miércoles, 27 de julio de 2011

¿ELLAS NO TIENEN SENTIDO DEL HUMOR?

El sentido del humor es algo muy subjetivo. Lo que a uno le hace rebozarse de risa a otros, ni pizca de gracia, y un fulano que a algunos les puede resultar un cachondo, otros a lo mejor lo ven como un seto. Pero un debate típico es el de si las mujeres tienen más o menos sentido del humor que los hombres, y, de hecho, es un lugar común afirmar que ellas lo tienen muchísimo menos desarrollado que nosotros. Como muestra de esta idea tan extendida, la frase que siempre dice Aprendiz de brujo: “Las mujeres son superiores a nosotros en todo menos en el sentido del humor”.

De verdad yo no pienso que sea así. Lo que sí creo es que mujeres y hombres somos el producto de una educación de siglos que ha condicionado nuestra mentalidad hasta límites insospechados, y que ellas han sido educadas tradicionalmente en la abnegación, en la renuncia, en el sentido de la responsabilidad, en la maternidad desde edad temprana y en las tareas domésticas desde crías, y todo eso deja una huella social tan fuerte que al final las chicas como que salen más maduras que nosotros, menos dadas a hacer el gilipollas.

Esta educación de siglos mayormente dictaba que mientras que los hombres tenían derecho a disponer de un espacio de tiempo libre, de taberna, partida, caza, fútbol o amigotes, en el que relajarse y "jugar" como niños, las mujeres quedaban atadas al hogar y a la prole en régimen de dedicación exclusiva, durmiendo con un ojo abierto si me apuras. Generaciones y generaciones de maridos han tenido como única responsabilidad currar sus horas y traer el sueldo, a diferencia de sus sacrificadas esposas, a las que se cargaba, sin paréntesis alguno, con todos los aspectos domésticos de ropa, educación de los hijos, colegios, compras y limpieza, por no hablar de la obligación añadida de velar por todos, cuidar a todos en los más pequeños detalles. Y eso no hay sentido del humor que lo resista.

Ahora que las cosas han cambiado tan deprisa, también las vemos a ellas más relajadas, con más ganas de hacer el tonto y de derrochar sentido del humor. Pero ya digo que la huella de siglos está ahí y se sigue notando un huevo. Cuando nos quejamos de que no saben tomarse las cosas con filosofía, que se disgustan por todo y que no soportan que hagamos un poco el chorras para relativizar, quizá deberíamos pensar cómo nos tomaríamos nosotros la vida si nos hubieran metido en el coco durante milenios el chip de tirar de todo y de todos, y de ser los últimos responsables de que todo funcione en una casa y en una familia. Casi nada.

En cualquier caso, pretender que nosotros tenemos mucho más humor y cintura me parece muy subjetivo. Solemos burlarnos bastante de las tías diciendo que si a nosotros nos llaman feos o gordos, nos da igual y hasta somos capaces de reírnos de nosotros mismos y de nuestra barriguita cervecera, mientras que ellas son esclavas de su susceptibilidad y que si le dices a una que ha engordado un kilo le puede dar un pampurrio. Pues bien, el tema, una vez más, es educativo. A la mujer occidental se la ha inculcado hasta la médula la importancia del físico para poder triunfar socialmente y para encontrar marido. La idea machacona de que la belleza en una mujer lo es todo supone un lastre demasiado grande como para pretender que solo unos pocos años después de su “liberación” ya se descojonen espontáneamente de sus michelines.

Habría que tantearnos a los hombres con otros temas en los que hayamos sido lobotomizados durante generaciones, a ver si tenemos tanto sentido del humor como pretendemos. A ver, por ejemplo, quién es el guapo que se ríe con desenfado cuando alguien pone en duda su virilidad, su inteligencia o su capacidad para el trabajo y para ganar dinero. Seguro que entonces saltamos con mucha más furia que la feúcha a la que hacen una coña sobre la plaza de toros de su culo. Y si no, haced la prueba.

domingo, 24 de julio de 2011

SUBVENCIONANDO CAPRICHOS

Me molesta que las empresas de servicios de ocio hagan descuentos a determinados colectivos como los estudiantes, los parados y los jubilados, y también que las Administraciones les subvencionen este tipo de actividades.

Defiendo abiertamente una política solidaria y redistributiva en materia de renta, trabajo, vivienda, alimentación y otros bienes y derechos básicos (sobre los medicamentos habría mucho que hablar), pero el ocio, amigos míos, es un capricho que solo deben disfrutar quienes puedan pagárselo. Y no se me entienda mal, porque no estoy quitándole importancia al descanso y a las aficiones lúdicas; al revés, solo que creo que hay muchas formas de relajarse y entretenerse sin gastar ni un euro, y el que quiera hacerlo con actividades que cuestan dinero, que las pague íntegramente y, si no puede, que se joda y vea la tele o pasee por el campo. Así de claro.

Siempre me irrito con rollos como el descuento del cine con carnet de estudiante o el abono de fútbol más barato para desempleados o jubilados. Si a estos grupos no les abarataran el servicio, la entrada sería más asequible para la mayoría de gente. Encima estas medidas son absolutamente arbitrarias e injustas, ya que a la mayor parte de los chavalines universitarios les paga el cine papá y seguro que muchos jubilados tienen más dinero que los currantes normales como yo, con una edad y situación intermedias que nos impide acceder a los chollos estos. Pero es que además me da igual. Aunque estuvieran jodidos para llegar a fin de mes, me parece fatal que se les ayude con estas cosas. Que no vayan al cine ni al fútbol, que no se van a morir.

Mi cabreo es aún mayor cuando quien perpetra estas injusticias es la propia Administración. Dos ejemplos típicos serían los descuentos por acceder a museos y la cofinanciación de viajes de vacaciones para mayores de 60 años. Los museos públicos considero que deberían ser gratuitos para todos los españoles y su mantenimiento ser afrontado por los presupuestos de la Administración de turno o por las tarifas que paguen los extranjeros salvo en el caso de bienes declarados Patrimonio de la Humandidad o similares. En cuanto a los viajecitos del IMSERSO o del Club de los 60 de la Junta, me parecen una auténtica vergüenza. Sé que a veces, la diferencia de precio con el mercado no es tan grande y que la filosofía de estos servicios es más facilitar las gestiones y el desplazamiento a los aeropuertos y a los destinos a unas personas a las que a veces les da miedo o pereza viajar por su cuenta, pero en cualquier caso me parece un despilfarro dedicar un solo céntimo público a subvencionar a los mayores la excursión a Benidorm, a París o a Egipto, con la de necesidades prioritarias que hay en este país.

Cuando he comentado este tema con los amigos, se han escandalizado un poco y me han dicho que en el caso del fútbol, por ejemplo, sin los descuentos para parados habría muchos menos abonos y el club perdería pasta. Dejando a un lado que el futuro del Real Valladolid me la refanfinfla, sigue pareciéndome aberrante que un trabajador de 32 años tenga que pagar más que un parado o un pensionista solo por los intereses del club y más cuando –insisto- estamos hablando de algo tan prescindible como el fútbol donde no cabe apelar a solidaridad alguna. Si no puedes pagarte el fútbol, te fastidias, campeón.

De los viajes para vejetes suelen contarme que gracias a estas iniciativas se revitaliza el sector turístico y hostelero en temporada baja, ya que, si no fuera por los jubilados que lleva y trae la Junta de un sitio para otro en estos meses, se hundirían los negocios. Aquí tengo varias dudas de fondo porque observo, en primer lugar, que muchísimos viajes son al extranjero y no alcanzo a comprender quién se beneficia aparte de los abuelos y las agencias de viajes. Además, ¡qué coño!, que los hoteles hagan sus descuentos en enero, que los tour-operadores publiciten a saco sus súper-ofertas y que les pongan, si es necesario, el autobús en la puerta a los setentones, pero que la Administración deje de meter el hocico y de pagar viajes de placer a la peña, que no estamos para bromas y ese dinerito bien podría emplearse en construir buenos comedores sociales, en diseñar un plan serio de vivienda protegida, en amparar a los desahuciados por impago justificado de la hipoteca o en mil cosas más necesarias que el circuito Praga-Viena-Budapest de un matrimonio que tiene dinero de sobra para pagárselo entero.

viernes, 22 de julio de 2011

MIS VEINTE MINUTOS

A mí me gustaría que La pluma viperina durara muchos años y que siempre me sobrara un huequecito en la agenda y en la cabeza para rumiar, y después plasmar en el blog, mis impresiones, mis comeduras de tarro, mis paranoias y mis lecturas de historia o de lo que sea.

Como para casi todo, con el blog soy bastante sistemático. Cada vez que se me ocurre una idea o que veo o escucho algo que me llama la atención, me lo apunto en una libretilla donde llevo la lista de temas a tratar. Luego, cuando tengo veinte minutos libres e inspirados, tecleo rápidamente unos párrafos y, zas, ya tenemos el post del día. Insisto: no me basta tener los veinte minutos libres; necesito también que en ese momento me ronde el gusanillo creativo. Necesito que un rato antes de ponerme a escribir me empiecen a rondar por la cabeza los planteamientos que voy a usar o la forma de enfocar el asunto. A veces hasta me viene a la mente la redacción precisa. Si no es así, si no tengo una musa espontánea que me acosa mientras me lavo los dientes, o voy al trabajo o a comprar, o me traen las putas carpetas que necesito para organizar la mañana, soy incapaz de escribir ni una letra. Jamás me he sentado con el Word en blanco delante para pensar qué poner hoy. Cuando abro el documento de texto simplemente es para copiar la página que ya tengo en el coco.

Como estas semanas me han dado tralla y he tenido mil movidas raras, no he tenido ni tiempo ni ganas para pensar temas, mi musa traviesa que siempre se presenta sin avisar no se ha dignado ni a asomarse y ni siquiera he contado con mis veinte minutos de rigor para darle a la tecla. Confío en que pronto volvamos a las andadas regulares de La pluma y sigamos construyendo con vuestra ayuda este espacio descarado, rebelde y tocacojones.

Gracias a todos.

sábado, 16 de julio de 2011

242 PAÍSES

Según los datos más actuales parece que existen 242 países en el mundo, una cifra a todas luces desproporcionada y absurda que demuestra la absoluta discordancia entre la realidad política internacional y las verdaderas necesidades y derechos histórico-culturales por una parte y, por otra, las más elementales condiciones para que la justicia, la paz, la igualdad y la calidad de vida de los hombres y mujeres de todo el planeta sean efectivas.

Resumiendo el farragoso párrafo anterior: es necesario reducir el número de estados para satisfacer convenientemente los derechos legítimos de las pocas naciones verdaderas que en realidad existen en el mundo y para hacer de nuestro planeta un lugar más justo para todos, en el que el 90% de la riqueza deje de estar en manos del 10% de la población, entre otras cosas.

No voy a entrar en disquisiciones sobre la diferencia entre estado y nación. Lo que sí quiero aclarar es que una patria no tiene por qué identificarse con una determinada lengua, etnia o cultura más o menos homogéneas, y que además no todos los pueblos del mundo tienen capacidad ni para regirse a sí mismos mediante una entidad política ni para contribuir positivamente al progreso de la Humanidad.

En resumen, pienso que existen muy pocas nacionalidades con identidad propia, con un proyecto histórico coherente y con potencialidades para mejorar el mundo. Creo que la escisión y la multiplicación de estados es a menudo un proceso artificial que responde a intereses espurios y vulnera las aspiraciones de estas naciones genuinas. Y, por último, reconozco el derecho de estas a conservar su influencia en aquellos territorios con los que históricamente hayan tenido una fuerte vinculación política, cultural, económica o de sangre (no me gusta llamarlo colonialismo) a fin de favorecer los derechos humanos y la mejora de las condiciones de vida en todos los rincones de la Tierra.

Por ejemplo, sinceramente me parece que en Europa no debería haber más de diez países, e incluso me paso con el número. La proliferación de chiringuitos como Eslovaquia, Croacia (y demás ex yugoslavos), Bielorrusia, Ucrania, Austria y otros muchos que me callo no hace sino perjudicar a millones de ciudadanos, amén de suponer una burla al heroísmo de siglos de unas pocas naciones gracias a las cuales han llegado a nosotros la civilización, los valores occidentales enraizados en el Cristianismo y muchos derechos que hoy nos parecen básicos y que, sin embargo, se han conquistado con batallas y sacrificios sin número durante más de mil años.

Por último, me gustaría especificar que los pueblos musulmanes deben tener, por supuesto, derechos políticos en su entorno territorial histórico, pues no en vano han demostrado en el pasado su capacidad para organizar comunidades avanzadas y distintivas. Su aportación al progreso es innegable mal que nos pese y no obstante la situación actual de muchos estados de la órbita árabe. Eso sí, estos derechos político-territoriales de los moros me parecen razonables siempre que no colisionen con los que algunas potencias occidentales puedan tener, de forma justificada, en el norte de África. España, por ejemplo.

jueves, 14 de julio de 2011

HISTORIAS DE ESPAÑA VIEJA (XVII): LA MONJA ALFÉREZ



Nace Catalina de Erauso en una tradicional familia vascongada de San Sebastián. Hija de un capitán del Rey, es internada junto a sus hermanas, siendo niñas, en un convento dominico de la villa donostarria. El resto de las pequeñas nunca saldría de allí pero Catalina poseía un carácter incompatible con la vida religiosa. A los quince años, y días antes de profesar sus votos, escapó del convento tras una disputa con otra de las monjas.

Gracias a su físico poco agraciado
, no tuvo demasiada dificultad para hacerse pasar por hombre, viviendo en diferentes ciudades de España y realizando trabajos típicamente masculinos, hasta que tres años después, en 1603, decide partir hacia América desde Sanlúcar de Barrameda.

Utilizando el nombre
de Francisco Loyola, se pone al servicio del capitán Esteban Eguiño. Tras vivir diferentes pendencias, e incluso matar a un hombre en duelo en el Perú, huye a Chile donde, en las guerras contra los mapuches, logra obtener el empleo de alférez cuyo significado, conviene aclararlo, no tiene nada que ver con el actual.

En todo este tiempo nadie descubre su condición de hombre. Ni siquiera su hermano Miguel, que había embarcado como capitán hacia América unos años antes que su hermana, a cuyo mando sirvió, casualmente, durante tres años sin que éste descubriera la verdadera identidad de su alférez.

Su caracter
temarario le lleva a matar a varios hombres en duelo por diversos motivos. En una incursión nocturna, se enfrenta con un desconocido a quien arrebata la vida, descubriendo con posterioridad que se trata de su propio hermano y capitán.





Consternada, abandona el servicio de las armas y se dedica a sobrevivir como un vagabundo hasta que confiesa su verdadera identidad al obispo de Guamanga, fray Agustín de Carvajal, que la protegió y envió de regreso a España. El relato de sus aventuras, y la confirmación de las matronas de que seguía siendo virgen, la llevó a ser protegida del rey Felipe IV que le concedió una pensión vitalicia y el derecho a seguir portando ropas de hombre y el uso de su graduación militar con el nombre de Antonio de Erauso.

La fama de sus a
venturas la llevó a Roma donde, agasajada como una auténtica heroína, fue recibida en audiencia por el propio Urbano VIII. Añorando sus aventuras, viaja a Méjico para morir en 1650 durante uno de los viajes propios de su negocio de transporte.

martes, 12 de julio de 2011

LAS EDADES DEL HOMBRE EN RIOSECO



Aunque soy poco aficionado al arte, algún año voy a la exposición de Las Edades del Hombre. Para quien no lo sepa, Las Edades es una fundación de los arzobispados de Castilla y León encargada de difundir el arte sacro de esta región. Para ello organiza cada año desde mayo hasta noviembre una exposición de alguna colección de piezas diversas (pintura y escultura sobre todo), con un determinado tema central, en alguna iglesia emblemática de la Comunidad, aunque un año creo que se celebró en Bélgica y otro en Nueva York.

Este año la exposición, llamada Passio, es discontinua y se puede ver en las Iglesias de Santiago de Medina del Campo y de Medina de Rioseco, en la provincia de Valladolid, por 3 euros las dos. El domingo estuve en la de Rioseco y debo admitir que me gustó bastante. Además ha sido una de las pocas veces que la he visto guiada y gana mucho. En un entorno tan impresionante como la Iglesia de Santiago de los Caballeros pudimos ver una recopilación de relieves y cuadros representando escenas entre la Última Cena y la Resurrección. También destacaban varias tallas de Cristos de diversas épocas, incluyendo a Juan de Juni y a Gregorio Fernández, y una sorprendente colección de esculturas de Piedades. Mis obras favoritas han sido el cuadro historicista Llegada al Calvario (1884), de José Echenagusia (en la imagen, aunque es en color), y una talla en madera de Cristo crucificado al que faltaban ambos brazos y que databa del siglo XII. Me ha parecido sobrecogedora.

Para recuperarme de estas impresiones luego estuvimos comiendo en el restaurante Pasos, en el centro de Rioseco, que aconsejo a todo el mundo por su precioso comedor medieval. Las viandas, exquisitas, aunque creo que yo me equivoqué pidiendo pularda, que no la había probado nunca y me pareció un tanto sequita a pesar de la salsa.

Por cierto, si vais a Rioseco también es aconsejable desayunar en la cafetería-pastelería Cubero, en los soportales. Con el café te regalan un abisinio de fina crema que quita el hipo. No puede irse tampoco uno de la Ciudad de los Almirantes sin comprar media docena de pasteles de Marina, también de crema pero con hojaldre.  

Otro finde a la de Medina del Campo...

sábado, 9 de julio de 2011

DESTREZAS

¡Qué poco honestos somos con nosotros mismos! Aunque a veces incurro en ella, me hace gracia la manía que tenemos casi todos de confundir lo que no nos gusta hacer con lo que se nos da fatal, las actividades que no nos atraen o nos desagradan con las que somos incapaces de llevar a cabo debido a nuestra torpeza.

A mí, por ejemplo, me pasa con el bricolaje y con cualquier tarea que exija un mínimo de destreza manual. De vez en cuando me sorprendo diciendo que odio el IKEA y sus muebles, y que no me atraen nada las manualidades, cuando lo cierto es que las veces que he intentado montar el más sencillo armario he terminado igual que Pepe Viyuela con su silla plegable.

Esta misma actitud la he visto en mucha gente con temas como el deporte (dicen que no les gusta y así no se ven obligados a competir y a hacer el ridículo), con las matemáticas, con el baile (yo aquí sí soy sincero), con la conducción de coches, con los estudios, con el ajedrez… Siempre es igual: “Es que a mí no me gusta nada estudiar”, “yo es que de jugar a las cartas, paso, no me va”, y lo cierto es que son malísimos con los libros (o muy vagos) o son incapaces de ganar una partida de naipes ni por equivocación.

En el tema sexo también he visto cosas parecidas. Seguro que todos hemos conocido al típico (o quizá más veces a la típica) que hace bandera de su pureza, de su decencia y de su más vivo rechazo a cualquier atisbo de promiscuidad ajena, pero no porque piensen así de verdad, sino simple y llanamente porque ellos no se han comido una rosca en su vida, bien por ser más feos que Picio o por carecer de las más elementales habilidades para el cortejo. Como dice Sabina en Besos en la frente: “condenada a ser decente”.

Uno se hace siempre dos preguntas con estas cosas:

Primero, cómo es posible que seamos tan poco sinceros en cuestiones que a veces tienen tan poca importancia. Cada cual posee unas capacidades y ya está, pero nuestros oscuros complejos, con frecuencia por nimiedades, nos llevan a ser falsos y retorcidos con los demás, pero principalmente con nosotros, haciéndonos sufrir estúpidamente.

Y segundo, a veces dudo si es antes el huevo o la gallina, es decir: ¿somos torpes jugando al tenis porque no nos gusta y por lo tanto jugamos poco, con desgana y nunca adquirimos experiencia para ser buenos, o, por el contrario, no jugamos porque nos sabemos absolutamente inútiles para manejar la raqueta? ¿Bailamos mal porque de verdad no nos gusta el bailoteo y porque nos marcamos un pasodoble solo una vez al año, o más bien eludimos bailar por miedo al nulo sentido del ritmo que padecemos de nacimiento?

En relación a esto último, pienso que por muy poca destreza que tenga alguien en alguna actividad no debería dejar de realizarla radicalmente por miedo a la vergüenza, puesto que con la práctica, aunque jamás sea un hacha, seguramente pueda llegar a hacerlo el doble de bien que al principio. Pero somos tan orgullosos…

domingo, 3 de julio de 2011

RIÑA DE GATOS

Desde la publicación el año pasado del premio Planeta Riña de gatos, de Eduardo Mendoza, he ido posponiendo su compra porque me surgían otras lecturas, pero he estado estos meses con el come-come de que era mi obligación leerlo tarde o temprano por su temática y por los comentarios favorables que algunos amigos falangistas me hacían sobre él. Al final me lo han prestado y lo he leído la semana pasada.

Se trata de una novela de género policíaco ambientada en Madrid en la primavera de 1936, es decir en los meses inmediatamente anteriores al Alzamiento. Anthony Whitelands, un profesor inglés de arte, acepta el encargo de viajar a Madrid para tasar la colección de cuadros del duque de la Igualada, que, en teoría, pretende venderla en Inglaterra en busca de una liquidez que le permita sacar a su familia de España antes de que estalle la revolución comunista. Pronto saldrá a la luz, sin embargo, el verdadero motivo de la operación: financiar la compra de armas destinadas a las escuadras de Falange Española, cuyo Jefe Nacional es amigo íntimo de la familia del noble. Todo ello atrae el interés de la policía española, de la embajada británica y de los comunistas soviéticos, que envían a un agente para asesinar a Whitelands. El relato se desarrolla entre intrigas policiales y de espionaje, lances amorosos entre el inglés y las hijas del duque, y disquisiciones y luchas políticas protagonizadas por José Antonio Primo de Rivera, personaje bastante desarrollado por Mendoza.

Es la primera vez que leo a este autor y francamente no me ha gustado nada su estilo; lo que menos, su técnica narrativa y sus bruscas transiciones, más bien saltos repentinos, entre los diferentes escenarios y personajes. A su favor puedo decir que los dos o tres pasajes en los que se producen encuentros sexuales son abordados con gran delicadeza, sin ofender sensibilidades, algo que sorprende en estos tiempos en que la carnaza de alcoba es un elemento comercial más en casi toda obra literaria o cinematográfica.

Tampoco puedo hablar muy bien de la trama. Tras un planteamiento muy atractivo y una ambientación lograda, pronto la historia degenera en historieta y lo que podía haber sido una buena novela de espionaje termina en un enredo de situaciones, nombres, persecuciones, asesinatos absurdos e intrigas políticas mal esbozadas, todo ello con un desenlace surrealista y muy decepcionante. Uno de los aspectos menos cuidados es la repetición de situaciones y escenarios, resultando cansinas a más no poder las idas y venidas al hotel donde se aloja Anthony. Da la impresión de que se pasa la vida en el hotelito de marras, por no hablar, ya de paso, de la pésima caracterización del protagonista, un personaje insulso y sin matices. La verdad: me acabé aburriendo soberanamente.

Pero mi interés en la novela no era literario ni de entretenimiento. Si agarré este libro es porque uno de sus protagonistas es José Antonio; porque analiza, a través de diferentes personajes, el papel de Falange Española en los preparativos del levantamiento del 18 de julio, y porque describe con detalle el ambiente de la sede falangista de la calle Nicasio Gallego, el mitin del cine Europa del 36 (ver foto) y las tertulias azules del bar La Ballena Alegre.

Debo destacar que la obra está plagada de errores históricos. El propio nombre de la organización falangista es incorrecto (“y” de las J.O.N.S.), la fecha del mitin es errónea (se celebró antes y no después de las elecciones) y hay incluso deslices respecto al callejero y a las estaciones de metro de Madrid. Sin embargo, y puesto que se trata de una obra de ficción, no merece la pena hacer sangre de ello y sí, en cambio, reconocer a Mendoza el manejo de una amplia documentación, su habilidad en la recreación del mundillo falangista en aquel turbio mes de marzo y, sobre todo, el mérito de ofrecernos, en boca de personajes de muy diferentes intereses e ideologías, las visiones encontradas que por entonces existían sobre José Antonio y su Falange.

Mendoza, en efecto, hace un esfuerzo aplaudible por reflejar los distintos puntos de vista existentes en la sociedad española de la época sobre un fenómeno tan complejo y novedoso como el falangismo. Para quienes hemos sido criados por la teta azul y formados durante años en lecturas unidireccionales y apasionadas, la novela de Mendoza nos sirve sin duda de bálsamo de reflexión, ayudándonos a limar ciertas aristas absurdas y determinadas rugosidades partidistas o acomplejadas, entre ellas la negación que, por tristes y obvias razones, hace Falange del fascismo desde 1945 hasta ahora.

El autor nos cuenta cómo los marxistas ven en Falange una sucursal del fascismo internacional, cómo los sindicatos obreros “se mofan de su plan para acabar con la lucha de clases”, cómo la aristocracia y la burguesía tratan de utilizarla como fuerza de choque en defensa de su dinero y de sus fincas, y, en fin, cómo sueñan los casi imberbes escuadristas de José Antonio con una España más justa para todos y alejada del materialismo de izquierdas y derechas.

Pese a su intento de neutralidad, Eduardo Mendoza no se resiste a la tentación de recurrir al topicazo políticamente correcto cuando así le conviene. Me refiero fundamentalmente a sus interpretaciones veladas sobre la responsabilidad de unos y otros en el estallido del conflicto civil, mostrando a menudo a la Falange como una organización terrorista y desestabilizadora por culpa de la cual no fue posible mantener la concordia.

También bastante patética es su versión –de ficción, pero ahí queda- de que a Primo de Rivera hijo su proyecto político se le fue de las manos y acabó hastiado y aburrido de él. Ello desdice la verdad histórica de un hombre fiel a sus ideas y luchador ejemplar hasta el mismo día de su fusilamiento.

Reproduzco varios párrafos polémicos y/o enjundiosos de la novela:



"Si un día la Falange llega a imponer su ideario, no tardará en volver al redil de donde ha salido. También en Italia los fascistas se comían a los niños crudos, y ahora Mussolini va de bracete con el Rey y con el Papa. La revolución bolchevique, la que viene de abajo, es irreversible; por el contrario, la que viene de arriba es pura retórica, porque no se nutre de la lucha de clases ni la fomenta".


"En rigor, Falange Española y de las JONS no pinta nada. Los fundadores son unos señoritos ociosos; sus seguidores, un puñado de estudiantes y en los últimos tiempos media docena de pistoleros a sueldo. Los apoya un sector de la carcunda y lo votan las niñas cursis y los pollos pera de Puerta de Hierro".


"Si aceptaran [los militares] establecer una alianza con la Falange, no sólo ganarían un aliado formidable a la hora de entrar en acción, sino que dispondrían de una teoría de Estado de la que ahora carecen. Sin el apoyo doctrinal de José Antonio, el golpe de Estado será una vulgar militarada, encumbrará al más bruto y durará un soplo".


"En sus discursos [José Antonio] galvaniza al público asistente, pero en las urnas no obtiene votos. A él le da igual, porque sus intereses son otros: ir a la piscina del Club de Puerta de Hierro, conquistar mujeres fáciles y hablar de literatura con sus amigos. Dice haber entrado en la política para defender la memoria de su padre y para salvar a la Patria, y en parte es verdad: le mueve un sentimentalismo filial y patriotero de cartón piedra que no es más que vanidad. Como es un jurista de formación y un señorito, aborrece la brutalidad de las clases bajas, pero no puede evitar que su partido se vaya convirtiendo poco a poco en una banda de matones. Los capitalistas lo utilizan sin escrúpulos para agitar la opinión pública, los sindicatos obreros se mofan de su plan para acabar con la lucha de clases y, mientras tanto, ha de ver cómo sus seguidores caen muertos día tras día en enfrentamientos callejeros sin sentido. El proyecto, si lo hubo, se le ha ido de las manos, y la vibrante oratoria que lo sostiene puede seguir entusiasmando a los oyentes, pero a él le aburre y le repugna".


"—Ha hablado usted bien —convino el marqués de Estella [José Antonio]—. Un abismo separa nuestros dos países y por esta misma razón el sistema político que Inglaterra se puede permitir aquí ha fracasado. La democracia y el igualitarismo de ustedes se sustenta en unas relaciones sociales satisfactorias para todas las partes, lo que a su vez sólo es posible gracias a las riquezas provenientes de su vasto imperio colonial. Lo mismo, en cierta medida, se puede decir de Francia. Pero a los países que no disponen de esta fuente de riqueza que todo lo arregla y todo lo suaviza, ¿de qué les sirve la pantomima de unas elecciones? ¿Acaso no hay otras formas más lógicas de regir los destinos de una nación? Vea el caso de Alemania, vea el caso de Italia..."


"En fin de cuentas, la Falange sólo es una fuerza de choque, con más imagen que sustancia. Vive del matonismo y de cuatro conceptos huecos. ¡Una unidad de destino en lo universal! ¡Una, grande y libre! Frases ridículas y lemas que sólo suenan bien dichos a gritos, sobre todo si el que los grita es un joven abogado guapo, brillante, audaz y con un título nobiliario".