente una animadversión irreprimible.

No voy a poner aquí en entredicho la calidad del curso, pues considero que los contenidos en general fueron interesantes (aunque inútiles para nuestro trabajo) y que el formador fue ameno y supo llegar a la gente, a pesar de los lugares comunes, cursiladas, poses de gurú barato y soplapolleces varias de los que se vio obligado a tirar el pobre continuamente.

Pero hay límites que no se deben sobrepasar en los tiempos que corren ni siquiera en broma ni en el desempeño de su papel, mezcla de animador sociocultural y de entrenador de fútbol americano en una peli de Hollywood. Me refiero a que el tío se pasó un buen rato arengándonos con el rollo de que había que perseguir los sueños, que sus hijos habían elegido carreras sin salidas solo por vocación, que había que luchar con entusiasmo por nuestras metas personales, que si nos lo proponíamos podíamos ser los mejores en lo que nos ilusionaba, que no era concebible estar currando en algo que no nos llenaba y no cubría nuestras expectativas, y que él –naturalmente- soñaba cada mañana con empezar la jornada porque estaba enamorado de su profesión.

Yo ya estaba sonriendo,  pensando que menudo perro de su empresa, cuando soltó una frase que nos dejó a todos helados, descolocados, inquietos:

- Cuando una mañana sintáis deseos de estampar el despertador contra la pared, es que ha llegado el momento de cambiar de trabajo.

Oí claramente susurrar, silabeando, la palabra “gilipollas” al compañero de mi izquierda, y la chica que tenía a la derecha se me acercó discretamente para cuchichearme al oído una tosquedad:

- Sí, hijo, cambiar de trabajo es como cambiarse de bragas.

Y es que descolgarse con semejante frivolidad con la crisis dramática que nos asola es una falta de respeto a la inteligencia, al orgullo y a la dignidad de sus alumnos. El desafortunado comentario tiene varias traducciones, a cual más insultante. Puede interpretarse como que todo el mundo elige su trabajo a capricho, como que quien no trabaja en lo que le gusta es tonto, o como que cambiar de profesión cuando a uno le apetece está al alcance de cualquiera. Con su gracieta del despertador, el amigo ponente nos vino a decir en la cara que él puede encontrar colocación cuando y donde le dé la gana, o que en todo caso tiene pasta suficiente como para abandonar la que tiene ahora si deja de realizarle como ser humano.

Si él lo dice...

Yo desde luego lanzaría mi despertador contra el armario todas las mañanas.

Puede que el colectivo al que dirigió su eslogan elitista no sea, al fin y al cabo, el más sensible en estos momentos e incluso sea de los que gozan de mayores facilidades para cambiar de funciones dentro de su propia organización. Aun así, su lema no sentó demasiado bien, por lo que cabe imaginar fácilmente la reacción que habría provocado en un auditorio de albañiles, de dependientes de comercio, de administrativos de PYME o de mileuristas de cualquier tipo con serios apuros para afrontar sus gastos antes de fin de mes. En el caso de que se hubiera atrevido a decir esa chorrada, lo más probable es que alguien se hubiera levantado para pegarle una patada en los huevos, muy bien merecida por cierto.

Más sobre el tema de la vocación en La pluma viperina

9 comentarios:

J dijo...

Pues yo también tendría que cambiar de trabajo todos los días... O eso, o es que tengo muy mal despertar.

Llevo casi cuatro años en el mismo puesto de trabajo y desde hace casi tres - con épocas mejores y peores - me gustaría cambiar. Así que debo ser bastante gilipollar por no haberlo conseguido todavía.

nago dijo...

uff que rara soy (teniendo en cuenta que me paso medio dia hablando con un loro, tampoco de extrañar) porque a mí me encanta madrugar pero no me gusta trabajar, así que además... vaga! y es que jamás conseguiré ser astronauta que es lo que me hubiera gustado realmente. O sea que encima frustrada! qué mal...

Muy acertada su campañera, que no por tosca...

El chico de los tablones dijo...

Así descrito el tío parece bastante gilipollas, para qué negarlo, aunque dudo mucho que lo suficiente como para repetir el eslogan del despertador delante de un grupo de personas para las que tener un trabajo sea una suerte y no una opción.

Imagino que desde la misma fábrica donde se fabrica y enlata el humo les impartirán a estos gurús unas instrucciones mínimas sobre cómo impartir sus charlas motivacionales en función del tipo de auditorio a que se dirigen: qué temas tratar con más tacto, qué bromas son políticamente incorrectas o pueden ser malinterpretadas...

Aprendiz dijo...

Realmente me parece una tontería lo que dijo este hombre. En general la gente no puede elegir el trabajo que más le gustaría, pero es que además me parece un engaño hacer creer que el trabajo nos tiene que gustar. Para eso están los hobbys.

alco dijo...

A mi lo que me ha impactado es que "que sus hijos habían elegido carreras sin salidas solo por vocación". Este hombre es literalmente tonto: está jugando con el futuro de sus hijos. Hoy en día cualquier carrera tiene un presente incierto, pero algunas carreras es seguro que su futuro también lo es. Si una de mis hijas hubiese elegido una carrera con futuro dudoso, aparte de comentarle claramente lo que podía esperar, le habría aconsejado estudiar en paralelo un ciclo superior de formación profesional, para poder ganarse la vida. La carrera sin salida, vale, pero como formación y crecimiento personal.

marian dijo...

Son las 22:00, faltan 8 horas y media para que suene el despertador y ahora mismo se lo estampaba en los riñones (en los que posiblemente tenga su alma según Mariló Montero) al sr. de la charla.

sefo dijo...

A esta clase de chuletas los tendrían que echar un día a la calle, a ver si es verdad que consiguen rápido el trabajo de sus sueños. Con el sufrimiento que está causando la crisis, comentarios de este tipo sobran. A esta clase de gente yo ya me la conozco, creen de verdad en la paridad entre los agentes del mercado de trabajo, se piensan que igual que todas las empresas pueden escoger qué trabajadores quieren, todos los trabajadores pueden elegir su empleo, cuando eso es una rotunda falsedad. La emkpresa tiene SIEMPRE la sartén por el mango y parte de una posición de fuerza salvo excepciones contadas.

La pluma viperina dijo...

No sabemos qué ha pasado con la encuesta de la solución al problema catalán, que ya iba casi por 40 votos y de pronto se ha puesto a cero. Qué le vamos a hacer. Cosas de blogger o de los piratas informáticos separatistas :-)

Voten de nuevo los días que quedan si no les importa.

Aprenent de bruixot dijo...

A ver, yo echo de menos una opción separatista en la encuesta. No puedo votar , ya que yo estoy a favor de que el pueblo catalán pueda decidir en libertad su destino.
La libertad, por delante de cualquier otro valor.
Esa opción no la veo por ningún lado.