jueves, 31 de marzo de 2011

EL FLAUTISTA DE HAMELÍN

Me encantan los cuentos populares porque su origen suele ser antiquísimo y dan muchas pistas sobre costumbres, mentalidades y sucesos de épocas tan remotas como la Edad Media. Uno de los cuentos más conocidos, El flautista de Hamelín, recogido de la tradición oral por los Hermanos Grimm, se basa en un episodio misterioso y fascinante.

Todos nos sabemos el cuento: En el pueblo alemán de Hamelín sufren una plaga de ratones y el Concejo ofrece una cuantiosa recompensa a quien les libre de los roedores. Un jovencísmo flautista vagabundo se ofrece a ello y los vecinos comprueban maravillados cómo al tocar su instrumento, todos los ratoncillos le siguen, logrando así sacarlos del pueblo. Tras negarse las autoridades a pagarle lo prometido, el muchacho toma venganza tocando de nuevo su flauta para que, esta vez, sean los niños del lugar los que le sigan hipnotizados. “Cogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperación, intentaban impedir que siguieran al flautista. Nada lograron y el flautista se los llevó lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adónde, y los niños, al igual que los ratones, nunca jamás volvieron”.

Este simbólico relato hunde sus raíces en la Cruzada de los Niños, que tuvo lugar en 1212. Tras el varapalo de la Tercera Cruzada y el caos de la Cuarta, la población del centro de Europa vivía un momento de gran exaltación religiosa y un clamor por el regreso de las tropas cristianas a Tierra Santa se extendía por Alemania y Francia entre las clases más humildes, avivado por algunos reyes y nobles locales. En este contexto se produce un inaudito fenómeno. Ante el fracaso de la Iglesia y de los adultos, varias oleadas de niños y preadolescentes (se calcula que unos 50.000 en total) se dirigen en masa hacia Jerusalén para restaurar la Cristiandad en la tierra natal de Cristo La bibliografía parece confusa, e incluso varios historiadores niegan la existencia de este movimiento cruzado, considerándolo una fábula urdida por el clero para avergonzar a los excombatientes, pero las fuentes más importantes coinciden en relatar dos aventuras muy parecidas que tuvieron lugar en el mismo año 1212: la del pastor francés Étienne, de 12 años de edad, y la del alemán de 10 años Nikolaus. Las peripecias de este último son precisamente las que dan lugar al cuento.

Étienne era un niño muy devoto de la localidad de Cloyes y un día se encontró con un barbudo peregrino que regresaba de Palestina, que le aseguró ser Jesucristo en persona y le animó a reclutar un ejército de niños para emprender la Quinta Cruzada. El peregrino, que en realidad era un simple cura disfrazado, le entregó además una carta para el Rey de Francia rogándole la autorización de la heroica empresa. En su camino hacia París, Étienne logró reunir a miles de muchachos, formando un auténtico ejército popular dispuesto a todo, al que se unieron incluso varios sacerdotes. En París, el rey se llevó las manos a la cabeza y les ordenó volver a sus casas, pero muchos no hicieron caso y encaminaron sus pasos hacia el puerto de Marsella dispuestos a embarcar.


Nikolaus fue todavía más audaz. Este crío, natural de Colonia, llegó a reclutar por los pueblos, contra la voluntad de sus padres, al doble de combatientes que el pastorcillo galo. Parece ser que su gigantesca partida, de varias decenas de miles de chavales, se dividió en dos en un determinado momento. Uno de los grupos se dirigió cruzando los Alpes hacia el puerto de Génova y el otro dio un rodeo mucho mayor hasta llegar a Italia. Tras muchas vicisitudes, la mayoría desertó. Unos cuantos se dirigieron a Roma a que el Papa les librara de su voto de luchar en Tierra Santa y unos pocos miles lograron embarcar.

Los finales tristes de ambas historias coinciden casi al milímetro. Los niños, como en el cuento de los Grimm, nunca jamás volvieron. Los dos caudillos infantiles habían prometido a sus valientes que al llegar al Mediterráneo, este se abriría en dos para dejarles pasar, como el Mar Rojo en el Éxodo. Como era previsible, el truco no funcionó y muchos abandonaron el proyecto. De todas formas, la gran mayoría habría fallecido por cansancio o falta de provisiones durante las largas marchas; otros fueron secuestrados en las aldeas por las que pasaban e incluso asesinados o pervertidos por delincuentes y desaprensivos que se sumaban al grupo aprovechando la inocencia de los pequeños héroes. Los niños franceses que embarcaron en Marsella (en siete barcos), fueron vendidos como esclavos en Oriente Medio por los mismos mercaderes que les ofrecieron las naves. De los alemanes que lograron llegar a Jerusalén, nunca se supo.

martes, 29 de marzo de 2011

HISTORIAS DE ESPAÑA VIEJA (X): EL NACIMIENTO DE LA CABALLERÍA.

FALTÓ EN EL MUNDO LA CARIDAD, LA JUSTICIA Y LA VERDAD

Hoy, día 29 de marzo, se conmemora la fiesta del beato mallorquín Raimundo Lulio. Erudito en la corte de Jaime I el Conquistador, llevó una vida disoluta hasta los treinta años cuando, tras experimentar varias visiones místicas, sufrió una profunda conversión que lo llevó a acercarse a la Orden Tercera Franciscana. Gran conocedor de las culturas árabes y judías, en cuyas lenguas llegó a escribir algunas de sus obras, no dudaba en predicar ante las puertas de las mezquitas y las sinagogas, solicitando, incluso, una nueva cruzada que le permitiera predicar en los territorios musulmanes.

Profundamente afectado por la caída de Jerusalén en manos de Saladino, y observando una profunda crisis en la forma de vida de algunos caballeros cristianos, promovió la reforma de las órdenes militares con la intención de que fueran unificadas bajo las órdenes de un único Rex Bellator, seguramente Jaime II de Mallorca. Así, entre sus variadas obras, destaca el Libro del Orden de Caballería, en el que un caballero anciano, convertido en eremita, enseña a un joven escudero los altos valores morales que deben informar el noble ideal del caballero cristiano, y a la vez predica contra los donceles indignos.

Esta figura, cumbre del pensamiento español medieval, tan poco difundida que se hace muy complicado encontrar en el mercado alguno de sus textos -mi edición del Libro del Orden de Caballería es de los años 40-, murió linchado por los mismos musulmanes tunecinos a los que intentaba convertir.





1. Faltó en el mundo caridad, lealtad, justicia y verdad; comenzó enemistad, deslealtad, injuria y falsedad, y de ahí nació error y turbación en el pueblo de Dios, que fue creado para que los hombres amasen, conociesen, honrasen, sirviesen y temiesen a Dios.

2. Al comenzar en el mundo el menosprecio de la justicia por disminución de la caridad, convino que la justicia recobrase su honra por medio del temor; y por eso se partió todo el pueblo en grupos de mil, y de cada mil fue elegido y escogido el hombre más amable, más sabio, más leal y más fuerte, y con más noble espíritu, mayor instrucción y mejor crianza que todos los demás.

3. Se buscó entre todas las bestias la más bella, la más veloz y capaz de soportar mayor trabajo, la más conveniente para servir al hombre. Y como el caballo es el animal más noble y más conveniente para servir al hombre, por eso fue escogido el caballo entre todos los animales y dado al hombre que fue escogido entre mil hombres; y por eso aquel hombre se llama caballero.

4. Una vez reunidos el animal y el hombre más nobles, convino que se escogiesen y tomasen de entre todas las armas aquellas que son más nobles y más convenientes para combatir y defenderse de las heridas y de la muerte; y aquellas armas se dieron y se hicieron propias del caballero. Quien quiera, pues, entrar en la orden de caballería debe meditar y pensar en el noble principio de la caballería; y conviene que la nobleza de su corazón y su buena crianza concuerden y convengan con el principio de la caballería, pues, si no lo hace así, sería contrario a la orden de caballería y a sus principios. Y por eso no conviene que la orden de caballería reciba en sus honras a sus enemigos, ni a aquellos que son contrarios a sus principios.

5. Amor y temor convienen entre sí contra desamor y menosprecio; y por eso convino que el caballero, por nobleza de corazón y de buenas costumbres, y por el honor tan alto y tan grande que se le dispensó escogiéndolo y dándole caballo y armas, fuese amado y temido por las gentes, y que por el amor volviesen caridad y cortesía, y por el temor volviesen verdad y justicia.

6. El hombre, en cuanto posee mayor cordura y entendimiento, y es de naturaleza más fuerte que la mujer, puede ser mejor que la mujer; pues si no fuese tan capaz de ser bueno como la mujer, se seguiría que la bondad y la fuerza de la naturaleza serían contrarias a la bondad del corazón y de las buenas obras. De donde, así como el hombre por su naturaleza se halla en mejor disposición de tener noble corazón y de ser bueno que la mujer, así también el hombre se halla más predispuesto a ser aleve que la mujer; pues, si así no fuese, no sería digno de tener mayor nobleza de corazón y mayor mérito de ser bueno que la mujer.

(...)


10. Ciencia y doctrina tienen los clérigos para poder, saber y querer amar, conocer y honrar a Dios y a sus obras, y para dar doctrina a las gentes y buen ejemplo en amar y honrar a Dios; y para ser ordenados en estas cosas, aprenden y frecuentan las escuelas. De donde, así como los clérigos, por vida honesta y por buen ejemplo y por ciencia, tienen orden y oficio de inclinar a las gentes a devoción y santa vida, así los caballeros, manteniendo la orden de caballería con la nobleza de su corazón y la fuerza de sus armas, tienen la orden en que están para inclinar a las gentes a temor, por el cual temen los hombres delinquir los unos contra los otros.

(...)

14. Si no hubiese falta en clérigos ni en caballeros, apenas habría falta en las demás gentes; pues por los clérigos tendrían devoción y amor a Dios, y por los caballeros temerían delinquir contra el prójimo. De donde, si los clérigos tienen maestro y doctrina, y frecuentan las escuelas para ser buenos, y si hay tantas ciencias que están en doctrina y en letras, muy grande injuria se hace a la orden de caballería no haciendo de ella una ciencia enseñada por letras y de la que se haga escuela, como sucede con las otras ciencias. Por todo ello, el que escribe este libro suplica al noble rey y a toda la corte que se ha reunido para honor de la caballería que empleen el libro a satisfacción y restitución de la honrada orden de caballería, que es agradable a Dios.

domingo, 27 de marzo de 2011

SONETO LIBIO (por Ramiro Semper)

SONETO LIBIO

El amigo de Porky y Zapatero
que plantaba su jaima en la Zarzuela
es hoy supervillano de novela
al que hay que enviar al matadero.

El gobierno español, palanganero
del amo yanqui, ha picado espuela
y con humanitaria cantinela
obedece servil y lisonjero.

Con un talante amable y obsequioso
al Ejército manda al tostadero
no vayan a acusarle de tardío.

Cipayos del Sionismo belicoso
obedecen con gesto mamporrero
las bastardas consignas del judío.

Ramiro Semper
25-3-11

viernes, 25 de marzo de 2011

EL REY DE COPAS

Siempre he creído que S.M. Don Juan Carlos desempeña un cargo que no se ajusta exactamente a sus capacidades, pues cabría esperar que una Jefatura de Estado recayera en todo caso en un político serio, prudente, perspicaz, con habilidades diplomáticas y otros méritos propios de un puesto de tan alta responsabilidad. A pesar de que nuestro Rey no parece encajar en este perfil, es bien sabido que su simpatía, su espontaneidad y sus meteduras de pata han conquistado el corazón de todos los españoles.

Sin embargo este miércoles, nuestro querido monarca ha estado a la altura de las circunstancias apoyando al sector agroalimentario de la región castellana y leonesa en estos delicados momentos de declive económico. Me refiero naturalmente al acto celebrado en la burgalesa localidad de Roa en el que Don Juan Carlos ha presidido la inauguración de la nueva sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera de Duero, apadrinando con su buen nombre esta marca de calidad.

La presencia del soberano en un acto como este y la vinculación de su nombre con las famosas bodegas castellanas supondrá un impulso publicitario incalculable para el sector, toda vez que España entera lleva años asociando subconscientemente la figura del Rey con los caldos del país, dadas las aficiones del garante de nuestra democracia. Parece que por una vez los asesores de La Zarzuela han acertado de lleno al programar la agenda y los cometidos de Su Majestad, escogiendo un ámbito en el que, gracias a su dilatada experiencia como bebedor de vino, se desenvuelve como pez en el agua.


Los consumidores de ahora en adelante se decantarán siempre por el Ribera de Duero para brindar en sus mesas, emulando el ejemplo del carismático Don Juan Carlos, que ha llegado a Rey de España y lleva en el trono 36 años comportándose cada día como si se hubiera bebido una añada entera de Pago de Carraovejas.


El alegre monarca tuvo un comportamiento ejemplar durante la visita a la sede de Roa, si bien no puedo evitar que le brillaran los ojos cuando el Presidente del Consejo Regulador le agradeció su presencia en las bodegas “que serán para siempre su casa”. Al pasar por la sala de catas tuvo también, según las malas lenguas, un momento de debilidad, viéndose obligados la Ministra de Medio Ambiente, Rural, Marino y Caprino, y demás distinguidos acompañantes a empujarle discretamente hacia otras dependencias, susurrándole que la visita no había finalizado. Una crisis parecida sufrió al recibir como obsequio una botella mágnum honorífica de Gran Reserva, pues por lo visto pidió ansiosamente un sacacorchos.

Se rumorea que los Consejos de Rueda, Cigales, Bierzo y Toro han solicitado ya a la Casa Real la presencia del Rey en otras inauguraciones parecidas. La marca de whisky DYC planea asimismo una recepción en Palazuelos de Eresma a la que estaría invitado tan ilustre y real conocedor de las bebidas alcohólicas españolas.


¡Gracias, Don Juan Carlos, por sus impagables sacrificios por la Patria!

Más sobre S.M. Don Juan Carlos en La pluma:


miércoles, 23 de marzo de 2011

¿MONTAMOS UN NEGOCIO? (2): BUENAS IDEAS




Acabamos de hablar de empresarios, crisis, paro y autoempleo, y se me ha ocurrido lanzar un post participativo sobre posibles buenas ideas para crear una empresa en estos momentos. Varios amigos y conocidos míos (algunos lectores de La pluma) se lo están planteando seriamente ante la actual situación del mercado de trabajo, pero la cuestión es: ¿qué negocio montar?, ¿qué chiringuito podría ser rentable?, ¿qué idea concreta podría brindar dinero y futuro a un joven emprendedor en esta difícil coyuntura?

Está claro que optar por una empresa u otra está en función de muchísimos factores (financiación disponible, especialización, etc) que no vamos a analizar aquí, porque solo se trata de que nos estrujemos un poco el cerebro, intentemos ser creativos y aventuremos espontáneamente en los comentarios, a modo de brainstorming, nuestras mejores ocurrencias para iniciar una aventura empresarial.

Me da corte poner algunas ideas mías, pues podrían provocar carcajadas dada mi nula visión comercial y empresarial… Aun así, me voy a atrever para que veáis un poco qué tipo de propuestas pido. Allá va: Creo que que siendo originales y entregados quizá podrían prosperar negocios como estos:

- Un local de perritos calientes. Llevo años pensando que un negocio especializado en perritos calientes estilo americano en la zona de la Universidad de mi ciudad sería un chollo. No me refiero a perritos simples, bollo y salchicha y ya está, sino a una especie de “Paraíso del Hotdog” donde se sirvan a un precio asequible distintas variedades de salchichas con numerosos adimentos y guarniciones, como he tenido ocasión de ver en Madrid y en Salzburgo. No hay ningún local de comida rápida en la ciudad con este planteamiento.

- Una tienda de informática. El éxito de algunos locales de este tipo, con trato familiar y con áreas individuales para que los propios usuarios monten y arreglen sus equipos, me lleva a pensar que podría ser un proyecto exitoso. Hoy la informática lo abarca todo y cada vez se tienen más ordenadores domésticos, así que no creo que sea mala idea especializarse en reparaciones, accesorios y demás. Lo malo es que hay más competencia que en el ejemplo anterior.

- Un restaurante de comida casera. Como cada vez la gente come menos en casa y más platos rápidos o precocinados, ahora muchos echan de menos los guisos de la abuela de toda la vida, que si un potajito, un arroz como Dios manda, una fabada, unos huevos con chistorra... Con un toque personal y eligiendo la zona adecuada podría triunfarse, ¿no?

- Una página web de compraventa. De poco tiempo a esta parte, todos compramos y vendemos por Internet. Creo que puede dar pasta diseñar un espacio de anuncios y otros servicios que esté bien planteado y sea accesible, sencillo y barato.

¡Perdonad mis propuestas, seguro que absurdas la mayoría! De verdad que no se trata de hacer escarnio de estas chorradas mías, sino de intentar entre todos que salga algo verdaderamente original y útil para echar una mano a algunos amigos y lectores del blog.

Por cierto, también quería apuntar que considero fundamental la elección de la zona. En mi opinión gran parte de los bares o tiendas se van al garete solo por escoger un local en el lugar incorrecto. El problema es que los “lugares correctos” suelen ser muy céntricos y caros, así que al final es la pescadilla que se muerde la cola: si no se tiene mucho dinero (y ahora los bancos no sueltan un duro) es difícil conseguir mucho dinero. Claro que, en esto de los negocios, el ingenio, la creatividad y el tesón compensan en algunos casos la falta de liquidez.

¿Montamos un negocio? (1)

lunes, 21 de marzo de 2011

ATAR CORTO A LOS EMPRESARIOS


 
En la agria confrontación que, con el actual modelo económico, siempre existirá –por desgracia- entre empresarios y trabajadores, uno no puede evitar tomar partido descaradamente por estos últimos por ser la parte más débil y machacada.

Soy el primero en defender que debería impulsarse al máximo la inversión privada y la iniciativa empresarial, dando facilidades sobre todo a los jóvenes emprendedores. Pero no creo que este apoyo y estos beneficios deban otorgarse nunca a costa de los curritos, como tantas veces se hace con el pretexto de la “flexibilización del mercado de trabajo”. ¿Qué coño significa eso de la "flexibilización"? Pues, en román paladino, es putear a los trabajadores facilitando los contratos de mierda y el despido para que los beneficios empresariales sean mayores y la gente se anime a montar empresas. Y así no.

El gran problema de este país son las contemplaciones que se tienen con el colectivo empresarial, que tan sobrado está de jetas, estafadores y ladrones tipo Ruiz Mateos. Un antiliberal furibundo como yo siempre anda suspirando por meter mano a la patronal y recordarla, aunque sea por las bravas, que, por mucho que ellos contribuyan a la riqueza nacional, detrás de todo empresario y dependiendo de su gestión hay familias enteras cuya vida y cuyo futuro no pueden bailar al son del capricho o la avaricia de un fulano.

En España, las facultades de la Administración en materia sociolaboral son raquíticas y así nos va, con una ralea de vampiros chupando la sangre a los currantes hasta la última gota sin que el Estado diga ni Pamplona. Debería apostarse por una legislación ambiciosa que arbitrara una intervención pública activa en todas las fases y aspectos de la vida de la empresa, desde su nacimiento (cofinanciando las ideas valiosas pero también abortando los proyectos suicidas e inviables), pasando por la duración de los contratos, la cuantía de los sueldos y el cumplimiento de los horarios y de las obligaciones de las partes, y llegando a la extinción de la relación laboral, que solo podría producirse con las máximas garantías, so pena de incurrir el empleador en un delito social grave con castigo de cárcel. Hay que atar corto a los piratas.

Empresario y trabajador son las dos partes del negocio y ninguna de ellas ha de prevalecer. Tener ideas y poner pasta no vale más que levantarse todos los días a las 7 y deslomarse diez horas para dar de comer a los hijos. Cada parte tiene sus obligaciones y han de ser cumplidas escrupulosamente con la supervisión del Estado cuando sea preciso. Si los trabajadores no rinden o desobedecen al patrón en su labor de dirección, a la calle, de acuerdo; pero primero el patrón deberá demostrar los hechos ante las autoridades administrativas o jurisdiccionales. Si no puede hacerlo con rigor, habrá de ser castigado sin contemplaciones y mantener al empleado en su puesto. Si por el contrario es el empresario el que incumple, por ejemplo no pagando el salario en plazo, deberá ser sancionado, a ser posible penalmente.

Hay pocos bienes jurídicos que merezcan más protección que el derecho a un trabajo y a un sueldo dignos.
Todas estas medidas, incompatibles con la Constitución y con las directrices comunitarias, las echo en falta especialmente en esta época tan difícil. Nadie puede negar que nos sacude una crisis severa, pero tampoco que a río revuelto, ganancia de pescadores. En estos tiempos de vacas flacas, no solo todos los cojos de España le echan la culpa al empedrado, sino que surgen por generación espontánea multitud de arribistas que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, bajan los sueldos a capricho, echan sin indemnización y putean a sus trabajadores para sacar tajada. La crisis es caldo de cultivo de explotadores sin escrúpulos. Ahora más que nunca hay que ser implacable con los empresarios que abusan.

Todas estas medidas intervencionistas deberían atenuarse o intensificarse en función del tamaño de la empresa y de otros factores, dando mayor margen de libertad a las pequeñas empresas familiares y, en cambio, teniendo el látigo siempre a punto con los holdings gigantescos de los que dependen miles de bocas.

Puede que alguien me pregunte quién se lanzaría a montar una empresa en estas condiciones, que para mí no son draconianas, sino sociales y equitativas. Y mi respuesta es que en esa sociedad ideal que me imagino, probablemente invertir en proyectos industriales o comerciales no siempre sería voluntario, sino que los poderes públicos podrían incentivar o incluso forzar a los inversores reticentes en función de los intereses económicos nacionales.

Bueno, uno tiene derecho a levantarse soñador de vez en cuando, ¿no?

domingo, 20 de marzo de 2011

ENCUESTA SOBRE CONFLICTOS EN PAÍSES ÁRABES

Pregunta: Expresa honestamente tu opinión sobre las actuales convulsiones en varios países árabes (pueden elegirse varias respuestas)

Nº de votantes: 42

Duración: 3 semanas.

Respuestas
:

a) Estoy triste y preocupado por la dramática situación y el futuro incierto de estas naciones. 4 votos (9%)

b) Los países occidentales deberían apoyar e impulsar los cambos democráticos e incluso intervenir militarmente si se recrudece la situación. 7 votos (16%)

c) Los países occidentales jamás deberían intervenir pase lo que pase. 5 votos (11%)

d) Los países occidentales solo deberían intervenir si se viera afectado el precio del petróleo o nuestros intereses comerciales. 3 votos (7%)

e) Deseo que se implanten democracias parlamentarias al uso porque ello frenaría el radicalismo islámico que amenaza a Occidente. 9 votos (21%)

f) No me creo que pueda implantarse ninguna democracia seria. La tiranía es al Islam como el agua al pez: elemento indispensable de vida. 10 votos (23%)

g) Prefiero que la situación en estos países siga como hasta ahora. 0 votos.

h) Me es indiferente lo que pueda suceder. 3 votos (7%)

i) No están mal estas movidas para aligerar un poco la sobrepoblación moruna. 9 votos (21%)

j)La única solución
es retomar el espíritu cruzado o, como mínimo, reinstaurar las colonias europeas en estos territorios, así como reivindicar la soberanía española sobre buena parte de Marruecos. 10 votos (23%)

k) Tengo otra opinión. 6 votos (14%)


NOTA: En
las encuestas en las que pueden votarse varias opciones, el % no representa el porcentaje de votos que ha obtenido cada respuesta sobre el total de los emitidos, sino el porcentaje de votantes que ha escogido esa opción.

jueves, 17 de marzo de 2011

UN GILIPOLLAS CON INTERNET


Ya comenté un día que la gran virtud de Internet es la facilidad y la inmediatez para acceder a la información. Bien utilizada, esta herramienta puede contribuir en gran medida a acercar la cultura a las masas y a mejorar sus conocimientos. Y cuanto mejor informada esté la gente más difícil será engañarla y manipularla, y mejor podrá defender sus derechos e intereses. En este sentido, la llamada Sociedad de la Información me parece un avance social sin precedentes en la Historia de la Humanidad que marca un antes y un después y quién sabe si ha abierto una nueva etapa histórica distinta a la “Edad Contemporánea” que merezca un nuevo nombre, como por ejemplo “Edad Global”.

Yo mismo reconozco que he aprendido muchísimo y he desarrollado diferentes habilidades y aficiones (por ejemplo, el cine) gracias a la Red.


Pero un problema de Intenet es que no discrimina la información y que la ofrece “en frío”, desnuda, a veces sin contexto y sin posibilidad de distinguir -salvo con cierta práctica y sentido común- las fuentes fiables de las opiniones de un loco. Otro hecho incuestionable, y es de lo que voy a hablar, es que el acceso a un volumen ingente de datos no convierte jamás en experto a alguien que no tenga una formación o cultura previas en la materia de que se trate. En definitiva, para que la información que obtenemos en la Red nos sea útil hay que saber buscarla, leerla, interpretarla, relacionarla con un contexto y utilizarla convenientemente.

Esto, por supuesto, no siempre se hace, y así sucede que un gilipollas de nacimiento se vuelve aún más gilipollas si tiene Internet.

Se me ocurren varios ejemplos para ilustrar la anterior afirmación, pero quiero centrarme en tres materias o ámbitos profesionales que han sufrido una verdadera revolución como consecuencia del acceso masivo a Internet: la Medicina, el Derecho y la Administración Pública.

Antes de la feliz llegada de las nuevas tecnologías, estas áreas constituían algo así como un compendio de conocimientos secretos y misteriosos solo al alcance de los iniciados, o sea de los juristas, de los médicos y de los funcionarios. Tú ibas al médico de cabecera, a ver a un abogado o a una oficina pública (a Hacienda, por ejemplo) y escuchabas con respeto los consejos de estos profesionales y después los seguías más o menos al pie de la letra sin plantearte mayores dudas “porque ellos son los que saben” y punto.

Ahora estos gremios son conscientes de que ya no es así y que sus conocimientos están en la Red al alcance de cualquiera, lo que ha generado no pocas suspicacias, muchas veces injustificadas. En parte, la democratización de estos saberes ha facilitado, como he dicho, la formación de la gente y el ejercicio eficaz de sus derechos, pero la figura omnipresente del gilipollas esférico hace que a los doctores, jurídicos y funcionarios se les pase a veces por la cabeza que mejor habría sido que no se hubieran inventado jamás los dichosos protocolos TCP/IP.

Vamos a ejemplificar empezando por las reuniones de vecinos. Todos sabemos que las reuniones de las comunidades se han vuelto insoportables en los últimos años por varios motivos, entre ellos la llegada de Internet. Yo albergo la duda existencial de por qué los dos o tres vecinos menos dotados intelectualmente de todo el portal siempre se empeñan en leer, interpretar y glosar después en las reuniones la Ley de Propiedad Horizontal. Ello provoca episodios surrealistas, que toca soportar a los propietarios normales o al administrador de fincas licenciado en Derecho. Esta compleja norma jurídica, sin duda un útil instrumento para solventar conflictos vecinales, se convierte en una pesadilla cuando el clásico tonto del culo que se la ha bajado por Internet comienza a leer sus preceptos en voz alta y a sacar sus conclusiones peregrinas.

Con la Medicina, qué voy a contar. Mis amigos médicos están hasta el kimono. La peña, antes de ir al médico de lo que sea, se busca en Google sus dolencias y ya va a la consulta autodiagnosticada, a intercambiar opiniones de igual a igual con el facultativo. Lo malo es que está científicamente demostrado que si metes en el buscador tres síntomas cualesquiera (por ejemplo, dolor de cabeza, estreñimiento y picor de manos), seguro que al menos en un enlace te pone que padeces una enfermedad mortal. Y, claro, las situaciones son de traca. Los pacientes no preguntan, sino explican; no escuchan, sino interrumpen, y, por descontado, discuten el diagnóstico y proponen medicinas concretas a recetar sin tener ni puta idea, para desesperación de los pobres galenos.

En la Administración en cambio habría que matizar bastante, ya que –insisto- es positivo que los ciudadanos estén muy bien informados y, además, buena parte de la información sobre derechos y trámites no es excesivamente técnica y está al alcance intelectual de cualquiera. ¡Pero ay cuando entra en juego el Derecho!, ¡ay, cuando están de por medio leyes, decretos y órdenes que regulan el funcionamiento de las Administraciones! Un conocido acuñó hace años la frase de “tienes más peligro que un paleto con una Ley treinta noventa y dos”, y qué razón tiene. Hay ciudadanos que van a la ventanilla en el mismo plan que al médico, solo que dando lecciones de derecho administrativo preparadas el día antes con Wikipedia, pontificando imprudentemente sobre silencios positivos sin conocer las excepciones, o sobre recursos, plazos y subvenciones contemplados en una norma ya derogada que, sin embargo, encontraron ayer navegando con el Mozilla. Increpan todo serios, con su culturilla de chichinabo recién adquirida, a un técnico que ha dedicado su juventud a aprenderse la legislación. Vocean, critican y exigen cuando no saben ni de qué va la vaina. Y después, naturalmente, los funcionarios son unos inútiles y unos vagos.

Cuidado con los gilipollas con Internet. Son el peligro número uno para la sociedad…

martes, 15 de marzo de 2011

ADIÓS, EXÁMENES DE SEPTIEMBRE





La cosa no me ha pillado de sorpresa porque ya me lo habían adelantado algunos amigos profesores, pero al comprobar que la propuesta sale adelante no puedo evitar un puntito de nostalgia por una tradición tan arraigada en el mundo académico que llegaba a condicionar las costumbres de los jóvenes, las vacaciones y hasta el ambiente de las ciudades.

Ciertamente, a estas alturas de la película, me la trae floja cuando se examinen los universitarios y, bien mirado, también me habría dado igual si este cambio se hubiera producido en mi etapa de estudiante de Derecho, ya que a mí nunca me quedaron asignaturas para septiembre. Aun así me puedo hacer una idea de la conmoción que esta medida provocará en los calendarios escolares, en las fechas de la Selectividad y en los hábitos y forma de estudiar de muchos chavales.

Uno de los argumentos que esgrime el Alma Mater es que la convocatoria extraordinaria de septiembre era muy ineficaz porque solo aprobaba el 25% de los convocados (el 50% ni se presentaban y , del resto, suspendía la mitad). Este dato, fácilmente comprensible, al menos en carreras como Derecho, donde, en mis tiempos, los que iban a septiembre con varias asignaturas eran los más dejados o los más cortos, no sé yo si justifica la decisión.

Desde mi punto de vista, una convocatoria después del verano e inmediatamente anterior al inicio del curso tenía la ventaja de que los alumnos suspensos en junio podían tomarse un período de descanso tras el esfuerzo de exámenes y retomar el estudio con más energía en el mes de agosto (al menos en teoría). Ahora en cambio parece ser que nada más acabar los exámenes finales, o del segundo cuatrimestre o como se diga, los pobres muchachos van a tener que seguir chapando hasta julio para poder recuperar. Esto supone un importante alargamiento del curso, cuya fecha de inicio encima pretende adelantarse.

Pienso que puede ser un perjuicio y una pérdida de oportunidades para los alumnos.

Recuerdo
cómo la vida de los universitarios y hasta de sus familias giraba alrededor de los míticos exámenes de septiembre. A mis amigos y a mí nos encantaba salir de acampada, pero la mayoría de las excursiones las hacíamos entre la segunda semana de septiembre (que acababan estos exámenes) y el comienzo del curso, para poder ir todos juntos, pues el resto del verano los que habían cateado tenían las salidas más controladas por sus padres, sin que ello significara, por supuesto, que dieran palo al agua en julio y agosto.

En efecto, era muy curioso el efecto psicológico que tenían estas pruebas. Como estaban fijadas para la vuelta del verano parecían muy lejanas y todos pensaban que tenían muchísimo tiempo para estudiar, aunque al final lo dejaran todo para los tres días antes, como hacían durante el curso.

Siempre digo que mi principal motivación para estudiar, además del amor propio y la posibilidad de conseguir un trabajo decente, era la comodidad de no tener que chapar en verano. Deseaba tanto gozar de tres meses de relajadas vacaciones que era capaz de cualquier esfuerzo con tal de que no me quedaran asignaturas para septiembre.

Sobre este tema en La pluma:
Estudiar, empollar, chapar
Tener estudios


domingo, 13 de marzo de 2011

LA RED SOCIAL

Ayer, por fin, vi la película que más me apetecía ver esta temporada. Mi curiosidad no venía tanto de sus muchas nominaciones y los tres Oscars recibidos, sino de mi fascinación por la gente capaz de hacer mucho dinero solo con su talento, de mi reciente descubrimiento de Facebook y del inquietante subtítulo del cartel: “No haces 500 millones de amigos sin ganarte algunos enemigos”.

Creo que el argumento, basado en hechos reales, es sobradamente conocido. El joven judío Mark Zuckerberg, un genio de la informática que estudia en Harvard, tiene un ego desmesurado que le lleva a adoptar una actitud elitista y de desprecio hacia el resto de alumnos. A pesar de ello, no pasa de ser un friki lleno de complejos que fracasa una y otra vez con las chicas y apenas tiene amigos. Tras demostrar sus habilidades como hacker y creativo con una gamberrada contra el sistema informático universitario, tres compañeros acaudalados y deportistas de éxito le ofrecen colaborar en un proyecto original: diseñar una aplicación tipo red social para alumnos de Harvard, en la que los propios usuarios meterían sus datos personales e invitarían a sus amigos a unirse a la red. Deslumbrado por la potencialidad de la idea y guiado por su resentimiento, Zuckerberg registra por su cuenta una web mucho más ambiciosa y funcional (Facebook) gracias a la ayuda económica de su amigo Eduardo Saverin, al que nombra director financiero y partícipe de la embrionaria sociedad. Muy pronto, el éxito internacional del invento genera cientos de millones de dólares y Mark es demandado judicialmente por partida doble: por los enfurecidos dueños de la idea y por Eduardo, que aún no ha visto un solo dólar.

No puedo negar que la peli me ha gustado mucho y además me ha hecho gracia el extraordinario parecido físico y psíquico del protagonista con un conocido mío. Pero sin ánimo de enrollarme, quiero comentar tres aspectos concretos:

- Se trata de una película con un guión fabuloso (en especial los diálogos) que sin embargo tiene un ligero handicap: No es fácil de entender para espectadores sin unos rudimentos mínimos de informática (mi caso) y quizá de derecho societario y de propiedad intelectual. Quiero decir que el argumento se sigue bien, pero sin estos conocimientos se pueden perder multitud de matices y notas de humor.

- Mientras disfrutaba de esta cinta de David Fincher no podía dejar de pensar en la relación que en el mundo de la empresa debería existir entre capital y trabajo (o, en este caso, ingenio). Las preguntas que me hacía son: ¿Habría sido justo que Eduardo Saverin se forrara el resto de sus días sólo por haber prestado unos dólares a Zuckerberg para albergar los servidores en la primerísima fase del proyecto, careciendo como carecía de capacidad y de creatividad? ¿Debe prevalecer el patrón dinero sobre el patrón trabajo, sobre la valía, el esfuerzo y la inteligencia?

- Lo mejor de la peli, por encima de sus virtudes puramente cinematográficas y de la actualidad del tema Facebook, es su mensaje ético. Para mí se trata de una interesante parábola contra la vanidad y la soberbia. La gran moraleja del guión es que de poco sirve ser el más listo, destacar sobre todos e incluso triunfar económicamente si no amas a nadie ni nadie te quiere más que por el interés, y todos te ven como un capullo y un pretencioso. La mejor escena para mí es el diálogo inicial entre Mark y su novia, que le deja porque el genio le suelta que estando en la Universidad de Boston no le hace falta estudiar. Antes de plantarle, la chica le dice a la cara:

"Seguramente llegarás
a tener mucho éxito como experto informático, pero vas a ir por la vida pensando que no gustas a las chicas porque eres un friki. Y yo quiero que sepas de todo corazón que eso no será verdad; será porque eres un gilipollas".

viernes, 11 de marzo de 2011

VOCEAR COMO CABREROS

Uno de los comportamientos que más me irritan es que se hable en un tono de voz más alto del que requiere cada situación. La gente gritona me da de patadas; la aborrezco. Me crispan los nervios y me dan ganas de darme la vuelta y dejarles con la palabra en la boca.

No me refiero a los gritos propios de un cabreo importante (en ocasiones es imprescindible alzar la voz), sino a esas personas que tienen la costumbre o el vicio de hablar mucho más fuerte de lo que procede incluso en plácidas conversaciones a medio metro de su interlocutor.

Hay determinados colectivos, que no voy a enumerar porque están en mente de todos, que tienen este feo defecto, pero normalmente depende más de las personas que de los grupos. Suele haber, no obstante, una relación directamente proporcional entre el volumen habitual de voz y la incultura y la palurdez del sujeto. Pero no es una regla matemática: tengo a mi alrededor señores del más alto nivel formativo y standing profesional que vocean igual que un gañán de la montaña leonesa cuando arrea ganado.


Los sujetos vociferantes lo suelen ser por diferentes motivos, que podemos ordenar del más disculpable al más grave: haberse criado en una granja de cabras, vivir con sordos, tener un vozarrón incontrolable, ser un vanidosillo que quiere reafirmar su autoridad y, por último, intentar interrumpir y tapar con sus gritos las palabras de los demás, que le importan un bledo porque ni sabe ni quiere escuchar.

A los voceras en general les metería un trapo en la boca, pero sin duda los que más me alteran son los que se asoman a la ventana y se ponen a berrear a algún familiar o vecino que está en la calle. Ayer mismo una tribu de gitanos que iba en un coche aprovechó un semáforo para abrir la ventanilla y comunicarse a chillidos con otros comanches que paseaban, no exagero, a unos 80 metros del vehículo. Yo estaba a poca distancia y casi me dejan sordo. Ante situaciones así, uno echa en falta la implantación de campos de reeducación social.

Un ejemplo muy similar es el de los adolescentes medio subnormales con los que coincido en el autobús. Hay unas niñatas en concreto de las que podría escribir sus memorias sexuales a pesar de que siempre se sientan en el otro extremo.

Yo soy una persona bastante fría en mis manifestaciones y puedo estar dándole a alguien una caña inmisericorde en un tono casi susurrante, como el del Padrino. Es muy raro que grite, ni siquiera las poquísimas veces que me enfurezco, pues en estos casos la rudeza está en el contenido de mis frases y no en el volumen en el que las digo. Tengo el convencimiento de que romper a gritar es sinónimo de perder el control; y lo que diferencia a las personas de las bestias es el autocontrol. Me resisto a levantar la voz incluso en casa cuando tengo que llamar a alguien que está en otra habitación; prefiero ir hasta donde esté y decirle las cosas de cerca y en bajo.

Quizá sea una manía o quizá solo pido unos mínimos modales con las personas con las que hablamos y con las que están alrededor.

miércoles, 9 de marzo de 2011

REGATEAR

Hace cuatro o cinco años que dedico parte de mis vacaciones a hacer viajes por países del mundo con muy diverso nivel de desarrollo económico, y un detalle que me parece ilustrativo es que en los países más pobres y menos avanzados es muy común la práctica del regateo en toda clase de tiendas y mercadillos.

Siento una gran aversión hacia el regateo por varios motivos, pero sobre todo porque me parece una costumbre comercial basada en el engaño y en la falta de honestidad y de transparencia. Yo, una persona con pocos recovecos, que adoro las cosas claras y el chocolate espeso y que detesto las triquiñuelas y los teatros, soy completamente nulo para regatear y me acabo poniendo de mala leche con el moro o el panchito de turno en los típicos zocos o en las exóticas tiendas de recuerdos.

Normalmente acabo hasta el gorro de preguntar cuánto vale, poner mala cara, ofrecer la mitad, charlotear con el palomo (que suele ser un brasas), darme la vuelta entre grandes aspavientos, aguantar que me persigan para ofrecerme un nuevo precio, decir que si eso me paso luego, para forzarle, y, en fin, todo ese guirigay tercermundista. Encima a veces me doy cuenta de que he estado haciendo el panoli y perdiendo tiempo de disfrutar de mi viaje solo por una diferencia insignificante de un par de euros, ya que con el cambio de moneda no hay quien se cosque.

Se ve que a toda la peña que vende en estos mercadillos le encanta perder el tiempo, hablar, discutir y dar bien la turra. Mis compañeros de viaje suelen explicarme que son otras idiosincrasias y otras mentalidades, pero, como he dicho, para mí que en el fondo lo que quieren es timarte. Quizá entre los nativos, que ya están acostumbrados a estos usos medievales, se entiendan bien así, se sepan todos los trucos y gaitas, y hasta se diviertan con ello, pero en las zonas muy turísticas a mí nadie me quita la idea de que lo tienen todo muy bien estudiado y saben a ciencia cierta que con el regateo sacan mucha más pasta que con el civilizado sistema del precio fijo.

Estoy convencido de que por muy contento que acabes tras porfiar por un precio más bajo y sacar la mierdecilla en cuestión (porque siempre es una mierdecilla que luego queda en tu casa como un Cristo con dos pistolas) por la mitad de su “precio inicial”, al final el moraco o el mohicano Caballo Loco se han descojonado en tu cara y has soltado una cantidad desproporcionada que nadie habría pagado en ese pueblo. Ellos lo tienen todo calculadísimo. Puede que puntualmente, si les interesa, alguien se lleve el cachivache muy barato, pero saben bien que con un solo turista torpe, o rico, o que no se atreva a bajar demasiado la oferta o que pase de andar haciendo el primo por cinco euros, van a salvar el día con creces.

El regateo siempre esconde un precio injusto y una intención de engañar.

Otra cosa es que el nivel económico del país o la diferencia entre la capacidad adquisitiva de los oriundos y la de los foráneos haga que muchos turistas se tomen sus compras como una forma de dar limosna “a estos pobrecicos, que no tienen nada, ¿qué nos suponen a nosotros veinte euros?”. Pero resulta que yo a los viajes no voy para hacer caridad y no me gusta nada que me estafen. Cuando quiera dar donativos iré a Manos Unidas y no a los tenderetes de estos jetas.

Lo que más me preocupa es que estas prácticas oscuras y abusivas que yo siempre he atribuido a una incultura propia de zonas deprimidas, se están poniendo cada vez más de moda, y con todo el descaro, en nuestro propio país. Y si no que me expliquen qué diferencia hay entre los voceros de la medina de Marrakech, del Gran Bazar de Estambul, de un mercado de Alejandría o de los puestos de Playa del Carmen (México) y los comerciales españoles de telefonía móvil o los directores de sucursal bancaria. Con los de atención al cliente de MoviStar también hay que andar regateando y fingiendo que quieres la baja o la portabilidad para que te recorten la factura o te regalen un móvil. Con los empleados de las Cajas tienes que estar debatiendo sobre lo que te dan en la entidad de enfrente o sobre los recibos que puedes o quieres domiciliar para que te prometan un punto más de interés por un depósito. Todo ello redunda en perjuicio del cliente, de la seguridad en las transacciones y del más elemental sentido de la justicia, ya que siempre termina pagando en exceso el más honrado, el más tímido o prudente, el que carece de información o las personas mayores.

Menudo “Primer Mundo” del demonio.

lunes, 7 de marzo de 2011

LA MISA Y YO

Llevaba algún tiempo deseando escribir una entrada muy personal sobre mis motivaciones para ir a Misa y por fin hoy me he animado a tratar este tema un poco espinoso. Como suelo hacer cuando escribo sobre asuntos religiosos, comienzo reconociendo la limitación de mis conocimientos teológicos y rogando puntualizaciones o consejos a los lectores de La pluma más versados en la materia, aunque no tengo claro hasta qué punto voy a hablar de Magisterio de la Iglesia y hasta qué punto de sentimientos o vivencias íntimas.

Desde niño acudo a Misa todos los domingos y fiestas de guardar. Mi familia siempre ha sido bastante religiosa y cumplidora en estas cuestiones, aunque debo dejar claro que nunca se me ha transmitido ninguna clase de meapilismo y se ha respetado al máximo, desde bien pequeño, mi conciencia y mi libertad. He estudiado doce años en un colegio de jesuitas y me he pasado otros siete al menos en “grupos cristianos” de la Compañía, a la que debo agradecer sobre todo la dimensión social de mi Fe.

Si tuviera que definir de alguna manera mi biografía religiosa creo que la idea sería que he sido una persona muy creyente, con un cumplimiento razonable (esto es subjetivo) de las prácticas exigidas por la Iglesia y, principalmente (y espero que no se vea como contradicción), bastante poco clerical. No quiero decir anticlerical; lo único que nunca he sido demasiado aficionado a tratar, más que lo imprescindible, con curas y monjas, y mi sintonía con ellos no ha sido óptima. Incluso a veces he tenido problemas más o menos graves con algún jesuita, aunque más bien por motivos ideológicos.

En definiva: jamás he sido un besacirios ni un rondasotanas.

Por diversas circunstancias, en un determinado momento de mi vida, que podríamos situar entre los 22 y los 26 años (nací en el 73), entré en contacto con gente a la que se suele denominar despectivamente “ultracatólicos”. No los busqué, sino que los conocí y me tocó tratar bastante con ellos. No voy a citar órdenes ni organizaciones, pero el caso es que se trataba de sujetos con una peligrosa tendencia a mezclar las ideas políticas con la práctica religiosa y a inspeccionar (o más bien fiscalizar) las vidas ajenas. De esta época me quedé con cosas muy buenas y con otras muy malas. En esos años, debido a su influencia, definí mi compromiso religioso, fui más practicante y me formé mucho (leí mucha Doctrina y bastante teología), pero, por el contrario, adquirí una profunda desconfianza hacia todos los "beaturros", me cerré en banda en la defensa de mi intimidad y de mi criterio y, lo peor de todo, se me pegó un asquerosa concepción ritualista de la Religión que me hizo perder un poco de vista su esencial trasfondo humano.

Bastantes de los personajes que de algún modo me influyeron tanto en “grupos cristianos” como en el club de “integristas” hoy no pisan una iglesia o, lo que es peor, han terminado aterrizando en organizaciones preconciliares (que, según ellos, ahora van a impulsarse desde Roma) o en peligrosas sectas destructivas que niegan la autoridad del Santo Padre de Roma. Toda esta peña me produce una gran repulsión.

Con estos antecedentes y después de ver tantas cosas raras en unos y en otros, yo he terminado convertido en un cristiano muy del montón que intenta cumplir lo mejor que puede y alejarse lo máximo posible de progres o de visionarios extravagantes. Pero es cierto que entre todos han conseguido desnortarme un poco.

Entrando en el tema Misa, que es del que quería hablar, siento últimamente una especial pereza para asistir. Por haber cambiado de horarios y de costumbres en estos años, poco a poco y casi sin darme cuenta, la Misa dominical se ha ido convirtiendo en una actividad que cada vez me cuadra peor en la agenda. La culpa, por supuesto, es mía. No sé cómo me organizo que, al final, mis obligaciones religiosas me acaban fastidiando planes, obligándome a salir antes de los sitios donde estoy a gusto o descuadrándome salidas o excursiones.

Pese a ello, intento cumplir con este precepto-costumbre, en parte porque los domingos que no voy a la iglesia me noto incómodo, en parte porque es mi obligación y en parte también porque no me sentiría buen cristiano ni buen hijo de Dios si me guardara la Fe para mí solo en vez de vivirla en común con más personas aunque sea una vez a la semana. Por otra parte, en mi vida ajetrada y tantas veces irreflexiva, acudir a Misa es siempre un buen paréntesis para pensar un poco y para rezar todo lo que no he rezado en los siete días anteriores.


Pero hay algo invisible que me aleja de esta práctica. Reconozco que cada día me cuesta más prestar atención y me sorprendo a menudo con los “auriculares desconectados” de todo lo que está diciendo el cura, particularmente durante la homilía. Esto a veces lo atribuyo a mi déficit de atención en general (me cuesta seguir el hilo de cualquier discurso mucho tiempo seguido), pero casi siempre me autojustifico con que tengo muchos temas en la cabeza o con que el sacerdote es un peñazo.

Aunque pueda parecer frívolo, esto último de los curas coñazo me pasa de verdad. Los oficiantes cada vez son más mayores, hablan más bajo, se expresan peor y llegan menos al corazón de los fieles. Hay ocasiones que me da la impresión de que ellos mismos están desmotivados, como si fueran profesores que llevan cuarenta años repitiendo la misma lección y al final lo hacen de forma desganada y rutinaria. Año tras año, y a pesar de que cambio de iglesias y de curas, todo me parece idéntico, sin mensajes nuevos, sin ideas frescas y no me atrevo a decir que sin formas diferentes porque lo mismo me comen. Las lecturas se repiten todos los años en las mismas fechas y los curas las desglosan siempre del mismo modo. Una vez leídos los Evangelios, en el 90% de ocasiones soy capaz de adivinar qué va a decir el páter. El 10% que me equivoco es porque ni siquiera explica ni desarrolla el mensaje evangélico. Y yo me pregunto: ¿Qué me aporta ir todos los domingos a escuchar siempre exactamente lo mismo o incluso cada vez en versión empeorada?

Llamadme superficial, pero también me desmotiva, y no poco, la edad media de los asistentes al culto. Hace unos años en las iglesias te encontrabas niños, adolescentes y matrimonios jóvenes. Hoy, salvo que acudas a una iglesia multitudinaria del centro de la ciudad, aparte de que cada día va menos gente, los pocos que asisten superan la media de cincuenta años (y soy generoso). Sé que el desaliento y el pesimismo son propios de gente con poco espíritu, pero yo ante todo soy sincero. El incremento cada vez más galopante de la edad de los "miseros" supone para mí algo muy grave: que la Iglesia ya no encarna el sentir de toda la sociedad en su conjunto, sino únicamente el de un determinado grupo de edad y yo diría que de mentalidad. Creo que si añadimos a esto la caída en picado de las vocaciones, es razón suficiente para desanimarse.

Para cerrar, me gustaría que me contarais vuestros puntos de vista sobre estos temas y me intentarais dar alguna clave de motivación, pues yo lo agradecería muchísimo y me sería de gran utilidad, ya que siento deseos muy auténticos de aprender y mejorar en este campo.

sábado, 5 de marzo de 2011

LA PUTA AFILADORA

Como cada sábado desde hace año y pico, hoy me he levantado de muy mal café.

Tras una semana de madrugones y jornadas intensas, el sábado es el único día que tengo para descansar y dormir hasta la hora que me apetece. Normalmente los viernes me quedo hasta tarde viendo alguna peli o leyendo, así que los sábados siempre me ha gustado levantarme hacia las 11, desayunar tranquilito, ir un rato al gimnasio y luego a comer donde mis padres. Un día sabático, nunca mejor dicho.

Pero hace casi año y medio que mis planes de descanso para este día de la semana se frustran desde primera hora porque una tipeja que se dedica a afilar cuchillos llega a mi barrio a las 9.30 con su furgonetilla y un megáfono a todo volumen por el que vocea repetidamente: “¡Afilador, afilador…! ¡Afilo cuchillos, navajas, tijeras!, ¡afilador!"

En todos estos meses todas las mañanas de los sábados me ha despertado la puta afiladora con su puto altavoz. ¡Todas!

Barajo distintas soluciones para librarme del dichoso sonsonete que inaugura mi fin de semana de la forma más desagradable.

Una de las que tengo más meditada y que quizá lleve a cabo en los próximos días es presentar las oportunas denuncias contra esta elementa en la Agencia Tributaria y en la Tesorería de la Seguridad Social, ya que mucho me temo que mientras que yo pago religiosamente mis impuestos y mis cotizaciones (que casi me quitan la mitad de lo que gano), la muy jeta de ella se lo lleva todo limpio con su chiringuito de economía sumergida.

Otra solución ligeramente más drástica es arrojarle a la cabeza una maceta grande y llena de tierra cuando aparque a la altura de mi portal. Lástima que solo vivo en un segundo. También me parece una idea aceptable bajar un día a que me afile mi machete de caza y, cuando me lo deje como para cortar un folio, rebanarle la yugular sin contemplaciones al grito de “¡Quiero dormir, hija de puta!”.

Lo daré una vuelta esta semana.

S
eñor Subdirector del Banco Arús, actualice si eso un poco el blog, que creo que en el Centro Penitenciario de Villanubla no dejan conectarse a Internet...

miércoles, 2 de marzo de 2011

EL LIBRO VERDE DE GADAFI


En las últimas semanas hemos tocado en el blog el tema de la autenticidad y la legitimidad de la democracia, haciendo duras críticas al modelo vigente. Los comentarios de los lectores han tenido nivel y a mí me han dado mucho que pensar. Entre las diferentes aportaciones me gustaría destacar la crítica de A.J. a los cimientos del sistema, el artículo enlazado por Ignatus sobre la situación de Islandia, las demandas de Aprendiz de brujo para que concretáramos qué régimen político, histórico o actual, podría encajar en nuestros ideales, y la reflexión de Suso de que "hay otras formas de perfeccionar la democracia y, sobre todo, la manera de alcanzar la cosa pública desde otros caminos”.

A cuenta de estos debates y de las recientes noticias sobre la situación en Libia (que hemos plasmado en una ecuánime encuesta), me ha venido a la memoria que a los dieciocho años, guiado por mi sed de conocimientos y deseoso de encontrar claves para hacer Política con mayúsculas, me empapé de numerosas lecturas comparadas sobre diversas alternativas ideológicas y teorías sobre el Estado y la participación social. Bueno, pues uno de los textos que mejores vibraciones me produjo fue el famoso Libro Verde de Muamar el Gadafi, el todavía hoy líder de Libia, más conocido en algunos medios como el “Ché” árabe.

Esta obra, que ahora está siendo quemada públicamente por muchos jóvenes libios, fue escrita a finales de los años 70 y comprende en realidad tres libros diferenciados que resumen, en una serie de máximas, la doctrina y los valores políticos y morales del carismático coronel que asaltó el poder en 1969 derrocando a la monarquía. El Libro Verde sienta las bases de una tercera vía política y social (“tercera teoría universal”) frente al marxismo y al liberalismo capitalista.


Sinceramente a mí se me caía la baba con muchos de sus planteamientos. El eje del libro es una vehemente denuncia de Gadafi a los sistemas parlamentarios, que considera fracasados y “una dominación de la mayoría sobre la minoría”. La solución que plantea es una democracia orgánica, basada en la representación popular directa a través de asambleas de base o comités populares creados en función de criterios geográficos (municipios y barrios), familiares y tribales. Aboga por un poder descentralizado y por una sociedad participativa organizada alrededor de las unidades naturales de convivencia y basada en “la solidaridad entre personas que se conocen”. La máxima expresión de estos comités sería un Congreso General, con funciones legislativas.

Estos órganos, no obstante, se encontrarían fiscalizados de alguna manera por los llamados “comités revolucionarios”, constituidos para velar por la salud y la pureza de los ideales del régimen, encarnados por Gadafi y sus más fervientes seguidores.

A todo esto hay que añadir la exaltación que hace el libro de los valores patrióticos y familiares, rechazando el integrismo islámico pero apostando por una educación tradicional y por la figura de la mujer como pilar del hogar y de la familia.

Estas lecturas que ahora rememoro al hilo de la actualidad siempre deben hacerse con la elemental prudencia de poner en relación la teoría con la práctica. O dicho de otra manera: deberíamos contrastar si las maravillosas ideas que un líder político expresa por escrito realmente se llevan a cabo por el régimen que lidera o se trata tan solo de palabras huecas o incluso del bonito envoltorio de una tiranía unipersonal entregada a la corrupción y al crimen.

Esta dicotomía entre doctrina y régimen se ha podido apreciar muchas veces en la historia. Se me ocurre, como buen ejemplo, el fascismo italiano, que lanzó unas propuestas teóricas socialmente justas y, a mí modo de ver, muy interesantes, pero la lió parda a la hora de concretarlas y ponerlas en funcionamiento. Vamos, que cabría preguntarse si el régimen de Mussolini era verdaderamente fascista.

Además produce no poco repelús el apoyo que prestó Gadafi en su momento a organizaciones como la ETA, el IRA, las FARC o a terroristas palestinos.

En política, la teoría y la praxis no pueden separarse radicalmente si queremos hacer análisis justos, aunque nada nos impide reconocer la bondad de las doctrinas aunque su traducción a la práctica haya sido muy defectuosa.

martes, 1 de marzo de 2011

POR ENCIMA DEL HOMBRO

El pecado de soberbia es uno de los más feos.

Todos conocemos al típico sobrado que va por la vida resoplando por tener que aguantar todos los días a gente muchísimo más tonta, más lenta y más incompetente que él. Por lo general la soberbia no guarda relación con la verdadera capacidad del soberbio, es decir que un determinado señor puede creerse superior a todo el mundo y sin embargo ser un pringado y un gilipollas del que se ríe hasta el gato (ejemplo: los policías municipales). Pero es cierto que en los casos en que el chulo en cuestión resulta ser inteligente, eficaz o ganar mucho dinero, sus resoplidos son especialmente intensos y sus niveles de arrogancia y de agresividad pueden alcanzar cotas inaguantables para quienes le rodean. Si además ostenta algún puesto de responsabilidad o tiene gente a su cargo, es mejor echarse a temblar.

Estos tíos miran a sus semejantes con cínica condescendencia, casi con lástima y siempre por encima del hombro. Cuando damos con un sujeto así, no podemos evitar la tentación de desearle, por su bien, un buen batacazo personal o profesional, para que se le bajen los humos y se quede más suave que un guante.

Pero en la otra cara de la moneda hay un tipo humano, también muy característico, que es el acomplejado que se piensa que los que son más que él, saben más o son más ricos le miran por encima del hombro, aunque en realidad se trate de personas humildes y delicadas que no osarían jamás pasarle a nadie por los hocicos su mejor suerte o su mayor capacidad.

Estos acomplejados son unos mezquinos en sus relaciones sociales, que se basan únicamente en sus sentimientos de envidia e impotencia.

Yo sé de unos cuantos así. Son facilísimos de identificar. Me estoy refiriendo al clásico cretino que jamás tendría amistad con alguien a quien considerara superior a él, pues se sentiría humillado, y que de todo aquel que conoce con mayores méritos que los suyos, que liga más o (principalmente) que tiene mejor puesto de trabajo y mayores ingresos, termina diciendo tarde o temprano que es un chulito, que se lo tiene muy creído y que le mira por encima del hombro.

Hay gente tan inútil y con la autoestima tan derrotada que no puede evitar sentir que le miran por encima del hombro, cuando lo cierto es que es él y solo él quien se ve a sí mismo como una piltrafilla.

Los méritos, habilidades y buena fortuna jamás deben refrotarse vanidosamente en la cara de los menos favorecidos. Es muy prudente incluso guardar silencio sobre ciertas circunstancias felices de nuestra vida en presencia de determinadas personas que han sufrido una adversidad en ese terreno. Pero tampoco es muy normal tener que aguantar críticas y desplantes injustos (a veces a la cara) de personajillos que encima de ser medio bobos, se animan a interpretar a su manera los éxitos ajenos (restándoles importancia) y la actitud de los afortunados.

Cuando me encuentro con ganado así, mi actitud es siempre la misma: arrimar bien el caballo y clavar la puya hasta el fondo para que el sufrimiento les purifique de envidias y complejos.