jueves, 29 de abril de 2010

UN BOTELLÓN INCREÍBLE

A última hora de la tarde de los sábados y ahora que hace bueno más, siempre me encuentro por el centro de mi ciudad con un revuelo de chavales jovencitos entrando en manada en los supermercados o caminando por la calle cargados de bolsas con botellas de licores de alta graduación, en dirección a distintos parques para montar sus botellones, mamarse a saco y dejarlo todo hecho una mierda.

Tan acostumbrado estoy a esta estampa que el sábado pasado me quedé patidifuso al encontrarme con un grupo de unos seis muchachos pijitos, de veinte años y con melena asquerosa en plan pepero que parecían dispuestos a celebrar un botellón muy particular. Les vi venir de lejos cargados como mulas en dirección a una conocida zona verde, pero según se me acercaban mis ojos fueron abriéndose como platos. Incluso cuando nos cruzamos, mi asombro era tal que no pude evitar girarme descaradamente para asegurarme de que la vista no me engañaba.

Cada uno de los chicos llevaba nada menos que tres cartones de bebida, pero esto no me chocó. Lo raro, lo extravagante, lo delirante, lo sorprendente es que todos los cartones eran, ni más ni menos, que de botellines de Shandy, o sea de cervecita con limón.

¿Chicos sanos?, ¿frikis?, ¿maricones?, ¿alguna apuesta de por medio?, ¿llevaban la bebida a la abuelita?, ¿cargaban con los refrescos de sus hermanos pequeños?, ¿la juventud ha comenzado a recuperar el norte? ¡Una respuesta quiero! Veo cada cosa los sábados que un acontecimiento así merece un post y una reflexión profunda sobre los hábitos de nuestra juventud.

martes, 27 de abril de 2010

UNAVELAASANTARRITA.COM

Veo ayer en los telediarios de la tarde y leo hoy en los periódicos -a pesar de que me he propuesto muy seriamente no ver informativos, ni escuchar noticiarios ni leer panfletos- que, en la Catedral de Santiago, han instalado una pantalla plana en la que aparecen velas encendidas como ofrenda al Matamoros y Santo Patrón de España. El invento en cuestión, conocido como proyecto mivela.com, ya ha sido instalado en varios templos de España y ofrece al devoto cibernético la posibilidad de encender una vela digital al santo, virgen o cristo de su preferencia a través de un SMS o de la web mediante pago con tarjeta de crédito. Y por sólo 1,4 euros, iva incluido. ¡¡¡Menudo chollazo!!!


Así, las antiguas prácticas oscurantistas y trasnochadas se sustituyen por algo mucho más cómodo y adaptado al nuevo catolicismo relajado, guay y molón, con el que seguro comulgan Acción Católica, Leonardo Boff y otros destacados miembros de la Iglesia que en tiempos aciagos podrían ser tenidos por herejes, cismáticos o, simplemente, imbéciles.

Los siempre progresistas miembros de La pluma viperina, agradecemos enormemente estas iniciativas y esperamos que en breve se pongan en marcha otros proyectos en la misma onda como pudieran ser:
  • miteleconfesion.com Ofrecería al devoto registrado en la web la posibilidad de confesar sus pecados rellenando un sencillo formulario HTML.
  • ciberpenitencia.net Complemento del anterior sitio web -Google podría integrar todos estos servicios en un único portal- que permitiría realizar diferentes tipos de penitencia: ver todos los programas de Mira quién baila; leer diversos artículos de Enric Sopena; contemplar presentaciones en Power Point con posados de María Teresa Fernández de la Vega...
  • flagelatio.com Por sólo 2,35€, i.i. no incluidos, permitiría que una recreación virtual Flash con nuestra cara recibiera una dosis de flagelo propia de un penitente del siglo XII.
  • martillodeherejes.es Ideal para católicos tridentinos que se quieran modernizar, permite aplicar ciertos correctivos a, como diría el sr. Neri, los nenes malos. Aunque dudamos que los promotores de mivela.com no deseen confeccionar la galería de penitenciables con imágenes de Benedicto XVI, Santo Tomás de Aquino, Santa Teresa, el mencionado sr. Neri para que purgue sus antiguos devaneos fascistoides, y la señorita Aprendiz.

Desde La pluma viperina, deseamos muy sinceramente que Santiago Matamoros, de ahora en adelante hijo de la brisa, comprenda la lógica evolución de los tiempos y que su estatua ecuestre no decida liarse a estocadas con pantallas virtuales o inefables deanes catedralicios.

sábado, 24 de abril de 2010

TETAS GORDAS


Hace dos semanas estaba tomándome un vino con varios compañeros de trabajo cuando Marian, que es una ingeniero bastante pija de otro departamento, empezó a hablarnos de la auxiliar nueva que le han puesto hace un mes en el despacho y con la que ha hecho muy buenas migas. Por lo visto -yo no la conocía- es majísima, simpatiquísima, monísima y además soltera. Tiene treinta años.

- Oye, Al Neri- me dice- ¿no tendrás tú algún amigo soltero majete y así se la presentamos? Porque esta niña es un cielo.

Lo cierto es que tengo varios amigos singles muy majetes y además personas de orden, sin vicios ni taras extrañas. Así que, aunque no me gustan nada estos tejemanejes, a la vista de las virtudes de la moza en oferta, le dije sonriendo a Marian que sí, que algo había por ahí y que a ver si organizábamos una componenda.

- ¡Ay, qué bien! –se le iluminaron los ojos- . Pero una cosa te digo, ¿eh? Que mi amiga siempre deja muy claro que ya no tiene edad de andarse con tonterías y que si sale con alguien tiene que estar ya un poco situado.

- Cómo que situado.

- Pues eso, jolín, que busca alguien así con trabajo estable y piso, ya sabes. Que dice que ya no es una niña y no tiene ganas de andar perdiendo el tiempo. No sé a qué se dedicarán tus amigos...

Me quedé estupefacto y viendo las caras de los demás me percaté de que no era el único, pero reaccioné a toda velocidad.

- No, Marian, por eso no te preocupes, que mis amigos en ese sentido ya están situadísimos –se le vuelve a iluminar la mirada, qué buena amiga- . Lo único, yo solo te quería preguntar si tu compañera de despacho… está buena.

A la celestina se le pone así como carita de asco.

- Es que verás, me da no sé qué decírtelo, Marian, pero a estos amigos míos tan bien situados lo que más les gusta son las tetas gordas y, antes que nada, por evitar pérdidas de tiempo, me gustaría saber si tu compañera… ya me entiendes… si tiene una delantera como Dios manda, porque si no, chica, no sé si va a poder ser. Mis amigos valoran mucho eso. Dicen que a sus años, si no pillan a una que esté buenorra buenorra, casi prefieren quedarse solos.

Aunque Marian no pareció entender por dónde iba, el despiporre en la barra fue generalizado. Desde ese día me mira raro y no sé yo si va a proponerle a su compi la cita a ciegas porque el jueves por fin la conocí en el ascensor y… ¡como que no!

jueves, 22 de abril de 2010

RECORDANDO EL CINE QUINQUI (1): JOSÉ ANTONIO DE LA LOMA


Como fiel seguidor del cine español, pienso que su gran mérito no es la calidad, sino su capacidad de reflejar fielmente determinados aspectos de nuestra sociedad y de nuestra idiosincrasia, así como los problemas de ciertas etapas de nuestra historia. Por eso gran parte de las películas rodadas en España son productos para consumo interno, pero no por ello menos valiosos.

Llevaba tiempo con ganas de publicar un reportaje sobre un amplio -aunque hoy a veces desconocido- género de nuestro cine que no se ha dado en otros países y que representa una parte esencial de nuestra identidad filmográfica. Me refiero al llamado “cine quinqui” o “cine quillo”, que vivió su edad de oro entre 1977 y 1988.

Este representativo género se compone de cerca de treinta títulos con una serie de características comunes, aunque hay bastantes variantes de un director a otro. El argumento siempre se basa en las correrías de delincuentes muy jóvenes de suburbios de grandes ciudades, principalmente Madrid y Barcelona, en un contexto de rápidos cambios políticos y sociales (Transición), auge de la heroína, reconversión industrial y fuerte migración de los pueblos a las ciudades generando importantes bolsas de marginación.
Hay dos notas que merece la pena destacar de este tipo de películas:

Para empezar se trata de cintas que, con carácter general, no tienen grandes aspiraciones estéticas o artísticas, por lo que su mérito ha de buscarse en su valor documental y testimonial de una época y de un submundo.





Por otra parte, estas producciones tienen un fuerte sesgo político, pues no en vano prácticamente todas han sido rodadas por directores comprometidos con el marxismo y conocedores en primera persona de los ambientes marginales.

El padre indiscutible del género es el cineasta catalán José Antonio de la Loma († 2004), que dirigió cine quillo en su estado más puro.

Este carismático director, que había sido maestro de escuela en los suburbios de Barcelona, estaba empeñado en rodar un relato sociológico de la vida de El Vaquilla, un conocido delincuente que con solo 16 años ostentaba la carrera criminal más dilatada en la España de los 70. Robos, tirones, atracos, violaciones y hasta un homicidio engalanaban el nutrido currículum de este muchacho de la barriada barcelonesa de El Campo de la Bota que tenía acojonada a toda la Ciudad Condal.

Su intención era que el propio Vaquilla (Juan José Moreno Cuenca, fallecido por su adicción a la heroína en 2003) protagonizara el filme, dada su desenvoltura ante las cámaras. Pero la idea no pudo materializarse debido al ingreso de Juan José en la Cárcel Modelo de Barcelona (a pesar de su edad). Es entonces cuando De la Loma decide contar con un amigo de El Vaquilla para interpretar su vida en la primera peli quinqui de la historia: la imprescindible y emblemática Perros callejeros, protagonizada por el adolescente Ángel Fernández Franco (El Torete) (†1991) y varios de sus compinches.

Perros callejeros (1977) fue un absoluto éxito de taquilla debido a la paranoia de aquella época con la inseguridad ciudadana, lo que animó al director a rodar varias secuelas: Perros callejeros II. Busca y captura (1979) y Los últimos golpes de El Torete (1980), esta última de muy inferior calidad. Quedaban así esbozados los rasgos de este tipo de cine: ambiente marginal (en este caso, homenaje descarado a El Campo de la Bota), jovencísimos actores delincuentes, crítica social al consumismo y a la ostentación, mensaje paternalista y victimista, sucesión realista de actos delictivos, recreaciones morbosas, jerga real y cuidada, banda sonora a base de rumba flamenca (Los Chunguitos), robos de Seats 124 y espectaculares persecuciones y accidentes por carreteras secundarias, y guiños al destape entonces tan de moda, que se convierten en recurrentes en el último título de la saga.


La importante recaudación de estas películas supuso unos ingresos desbordantes e inesperados para los imberbes actores, lo que lejos de ayudarles a salir de su marginación, como pretendió el padrazo De la Loma, fue causa del rápido fallecimiento por sobredosis de casi todos ellos.

Cinco años después del estreno de Los últimos golpes, el cineasta consigue sacar adelante su nueva idea de contar al gran público la cruda infancia de Juan José Moreno. Recluido en la cárcel de Toledo, Juan José obtiene permiso de Instituciones Penitenciarias para rodar en el interior del centro varias entrevistas para insertar en la película Yo, el Vaquilla. El papel del niño es, sin embargo, muy pobremente interpretado por Raúl García Losada, y el guión, maniqueo y casi insultante (al presentar al conocido criminal como un generoso héroe), recibió numerosas críticas.


En cualquier caso, se trata probablemente del filme más quinqui y más cutre de todos, con varios temas musicales de Los Chichos especialmente dedicados a El Vaquilla y a El Campo de la Bota. Memorables son la escenas de los tirones de bolsos junto a un autobús de turistas y las logradas persecuciones policiales, todo un sello de identidad y fuente de inspiración para varios directores posteriores.


Ese mismo año José Antonio de la Loma intentaba reproducir el éxito de sus Perros con una variante femenina. Sin embargo, la patética, sexual, repetitiva y pésimamente interpretada Perras callejeras (1985) no logró la autenticidad de sus predecesoras y cosechó un sonado fracaso, quedando relegada a la categoría de cine friki.


Su último intento de hacer taquilla cuando el género estaba ya totalmente pasado de moda fue con Tres días de libertad (1996), pretendidamente inspirada en un permiso carcelario de fin de semana de El Vaquilla, que en la película recibe el nombre de El gato. El argumento, absurdo; los actores, pésimos (¡sale Luis del Olmo!) y las escenas tórridas y casi pornográficas ocupan buena parte del metraje, sin aportarse a cambio ninguna de las virtudes de realismo documental que poseían los títulos de los años 70.


Recordando el cine quinqui (2)

martes, 20 de abril de 2010

GORRILLAS. PALURDOS DEL SIGLO XXI.


Cuando se llega a un lugar lleno de gente, es simple y rápido averiguar quién es el segundo más tonto de los presentes, pues tiende a delatarse haciendo alguna estupidez. A continuación se puede saber quién se lleva la palma en cuanto a imbecilidad, pues suele imitar, incrementándola, la primera estulticia. Y es que la simpleza es la más contagiosa de las enfermedades pues un tonto siempre encuentra otro mayor para que le siga y admire. Y, si no, fíjense ustedes en los once millones de idiotas que votaron a ZP por segunda vez.
La plaga de la estupidez se propaga por España como una peste. Y es un virus que debe mutar a la vista de sus múltiples variantes y manifestaciones. Una de las variaciones de este virus provoca que una persona aparentemente normal se convierta en lo que mis amigos y yo llamamos un gorrillas, en plural. Y no, no nos referimos a esos vagabundos que en Andalucía te piden un euro por «ayudarte» a aparcar el coche y «vigilarlo» posteriormente.

El gorrillas es un personajillo caracterizado por enseñar los calzoncillos y llevar caídos un tipo de pantalones de payaso conocidos como «pantalones cagaos»; por gustar de chaquetas y camisetas estilo maricón a lo Jesús Vázquez; por calzar unas zapatillas anchísimas siempre desatadas que, según tengo entendido, rellenan con espuma; y por lucir un reluciente peinado que asemeja un cenicero comprado como recuerdo de Torrevieja. El gorrillas, sobre todo, no se quitará la gorra ni para dormir.

Otras variantes de gorrillas añaden a su indumentar
ia camisetas de tirantes, estilo maltratador, de colores diversos generalmente chillones; o bien complementos totalmente ajenos a esa discreción que el buen gusto precisa siempre: cinturones, pulseras, collares, o estúpidos tatuajes y piercings... Todos, si se lo permiten los ingresos que les ofrecen sus padres o el sueldo propio de un trabajo precario adecuado a sus escasos estudios, complementan su identidad con algún artilugio motorizado, ya sea uno de esos cortacéspedes de dos ruedas que algunos consideran ciclomotores, un ridículo microcar o algún vehículo siempre tuneado -su máxima aspiración vital debe ser conducir un BMW acompañado de alguna llamativa choni que trabaje como cajera en algún cutre supermercado- con el que ir haciendo el macarra, atropellando ancianas, saltándose semáforos y martirizando al personal con la ¿música? a todo volumen. Por cierto, en su afán por parecer latinquinquis, se decantan por el gilijop o el regetonto.

Cuando el palurdo pueblerino, que no se quitaba la boina enroscada ni para darse un baño en Benidorm, se ha convertido en una especie en pel
igro de extinción, desde lo más profundo de la idiocia humana, surge al rescate un nuevo tipo de paleto con las características básicas que este tipo humano precisa: acento particular al margen de cualquier ascendencia geográfica, falta de modales, indumentaria característica, incultura supina y orgullosa, presunción infundada y, sobre todo, una gorra bien calada para proteger su privilegiado cerebro.


lunes, 19 de abril de 2010

EL RAMBO DE EL BIERZO



Ni llamar negrata al Presidente Obama, ni ciscarse en los piojos de los judíos, ni mandar a la cocina y a planchar a una compañera plasta de trabajo, ni asaltar a cañonazos el hemiciclo alcanzaría los niveles de incorrección política del berciano Miguel Reguera González, que la semana pasada protagonizó los telediarios y fue detenido por la Guardia Civil por exhibir en YouTube sus prácticas con armas de guerra en mitad del monte y la nostálgica decoración de su dormitorio con toda clase de simbología nacionalsocialista y hitleriana. Por si resultaba poco provocativo, este cacabelense de 36 tacos se hizo grabar destrozando varios árboles con una ametralladora de alto calibre, para encabronar también a los ecolojetas. ¡Menudo campeón!

La pluma viperina lleva días intentando localizar a este leonés (no podía ser de otra provincia) con la intención de rogarle que se incorpore lo antes posible al equipo de redacción de nuestro humilde blog, en la seguridad de que sus sesudos posts y, sobre todo, las simpáticas imágenes y grabaciones que podría colgar dispararían el número de visitas en pocas horas, convirtiendo este pobre espacio en uno de los más agridulces y políticamente incorrectos de la blogosfera.

¡Estás hecho un fiera, Reguera!, ¡menudos cojones! Se te ha puesto toda España de uñas y todo por una nimiedad, por un “juego de niños", como ha declarado tu hermana. Ya nos contarás en tu primera colaboración en La pluma, pero yo estoy convencido de que todo fue una apuesta con los amigotes después de fumaros unos canutos y beberos unos cubatorros. Al que consiguiera salir en las noticias de Antena 3 con un vídeo de YouTube, le pagaban los demás tres meses de putas, ¿a que sí?

Como buen vallisoletano, yo albergaba hasta ahora intensos prejuicios contra los leoneses, de los que se dice que son unos palurdos sin solución, pero este gesto tuyo, Miguel, me ha resultado entrañable, coño, un reto frente a la sociedad borreguil y abotargada en la que vivimos. No sé, yo creo que eres una especie de filósofo del pueblo.

Hay quien se malicia, querido Reguera, que solo eres el tonto del lugar, pues de otro modo es imposible entender que con cerca de 40 abriles, amén de esa pinta de cafre, tengas unas aficiones tan irregulares y encima hagas gala de ellas en la Red, ignorando que ni un vídeo con las peores amenazas de la cúpula de ETA o del propio Bin Laden escandalizarían tanto a la sociedad española como tus jueguitos nazis. Pero tú ni caso, machote, que se trata de una vil conspiración judeomasónica contra tus arraigados ideales. ¡Sigue dando caña, chavalote!

sábado, 17 de abril de 2010

BEATIFICACIÓN DEL PADRE HOYOS

Mañana tendrá lugar en el Campo Grande de Valladolid un acontecimiento muy importante para la Iglesia, para la Compañía de Jesús y para nuestra ciudad: la ceremonia de beatificación del Padre Bernardo F. de Hoyos, S.I., más conocido como el Padre Hoyos. El acto será presidido por el Arzobispo Prefecto de la Congregación para las causas de los santos y contará con la presencia del Nuncio apostólico en España, del Prepósito general de los jesuitas, de decenas de obispos y arzobispos, y de más de 700 sacerdotes y unos 20.000 fieles de todo el mundo.

Tras un largo y complicado proceso cuyo inicio se remonta a finales del siglo XIX, en enero del pasado año el Santo Padre reconoció el milagro de su curación de una joven desahuciada por tifus, salvándose así el último trámite para hacer efectiva la beatificación de este ejemplar jesuita que se celebrará mañana.

El padre Hoyos fue un joven sacerdote vallisoletano que en los albores del siglo XVIII descubrió, gracias a un libro, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y después de aparecérsele Nuestro Señor el 14 de mayo de 1733 y siguiendo sus instrucciones, dedicó su corta vida (murió con 24 años) a propagar con entusiasmo por España y por todo el mundo este culto, hoy de tan honda tradición en nuestro país y en Hispanoamérica.

En su aparición, Jesucristo manifestó al que será beato a partir de mañana: “Reinaré en España y con más veneración que en otras muchas partes”, premiando así sin duda la inconmensurable labor histórica de nuestra Patria en favor de la Fe Católica.

La primera novena que celebró el Padre Hoyos en honor al Sagrado Corazón se celebró en nuestro querido Santuario Nacional de la Gran Promesa en 1735.

Quiero manifestar mi alegría por este reconocimiento hacia un hombre ejemplar en la Iglesia como el Padre Bernardo, por el que muchos sentimos devoción desde hace muchos
años.

jueves, 15 de abril de 2010

LISBOA

Además de trabajar fructuosa o inútilmente según se mire, este mes de marzo también he tenido tiempo para cambiar de aires y desconectar de todo de una de las maneras más eficaces que conozco: viajando con los amigos. Así, aprovechando el puente de San José, nos escapamos tres días a la capital de una nación tan vecina y ligada a nuestra historia como increíblemente desconocida para la mayoría de los españoles: Portugal.

Aunque ya conocía algunos rincones portugueses próximos a la frontera, tenía pendiente una visita a Lisboa, así que no dudé un instante en aprovechar el ofertón que mis amigos encontraron allá por el mes de noviembre.

Y aunque divertido e interesante, si tuviera que describir lo que he vivido en esos tres días con una sola palabra, sin dudarlo, usaría cutrería.

Cutre como ninguna la compañía aérea con la que viajamos: EasyJet. Atendida por azafatas que hubiera pensado que eran carniceras si las hubiera conocido en un bar, EasyJet cobra por facturar y, para evitar las picarescas que se cometen en otras compañías con política similar, limitan el equipaje de mano por persona a un bulto que miden escrupulosamente antes de entrar en un minúsculo avión de plazas sin numerar. Sí, en efecto, el embarque se parece a la cola frente a El Corte Inglés el día que comienzan las rebajas de enero. Y claro, una empresa lo bastante cicatera para, en pleno siglo XXI, comprobar los billetes manualmente haciendo garabatos con un bolígrafo, acumula muchísimos retrasos.

Lisboa también es cutre a pesar que podría compararse con París si sus magníficos edificios centenarios hubieran contado con algo de mantenimiento. Tejados plagados de verbenas en los que crecen, incluso, árboles; ventanas con plásticos en lugar de cristales; fachadas sucias de solemnidad en edificios públicos que se adivinan majestuosos... Junto a edificaciones impresionantes como el Monasterio de Los Jerónimos, la Torre de Bélem -paradigmas del estilo manuelino-, la Catedral o la iglesia de Santa Engracia, se amontonan barrios prácticamente chavolistas donde los perros callejeros deambulan a sus anchas, paseándose por estaciones de ferrocarril o por el recinto de la Exposición Universal.

Llama la atención como pueden convivir un sistema de metro magnífico y eficiente -casi comparable al de Madrid- y puentes asombrosos, como el Salazar o el Vasco de Gama, con tranvías antiguos carcomidos por el óxido tanto por dentro como por fuera que, con simplemente un lijado y una mano de pintura, se convertirían en un icono del turismo mundial.

En monumentos nacionales, como el Elevador de Santa Justa, obra de Eiffel, el acceso a ciertas escaleras se bloquea con recortes de cuerda de esparto, viejos cables eléctricos o cadenas de plástico de esas que servían hace tiempo para impedir el paso en las cajas cerradas de los supermercados.
En barrios totalmente arreglados como El Chiado, comer en cuidados restaurantes como la Cervejaria Trindade, cuesta lo mismo que en tugurios casi infectos con clientes similares a los de garitos frecuentados por Maquinavaja. Eso sí, la comida es deliciosa -ya sea el bacalao o la carne a la parrilla- en cualquier sitio por muy repugnante que este sea y por muchos mercadillos que haya a la puerta. Por cierto, los productos estrella de estos rastros son las tapas viejas de retrete y los zapatos usados.

Los portugueses, merece la pena recalcarlo, generalmente son amables y educados y entienden, cuando no lo hablan, el español. Pero tienen detalles peculiares. Por ejemplo, en los restaurantes acostumbran a traer a los españoles unos entrantes haciéndolos pasar por un obsequio de la casa; obsequio que luego te cobran religiosamente. O, por ejemplo, los conductores de autobús, de repente te dicen que han llegado al final de la línea y que te tienes que bajar. Se te queda cara de tonto cuando te enteras que, si van retrasados, suelen bajar a la gente en la primera parada que pillan. Menos mal que con la tarjeta Lisboa Card, todos los viajes son gratuitos durante 48 horas.
Es también llamativo que en Lisboa debe de haber muy poca delincuencia pues en casi ningún museo ni monumento existen vigilantes o medidas de seguridad. Nadie comprueba que tengas bono alguno para entrar; simplemente pasan o se fían de tu palabra. Podrías robar cualquier cosa en un museo y nadie te detendría porque nadie se daría cuenta. Es algo que todavía me tiene un poco mosca y no sé si interpretar que, en este aspecto, como en otros muchos, los portugueses, a pesar de las apariencias, nos adelantan.

¡Ah! Casi se me olvida. Las mujeres son feísimas. Tres días con el rádar conectado y sólo vi una guapa.

miércoles, 14 de abril de 2010

RENDIRSE

Hay que saber cuándo rendirse. Cuándo tirar la toalla.
Hay que distinguir cuando un juego no se nos da bien y no se debe volver a jugar.

Hay que conocerse a sí mismo. Nuestras limitaciones; aquello que no está nuestro alcance.
Hay que aceptarlo.

Porque un cojo no debe correr una maratón.
Ni un ciego debería empeñarse en ser pintor.
Porque no es lo mismo tener ilusiones que ser un iluso.

Cuando se ha disparado el último cartucho, hay que saber levantar las manos.
Hay que saber cuándo rendirse.

MOLESKINE (por Boooz)

Debido a unos comentarios realizados hace tiempo sobre el uso que hago de un modelo de agenda llamado MOLESKINE me piden desde La pluma viperina que haga un comentario sobre ella. Encantado acepto tan sugerente invitación, agradeciendo su confianza.

En concreto no sé
por qué tengo una MOLESKINE. Supongo que por un cúmulo de circunstancias y características. En una reunión en Madrid, con colectivos del Heavy Metal multisectorial, hace más de un año, me fijé en que una señora tenía una agenda muy curiosa que me llamó la atención. Hasta entonces yo había sido el típico fan de la informática-para-todo. Pero la simplicidad y elegancia de la herramienta me llamó la atención: tenía forma de libro encuadernado, con los vértices redondeados, una tira de tela para señalar el día, forrada con un elegante color negro sin marcas ni distintivos, y hojas color hueso, que además se cerraba mediante una goma. Claramente destacaba entre Blackberrys y PDAs. Respondía perfectamente al lema KISS: “keep it simple, supid –o keep it simple for stupids”, y se complementaba perfectamente con cualquier tipo de bolígrafo.

Una persona a la que le gusta rodearse de libros no podía pasarle desapercibido ese artefacto tan elegantemente analógico.

Hace dos años, cualquier persona que se quisiera distinguir en el business “había” de tener una marvellous PDA con e-mail. Y si además era un iPhone, entonces pertenecía a la élite del redil de los distinguidos. Pero el mundo de la informática y las comunicaciones se caracteriza por la democratización y el desfase inmediato. Los que hace dos años dejaban sus cacharros encima de las mesas de los Starbucks, ufanos de la admiración que estaban despertando, hoy los esconden en los bolsillos de sus americanas, no vaya a ser el crío de 12 años de la mesa de al lado tenga uno mejor. ¿Cómo puede distinguirse alguien, entonces, de sus congéneres, sin perder la conectividad?

Aquí aparece el fenómeno MOLESKINE. Como he dicho antes, no tiene nada de especial, y eso es precisamente su gran virtud. Responde a una necesidad en un momento adecuado, que era el de poder lucir bolígrafo, agenda, o estar harto de tener que pasar por quinta vez los datos de una PDA a otra porque la anterior se quedó desfasada y ya no “pega” tanto.

Una MOLESKINE tiene sólo lo que una agenda ha de tener. Nada más. Y está programada para que dure el tiempo que pone que tiene que durar (el de la agenda). Esa es su vida útil.

Yo no me la compré por la distinción, sino porque, aunque rodeado de un mundo digital, soy profundamente analógico: lo anoto todo. Hasta tengo cuaderno institucional de 500 páginas en A4 donde anoto todas mis interactuaciones laborales con personas humanas día a día (que, por cierto, no es MOLESKINE… pero al tiempo…)

El modelo de agenda MOLESKINE que tengo es la Weekly-Notebook Hard Cover Pocket, que en la página impar presenta toda la semana, para realizar entradas en la agenda, y en la par tiene espacio para hacer todas las anotaciones que uno quiera, relativas a esa semana. El tamaño es perfecto para cualquier bolsillo. La complemento con un Plan Cahier Journal, para anotaciones más largas, del mismo tamaño que la agenda.

¿Y por qué MOLESKINE? La historia de la marca me da francamente igual. Me importa un pimiento si la usó Picasso o Hemingway, porque seguro que también, si existiera, hubieran usado un Bic en algún momento, y no por eso Bic es el mejor boli del mundo. Tampoco es por su calidad: el papel es demasiado fino como para usar pluma o Pilot (transparenta, pero a mí no me importa, porque siempre uso los mismos bolis), con el tiempo se deshilacha la tira de tela, y el exterior negro con el tiempo se acaba rascando. Simplemente es porque fue la primera marca que cayó en la cuenta de que había gente que quería un cuaderno o una agenda sencilla, pero elegante. Y ellos fueron los primeros que apostaron de nuevo por este concepto. Y para mí, acertaron. Por eso lo uso, y lo seguiré usando hasta que cambie de opinión.

Por cierto, mi móvil es un HTC Hero, y la agenda la tengo también duplicada en GCalendar por motivos laborales. Pero mi centro de operaciones sigue siendo analógico, por ahora.

lunes, 12 de abril de 2010

EL TIMO DE LOS MÓVILES

Ya he dicho alguna vez que tengo la sensación de que nos gastamos una pasta gansa en verdaderas chorradas y después vamos quejándonos de que si la crisis, de que nos ahoga la hipoteca, de que patatín, de que patatán... Es lo que tiene la súper sociedad de consumo, que nos tiene medio hipnotizados y nos ha convencido de que necesitamos como el comer una serie de cosas que, si nos ponemos a pensar, no pueden ser más superfluas.

Una de las estrategias más impresionantes en este sentido es la que han llevado a cabo las compañías de telefonía móvil en los últimos doce años.

No nos hace falta consultar estadísticas. Basta que miremos a nuestro alrededor o incluso que revisemos nuestras propias facturas para reconocer que el gasto familiar en llamadas telefónicas con móvil ha llegado a ser absolutamente desproporcionado. Los españoles gastamos mucho más en telefonía que hace diez años y lo peor de todo es que con frecuencia este gasto no guarda proporción alguna con el nivel de ingresos. O sea que las familias ya consideran esta abultada partida como imprescindible así ganen mil euros que diez mil.

Por si fuera poco, este dispendio por lo general es de lo más estúpido y no nos reporta ningún beneficio ni mayor calidad de vida. Simplemente nos han acabado convenciendo con muchísima habilidad de que sin móvil no se puede vivir y punto.

Yo recuerdo ver los primeros móviles de uso doméstico en el 97 ó 98. Solo los llevaban los más pijos del lugar y cuando veías a alguien hablar con él por la calle o abandonar una reunión de amigos para atender una llamada, pensabas irremediablemente que el tío era tonto de baba. Además por aquel entonces se tenía la idea de que quienes trabajaban llevando móvil encima solo podían ser ejecutivos millonarios o brokers de bolsa en plan “compra, compra” con el aparatito en la oreja, o bien pobres pelamanillas a los que su jefe tenía controlados hasta cuando estaban cagando.

Poco a poco tuvimos todos móvil de tarjeta y yo recuerdo que al principio lo usabas poquísimo. Mandabas algún mensaje, hacías alguna llamada de un minuto para decir algo urgente y, sobre todo, mucho "llama-cuelga" para avisar de cuando salías, si habías llegado bien o si llevabas esperando a un amigo dos horas de plantón.

Pero llegó un momento, de repente, en que las empresas de móviles empezaron a dar toda clase de facilidades, ventajas y descuentos para comprar el chisme y para llamar barato: franjas horarias, números favoritos, dúos para los novios, terminales casi gratis con los puntos… Por ejemplo, me acuerdo que hace cosa de seis u ocho años Telefónica regalaba de vez en cuando todas las llamadas o los mensajes de un fin de semana completo y que a mí alguna vez me pilló de viaje de vacaciones con los amigos e íbamos casi todo el tiempo hablando por teléfono de un coche a otro. Estábamos encantados, pensando “vaya chollo” y con la oreja recalentada.

El resultado no se hizo esperar. En poco tiempo andábamos todos enganchadísimos al invento, llamando a los amigos para idioteces (“ya llego en un minuto”), o para pasar media hora de cháchara o porque nos aburríamos en el autobús, o caminando hacia el trabajo o donde sea. Ya no quedaba casi nadie con tarjeta.

Además empezamos a creernos
muy listos. Resulta que si llamábamos a nuestra compañía haciéndonos los duros y amenazando con darnos de baja o con pedir la portabilidad, una señorita de acento hispanoamericano nos “convencía” para quedarnos a cambio de un móvil gratis de última generación o de una rebaja en la factura. Vamos, como un puto mercadillo de Morolandia, como el regateo cutre con los vendedores panchitos de la Riviera Maya… Pero qué a gusto nos quedábamos. Qué bobos somos.

Y justo
cuando el móvil se convierte en un elemento esencial de nuestra vida, zas, se empiezan a acabar los chollos. Las tarifas suben. Telefónica cobra los favoritos aparte de los nueve euros mínimos de consumo. Ya no hay ofertones de llamadas gratis y, si te los ofrecen, lo hace siempre una operadora llamándote a bocajarro para que te decidas en dos minutos sin echar cuentas y termines pagando tres euros por unas llamadas o mensajes que jamás habrías hecho o que te habrían costado menos de esa cantidad. El timo de la estampita.

Por supuesto en las casas no hay un solo móvil, qué va, Ya es raro ver a alguien que no lleve dos encima. Lo típico es que en cada hogar haya más “celulares” que miembros de la familia. Lo llevan casi hasta los niños de teta. Los adolescentes lo usan de tal forma que parece mismamente que estuvieran tirando el dinero a la basura (pero no solo ellos). Y al final entre unos y otros, llegan unas facturazas de agárrate y no te menees, porque, claro, el fijo sigue también ahí. Cuando a la familia en cuestión le sobra la pasta, pues bien, oye, un lujo más; pero es que los mileuristas y los parados siguen dándole al cacharro (que parece una tragaperras) como si les fuera la vida, sin reparar en las consecuencias.

No voy a ser yo quien niegue las grandes ventajas de este avance tecnológico, que nos permite trabajar más ágilmente, estar localizados para las emergencias y sentirnos más seguros cuando nos vamos de viaje o cuando salen los niños. Pero creo que nos hemos pasado y que el uso que hacemos de los móviles es exagerado, inconsciente e irresponsable. Me parece que nos la han colado bien colada y lo chungo es que la cosa tiene difícil marcha atrás salvo que nos concienciemos muy seriamente.

domingo, 11 de abril de 2010

EL COMENTARIO DE LA SEMANA (48): ¿DOLOR REDENTOR?

El mejor comentario de las últimas semanas ha sido:

[Debatiendo sobre el uso del cilicio]

Sandra: "Como ya he dicho el sentido del cilicio y de las disciplinas es buscar voluntariamente un sufrimiento para configurarse con Cristo Sufriente. Ese es el único sentido y valor del sufrimiento Cristiano: configurarse con Cristo, el cual escogió el dolor como medio para redimirnos".

Charo: "Esto te lo han contado, Sandra, y tú te lo has creído. Cristo NUNCA escogió el dolor para redimirnos, y seguro que tiene un buen cabreo de ver que hay gente muy pía que lo entiende así. Él escogió el SACRIFICIO, que es muy distinto. Y sacrificarse es todo lo que te he propuesto
arriba. Autoinfligirse dolor es una parafilia, no mezclemos las cosas".

Autoras: Charo y Sandra

viernes, 9 de abril de 2010

SINCERIDAD EN "LA PLUMA VIPERINA"

Un lector de este blog que me conoce, aunque no muy a fondo, me soltó un día tomando unas copas: “Oye, Al Neri, en serio: las cosas que decís en La pluma, ¿las ponéis porque las pensáis de verdad o solo es para provocar y crear polémica?”.

La pregunta me dejó helado, porque ni se me pasaba por la cabeza que alguien pudiera suponer que El Subdire y yo somos tan cretinos como para proclamar aquí opiniones que no son las nuestras solo por pasar el rato y ver cómo reacciona la gente, tan rebuscados como para plasmar adrede ideas estridentes o llamativas, aunque no las compartamos, solo para que nos escriban cincuenta comentarios en vez de cinco. La verdad es que seríamos muy, muy gilipollas.

Para bien o para mal, queridos seguidores de este blog, las ideas, opiniones, valores y mentalidad reflejados aquí son los nuestros. Solo faltaría.

Otra cosa –y hablo por mí- es la forma de expresarnos o de presentar estas opiniones. Soy de los que piensan que la gracia de un blog está en su originalidad, en su personalidad y en su energía. Para escribir sobre los mismos temas que todo el mundo, con las mismas frases, los mismos tonos y los mismos razonamientos, yo prefiero no tener un blog. Primero porque me aburriría. Y segundo porque aburriría a los lectores.

Además, si un día me lancé a la aventura bloguera es porque creo, sin falsa modestia, que tengo algo diferente que contar y ofrecer; porque tengo una formación política sin duda muy singular y una forma de ver la vida y la sociedad que coincide poco con los parámetros imperantes. Y me apetecía aprovechar mi hecho diferencial y, si se quiere, mi marginalidad y mi “frikismo”, para lanzar un mensaje diferente a los que pueden verse en la blogosfera.

Sí reconozco que entre las distintas maneras de expresar una idea mía, puedo caer en la tentación de escoger la más rotunda o la más “incorrecta”, pero ya digo que los ciberdiarios son para eso: para ser rotundos y personales.

Algo similar puede sucederme con los temas tratados. Siempre escribo de lo que se me pasa por la cabeza ese día de acuerdo con mis gustos (sociología, valores morales, recuerdos, religión, justicia, política, historia de España, cine…), pero confieso que, aunque mis temáticas favoritas no son polémicas de por sí, a veces me decanto por asuntos que levantan ampollas por la falta de acuerdo social o que pueden incitar a la reflexión y al debate.

Porque La pluma viperina es un blog de reflexión y de debate, pero no busca premeditadamente los temas más escabrosos ni la bronca morbosa, aunque en ocasiones se haya producido.

En mi vida cotidiana, actúo y me expreso como en el blog en mis círculos más íntimos (familia y amigos), pero ni que decir tiene que, como cualquier persona, me reservo ciertos comentarios, ironías y opiniones allí donde no proceden, sin que ello implique una actitud falsa por mi parte. Yo soy quien soy y pienso como pienso en todas las circunstancias; otra cosa es hablar porque sí de lo que no me preguntan cuando ello puede perjudicarme.

miércoles, 7 de abril de 2010

YO, TAMBIÉN

Yo, también es una película que no te deja indiferente, de esas que cuando acaban te quedas mucho rato dándole vueltas, haciéndote preguntas e intentando alcanzar respuestas. La historia es impactante, conmovedora y, por qué no decirlo, bastante provocadora. A mí me ha dejado un extraño regusto, pues aunque he disfrutado viéndola y sé que es cine del bueno, me ha hecho sentir incómodo el crudo drama que plantea y me ha llegado a crispar en ocasiones el tratamiento tendencioso que hace de la sexualidad.

Daniel es un chico con Síndrome de Down muy distinto a los demás porque su madre, obsesionada por hacer de él una “persona normal”, no ha regateado esfuerzos en estimularle, formarle, mandarle a los mejores especialistas, enseñarle idiomas y matricularle en la Universidad, hasta el punto de que con 34 años, diplomado en dos carreras, consigue una plaza en la Junta de Andalucía y convive a diario con aparente normalidad con sus compañeros, amigos y “amiga” no downs.

La cinta plantea dos cuestiones muy interesantes.

La primera es el límite entre lo normal y lo anormal y hasta qué punto es beneficioso para un joven con este retraso relacionarse e integrarse a nivel profesional, académico, amistoso, etc, con personas sanas.

En este sentido, el protagonista llega a creer, por su gran nivel de integración y normalización social, que puede aspirar al mismo tipo de vida que cualquiera y termina sufriendo por ello una durísima decepción al hacerse consciente de sus limitaciones reales y de la marginación a la que es sometido. Por el contrario, otros mongólicos que no han sobresalido y permanecen en centros especiales arropados por sus seres queridos y relacionándose con sus semejantes no se dan cuenta de sus carencias y así no echan de menos otros horizontes.

La pregunta que queda en el aire es si el deseo de algunos padres de normalizar al máximo la vida de sus hijos downs, a veces cerrando los ojos a muchas realidades, de verdad contribuye a la felicidad de estos chicos o más bien les llena de dudas y sufrimientos.

La segunda cuestión es todavía más peliaguda y es la actitud de la sociedad ante la vida sexual de las personas con este trastorno genético.

El prota se enamora de Laura, una compañera de trabajo que está atravesando una etapa difícil, y Laura se apoya en esta amistad con un chico tan divertido y cariñoso. Lo malo es que el pobre Daniel sufre con angustia sus impulsos de hombre joven que nunca pueden verse satisfechos por las mujeres “normales”, que son las que a él le gustan y que solo saben mirarle como a un niño o como a un amigo "diferente". Al mismo tiempo el filme plantea el problema de los deseos carnales desinhibidos de este colectivo en los centros donde desarrollan sus actividades y de las diferentes actitudes de los familiares ante esta situación.

Y se siembra un nuevo interrogante: ¿Tienen derecho los mongólicos a una vida sexual activa y plena o debe vigilárseles estrechamente para evitar el coito por diversos motivos (morales, prevenir embarazos no deseados…)?


La película enfoca esta cuestión engañosamente. Por una parte se muestra comprensiva con los “fuertes impulsos” insatisfechos de estas "personas adultas" (en una escena Daniel intenta acceder a un puticlub) y por otra se reivindica su derecho a la sexualidad por razones afectivas, argumentándose a favor (siempre con el condón por bandera) desde ambos puntos de vista.

Yo no dudo de los apremios físicos de estos muchachos y muchachas, y mucho menos de su necesidad de amor. En este sentido ellos son iguales que el resto. Y precisamente por ello, a mí su vida sexual me merece la misma opinión que la de cualquier persona sin su trastorno.

Para empezar, el sexo desprovisto de vínculo afectivo se me antoja inhumano, de modo que tan inapropiado me parece que un down calme sus ardores con otra down a la que acaba de conocer en una excursión de ASPRONA, como que un catedrático de Harvard se cepille a la azafata de congresos después de una ponencia.

Por otra parte, tampoco creo que sea correcto afrontar una relación afectiva o hacer vida en pareja sin contar con un proyecto en común, con unos medios mínimos y con la suficiente madurez o independencia, condiciones que desde luego no se dan en los jóvenes con Síndrome de Down. Por eso todos los experimentos (a veces auspiciados por los propios Servicios Sociales) encaminados a emparejarlos de forma “tutelada” me parecen completamente artificiales e inmorales. Es algo así como si unos padres le ponen un pisito a su niña de 12 ó 13 años para que viva con el noviete “porque se quieren mucho y ya tienen sus deseos”. El sexo no es ningún juego y debe ir respaldado por un equilibrio emocional y por un compromiso responsable.

Para terminar, me gustaría destacar la valiosa interpetación de Pablo Pineda (Daniel) y de la polifacética Lola Dueñas (Laura) (Goya a la mejor actriz protagonista) y recomendaros a todos la peli, que estoy seguro que nunca olvidaréis y que os acercará un poco al día a día de unas familias cuyas alegrías y dramas muchas veces ignoramos por completo los que no tenemos relación directa con ellas.

lunes, 5 de abril de 2010

ME CUENTAN LOS MAESTROS

Tengo bastantes amigos profesores. Casi todos trabajan en colegios públicos, en Primaria. Uno de los comentarios que todos hacen y que me resulta muy curioso es la diferencia abismal entre dar clase en un pueblo o en una ciudad, debido a la actitud de los padres.

Según me cuentan, la relación con los padres del medio rural es excelente. Son gente educadísima que respeta el trabajo docente y escucha los consejos que les dan en el centro sobre sus hijos, favoreciendo la coordinación en la educación de los críos.

En cambio en las capitales es muy típico encontrarse con padres gilipollas y prepotentes que se pasan el día dando la murga y cuestionando todo lo que hace el profe, desde exámenes hasta reprimendas, pasando por la forma de explicar, de puntuar, de llevar la clase o de poner deberes. Me dicen que en las ciudades los padres no pasan ni una y en cuanto el niño tiene el mínimo problema se presentan en el cole con tono chulesco a exigir y a protestar. Por eso, por muchas ventajas que tenga trabajar por ejemplo en Valladolid en vez de en Cuéllar, la labor es mucho menos agradecida y más incómoda en la capi.


La explicación que suelen darme es que en los pueblos la gente es más sencilla y pervive en su mentalidad la antaño prestigiosa imagen de la figura del maestro, mientras que en las grandes urbes, donde muchos papis son licenciados, ingenieros o funcionarios, se considera a los profesores como los más tontos de cada casa y todo el mundo cree que sabe más que el maestro y que está legitimado para enmendarle la plana a cada paso. Por otra parte, en las ciudades se conocen más el sistema educativo y los derechos de padres y alumnos, hay más cultura reivindicativa y mentalidad de consumidor y encima abunda el pijismo, por lo que lidiar con las familias se ha convertido en un deporte de alto riesgo.

Desde aquí mi solidaridad con quienes se dedican a la enseñanza. La importancia y la magnífica labor social de los maestros y profesores no es valorada y premiada como se debiera en esta sociedad materialista y cada vez más deshumanizada.

viernes, 2 de abril de 2010

SONETOS A PIE DE CRUZ

A JESÚS CRUCIFICADO - Rafael Sánchez Mazas (1894-1966)


Delante de la cruz, los ojos míos
quédenseme, Señor, así mirando
y sin ellos quererlo estén llorando
porque pecaron mucho y están fríos.

Y estos labios que dicen mis desvíos
quédenseme, Señor, así cantando,
y sin ellos querer estén rezando,
porque pecaron mucho y son impíos.

Y así con la mirada en vos prendida
y así con la palabra prisionera,
como a la carne a vuestra cruz asida.

Quédeseme, Señor, el alma entera
así clavada en vuestra cruz mi vida,
Señor, así cuando queráis me muera.




Anónimo (siglo XVI)

No me mueve, mi
Dios, para quererte
el Cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.