lunes, 30 de noviembre de 2009

IGUALDAD Y JUGUETES

Niñas jugando a lo que más les gusta, aprendiendo a ser mujercitas de su casa

En plena era de la igualdad de género impuesta en plan Goebbels por Bibiana Aído, en esta época de las cuotas y de la discriminación positiva, es un auténtico descojone ver en la tele los cientos de anuncios de juguetes cuando se aproxima la Navidad. Ayer por la mañana pusieron la tira y a mí de verdad es que no me entra en la cabeza cómo la gentuza del PSOE puede consentir unos contenidos tan sexistas y tan opuestos al espíritu igualitario por decreto.

Los anuncios de juguetes de chicos son todos calcados, aparte de que al final hay pocas marcas y por lo tanto poca variedad de ideas. Invariablemente, cuando se publicitan coches, circuitos de carreras, robots de lucha o convertibles, juegos de aventura, figuras de animación, etc, siempre ponen una voz en off masculina, decidida, rotunda, hablando muy deprisa e incitando naturalmente a toda clase de prácticas ultrafascistas del estilo a “Vence a todos con tu pista Patatín” o “derrota a tus enemigos con las armas implacables de Super-Fulanín”, o “serás invencible con el robot de combate Mengano, que puede lanzar misiles”. Vamos, una cosa de tíos duros; una especie de escuela para darse de ostias en el futuro o competir a saco, sin miramientos y sin toma
r en cuenta los valores propios de la “igualdad de oportunidades”.

Luego te fijas
en los anuncios de niñas y es de traca. Lo primero te ponen una canción más dulzona que el algodón de azúcar, generalmente interpretada por un coro femenino o infantil, describiendo con ripios en qué consiste el juguete. Pongo algunos ejemplos semi-inventados: “En la casita de Blancanieves / los enanitos vienen de trabajar / y las mesita ya está dispuesta / para que se puedan sentar”, o peor aún: “Con la pastelería Patatín / podrás hacer pastelitos / para celebrar tu festín / e invitar a tus amiguitos / tralarí, tralarí”. Me da vergüenza ajena hasta escribirlo.

Además, los juguetes para niñas y sus mensajes comerciales, diga lo que diga Aído, siguen estando dirigidos con toda claridad a fomentar la coquetería, el instinto maternal y el aprendizaje de las tareas domésticas, que es lo que les gusta a ellas por naturaleza, coño, por mucho que vean a su papá acoquinado por la bruja de su mamá y obligado a poner lavadoras, a planchar o a tender… Todos estos anuncios son como gotas de agua. Cuando no son de la “Bebita enfermita”, son de “Beibi Ricitos”, para que peinen al muñeco de turno, o de la “Casita del Mundo Mágico” para que lo tengan todo ordenadito, o de la “Fábrica de Magdalenas Pichuli” para que aprendan a hacer postres desde la más tierna edad. Como Dios manda y como debe ser.

Los publicistas saben muy bien a quién dirigirse y cómo vender, y por eso no se andan con soplapolleces ni con politiqueos. Lo que me extraña, ya digo, es que los talibanes del feminismo consientan estas prácticas tan poco disimuladas.

viernes, 27 de noviembre de 2009

LAS CLAVES DE LA ATRACCIÓN

Es de cajón que el atractivo que cada cual ejerce en el sexo contrario tiene muchos más componentes que la mera belleza física, pero, ¿cuáles son estos componentes y por qué?, ¿son siempre los mismos y han sido siempre los mismos?

Para mí hay dos variantes de atracción.

A una de estas variantes podríamos llamarla la “atracción objetiva”, es decir la capacidad que tiene alguien del otro sexo para llamar nuestra atención y agradarnos con independencia de nuestro interés en ser su pareja estable.

En esta modalidad yo pienso que juegan un papel esencial los parámetros estéticos, que son los que entran por los ojos, si bien estos parámetros han variado enormemente según las épocas. Tampoco hay que negar que cada uno tiene sus gustos particulares en este sentido, que a veces pueden convertirse en fijación obsesiva (solo gustarte las rubias, o las muy delgadas…)

Otro ingrediente básico de la atracción objetiva es la autoestima. Es innegable que las personas positivas, con la autoestima elevada y que transmiten optimismo, caen mucho mejor y resultan más atractivas que los melancólicos, problemáticos y pesimistas. A veces niveles muy altos de autoestima compensan los defectos estéticos a la hora de gustar y enganchar.

También es muy importante la habilidad social del sujeto, pues favorece las relaciones y la empatía con los demás. Ya dice el refrán que la gracia de la fea, la guapa la desea. El mundo está lleno de ligones (o ligonas) feos pero simpáticos (aunque yo diría que mucho más en el caso de los hombres).


Finalmente yo hablaría del morbo, aunque no sepa definirlo bien. El morbo es el aspecto más subjetivo de la atracción objetiva. Yo a veces me he sorprendido al comprobar que me gustaba alguna chica aun reconociendo que no tenía nada de guapa y ni siquiera de simpática. El morbo es como el toque secreto de una receta. A cada cual le da morbo una serie de cosas, yo qué sé, por ejemplo la forma de mirar, algún defecto físico que se lleva con salero, unas coletas, un culo gordo, la delgadez, el tono de voz, los pies, el aire misterioso, la diferencia de edad para arriba y para abajo, la condición de casado o ennoviado, la vocación religiosa, la virginidad, el ser más puta que las gallinas… Alguna de estas cosas tiene que ver con el sabor de lo prohibido, pero otras seguro que responden a mecanismos ocultos y subjetivísimos de nuestro instinto que, sin embargo nos hacen sentir una atracción objetiva por los individuos de esas características.

La otra modalidad de atracción es la "subjetiva" o "cultural". Yo la definiría como aquella atracción que creemos experimentar por alguien pero que, en realidad, está completamente condicionada por convencionalismos sociales, culturales y de interés personal. Es el tipo de atractivo que ejercen sobre nosotros las personas que deseamos como pareja, novio o novia, marido o mujer.

La atracción subjetiva no tiene por qué ser mala. De hecho puede ser muy positiva. Tiene la función de protegernos del fracaso sentimental y del rechazo social. También es un mecanismo casi instintivo para garantizar la estabilidad y la seguridad material del futuro hogar y de los futuros hijos. Salvo en casos extremos en los que estos elementos predominan sobre todos los demás (es decir sobre la atracción objetiva y sobre el cariño), una dosis razonable de ellos ayuda a prevenir muchos problemas y deberíamos ser más honestos a la hora de identificarlos y reconocerlos.

Sin ánimo de ser exhaustivo, voy a enumerar varios de estos elementos: posición socioeconómica y clase social, nacionalidad y raza, reconocer un carácter como compatible, proximidad de la residencia para evitar relaciones a distancia, nivel de estudios, deseo o no de tener hijos, valores familiares, ideas políticas y religiosas, inteligencia, estabilidad o prestigio del puesto de trabajo, importancia que se da al sexo, origen familiar, pasado sentimental o sexual, actitud hacia el gasto o el ahorro, afinidad en gustos de ocio o tiempo libre, etc.

Objetivamente estas cosas no sirven para gustar o no gustar, pero es indiscutible que condicionan siempre en mayor o menor medida nuestra decisión de comprometernos con alguien. O sea que no nos casamos simplemente con quien nos atrae, sino que hay muchas más cuestiones a valorar. Lo malo es que a veces nos engañamos a nosotros mismos, nos creemos mucho más románticos de lo que somos y nos pensamos que Fulanita o Fulanito nos atrae a rabiar cuando en realidad hay mucho de conveniencia y nos interesa casarnos con alguien así. Cada uno sabrá.

Todos estos elementos de atracción cultural han variado mucho en la historia y han sido más valorados por hombres o mujeres según el papel de éstas en la sociedad.

Así, cuando la mujer no trabajaba y era mantenida por el varón, las chicas jóvenes se “enamoraban” con mucha más facilidad de hombres más mayores, ricos o estabilizados. Esta fuerte tendencia educacional cambia más lentamente que las estructuras sociolaborales, lo que explica que muchas mujeres mantengan este patrón de comportamiento aunque ya no tenga sentido hacerlo en los nuevos tiempos de igualdad.

Pero al revés también sucede. Hay cosas que los hombres valoraban antaño por razones culturales, como el recato o la exuberancia física (para garantizar la legitimidad de la prole y la fertilidad respectivamente) que hoy en día han perdido importancia al haberla perdido también la moral sexual o la natalidad. A pesar de ello, ya digo que hay pautas que perviven como marcadas al fuego, casi como si fueran genéticas, al margen de las circunstancias sociales.

Me gustaría lanzar un reto y hacer estas preguntas: ¿Qué es lo que más nos gusta y valoramos de una persona del sexo opuesto?. ¿Hasta qué punto reconocemos la presencia de los elementos culturales o de interés en nuestra atracción por alguien?

jueves, 26 de noviembre de 2009

ESCUDITOS Y LOGOTIPOS

Con tanta descentralización y competencia entre administraciones locales, autonómicas, centrales y, sobre todo, con tanta pugna ridícula entre políticos inútiles cuyo único interés es mantenerse cuatro años en el poder ya sea en el mismo o en otro puesto diferente, uno se da cuenta de la manera en que se despilfarran nuestros impuestos.

Cada vez que se inaugura un paso de peatones, lo importante no es si se ha realizado en el momento o en lugar previsto o si se ha ajustado a los presupuestos. Ni siquiera es importante si el paso de cebra hace falta o no. Lo que verdaderamente interesa a esa caterva de ineptos, que si no fuera por la política no servirían ni para barrer lo que inauguran, es estar en el lugar conveniente para salir en la foto correspondiente del diario de provincias que no lee nadie pero que, sin embargo, pasará a engrosar el archivo de prensa correspondiente, verdadera hoja de servicios de los más vanos arribistas.
Otra cosa muy importante a la hora de justificar un trabajo más que deficiente es colocar el cartelito. Reciente está el tema de los elefantiásicos carteles del Plan E que, con casi 1.400 euros por unidad, eran más caros que muchas de las obras que anunciaban. Pero no sólo el (des)Gobierno de ZP está obsesionado con dejar claro quién está pagando la obra de turno. aunque yo, hasta ahora, creía que las pagábamos los ciudadanos con nuestros desproporcionados impuestos.

La Junta de Castilla y León, por poner otro ejemplo, es otra de esas instituciones de rótulo. Recuerdo que, en la Biblioteca Pública de mi ciudad, gestionada por la Consejería de Cultura, cuando se iba a celebrar una charla o conferencia lo único que te pedían era que, en una esquina del pasquín anunciador se colocara el logotipo de la Junta y que expresamente se dijera que ésta colaboraba con la iniciativa. Así, incluso una reconocidad secta gnóstica llegó a celebrar charlas acerca de la reencarnación y los marcianos que llegarían a la Tierra a salvarnos del enorme meteorito que se acerba a destruirla. ¿Ningún juntero se dio cuenta del ridículo que hace la Administración confesando su complicidad en mamarrachadas por el estilo? Vamos, que sólo les falta, ayudar a financiar -suponiendo que no lo hagan- los neones de cualquier lupanar de carretera si, a cambio, estos les colocan el escudito en cualquier esquina. Esquina del luminoso, quiero decir.

En algunos casos, el tema del letrerito roza el insulto al ciudadano. Es los pueblos de Castilla y León, hace unos años, al lado de casi todas las iglesias se colocó un enorme cartel del estilo al del Plan E donde se anunciaba la próxima restauración de dicho monumento. Eso sí, generalmente no se indicaban ni plazos ni presupuestos ni nada. Tanto es así que, como ningún duende ha decido ponerse al tajo por su cuenta, muchos carteles han quedado descoloridos y oxidados, sirviendo únicamente para que algunos garrulos los siembren de perdigonazos.

Lo último que he visto clama al cielo. Se trata de una dotación de ordenadores que llegaron a su destino con cerca de dos meses de retraso. Además, nadie hizo el más mínimo amago por enterarse de las características más convenientes para estas máquinas. Se trataba de ordenadores desfasados comprados a un mayorista de stocks por los que sólo Dios sabe lo que se habrá pagado. Eso sí, venían convenientemente serigrafiados con los logotipos de los ocho organismos, planes y administraciones que habían metido mano en tal desastre., tal y como puede verse en la foto siguiente. Debo vivir en otro mundo pues, hasta ahora, creía que las chapuzas era mejor no firmarlas.


(La foto está hecha con el móvil)

martes, 24 de noviembre de 2009

RELEYENDO "EL PADRINO" (9): EL VERDADERO RAYO

Apollonia escoltada por el fiel Calo

Siempre me sorprendió el repentino y casi violento enamoramiento de Michael (el "verdadero rayo") cuando conoció a Apollonia y siempre he dudado de la naturaleza de esta pasión. Creo que fue algo puramente carnal, aunque el cariño viniera luego. Vamos, que Michael, solo en Sicilia y a miles de kilómetros de Kay, se puso como una cafetera cuando vio a la adolescente morena pasear entre los naranjos...

Esta tendencia inevitable de los varones
a dejarnos guiar por la bragueta para tomar decisiones relevantes en la vida es uno de los aspectos más negativos de nuestro sexo, hasta el punto de hacerme dudar a veces de mi vieja teoría de que los hombres somos personas más completas que las mujeres.

Michael manda salir a Vitelli, el padre de Apollonia

—Decidle al dueño del café que salga.

Los dos guardaespaldas no dudaron ni por un instante. Se pusieron las armas al hombro y entraron en el local. Segundos después, reaparecían escoltando al dueño del café. El hombre no parecía nada asustado, aunque sí algo preocupado.

Michael se acomodó en su silla y lo estudió atentamente. Segundos después, con toda suavidad, dijo:

—Comprendo que lo he ofendido al hablarle de su hija, señor. Le presento mis más sinceras excusas. Soy forastero y no conozco las costumbres del país. Quiero que sepa que no era mi intención faltarle el respeto, ni a usted ni a ella.

Los dos pastores estaban profundamente sorprendidos. La voz de Michael había adquirido un tono desconocido para ellos. A pesar de que estaba disculpándose, sonaba autoritaria. El dueño del café hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, pero estaba más preocupado que antes, pues tenía la impresión de que aquel hombre no era como los demás.

—¿Quién es usted y qué quiere de mi hija?

—Soy americano —contestó Michael—, y he venido a Sicilia huyendo de la policía de mi país. Me llamo Michael. Si informa usted a la policía, seguro que ganará una fortuna, pero si lo hiciera, su hija, más que ganar un marido, perdería un padre. Quiero conocer a su hija. Con su permiso, señor, y bajo la atenta mirada de su familia, naturalmente. Con todo decoro y con todo respeto. Soy un hombre cabal, y en modo alguno quiero deshonrar a su hija. Quiero conocerla, hablar con ella y luego, si ambos estamos de acuerdo, nos casaremos. Si no, nunca más volverán a verme. Quizá no le caiga bien a su hija, y en tal caso no podré hacer nada. Pero si no es así, le diré de mí todo lo que el padre de una esposa debe saber.

Los dos pastores y el padre de la muchacha lo miraban con expresión de sorpresa. Fabrizzio, con temor reverente, musitó:

—Es el verdadero rayo

viernes, 20 de noviembre de 2009

HISTORIAS DE ESPAÑA VIEJA (II): LA MUERTE DE JOSÉ ANTONIO

TENÍA 33 AÑOS Y MURIÓ AL AMANECER.


A las cinco y media de la mañana de un día como hoy, el director de la prisión y un guardia, Guillermo Toscano Rodríguez, se dirigieron a su celda para comunicarle que la hora había llegado. Pidió despedirse de su hermano Miguel y su cuñada Margot.

La madrugada del día 17 al 18, el tribunal lo había condenado a mu
erte. Su defensa, a decir de los presentes, fue brillante: un público, al principio hostil debido en gran parte a los recientes bombardeos de la aviación nacional sobre Alicante, poco a poco fue demostrando una abierta simpatía por los acusados. Pero la sentencia estaba escrita de antemano y, aún así, Miguel y Margot lograron salvar la vida. Él fue condenado a treinta años de prisión; ella a seis.


Afronta la muerte con serenidad y calma. Ya ha dispuesto qué hacer sobre sus bienes y asuntos pendientes una vez haya muerto. También ha escrito testamento; en él, reflejo exquisto de su alma, deja constancia del tipo humano completo que fue: valiente, sensible, cultivado, valeroso, generoso...

«Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas calidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia.»


Quiere estar en paz con Dios y se ha confesado. Los últimos auxilios espirituales se los ha ofrecido el sacerdote José Planelles, preso que sería fusilado días más tarde.

Sobre la mesita de la celda deposita una serie de cartas destinadas a sus familiares y amigos. En ellas, a pesar de la muerte que se anuncia irremplazable, no existe ni un solo tachón. Indalecio Prieto sería el encargado de entregárselas a sus destinatarios y de recoger en una maleta sus escritos en la prisión, sus papeles póstumos, entre ellos el Cuaderno de notas de un estudiante europeo.


Los guardias le exigen que se apresure en vestirse. Tienen prisa por terminar el trabajo. José Antonio, impertérrito, les exige calma: «Como sólo se muere una vez, hay que hacerlo con dignidad».

Con un mono azul, unas alpargatas y su abrigo, se dirige a la celda de su hermano. En inglés, le solicita ayuda en ese trance: «Help me to die with dignity». Se abrazan y Miguel se despide pidiéndole que ruegue por todos ellos.

Camina con calma hacia el patio de la enfermería de la cárcel. Conversa con sus guardianes y algunos son incapaces de mirarle a la cara. Uno de ellos se fija atentamente en el abrigo que lleva sobre los hombros. La humedad de la otoñal noche levantina impregna los huesos.

Ya está formado el pelotón de ejecución: seis anarquistas y otros tantos comunistas, al mando de Guillermo Toscano, y algunos guardias de asalto como refuerzo. José Antonio se encamina a ellos y les pregunta si son buenos tiradores. Después se dirige al sargento que manda a los milicianos para pedirle que limpie la sangre que allí vierta, pues no desea que su hermano sufra al verla.

Junto a la tapia esperan dos requetés y dos falangistas que reciben la sonrisa fraternal del jefe que comparte el destino de sus hombres. Se desprende del abrigo y lo lanza junto a los guardias. Aprita fuerte con su mano izquierda el crucifijo que antaño le regalara su hermana y levanta el brazo derecho dispuesto a recibir la muerte. Ya se adivina en el cielo el madrugador amanecer mediterráneo.


Nadie da la orden de disparar. Sus últimas palabras realizan el mismo cometido: «¡¡¡ARRIBA ESPAÑA!!!».

Toscano se acerca al cuerpo de José Antonio y descarga con su pistola el tiro de gracia. Cinco años más tarde, en 1941, sería fusilado en Granada a pesar de las súplicas que por su vida hicieron los hermanos P
rimo de Rivera.



Ese muro de cal, lívido espejo
en que araña su luz la madrugada,
de infame gloria y muerte blasonada
coagula y alucina alba y reflejo.

Para siempre jamás. La suerte echada.
El grito de la boca en flor rasgada
-en el cielo, un relámpago de espada-,
y, opaco, en tierra, el tumbo. Después, nada.

Y ahora es el reino de las alas. Huele
a raíces y a flores. Y el decirme,
decirte con tu sangre lo que sellas.

Por ti, porque en el aire el neblí vuele,
España, España, España está en pie, firme,
arma al brazo y en lo alto las estrellas.

Gerardo Diego.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

UN TÍO QUE NO ESTÁ A LA VENTA

Lo que más me admira de él no es que sea una de las personas más serias, minuciosas y perfeccionistas que he conocido, ni su aguda inteligencia, ni su capacidad de sacrificio.

No es lo que más me impresiona -aunque me impresiona mucho- su cultura enciclopédica tanto en áreas tecnológicas como humanísticas, sobre todo en historia. Yo no sabría decir si es de letras o de ciencias.

Lo que más me llama la atención no son sus habilidades pedagógicas, ni su capacidad de trabajo, ni su pluma incisiva, ni su discurso preciso, ni sus dotes naturales de líder, ni su genuino espíritu castrense.

No aplaudo más que otras virtudes su gran humanidad, su sensibilidad con los humildes y su empedernido romanticismo combinado con simpáticos asomos de misoginia.

De entre todos sus valores, los más sobresalientes no son para mí su patriotismo encendido, su Fe sin ñoñería, su coherencia, su lealtad, su integridad o su sinceridad a prueba de bomba.

Para mí lo más valioso del Subdirector del Banco Arús es que en este mundo asqueroso donde todo tiene un precio; donde la gente se baja los pantalones ante quien manda o puede; donde el servilismo repugnante es regla habitual; donde no hay principios inmutables, sino circunstancias a las que abrazar según el momento, en este mundo, digo, él es y sigue siendo desde que le conozco un tío que no está a la venta.

Un tío que dice siempre lo que tenga que decir, a quien sea y pase lo que pase; que no se amilana ante poderosos, ni ante jefes, ni ante policías antidisturbios; que no miente nunca, ni alberga dobleces o segundas intenciones; que no te acaricia el lomo si no te lo mereces y que tiene un sentido tan desarrollado de la Justicia que vive en un duelo constante contra el mal, contra los abusos y contra las jetadas. Un duelo que tiene perdido de antemano, pero la suya será siempre una derrota honrosa frente a las victorias turbias que nos asolan a diario; una derrota con sabor a victoria.

Nunca le vi doblegarse, ni renunciar a un solo sueño ni aun a costa de sus seguridades. Nunca le vi agachar la cabeza cuando la razón le acompañaba, ni dejar de enseñar los dientes a todos y a todas, salvo a la señorita Bacardí y a pocas más…

Un año más y que sea por muchos:

¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, SEÑOR SUBDIRECTOR!!

lunes, 16 de noviembre de 2009

UN GIN TONIC DE TANQUERAY

Un día un amigo mío que participa mucho en este humilde espacio se llevó las manos a la cabeza cuando me pedí en un bar del Pasaje un ponche-cola con un chorrito de lima. Otras veces me tomo un “zumo de piña con un hielo” y más habitualmente Barceló con Coca-Cola, pero lo del goloso Ponche Caballero era la primera vez que lo hacía en sus narices.

- ¡Pero qué mariconada!. ¡No me jodas!- conocía al camarero y le explicó que yo no era bujarrón ni nada. Pasé mucha vergüenza.

Luego me dio una plática a fondo. Me salió con que un hombre de verdad, de pelo en pecho, jamás se pedía esos potingues de nena. Dijo que yo era un caballero, un tipo con clase, y lo que procedía para quedar como Dios era pedirse un güisqui solo, en vaso ancho, o, mejor aún, un buen gin tonic.

- Pero macho, yo eso no lo he probado en mi vida. La tónica es muy amarga.

Siguió explicando que estaba muy bueno, que era un sabor muy elegante y masculino y que además un macho fetén no conocía siquiera el sabor de la tónica sola, porque siempre la combinaba con una ginebra de postín.

- ¿Gin Larios?

- ¡Gin pollas! -gruñó con desprecio- . Lo suyo es pedirse un gin tonic de Tanqueray, que es la mejor del mundo. Ah, y siempre con Swcheppes, que si no es joder la tónica, hazme caso.

Al final no me decidí ese día, pero mi colega siempre me insiste en que la próxima vez que quedemos (a saber cuándo, porqué somos tíos ocupadísimos) me invitará a esta bebida tan novedosa para mí.

Incluso el otro día en un blog amigo comentaron que la ginebra buena era la Hendrick´s y se lo dije a mi mentor, pero este soltó un bufido y me aseguró que no tenían ni puta idea.

Como me quedé con mucha curiosidad por llevar a cabo este experimento de sabor, no he podido esperar a quedar con mi atareado amigo, y anteayer precisamente, después de cenar en el Foster´s con Leonardo y compañía decidí pedir la combinación recomendada en un bareto de Parquesol lleno de viejos bailando cha-cha-chá.

- Para mí, un gin tonic con “Canceráis” –espeté todo chuleta. Estuve a punto de añadir que con Swcheppes, pero al ver la cara de la camarera intuí que podría quedar como un palurdo.

Mis acompañantes femeninas comenzaron a rebullir con que eso sabía a chinches, pero no hice ni puto caso, que ellas no saben de estas cosas serias. Leonardo arrugó el entrecejo porque conoce mis gustos de bebidas:

- Pero cómo pides eso… ¿Lo has probado alguna vez?

- Naturalmente, hombre… Es una copa muy especial, con muchos matices de sabor y tal…

- No, la verdad es que viste mucho…

En dos minutos tenía ante mis ojos la mezcla transparente. Las niñas rápido me pisparon el vaso para dar un sorbo, a pesar de la gripe A, y pusieron mala cara, muy mala cara, como si les costara tragar.

- Esto también se toma con pepino, pero no es plan –aclaré.

Y ni corto ni perezoso, zas, le di un buen trago. En el acto, un amargor denso y repelente inundó mi garganta. Me recordó al Mordex que me echaba mi madre en las uñas de pequeño, pero a lo bestia. Torcí el gesto instintivamente, frunciendo la boca y tensando los músculos del cuello.

- ¿A que sabe mal?, ¿a que sabe mal?

Recompuse la sonrisa como pude, mientras pensaba mirando el vaso: “y me lo tengo que beber entero…”

- ¿Qué decís? No sabéis apreciarlo porque no estáis acostumbrados – y me metí otro lingotazo para acabar cuanto antes.

- Oye, si quieres te pedimos un ponche-cola-lima para que pase mejor –me insinuaron entre codazos y risotadas.

Los diez minutos que duró la ingesta fueron muy traumáticos para mí. Mientras se me iba revolviendo el estómago entre sorbito y sorbito (y eso que dejé un buen culo), me acordaba sin cesar de todos y de cada uno de los muertos de mi amigo, y barajaba las posibilidades (muy escasas) de hacerle caso otro día en lo del güisqui solo.

Lo que tengo que reconocer es que pidiendo estos brebajes, uno parece muy chic. De hecho, yo quedé como un gentleman hasta que me vieron el careto al beber. A lo mejor es cuestión de hacerse al sabor, como con el tabaco y la cerveza, que al principio no gustan, o de aprender a disimular. Todo sea por la imagen de uno.

viernes, 13 de noviembre de 2009

¿ES INMORAL EL EMULE?

Soplan en Europa malos vientos y se atisban peores augurios para los que vemos mucho cine en Salas Emule o conseguimos música por procedimientos alternativos a pagar el disco en El Corte Inglés.

En los últimos años la SGAE y compañía han dado mucho la tabarra en los medios con una campaña para concienciarnos de que los piratas de Internet son equiparables a ladrones o a malvados delincuentes.

La línea fronteriza entre el derecho y la moral siempre se ha movido mucho. Sobra decir que no todo lo legal es moral (aborto), ni todo lo que la ley proscribe atenta contra los valores éticos. Ya sabemos que esto de la ética puede llegar a ser muy subjetivo, pero un ordenamiento jurídico que considera como delitos o infracciones muchas conductas que casi nadie percibe como nocivas para la sociedad, ni peligrosas ni inmorales es con toda seguridad un ordenamiento jurídico basado en intereses económicos de ciertas minorías privilegiadas o poderosas a las que el Bien Común les importa una mierda.

He reflexionado mucho sobre si bajarme pelis y discos con el Emule es algo grave de lo que debo sentirme avergonzado, sobre si estoy haciendo daño a alguien por culpa de mi conducta, y he llegado a pocas pero importantes conclusiones.

Creo que toda la normativa, medidas y proyectos vigentes y futuros para controlar la ciberpiratería son muy injustos porque repercuten o pueden repercutir en el bolsillo (canon) o en la intimidad (control de las descargas) de muchas personas que no realizan la actividad que se pretende reprimir. O sea que quieren matar moscas a cañonazos.

Por otra parte, y desde el punto de vista de los que sí practicamos el siniestro pirateo, pienso que más que injustas lo que son estas medidas es absurdas. Son como poner puertas al campo. Pretender que en plena era de las tecnologías, cuando cualquiera desde su casa con solo un clic de ratón puede conseguir en pocos minutos el estreno o la canción de moda, la gente deje de piratear me parece de ser bastante gilipollas. Pretender controlar este fenómeno sancionando o quitando la conexión a la peña a base de muestreos –porque no pueden empurarnos a todos- me provocaría carcajadas si no fuera una idea brutal, injusta y discriminatoria.

A mí me parece muy deseable que se proteja la propiedad intelectual y que los autores de libros, discos o películas reciban una justa –y subrayo justa- remuneración, pero está claro que, a la luz de los nuevos tiempos y habida cuenta de las mil formas incontrolables de difusión y reproducción de obras en formato electrónico, el sector audiovisual y los legisladores van a tener que olvidarse del modelo liberal y decimonónico de retribución a autores e idear otras alternativas más acordes con la actual situación.

Inmoral podría ser que yo me aprovechara de la obra de un autor para obtener beneficios a su costa y a sus espaldas, revendiéndola o yo qué sé. ¿Pero soy un delincuente por descargarme en divx Gran Torino para verla en mi salón un viernes por la tarde? ¡Anda ya!

Por otra parte, y siento ponerme un poco bruto, si tan jodidos y perjudicados se han visto los cantarines, grupos musicales y cineastas por culpa del pirateo, ¿por qué siguen en el negocio? ¿No dicen que ha dejado de ser rentable? Algo ganarán, digo yo… Por mí que lo dejen y se dediquen a poner ladrillos, que ni yo ni nadie nos vamos a morir por dejar de oír a Amaral o de ver películas de Hollywood. Hala. A tomar por culo.

Muchos dicen que si fueran más barato el cine, los CD´s de música o los vídeojuegos, se piratearía muchísimo menos y se acabaría el problema. Pero yo, que soy un tipo sincero, dejo bien claro que seguiría cogiéndole cosillas a mi amigo Emule aunque el producto en cuestión me costara solo dos euros más en la tienda de lo que yo invierto en la conexión y en los DVD´s vírgenes. Así que, por mí, campeones, no bajéis los precios.

martes, 10 de noviembre de 2009

¡NO DIGAS PALABROSTIAS!

Yo soy un tío muy malhablado. Desde siempre. Sobre todo cuando me cabreo (aunque no sólo) digo unas burradas que hacen daño a los oídos. Mi único límite es evitar la blasfemia, pero oye, no veas la de salvajadas que pueden decirse sin ofender a Dios.

Lo más curioso es que en mi familia no dicen ni un taco y en mi grupo de amigos casi tampoco. Generalmente me he movido en círculos donde hablar como un carretero no está bien visto y sin embargo… nunca me he cortado un pelo.

Normalmente me explayo más en ambientes de confianza. Cuando conozco a alguien nuevo me modero un poco, pero en cuanto me dan bolilla….

Además en determinados entornos en los que no hay ni la más mínima confianza (por ejemplo, en mi trabajo), me desenvuelvo con notable grosería, profiriendo toda clase de expresiones malsonantes y procaces, no tanto dirigidas a mis compañeros, sino a mí mismo o al cuello de mi camisa cuando algo me sale mal, se me cae un archivador, se atasca la fotocopiadora, no llego a tiempo para entregar algo, me hacen perder el tiempo u otras situaciones similares. De todos modos en mi trabajo estamos acostumbrados a las grandes voces, portazos y estridencias verbales (seguro que peores que las del cuartel de Aquí la más principal hazaña), así que no desentono demasiado.

Mis expresiones favoritas –disculpen ustedes: no servirá de precedente- son: “Me cago en la puta de oros”, “me cago en los cojones”, “no me jodas la marrana”, “coño”, “estoy hasta la punta de la polla”, “me cisco en la puta perra”, “a tomar por el culo, joder” y “a la mierda” (como Fernán Gómez). También a veces digo “ostias”, pero sin animus blasfemandi (¿se dice así?)

Donde no suelto casi palabrostias es en el blog porque, como diría Pascual Panete Zas, nuestros lectores son gente muy principal. Y me da corte.

Para mí decir bestiadas en los momentos de tensión es como una especie de desahogo, pero no es algo de lo que me sienta orgulloso. Reconozco que es una mala costumbre andar siempre soltando sapos y culebras y admiro a quienes consiguen controlarse, ya que demuestran una gran fuerza de voluntad de la que yo carezco.

También reconozco que no me inspira mucha confianza un fulano tan escrupuloso que no sea capaz de soltar un “coño” o un “cojones” en la situación adecuada. Sé de gente que lo evita a toda costa y sustituye estas interjecciones por muletillas light como “jolines”, “leche”, “leñe”, “joper”, “ostris”… Yo creo que son maricones.

Los tacos son una parte más de nuestro vocabulario. Resultan muy inapropiados si se abusa de ellos como en mi caso, pero quedan hasta simpáticos y salerosos si se sueltan en el contexto oportuno.

sábado, 7 de noviembre de 2009

NOS JODEN LOS INMIGRANTES

Desengañémonos. A los españoles no nos joden los inmigrantes porque su llegada masiva pueda poner en peligro nuestras costumbres o nuestra identidad, máxime cuando esa identidad la llevamos despreciando nosotros solitos desde hace mucho abandonando nuestras tradiciones y nuestras creencias, e incorporando encantados modos de vida extranjeros en forma de comida rápida, jalogüins, gustos cinematográficos, desprecio del patriotismo y de la Unidad de España (que son cosas de fachas), de prácticas religiosas, etc….

Desengañémonos. A los españoles no nos joden los inmigrantes porque puedan quitarnos el trabajo, porque nosotros, que somos unos señoritingos de país desarrollado, despreciamos los puestos que ellos ocupan, los trabajos duros o manuales. Nos hemos largado de los pueblos y del terruño y nos negamos a currar de camareros, o de albañiles, o a la intemperie, porque solo queremos trabajos de oficina en los que estemos sentados y calentitos.

Lo que nos jode de los inmigrantes es, ni más ni menos, que son pobres y cutres, y nos hacen daño a la vista. A los españolitos, que somos unos materialistas y unos cabrones, nos molesta ver a las rumanas mendigando en la calle, a las andinas andrajosas con el churumbel a cuestas, a los moracos llenos de mierda saliendo de la obra, a los zafios panchitos cantando y suplicando en los vagones del metro… Nos parece que esta gente de segunda estropea nuestro paisaje de desarrollo y de abundancia que nos hemos currado tantos años.

A los españoles comodones y conservadores nos joden los inmigrantes porque no queremos ningún cambio y nos irrita ver caras y lenguas distintas y que consideramos inferiores. Porque tenemos miedo de todo lo nuevo y nos pensamos automáticamente que nos van a robar o a engañar solo porque son extranjeros y menesterosos. Porque en nuestro egoísmo chulesco y occidental, se nos ponen los pelos de punta ante la sospecha de que tengamos que compartir, aunque sea una miga o un centímetro de suelo, con personas extrañas que no han nacido aquí y que, además, tienen esa pinta.

El miedo, el odio y el desprecio que les tenemos es el mismo que a lo largo de los siglos han tenido los ricos a los pobres. Es una fobia al necesitado y no al extranjero. A los europeos que han hecho uso en España del derecho comunitario de establecimiento, a los alemanes en Baleares o a los erasmus gabachos o irlandeses no les hacemos tantos ascos.

Si nuestro hijo nos presenta a su novia yanqui, economista, pelirroja y protestante, con la que no deja de hablar en pitinglis en nuestras narices, estaremos encantados. Pero si viene con una peruana sencilla, cariñosa y católica, que hace casas de nueve a nueve, nos da un soponcio y, antes de cruzar dos palabras con ella, ya le decimos al chico que le quieren sacar los cuartos, aunque el chico solo gane 800 euros en la oficina cómoda y calentita.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

HISTORIAS DE ESPAÑA VIEJA (I): EL SITIO DE BALER

PELEAREMOS HASTA MORIR Y MORIREMOS MATANDO.


En 1897, tras la firma de la paz de Biak-na-Bato entre la sociedad masónica Katipunan y el gobierno español, se creyó finalizada la insurrección de Filipinas. Así, los 400 hombres que se encontraban en la iglesia tímidamente fortificada de Baler, a unos 150 kilómetros al noreste de Manila, fueron relevados por otros 57 pertenecientes al 2º Batallón de cazadores. Comandados por el capitán don Enrique de las Moreras y los tenientes don Juan Alonso Zayas y don Saturnino Martín Cerezo, de seguro no adivinaron, al comprobar que los tagalos habían abandonado el pueblo, que España los había legido para protagonizar una de las mayores gestas desde Numancia o Sagunto. A los pocos de días de acantonarse en la iglesia, los de nuevo insurrectos comenzaron un cerco que se alargaría por once meses. A la incomunicación y falta de noticias, se sumaban el hambre, la sed y sus enfermedades asociadas, sobre todo el beriberi que acabó con la vida de varios hombres incluyendo al capitán y al teniente Zayas, pasando Martín Cerezo a ostentar el mando. A consecuencia de tanta penalidad se produjeron varias deserciones que obligaron a este último a fusilar a dos de sus soldados en el patio del templo.

Como los rebeldes se veían impotentes ante la determinación de Martín Cerezo y sus hombres, que llegaron a arrasar las casas cercanas y acaparar alimentos a los enemigos en varias descubiertas, intentaron negociar inútilmente la rendición de los españoles que resistieron, incluso, terminada la contienda cuando, para advertirles, se presentaron varios oficiales españoles para informar a un teniente Martín que se negaba a creerles: no era posible que España se hubiera rendido. Así, les despachó como a desertores y traidores mientras éstos le anunciaban que sería llevado ante un consejo de guerra y expulsado del ejército.

Sólo leer los periódicos españoles que les entregaron los sitiadores pudo convencerles de que, en efecto, la guerra hacía tiempo que se había perdido. Martín Cerezo, de esta forma, negoció la rendición de la plaza en estos términos:

«Capitulamos porque no tenemos víveres, pero deseamos hacerlo honrosamente. Deseamos no quedar prisioneros de guerra y que ustedes admitan otras condiciones que expondremos, de las que levantaremos acta. Si se han de portar con nosotros de mala manera han de decirlo porque en este caso no nos rendiremos. Pelearemos hasta morir y moriremos matando.»

Mientras abandoban Baler, los insurrectos formaron un pasillo de honor para los 32 héroes que sobrevivieron. Hoy, en la fachada del templo, una placa y un pequeño monumento conmemoran la gesta y el ejército filipino, anualmente, recuerda a los que fueron sus enemigos con un pequeño homenaje.

Martín Cerezo recibió la Laureada de San Fernando y murió en 1.945 con el empleo de general.

lunes, 2 de noviembre de 2009

LA GENTE DE LOS PUEBLOS

Admito, por muy escandaloso y generalizador que parezca, que la gente de los pueblos no son santos de mi devoción.

Me encanta la naturaleza y el aire libre (para ir de excursión o de acampada). Reconozco que la vida rural y agrícola ha sido el cimiento de España durante siglos, que los valores del campo han configurado nuestra identidad nacional. No niego que las mejores esencias de España hayan estado siempre ligadas al agro, pero…

… Pues que eso era antes, porque ahora a mí me da la impresión de que
los que viven toda la vida en pueblos pequeños son los más tontos del país.

Tengo una teoría que no creo que se aparte ni un ápice de la realidad. Como desde hace ya bastantes décadas, las personas más emprendedoras, más trabajadoras, con más iniciativa, con la mente más abierta, y con más deseos de dar lo mejor a sus hijos, han emigrado a las ciudades,
al final se ha producido un fenómeno de “selección natural” y en los pueblucos de hoy casi solo quedan los más cortos, los más cerradicos y los que tienen menos miras que Stevie Wonder.

Un amigo siempre me dice que esta tesis mía es siniestra y materialista, pero a mí no me parece materialista tener inquietudes, querer mejorar en todos los sentidos, aspirar a una vida social rica o desear que tu familia tenga acceso a una buena educación, a un buen ocio y a un futuro más estimulante, algo a lo que desde luego no se puede aspirar viviendo en una aldea perdida de Dios.

Quiero hacer dos matices
importantes.

Primero: Cuando hablo de pueblos sólo me refiero a municipios de economía agropecuaria y alejados de una capital de provincia, y no por supuesto a los miles de pequeños núcleos urbanos que constituyen lo que hoy se conoce como alfoz o área metropolitana de las ciudades.

Segundo: No quiero entrar en las causas ni en los culpables de que los pueblos se hayan quedado como están, de que la agricultura española se haya ido a tomar vientos, ni mucho menos en las soluciones. En este post quiero hablar de una realidad de hoy en día, tenga quien tenga la culpa y sea lo injusta que sea (que lo es).
Hoy la vida en un pueblo es una mierda y quien puede o tiene posibilidad se escapa. En cambio, los cerriles sin ninguna inquietud se quedan ahí de por vida, arrinconados y limitados. Aparte de que vivir en una comunidad pequeña conlleva innumerables y repugnantes inconvenientes sociales en forma de cotilleos, presión social y falta de libertad en todos los sentidos, no me cabe la menor duda de que si naces listo y vives en Villacanicas del Buen Pastor durante treinta años te vuelves más tonto que Abundio, que echó una carrera él solo y quedó el segundo.

He convivido con mucha gente de pueblo y también he trabajado durante años con este colectivo. Y no puedo sino hablar mal en general de mi experiencia. He dado casi siempre con personas de inteligencia muchísimo menos desplegada, mucho más brutos y desconfiados, y generalmente con hábitos más toscos y con costumbres y formas de ser que no me gustan ni un pelo. Algo que siempre me ha llamado la atención de los pueblerinos es que suelen ser bastante primarios o espontáneos en sus reacciones, o sea que te sueltan lo que piensan sin medir si te va a sentar mal y sin tener confianza alguna que lo justifique. Tienen, por así decirlo, muchos menos miramientos en el trato y no siempre tienen la delicadeza y la distancia debida con sus interlocutores.

También he observado otros datos curiosos. Por ejemplo, en los pueblos que viven de la ganadería son infinitamente más bestias que en los agrícolas. Los pueblos con mucho “retorno” (en los que mucha gente se ha ido a las ciudades o al extranjero y han regresado de viejos) son bastante más finos y cultos. Seguramente los paletos más paletos de España estén en la comarca de Tierra de Campos (determinadas zonas de Valladolid y Palencia). Los jóvenes campesinos, frente a lo que suele suponerse, son igual o más paletos que los ancianos del lugar. La gente del campo se suele creer muy lista y muy espabilada, desprecian el mundo urbano y reniegan de sus ventajas y sus comodidades. Hay determinados vicios y malas costumbres que estoy convencido de que se dan más en los pueblos que en las ciudades (por ejemplo, ir a putas). Los de los pueblos tienen muchísima menos sensibilidad y son más proclives a la crueldad, a la burla, al mote despiadado y a la discriminación de sus vecinos, porque no saben ser respetuosos con la diferencia y tienden al rebañismo de una manera escandalosa.

Otro dato me parece innegable en relación a este rebañismo: Como en las comarcas rurales hay muy pocos jóvenes, las oportunidades de elegir a los amigos son casi nulas. Así, los chavales se relacionan por quintas o grupos de edad, y no en función de sus preferencias. Si un niño o adolescente vive en una ciudad tiende a juntarse con un grupo afín a sus gustos o educación recibida. Si vive en Villarriba del Conejo, si no quiere quedarse más solo que la una, tendrá que salir con los ocho o diez chavales de su edad y seguir su estilo de vida, aunque sean unos porreros y unos borrachos (algo muy habitual, pues suelen imponerse las cafrerías de los más chulitos)

Igualmente me llama la atención cómo un matrimonio de un pueblo pequeño puede ser tan egoísta de retener con ellos a sus hijos toda la vida, sin fomentar que salgan de ese mundo tan cerrado, que estudien fuera, que vayan a la Universidad, que conozcan distintas formas de ganarse la vida. En su ceguera, no se hacen idea del desperdicio y el daño que les están haciendo.

Por último, debo decir que en los pueblos también he observado valores muy positivos que se dan en mayor medida que en las ciudades. En efecto, las comunidades pequeñas y herméticas también tienen sus ventajas, como por ejemplo una tendencia mayor a la solidaridad y generosidad con los más necesitados (todos se conocen y saben de sus problemas), una vida religiosa más auténtica y sentida, y un mayor apego familiar y respeto por los viejos. La gente también es más sencilla y menos soberbia y probablemente si te haces amigo de uno de un pueblo lo seas para toda la vida.

Conozco efectivamente gente muy buena y muy inteligente que vive en localidades minúsculas (algunos familia mía), pero considero que sus potencialidades culturales, sociales, económicas e incluso de felicidad están seriamente limitadas por culpa de su entorno.

domingo, 1 de noviembre de 2009

EL COMENTARIO DE LA SEMANA (42): SENTIRSE PARTE DE UN TODO

El mejor comentario de las dos últimas semanas ha sido:

No sé si es por mi carácter, pero a mí de pequeño me hubiera encantado pertenecer a una cosa parecida [al Frente de Juventudes]. Dejando fuera consideraciones políticas, simplemente la estética, la marcialidad, el sentirse parte de un todo. Son sensaciones que he tenido de mayor y cuando te ves desfilando dentro de una compañía, y sientes que todos se mueven como uno. Creedme que es una sensación de plenitud. No por la merma de individualidad ( que no creo que la haya) sino por el hecho de sentirse integrado.

Los valores que enseñaban, no lo sé, ni estaba
allí ni he leído tanto como ustedes, pero por lo que conozco del carácter de mis padres y abuelos, no creo que les dijeran “ Él que no esté colocado que se coloque”. Simplemente el hecho de enseñar austeridad (vivir en una tienda de campaña durante largo tiempo, a veces, puede ser penoso), hace que se valoren cosas que la gente da por hecho. Contacto con la naturaleza o afición por el deporte no le puede hacer daño a nadie.

Auto
r: Saturnino Martín Cerezo